viernes, 31 de diciembre de 2010

Lo que América Latina puede aprender de Israel. Por Carlos Alberto Montaner

Carlos Alberto Montaner, con siempre polémica agudeza, da aquí los motivos de cómo un pequeño estado en medio del desierto, que ocupa menos del uno por ciento de los territorios árabes, ha sobrevivido a la furia que se empeña en destruirlo desde hace más de sesenta años. ¿El motivo? No son por cierto los territorios ya que cada vez que Israel devolvió los ocupados tras la victoria de la Guerra de los Seis días-que de haber perdido no hubiera dejado siquiera ruinas- tuvo como consecuencia el recrudecimiento de los ataques. Gaza es el último ejemplo. Hasta la Autoridad Palestina ha reconocido que se trata de establer ahí una base de Irán que- hay que insistir en este punto capital- no tiene ningún conflicto territorial u otro contra Israel.
El motivo lo ha enunciado Hassan II de Marruecos en un chispeante tono de broma: los judíos son el afrodisíaco de los pueblos árabes. En verdad no son los pueblos sino sus dirigentes, que ven en Israel el espejo invertido de la miseria y la demagogia con la que someten a sus pueblos. La paz se realizará sólo si se acepta su existencia, como sucedió con Egipto, algo muy difícil ya que tanto Hamas y Hesbollah apoyados por Siria e Irán han convertido al terrorismo en un modo de vida y financiamiento por parte de quienes se niegan a pronunciar incluso el nombre de Israel al que llaman "entidad sionista" y difunden a Mein Kampf de Hitler como una biblia a sus pueblos. Arafat hizo una elogiosa introducción a una de sus ediciones y en las otras los eruditos hablan de él como un gran hombre.
En el poco citado curso de 1976, Il faut dèfendre la societé, Michel Foucault, sin generalizar o despreciar la espiritualidad de los pueblos árabes, reflexionando sobre "la guerra de las razas" se refiere al "discurso hebráico" en cuanto subvierte el modelo de soberanía indeuropeo que se funda en un orden inmutable.
La Biblia es la aparición de una nueva discursividad, una contra-historia de "servidumbres y exilios", ajena al racismo de Estado que surge en el siglo XIX como una "entidad" estática y centralizada.
El Reich alemán y su Führer están calcados sobre los tres órdenes de la soberanía indeuropea y la Roma de los Césares ante la cual Jerusalem es definida por Foucault como "objeción", una oposición "a todas las Babilonias resucitadas".
Basta, en un sentido empírico, ver quienes son los enemigos actuales de Israel para comprobar que no son para nada ajenos al racismo de Estado: mira lo que hacen con sus pueblos- usando a los niños como escudos humanos y lapidando a las mujeres- y te diré quienes son.
El nombre de Israel, surgido con una lucha con el Afuera, el ángel, es en sí mismo un desafío a la servidumbre voluntaria que la canalla intelectual cultiva esmeradamente en función de lo que en Una generación de granito analizo como el "negocio de los pueblos oprimidos".
Jerusalem es hoy la madre de todas las batallas.
Sin ningún tipo de recursos naturales y atacado sistemáticamente- es el único estado del mundo al que se le pide que acepte ser bombardeado - su historia contrasta con la Argentina, un país pródigo en ventajas comparativas, sin graves problemas religiosos y sin enemigos externos. Argentina es el país incestuoso del Adentro, de los que se devoran en un banquete caníbal por no querer saber nada del Afuera.
Esperando siempre un nuevo Poliscuerpón, el personaje de Murena que retorna en dobles clonados en otros dobles, tras el caudillo escorpión muerto.
Así, los intelectuales bienpensantes, a quienes no les interesa nada de las masacres que ocurren el mundo, se pronuncian en masa contra el estado judío como si fuera el colmo de la eticidad para reforzar la voluntad de ignorar en la clientela.
Hacen con Israel lo que por décadas hicieron con Cuba, pero al revés, justificado la dictadura más implacable de América Latina.
Todo a puro automatismo "antimperialista", a tontas y a locas, ni siquiera tienen en cuenta las críticas a Hamas por parte de la Autoridad Palestina.
Sucede que la misma existencia de Israel es un insulto tanto para el jeque multimillonario de Dubai- que explica la miseria en que tiene a su pueblo por la maldad judía- como para los discursos tercermundistas que tenían como ideal el estado totalitario a la soviética- que nadie, quiere, incluyendo a los Castro- y la ninfa Europa no quiere saber nada de una figura de la guerra y mucho menos enterarse de que la guerra continúa. Aunque toma los recaudos para evitar atentados fundamentalistas considera que no hay que hablar del tema para que ciertos imanes no se molesten...
Cuando en 1973 en medio de discursos que competían en delirio, volvía a la Argentina el añorado Lider y ganaba holgadamente las elecciones, los argentinos comenzaban otra vez a matarse entre sí, Israel sufría el ataque de Egipto y se Siria, armados por la Unión Soviética, que violaban los tratados posteriores a la Guerra de los Seis días.
La fecha elegida fue el día de la fiesta judía de Yom Kippur, 6 de octubre de 1973, porque se calculó que los israelíes estarían ayunando y en las sinagogas, con las defensas desprotegidas. Al principio fueron dueños de la situación, pero la contraofensiva israelí que incursionó en territorio sirio tuvo un impacto fulminante y de poco valieron el apoyo de las tropas jordanas e iraquíes.
A partir de esa derrota, la estrategia para borrarlo del mapa se concentró en inflar el mito del "pueblo palestino" una entidad políticamente artificial, inventada por Arafat tras su expulsión de Jordania, que haría la paz con Israel.
Un contraste evidente con un país gobernado por unos empleados públicos que actúan como una casta- muchos de ellos deberían resolver los problemas del país desde Devoto- que usa como patrimoniales los bienes del Estado y que busca su enriquecimiento y el de sus amigos- en Israel los funcionarios que delinquen van presos-, propone el ideal del ciudadano como zombi terminal y hace décadas está en guerra con un enemigo tan invisible como invencible: el principio de realidad mismo. Luis Thonis.

Conferencia pronunciada por el autor el 12 de diciembre de 2008 en la Universidad de Tel Aviv.
Hace unos meses, con motivo del sesenta aniversario de la creación del Estado de Israel, escribí y divulgué en varios diarios un artículo titulado El tigre semita. La afirmación básica, sustentada por varios datos elocuentes, era muy clara: la experiencia social y política más exitosa del siglo XX ha sido el nacimiento y posterior desarrollo del Estado de Israel, acontecimiento ocurrido en medio de las mayores vicisitudes concebibles. Se hablaba de los tigres de Asia (Hong-Kong, Corea del Sur, Taiwán y Singapur), y hasta del tigre celta, Irlanda, pero nadie mencionaba el sorprendente caso de Israel.
Un amigo latinoamericano que había leído la columna en El País de Montevideo, admirador, como yo, de la experiencia israelí, me llamó para felicitarme, pero también para hacerme una pregunta no exenta de cierta melancólica humildad: "¿Hay alguna lección que podamos aprender de Israel?". A mi amigo, como me sucede a mí, le resulta desconsolador que América Latina sea la porción más tenazmente pobre e inestable de eso a lo que llamamos "el mundo occidental". Le dije que pensaría sobre ello.
Pobreza y estabilidad: la lección posible
¿Qué puede aprender del pequeño Israel una porción del Nuevo Mundo, América Latina, de 17.700.000 kilómetros cuadrados, fragmentada en una veintena de países muy diferentes entre sí y con casi quinientos millones de habitantes, de los que al menos un ochenta y cinco por ciento se declara cristianos?
A primera vista, son dos realidades absolutamente diferentes: Israel, un Estado fuertemente influido por el judaísmo, es un diminuto país de apenas 20.770 kilómetros cuadrados, algo más reducido que El Salvador –la nación más pequeña de América Latina–, dotado con una población que excede ligeramente los siete millones de habitantes –también semejante, por cierto, a la del citado país centroamericano–.
Pero antes de entrar en el tema hay que precisar qué es exactamente lo que América Latina pudiera aprender de Israel o de cualquier país exitoso que consiga explicárselo. Primero, cómo Israel, en apenas sesenta años, pese a los inmensos inconvenientes que ha debido afrontar, ha conseguido forjar una nación democrática y estable; y, segundo, cómo, en medio de frecuentes guerras y constantes sobresaltos, ha logrado un alto nivel de desarrollo científico y técnico y que predominen las clases medias, hasta alcanzar un ingreso per cápita de 26.600 dólares, medido en capacidad de compra o purchasing power parity.
Como nota de comparación, anotemos que en América Latina el país con el per cápita más alto es Chile, con 14.300 dólares, y el que exhibe el más bajo es Nicaragua, con apenas 2.800. Entre estas dos cifras, la gama de ingresos varía notablemente, pero el promedio general debe situarse en torno a los 7.500.
Otro dato que conviene retener es el de la distribución de esos ingresos: si el índice o coeficiente Gini, efectivamente, determina el nivel de equidad en la distribución de la riqueza, Israel es un país mucho más justo que toda América Latina. El Índice Gini de Israel es 0,38, mientras que en América Latina casi todos los países se acercan a o exceden del 0,50. Como es sabido, en este tipo de medición, mientras las sociedades más se acercan a cero, más igualitariamente repartida está la riqueza, y mientras más se aproximen a uno, mayor será la desigualdad.
Naturalmente, eso no quiere decir que en Israel no exista pobreza. De acuerdo con la información del World Fact Book que publica anualmente la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos –de donde he obtenido la mayor parte de estos datos–, el 21,6 % de los israelíes se sitúa bajo los niveles de pobreza. Sólo que en Israel clasifican como pobre a todo aquel que recibe menos de 7,30 dólares al día, algo muy diferente a lo que ocurre en América Latina.
En América Latina, de acuerdo con la Cepal, el 44,2% de la población es pobre. Eso significa que aproximadamente 224 millones de latinoamericanos lo es. Pero allí el umbral de pobreza es sólo de dos dólares al día. Sin embargo, de esa inmensa población de personas sin recursos, gentes que sobreviven milagrosamente, el 19,4%, más de 90 millones, son indigentes que reciben menos de un dólar al día. Lo que nos lleva de la mano a afirmar algo bastante obvio: ser un pobre latinoamericano es infinitamente más grave que ser un pobre en Israel, donde prácticamente la totalidad de la población tiene acceso a educación, cuidados de salud, agua potable y electricidad, y donde es difícil encontrar familias que, literalmente, pasen hambre.
Las desventajas comparativas
Los expertos suelen utilizar la expresión ventajas comparativas para designar aquellos aspectos de la realidad material que suelen favorecer a las sociedades y a las personas, y que sirven para indicar cuál debe ser el mejor camino que se debe emprender para lograr el éxito económico. Israel, no obstante, casi todo lo que puede exhibir son desventajas comparativas. Aun a riesgo de repetir en Israel algunas observaciones harto conocidas, anotemos varias de las más estridentes, dado que esta conferencia, pese a ser dictada en Tel Aviv, tendrá bastante divulgación en América Latina, objetivo final de estas palabras:
Israel es un país muy pequeño con una escasa dotación de tierra cultivable.
Como está situado en una zona desértica, carece de agua en cantidades significativas, tanto para el consumo como para la irrigación.
Tampoco posee petróleo, aunque consume y debe importar unos 250.000 barriles diarios.
Dado que está rodeado de países enemigos, potenciales o activos, y frecuentemente ha tenido que participar en guerras u operaciones militares, aun en tiempos de paz se ve obligado a emplear el 7,3% de su PIB en gastos de defensa, al tiempo que una parte sustancial de su fuerza de trabajo invierte largos periodos en actividades militares que le impiden participar en tareas productivas. Brasil, por ejemplo, sólo dedica el 2,6 de su PIB a gastos militares; México, apenas el 0,5%.
Por su posición geográfica –un rincón del Medio Oriente–, y por la tensa relación que mantiene con las naciones del entorno, a Israel ni siquiera le es dable integrarse en grandes bloques comerciales que le permitan crear una economía de escala, debiendo conformarse con establecer acuerdos comerciales internacionales y dedicarse a servir un mercado interno cuyo número es más o menos el de la ciudad de Buenos Aires o el de Bogotá.
La población, por otra parte, es muy heterogénea. La etnia judía, que es la mayoritaria, y la que le da sentido y forma al país, aunque el 67% ya ha nacido en Israel, está formada por una compleja suma de personas cuyos orígenes culturales proceden de al menos una docena de países y culturas diferentes, lo que desmiente cualquier visión simplista o cualquier estereotipo que intente definir al judío racial o culturalmente. Si hay algo que caracteriza a los judíos israelíes es su inabarcable diversidad, enriquecida en los últimos años por el arribo en aluvión de un millón de rusos que escaparon de la debacle soviética.
En el terreno religioso sucede exactamente lo mismo. Prevalece la pluralidad: entre los judíos existe un abanico que va desde la minoría de los ultraortodoxos, que siguen al pie de la letra las Escrituras, a un alto porcentaje de personas que no suscriben ningún tipo de creencia religiosa, a lo que se añade un 16% de la población, compuesto por árabes israelíes, que profesan la religión islámica, casi un 2% de árabes cristianos y una similar cantidad de drusos y otros feligreses de religiones escasamente representativas.
A esta breve reseña de enormes desencuentros se pueden sumar otras calamidades muy notables que hacen más admirable aún el milagro israelí: aunque los judíos constituían una viejísima nación, carecían de Estado desde hacía milenios, a mediados del siglo XX no tenían experiencia en autogobierno y ni siquiera se comunicaban en un idioma común, dado que el hebreo era una lengua litúrgica que hubo que revitalizar, porque sólo la dominaba una minoría muy educada y versada en cuestiones religiosas. En español existe un extrañísimo verbo, desamortizar –literalmente, "sacar del mundo de los muertos"–, que se puede utilizar con relación al hebreo: es una lengua desamortizada, un idioma traído de nuevo a la vida por la indómita voluntad de la sociedad.

Excusas y coartadas
¿Para qué nos sirve este memorial de dificultades? Fundamentalmente, para desmentir prácticamente todas las excusas y coartadas convencionales con que pretendemos explicar nuestro relativo fracaso latinoamericano o los mediocres resultados de nuestras sociedades:
No es verdad que el tamaño y las riquezas naturales expliquen el desarrollo y la prosperidad de los pueblos. Es difícil encontrar en el planeta un país menos naturalmente dotado que Israel.
Tampoco es cierto que la variedad étnica y cultural constituya un valladar infranqueable, como escuchamos a menudo de quienes piensan que la presencia masiva de indígenas en países como Guatemala y Bolivia o, en menor grado, Ecuador y Perú hace imposible el gran salto a la riqueza.
Se equivocan quienes opinan que la falta de integración regional está detrás de la inmensa pobreza latinoamericana. Israel es una especie de pequeña isla, sin ninguna posibilidad a corto o medio plazo de integrarse económicamente en el mundo que lo rodea.
Pensar que el problema latinoamericano radica en el diseño institucional contradice totalmente la experiencia israelí. El perenne debate latinoamericano sobre presidencialismo y parlamentarismo, y sobre federalismo o unitarismo, es entretenido, pero fundamentalmente inútil. Israel es gobernado por un sistema parlamentario endemoniadamente frágil, deficiente y complejo, y vive en medio de un perpetuo sobresalto político que casi siempre lo tiene al borde de la crisis de gobierno, lo que no significa que sea una nación inestable. Una cosa es la crisis de gobierno, que es lo que sufren con frecuencia los israelíes, y otra mucho más grave y diferente es la crisis de Estado, que es lo que padecemos los latinoamericanos con los golpes militares, las revoluciones y las refundaciones periódicas de la patria, cada vez que un caudillo iluminado decide corregir los males que nos afligen.
La idea, tan latinoamericana, de que los problemas se solucionan redactando una nueva y perfecta constitución es una tonta manera de perder el tiempo y crear falsas esperanzas. Israel, pese a que era un requisito solicitado por Naciones Unidas en 1948, cuando se constituyó el país, no ha conseguido redactar una Constitución, y por ahora ha debido conformarse con lo que llaman "leyes básicas", probablemente por la complejidad del Kneset y las apasionadas tendencias que ahí se dan cita, y también, seguramente, por haberse decantado poco a poco por la escuela jurídica británica, basada en la costumbre y la jurisprudencia, alejándose del modelo constitucional de Estados Unidos.
Atribuir los éxitos de Israel a la ayuda norteamericana es una injusta exageración. A lo largo de los 60 años de la existencia del Estado de Israel, la generosa ayuda norteamericana, esencialmente militar, excede ligeramente los cien mil millones de dólares. Es verdad que se trata de una cifra impresionante (especialmente cuando recordamos que el Plan Marshall sólo alcanzó los once mil millones de dólares), pero lo es menos cuando recordamos que una ayuda de esa misma magnitud es la que recibió Cuba de manos de la URSS durante los treinta años que duró el subsidio soviético, entre 1961 y 1991, sin lograr otra cosa que el empobrecimiento crónico del pueblo cubano. México, sólo durante el sexenio en que gobernó Vicente Fox, recibió ciento ocho mil millones de dólares por medio de remesas enviadas por los mexicanos radicados en Estados Unidos, suma que, sin duda, alivió las penurias de una parte de los mexicanos, pero que no redujo sustancialmente los índices de pobreza del país. Por otra parte, no puede olvidarse que el gasto militar es, fundamentalmente, improductivo, entre otras razones por el costo de oportunidades perdidas: el soldado alojado en una barraca es un trabajador que falta en el taller, y el costoso tanque que patrulla la frontera sustituye a la máquina que fabrica zapatos o al robot que realiza cirugías de corazón abierto. La ayuda norteamericana quizás contribuye a explicar la supervivencia de Israel, pero no su éxito económico ni la calidad de vida alcanzada por sus pobladores.
Las razones del éxito
¿Dónde radica el secreto del éxito relativo de Israel, país situado en el lugar número 23, entre Alemania y Grecia, del total de 177 que clasifica Naciones Unidas en el Índice de Desarrollo Humano?
Tal vez no sea muy difícil de entender, dado que prácticamente todos los países que ocupan las treinta primeras posiciones en el citado Índice tienen comportamientos similares, aunque sean tan diferentes como Japón, Canadá e Islandia. Si Tolstoi afirmaba que todas las familias felices lo eran de la misma manera y todas las infelices de forma distinta, es posible apropiarnos de la idea del novelista ruso y aplicarla al desempeño de las naciones:
Las sociedades exitosas son aquellas en las que la ciudadanía y los gobernantes se someten al imperio de la ley, se respetan los derechos humanos, se garantiza el ejercicio de las libertades individuales y se fiscaliza permanentemente –sobre todo a través de la prensa– a los funcionarios electos o designados.
Las sociedades exitosas son gobernadas democráticamente dentro de límites claramente establecidos por la ley, y los líderes se comportan con arreglo a ciertos estándares mínimos de cordialidad cívica que norman las relaciones interpersonales.
Las sociedades exitosas rinden culto a la meritocracia, lo que las precipita a considerar cualquier forma de favoritismo como un deleznable agravio comparativo que descalifica a quien lo lleva a cabo.
Las sociedades exitosas son sociedades abiertas, en las que el aparato productivo descansa en el sector privado y las transacciones se realizan dentro de las reglas del mercado. Son sociedades donde funciona la competencia económica, se cumplen los contratos y se pueden hacer planes a medio y largo plazo porque los derechos de propiedad están realmente garantizados y el Estado no va a atropellarlos arbitrariamente.
En estas treinta sociedades de acceso abierto, para utilizar la expresión del Premio Nobel Douglass North, los individuos perciben una cierta sensación de fair play que les induce a creer que sus esfuerzos legítimos producirán recompensas, que las violaciones de las normas serán castigadas y que existe un sistema de justicia que les permitirá defender sus derechos cuando crean que son conculcados o cuando entren en conflicto con otros individuos o con el Estado. De ahí, de esa sensación de fair play,se deriva la vinculación emocional del ciudadano con el Estado: vale la pena defenderlo porque está a nuestro servicio y no, como frecuentemente percibimos en América Latina, en nuestra contra.
Por otra parte, hoy sabemos que el éxito de las sociedades deriva de la suma de dos capitales intangibles, más el medio social en que ambos se conjugan, a lo que se agrega la calidad de los gobiernos que administran el espacio público. Los dos capitales son el humano, compuesto por la educación de las personas, y el cívico, que incluye los valores y actitudes que perfilan el comportamiento. Es un elemento clave, además, la calidad del sistema de reglas en el que las personas interactúan, es decir, la idoneidad de las leyes y las instituciones de que disponen, y las medidas de gobierno o políticas públicas que se ejecutan con el producto de los impuestos recaudados.
También puede hablarse de capital material, acaso el menos decisivo, que se refiere a la disponibilidad de inversiones, bienes de equipo e infraestructuras con que se cuenta. No obstante, el capital material sólo puede fomentarse y sostenerse si los otros dos (el humano y el cívico) tienen suficiente entidad, si el sistema de reglas en el que estas fuerzas operan conduce al desarrollo, y si las medidas de gobierno son razonablemente acertadas. Cuando estos factores no se engarzan adecuadamente, el capital material se estanca o se destruye.
Los tres capitales
La riqueza de Israel, primordialmente, como sucede en todas las naciones técnicamente desarrolladas, está en las cabezas de sus gentes: en su gran capital humano. Por diversas razones históricas y culturales, los judíos constituyen una de las etnias que con mayor intensidad cultivan la formación intelectual. Sé que es un lugar común subrayar ese rasgo del pueblo hebreo (se ha dicho que al inventar un día, el sábado, para dedicarlo a las cosas del espíritu, comenzó a acumular capital intelectual), pero, sea cual fuere su origen, ahí está una de las claves del desarrollo económico del Estado de Israel, extremo que suele tratar de demostrarse con la impresionante lista de judíos de todas las nacionalidades que han ganado el Premio Nobel, a la que habría que agregar la de músicos y artistas notabilísimos.
La explicación es muy simple y se despliega ante nosotros casi como un silogismo: la riqueza sólo se crea en las empresas; para generar grandes sumas de riqueza es indispensable agregar valor a la producción de esas empresas mediante procesos sofisticados que requieren conocimientos y expertise;esto sólo es posible si la sociedad cuenta con un número significativo de personas bien educadas. En eso, esencialmente, consiste el capital humano. Sin él, no hay desarrollo.
Pero el capital humano apenas da frutos si no va acompañado de un gran capital cívico. Es en ese punto en el que intervienen los valores y actitudes. En sociedades en las que predominan las personas respetuosas de las reglas –las morales y las legales–, y en las que existe respeto por las jerarquías legítimas, y los ciudadanos tienen un compromiso real con la búsqueda de la excelencia, el capital humano florece.
Esto no quiere decir que en Israel, como en cualquier otra sociedad, no haya psicópatas o seres inescrupulosos que violan las leyes, o gentes que carecen de buenos hábitos laborales, pero las personas que muestran esos rasgos son percibidas con desdén por el conjunto de los ciudadanos y no son suficientes para descarrilar al país de la senda del desarrollo en que se encuentra, o para destruir los fundamentos de la convivencia.
No me gusta sonar como un predicador religioso, pero sin valores morales y cívicos sólidos las sociedades fracasan y las instituciones dejan de rendir su cometido. Lo que quiero decir es que en Israel, como en todas las naciones exitosas, hay sanción moral para los transgresores de las normas, actitud que no siempre está presente en grandes zonas de los pueblos latinoamericanos, donde el comportamiento corrupto o ilegal de los dirigentes no los invalida ante los ojos de muchísimas personas, dispuestas a tolerar esas violaciones de las normas si ellas también pueden beneficiarse.
Cuando el presidente de México declaraba, recientemente, que al menos la mitad de las fuerzas policiacas mexicanas eran cómplices de los delincuentes, estaba reconociendo algo gravísimo: admitía, seguramente muy a su pesar, que una parte sustancial de la sociedad carecía de valores cívicos y de juicio moral, porque esas docenas de miles de personas de todos los estratos y de todos los rincones del país coludidas con los delincuentes de alguna manera eran una representación transversal de la propia sociedad mexicana, en la medida en que los policías no son una casta especial de seres humanos.
La lección final
¿Qué han hecho, en suma, los israelíes? Insisto: lo mismo que la mayor parte de las naciones exitosas. Hace unos años invitaron a un parco filántropo norteamericano a dar el discurso de graduación en una universidad católica centroamericana, y le pidieron que reflexionara sobre los principios de la ética. Se limitó a repetir los Diez Mandamientos y a reducirlos a una recomendación final nada original, pero absolutamente válida: compórtate con el prójimo como quisieras que él se comportara contigo. Su discurso duró tres minutos.
Si hay una lección que podamos extraer del ejemplo israelí, es muy simple: si en medio del desierto, y luchando contra todas las adversidades, este pequeño país ha podido convertirse en el tigre semita, no hay ninguna excusa válida para que cualquier país de América Latina no pueda lograr una trayectoria similar. Pero, obviamente, para calcar esos resultados también hay que reproducir el modo de alcanzarlos. Ese comportamiento que, como a todas las familias felices a que aludía Tolstoi, caracteriza a todas las naciones exitosas. Ése es el camino. Es largo y complejo, y no hay ningún atajo que nos conduzca a la meta. Lamentablemente, ése es el secreto.
Fuente: Ilustración liberal, revista española y americana. Verano del 2009.
Sobre este temas en Libros peligrosos:
¿Hay un nuevo antisemitismo? reportaje a Alain Finkienkraut.
La fuente turca, acerca de la guerra del 2006: Luis Thonis.
Cómo ser hitleriano sin saberlo:Henry Meschonnic.
Arafat en el Líbano: Gustavo Perednik.
Serge Klarsfeld defiende a Pío XII.
Por qué defiendo a Israel: Bernard Henry Lévy.
La razón de la batalla de Gaza: Pierre André Taguieff.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

El "hundimiento" de Cuba por Carlos Mira


Publicada 27/12/2010

Raúl Castro acaba de anunciar una serie de reformas que demuestran el fracaso estrepitoso del socialismo.

La rutilante aparición de Raúl Castro afirmando que “es necesario que el país y sus dirigentes rectifiquen los errores cometidos porque de lo contrario Cuba se hundirá”, no deja de llamar la atención. El presidente hereditario de la isla dijo que su gobierno irá hacia una apertura de la economía, hacia el reconocimiento de la “pequeña propiedad”, hacia la racionalización administrativa (léase el despido de 500.000 empleados públicos), hacia el fin de los subsidios (léase fin de la libreta de abastecimiento) y que “esta vez no habrá marcha atrás”. Seguramente con esta última aclaración se quiso referir a intentos anteriores a partir de los cuales la isla procuró aterrizar del extraordinario vuelo estratosférico que comenzó hace 50 años y que la depositó, como no podía ser de otra manera, fuera de la realidad. La gran gracia de todo esto es que Castro II confía en que las papas del fuego comunista al que él y su hermano condenaron al país hace 5 décadas, se las saquen los “pequeños empresarios” privados a los que ahora su plan de reformas quiere alentar. Cree que los impuestos que ellos paguen le ayudarán a pagar los gastos sociales a los que acostumbró a una sociedad completamente abandonada a la vagancia de la limosna pública, valuada en U$S 20 mensuales. No cabe duda de que los hermanos Castro no han aprendido otra cosa en su vida que no sea transformar en esclavos a la gente libre. Fidel lo hizo por años a sangre y fuego y ahora Castro II lo quiere hacer con la seducción de entregar un permiso para que la gente trabaje por su cuenta, para ir a exprimirla luego con los impuestos, entre otras cosas, para seguir manteniendo la casta a la que él y su nomenclatura pertenecen. Castro II, el paradigma de la compasión socialista, aclaró que “el que no acepte los cambios quedará relegado”, en una frase que parece extraída de algún morboso capitalista salvaje. Dijo que estos cambios eran urgentes e irreversibles para hacer sustentable el socialismo. Además de que ese consejo debería dárselo a su amigo Chávez -que atrasa 40 años y está recorriendo el camino que Castro I y Castro II recorrieron en los años ’60- lo que no advierte el presidente hereditario es que el socialismo es por definición insustentable. Ninguna utopía que retire de la mente humana la capacidad de ver realizados los propios sueños puede funcionar. No han funcionado y no funcionarán nunca, sencillamente porque contrastan con la característica humana de la iniciativa propia, del libre albedrío y la unicidad propia de la especie. Ningún mamarracho teórico que, de repente, decrete la igualdad humana de hecho tendrá futuro alguno. Ni en el pasado, ni ahora, ni nunca. Lo que Castro I y Castro II deberían aprender de una vez es que los seres humanos son distintos uno del otro. Cada mundo encerrado en un cerebro individual reúne características propias que ningún batallón a fuerza de bayonetas podrá cambiar o desconocer.
El principio básico del socialismo (la igualdad humana de hecho) es una contradicción en los términos que lo condena al fracaso. Es ese insanable error embrionario lo que lo hace insustentable. No hay en el socialismo errores coyunturales, equivocaciones tácticas o confusiones procedimentales.
El socialismo es insanablemente erróneo porque contradice los fundamentos de la condición humana. Allí debe buscar Castro II el camino del hundimiento. Como sabe que el cambio que propone ahora es resistido por gerontes más tercos que él, dijo que “es fundamental modificar la apreciación negativa existente en no pocos de nosotros hacia el trabajo privado”, creyendo que con eso convencería a los que siguen creyendo que la natural inclinación humana a trabajar y a ganarse el sustento por los propios medios es una circunstancia que no hace a la característica de la especie sino a una estupidez inventada por algún teórico del imperialismo. Lo que los emperadores Castro evidentemente no entienden es que el éxito de otras organizaciones económicas no se debe a ningún invento estrafalario, a que tienen suerte o a que sus países han sido bendecidos por la Naturaleza. En realidad los países que aplican ese tipo de organización económica simplemente han resuelto no pelearse con la naturaleza humana y han dispuesto un sistema legal para encauzar hacia el mejoramiento de todos, las indudables tendencias humanas al progreso.
El hecho de que Castro II le venga a “pedir la escupidera” al trabajo privado no es otra cosa que el reconocimiento cansino y final de una altanería que creyó poder reemplazar la increíble capacidad humana para la inventiva y la creatividad con unos cuantos burócratas que diseñaran un plan maestro desde un escritorio. Eso ha sido siempre una reverenda pavada. Los obtusos que llevaron esa rebelión hasta las últimas consecuencias han condenado a millones al hambre y la pobreza. Pero este pedido desesperado de socorro a lo que siempre fue el motor del progreso humano (es decir, el trabajo privado) viene con la aclaración de que sólo se permitirá, la “pequeña propiedad”. ¡¡Cuánta sandez, por favor!! ¿Qué es la “pequeña propiedad”?, ¿cuán pequeña debe ser para ser “pequeña”?, ¿quién será el medidor oficial de aquellos a los que tuvo que recurrir para no morirse, víctima de su propia ineficiencia e incapacidad?, ¿resulta, acaso, que el fracasado será el que dé instrucciones e imponga las reglas del juego a los que ahora representan la única vía de salida? ¡Ay, Castro, Castro!, ¡cuánta altanería de alguien a quien la realidad le ha obligado a confesar tanta falacia y tanto fracaso! El comunismo no podría vivir sin la savia de la envidia. Allí, en ese bajo sentimiento humano, encuentra el combustible para convencer a muchos de que el ascenso de unos no se debe a su preocupación, a su esfuerzo, a su inventiva y a su trabajo, sino a la explotación ilícita de los que se han quedado con menos. Por eso cuando una vez en el poder sus teorías lo dirigen inexorablemente al fracaso, cuando tiene que rendirse ante el trabajo y la propiedad privados, lo hace aclarando que solo lo permitirá en una pequeña medida, para poder seguir echando efluvios de envidia hacia lo “grande”.
Nadie que prohíba lo “grande”, saldrá jamás de la pequeñez. Y allí en ese caldo espeso de envidia y escasez continuará hirviendo a una pobre gente a la que condenó a vivir en la Edad Media a cambio de mantener con vida un capricho insostenible. ©

martes, 28 de diciembre de 2010

Demagogia y código de silencio. Por Luis Thonis.



A propósito del informe de Amnistía Internacional sobre los tobas










Asombra la indiferencia de los intelectuales argentinos que se llenan la boca con los derechos humanos y miran para otro lado cuando no se trata de hechos del pasado que puedan acomodar a su gusto para hacer uso de los mismos en el presente.





Al ser temporalizados, los derechos humanos pierden universalidad y se tranforman en caprichos del poder que suelen ser humanos en demasía...sobre la universalidad de la ley se va construyendo otra ley que se transforma en demagogia, sostenida en un código de silencio.





Los derechos humanos poco a poco fueron capturados por la "ideología argentina", ésa tentativa canalla de fusionar antónimos, ahí donde sin la menor autocrítica Rico se abrazaba con Kunkel y Hebe de Bonafini con Hugo Moyano a quien antes acusaba de haber participado en las tres A marplatenses. La ideología funciona como un blindaje ante los hechos: si se informa sobre las declaraciones de funcionarios vinculados al caso Skanka- los mismos confesaron haber recibido coimas millonarias-o se cuestiona el INDEC se piensa que hay una conspiración en marcha. Lo acontecido con la comunidad toba es otra prueba de que los derechos humanos sólo cuentan para un período de la historia pasada cuidadosamente recortado a partir de 1976 para obviar a las Tres A lopezreguistas.





Bonafini se dio el lujo de hacerle un proceso moscovita a su ayer admirada Magdalena por su lucha cuando las papas quemaban y un coro mediático oficial difamó al valiente fiscal Julio César Strassera.





Repugnó ver a ex videlistas aparecer del lado del "campo popular" y a quienes se jugaron el pellejo para que- a diferencia de Luder que favorecía con los K modelo ochenta la autoamnistía para sus amigos militares- fuera juzgada la Junta Militar- ser calumniados por pusilánimes como Héctor Timerman y demás.





¿Qué podía salir de esta siniestra reescritura de la historia?





Pasada una primera etapa, donde el gobierno tomó reclamos de quienes habían luchado por la abolición de las leyes del perdón- Patricia Walsh, Elisa Carrió- los derechos humanos comenzaron a medirse sólo por sus efectos mediáticos.





Llamo mediáticos a los enunciados que por disparatados que sean no suponen ningún costo- político o de prestigio- para quien los dice según las técnicas demagógicas que Aristóteles y Freud supieron analizar previniendo sin saberlo sobre las técnicas de manipulación de masas de Mein Kampf de un tal Hitler.





Formosa, el Chaco, Misiones son zonas de pocos votos: esto explica más que cien tratados lo que ha hecho la dirigencia argentina con ellos durante décadas. De ahí el alto grado de pobreza y muerte por desnutrición, "irrepresentables" para la imagen del país Potemkin que el gobierno y sus ideólogos alimentan para sí mismos deslizándose cada vez más en la irrealidad.





Gildo Insfrán gobierna esta provincia que como Santa Cruz tiene relección indefinida y va por el cuarto mandato con el apoyo de Cristina Kirchner. Las declaraciones de Agustín Rossi cuando sucedieron los hechos a partir del desalojo del 23 de noviembre, expresamente prohibidos por la constitución, no dejan dudas: no podemos ahora perjudicar a Gildo. Hubo una tercera víctima. Florencia Tola, investigadora especializada en la comunidad toba, confirmó en su blog tolatoba.blogspot.com que el hombre falleció cuando “un auto le pasó por encima cuando él se desplazaba con su moto; el auto lo abandonó en la ruta y escapó”.






Parece que las víctimas tobas no tienen la misma jeraquía que las otras.





Las revueltas de tipo popular de hace décadas son exaltadas pero las protestas actuales reprimidas con virulencia. La Cámpora que gestiona Aerolíneas- que pierde dos millones de dólares diarios y cuyos sueldos andan por los cuarenta mil pesos por mes- alardea con la guerrilla de los setenta para afuera pero sueña íntimamente con los últimos productos de Apple, armas adecuadas para revolucionarios virtuales. Basta ver lo que ganan y cómo viven.

No obstante la aplastante derrota en las elecciones de 2009, olvidadas por una rabiosa política mediática del autobombo, se sigue gobernando, mejor dicho, haciendo deberes en función de un grupo de intelectuales y periodistas que aspiran a consolidarse como títeres incondicionales de una oligarquía de Estado y que ante cualquier hecho que contradiga la imagen oficial insultan o difaman como cotorras al aguafiestas como representante del antipueblo, creyendo que conjurando al mensajero el mensaje se volatiliza en el azul del cielo.





Son parte de la farándula que a lágrima viva lloró en la privatizada TV pública- uso exclusivo del gobierno- la muerte del Caudillo pero es indiferente a un gobierno que ha hecho todo por encubrir los asesinatos que tienen como responsables a Gildo Insfrán y a José Pedraza en el caso de Mariano Ferreyra a manos de la patota de la Unión Ferroviaria que boicotea los acuerdos con el Ministerio de trabajo para que no se regularicen acuerdos con trabajadores tercerizados. La TV pública, tratada como bien patrimonial del Poder Ejecutivo, complementó el encubrimiento del asesinato de Ferreira y el desalojo y crimen de los tobas. Se dio la versión de los inevitables punteros y no la de Félix Díaz.





El asesinato de Mariano Ferreyra pudo atribuirse a Duhalde o a Mandrake. La visión del departamenteo de Pedraza- hay cientos como él- puso fin a la reescritura de los hechos que hacen los medios del gobierno. Nunca hay que olvidar que Ramón Saddi afirmó al votar la ley de medios K que de haber existido ésta el aberrante asesinato de María Soledad no hubiera causado tanto escándalo, es decir, hubiera sido posible silenciarlo. Pero en el caso de la comunidad Quom no había a quién culpar. Se optó por disimular el hecho, irrealizarlo. Hasta se culpó a la soja, como si se plantara sola. La huelga de hambre de Féliz Díaz fue un acto demasiado real, insoportable a la representación que se puede tolerar.





¿Qué hicieron? Huyeron, se ocultaron como ratas.





La palabra genocidio, que recurre en los defensores de la comunidad, me parece inadecuada para describir la situación. En Formosa no se trata de limpieza étnica sino de una sucia política expropiatoria que ha derivado en el crimen. Genocidio fue la Masacre de Napalpí, ocurrida en julio de 1924 y en pleno estado de derecho. ¿El motivo? No quisieron seguir cosechando algodón por el chantaje de las autoridades de la reducción que querían que entregaran el 15% de sus ganancias. La huelga reclamaba igualdad de derechos, como sucede con el desalojo ilegal actual.





En ese contexto de tensión grupos de tobas saquearon granjas y mataron animales, mataron un chamán, un francés resultó muerto y el gobernador del Chaco, Fernando Centeno, desencadenó una represión indiscriminada. A fines de los años veinte el períodico Heraldo del Norte describía la matanza: Como a las nueve de la mañana, y sin que los inocentes indígenas hicieran un sólo disparo, [los policías] hicieron repetidas descargas cerradas y enseguida, en medio del pánico de los indios (más mujeres y niños que hombres), atacaron. Se produjo entonces la más cobarde y feroz carnicería, degollando a los heridos sin respetar sexo ni edad" Algunos investigadores afirman que no dejaron de disparar hasta que en los toldos no quedara indio con vida ante el temor de que hubiera testigos ante la Comisión investigadora de la Cámara de Diputados.





En el libro Napalpí, la herida abierta, el periodista Mario Vidal detalla: «El ataque terminó en una matanza, en la más horrenda masacre que recuerda la historia de las culturas indígenas en el siglo XX. Los atacantes sólo cesaron de disparar cuando advirtieron que en los toldos no quedaba un indio que no estuviera muerto o herido. Los heridos fueron degollados, algunos colgados. Entre hombres, mujeres y niños fueron muertos alrededor de doscientos aborígenes y algunos campesinos blancos que también se habían plegado al movimiento huelguista».





Las consecuencias de la masacre fueron el terror y el código de silencio que se impuso a las mismas víctimas, y que se contata en la denuncia presentada por la comunidad: "Se extendió en el tiempo, por diversos medios, a veces brutales, otros sutiles, pero no por ello menos perjudiciales. En los ochenta años que siguieron se produjeron más daños y más muertes que los fusilamientos o el degüello de los heridos en aquel fatídico día por el terror a defender sus reivindicaciones, que se transmitió oralmente por los "antiguos" de generación en generación". Enfatiza que "tal fue el terror infundido dentro de la comunidad Toba que nunca más, hasta nuestros días, existió atisbo de protesta sobre las condiciones laborales y/o sociales de la etnia. Prueba de ello es este juicio interpuesto 80 años después. No existen en los anales de la administración de justicia chaqueña ningún juicio interpuesto no sólo por Tobas sino tampoco por Wichís, Mocovíes, Vilelas ( hoy desaparecidos). Ni siquiera, señor Juez Federal, existe un monumento o una placa que recuerde a las víctimas sin nombre. Pero los ideólogos y ejecutores de este genocidio no pudieron borrar a Napalpí, el cementerio y lugar de sus muertos".



El primer peronismo fue al principio algo esperanzador para los aborígenes. Pero la cosa siguió igual o peor. La masacre de Rincón Bomba superó en víctimas a la 1924 y ha sido silenciada porque afecta a la mitología revisionista. El historiador Ezequiel Meler, que no es precisamente liberal, habla de un genocidio contino y escribe : "Rincón Bomba, Formosa, octubre de 1947. Un contingente de unos siete mil indígenas, mayoritariamente tobas, pilagás y wichís, vuelve de Salta tras descubrir que el trabajo que les habían prometido en el ingenio San Martín era una farsa. Se instalan en un descampado, en Las Lomitas, y envían delegados a dialogar con las autoridades del pueblo, la gendarmería y representantes del gobierno nacional. El presidente Perón, inmediatamente, envía tres vagones de alimentos y ayuda social. Pero los vagones, detenidos en la estación, no llegan a los indígenas, sino que permanecen estacionados. Miguel Ortiz, delegado de la Dirección Nacional del Aborigen, ordena dejarlos pudrirse.Diez días después, sólo un vagón de provisiones, sobre tres enviados, llega finalmente. El resto no aparece. La comida, en mal estado, es distribuida de todos modos. A las pocas horas, la intoxicación masiva arroja los primeros muertos, en su mayoría bebés. Pronto la mortandad se extiende tanto que se les niega sepultura en el cementerio local.Rumores desatados por el temor, el odio o la paranoia circulan en la población. Los indios, se dice, están planeando alguna suerte de levantamiento. Gendarmería Nacional, munida de ametralladoras, rodea el campamento. Más de cien efectivos refuerzan el cordón de seguridad trazado frente a los incrédulos indígenas.Los caciques solicitan entrevistarse con el jefe del operativo. Más de mil indígenas salen a campo abierto a seguir las conversaciones. Pero, de pronto, luces de bengala iluminan el terreno, y el tronar de las ametralladoras hace caer a los movilizados. Hombres, mujeres y niños, muchos de ellos portando cuadros de Perón y Evita, caen asesinados. Su destino final estará en fosas colectivas, cuando no les toque ser calcinados. La cifra de muertos ronda, nuevamente, los cuatrocientos o quinientos muertos."




Cuando hay una gran desigualdad de fuerzas, Voltaire aconsejaba atenerse al caso concreto y específico. Se trata de explicar claramente cómo el gobierno viola la Ley Nacional que prohibe el relevamiento de tierras y el convenio 169 de la OIT y la protección que la constitución ofrece a los aborígenes para actúe la justicia.







Ni una huelga de más de setenta horas logró que Félix Diaz, que salvó milagrosamente su vida de los disparos, fuera recibido por la Presidenta - que se reunió de urgencia con Insfrán-viejo compañero de los tiempos menemistas- primero y por Randazzo después. ¿Dónde reside el temor de escucharlo? ¿Por qué es menos que la madre de un desaparecido o, digamos, o cualquier ciudadano argentino que pide ser escuchado? ¿Por qué hay más verdad en su lectura predilecta, la chanta belga Chantal Mouffé, la teórica de si no hay conflicto hay que inventarlo, que en lo que pueda decir un representante "vivo" de unos pueblos que se exaltan sólo de modo pintoresco y cuanto más lejos están para los que gobiernan para sí mismos?





Aquí se trata de un verdadero conflicto, salvo que los asesinatos no existan si no los hace una dictadura de hace más de treinta años.




¿Temerá el gobierno que se oscurezca el país de espejitos de colores que se cuenta a sí mismo encubriendo a través de los propios medios y que financiamos mediante la presión fiscal más alta de la historia? Se trata de una violación a la constitución que lamentablemente la mayoría de la población considera cosa superflua o de leguleyos.




Que financia incluso el indigente que no los ve cuando puede comprarse un vino pagando el IVA de Cavallo para no hablar de esa aberración llamada impuesto al cheque que sólo un capitalismo criollo puede legitimar. Se abomina de Cavallo pero se financian con sus obras.




El drama que se vive en Formosa es parte del problema de la vivienda en la Argentina pero también de la recurrente violación de los derechos de propiedad que no afecta precisamente a los ricos .




Hay que poner el acento la ley fundamental de la Nación, el Presupuesto- manìpulado a gusto por los superpoderes- que concede a Santa Cruz- donde no hay villas miseria los hoteles entre los más lujosos del mundo- tres veces más que a todas las provincias y a Catamarca, San Luis y las provincias no alienadas con Olivos la suma de cero peso. El resto se evapora al clientelismo o a los bolsillos de los nuevos salvadores de la patria. Unos seicientos millones para el fútbol para todos- nombre que en sí mismo ya es estafa- para el fútbol y ningún plan hambre cero para los chicos que en el norte mueren de desnutrición.




Estamos ante un centralismo ultraunitario que supera en mucho al del denostado Bernardino Rivadavia que gobernaba a espaldas del país- entonces apenas un conjunto de ranchos- según la constitución de 1826.




¿No es la mejor manera de que esta comunidad salga adelante reconocerle derechos de propiedad que en este caso nada tienen que ver con las usurpaciones de predios digitadas por punteros? Los tobas no piden limosna y han dejado claro que no quieren ser prendas de ningún partido político. No hablo en su nombre, sólo doy una opinión. Parece que han sido utilizados no pocas veces para monopolizar los buenos sentimientos como el político que besa a un niño. Y punto.




El carácter prebendario del capitalismo de amigos ha llegado al colmo de querer que un pobre le resuelva el problema de la vivienda a otro. Los K son muy solícitos y solidarios para apropiarse de los bienes de los otros, pero pisan con camionetas como Varizat o parapoliciales - Santa Cruz tiene una historia - cuando sienten amenazados los propios. No es casual que encubran a un feudalista salvaje como Insfrán, lo hicieron con los Juárez, que gobernaron con corrupción y crímenes por décadas a Santiago del Estero, hasta último momento y son aliados de los Saddi y de los Alperovich que gobiernan con pautas coloniales: la modernización en ellos consiste en la competencia de los aviones de uso propio.







Aquí no puede hablarse del avance de una "derecha toba" que quiera quedarse con el botín de Cristóbal López, Lázaro Báez, Moyano y otros que recuerdan al doctor Jhonson cuando dice que el patriotismo es el último refugio del canalla.





Bartolomé Mitre, el "amigo de los indios" encolumnó a los aguerridos ranqueles entre las tropas de Pavón y los alistó en su rebelión de 1974 ante el triunfo de Avellaneda en unas elecciones que consideró fraudulentas. Cafulcurá no cesaba de hacer pedidos de botas y whisky de primera calidad amenazando con represalias con sus legiones. Los caciques leían los diarios y eran parte de la política argentina.





Los ranqueles, que no eran carmelitas descalzas: los malones saqueaban ranchos, matando niños y mujeres, atacaban diligencias, dejaban a los pueblos hechos pavesas como Tres Arroyos y participaban en la política criolla llegando a constituir una Gran Confederación. Después de cada malón la carne en Chile bajaba de precio.




Léanse el Martín Fierro o el Santos Vega de Ascasubi y aparecerán casos y cosas vedadas a la pignahistoria y al revisionismo delirante que hace del indio lo que Lugones con el gaucho, aunque sin su talento: sólo cuenta como un ser ahistórico y mítico.

Nada que ver por parte de los tobas: ni malón ni chantajes. Pedido de trato igualitario en 1924 y en el presente. Como si no hubiera pasado el tiempo.




El aborigen actual debe atenerse al papel de "pueblo originario" como lo mostraron las celebraciones del Bicentenario donde tomaban en gigantescos mates forzando compulsivamente la imagen hacia el mito del Origen. Los aborígenes tienen a mi entender que abandonar la imagen mítica que se los invita a actuar y constituirse en actores políticos. Es lo que ha hecho Félix Díaz.




Se negó actual de buen salvaje y resignarse a ese papel para siempre. A ser homenajeado como ser mítico y muerto a balazos- le salvó la vida el corcoveo del caballo- cuando reclama un derecho elemental.





Ni bien se sale del libreto recordando que hoy- subrayo- también es un ciudadano argentino como cualquier hijo de vecino y resiste el atropello lo recibe una empecinada, cultivada voluntad de ignorar por parte de quienes están más interesados en derribar los monumentos de Roca que hacer algo por las víctimas vivas del presente. ¿Dónde están los historiadores amigos de los indios? Silencio y total alienación a La Rosada.




Si hubo alguien que casi termina con los indios fue el hoy vindicado Juan Manuel de Rosas, un hombre que hizo institución del deguello para ahorrarse gastos con el verdugo y se ponía muy susceptible cuando le tocaban la hacienda. Bajo su dictadura no se supo de un solo malón.





La política de encubrimiento se extiende a lo largo y a lo ancho del arco K, desde los más turbios negociados a los crímenes. En los sucesos de Villa Soldati la Presidenta tuvo la posiblidad de ejercer el legítimo principio de autoridad propio del Poder Ejecutivo. Prefirió obrar con las viejas mañas del estilo K, tratando de perjudicar a la oposición en vez de sujetarse a derecho.





Esta es la lógica misma de un poder que describo en La política como autoservice que da licencias eludiendo el derecho para acumular poder. Sucedió con los asambleístas de Gualeguaychú alentados como "causa nacional" por Kirchner al principio aunque violaran la ley y luego cuando las circunstancias cambiaron se amenazó con juzgarlos. Se les dió licencia para violar la ley para acumular poder político y se recurrió al derecho por las mismas razones cuando las circunstancias habían cambiado.




Lo mismo en el Indoamericano. Se prefirió dar licencia para usurpar una propiedad a los ocupantes sabiendo que íba a haber conflicto con los vecinos, algo siempre positivo para la belga Chantal Mouffe. Se repitió la historia: finalmente se los amenazó con no darles una futura vivienda si no abandonaban el parque.




La eximición de Insfrán en los hechos de Formosa ahora le vale a la Presidente que la acusen de "apadrinadora" de asesinos. Y la severa crítica de una organización como Amnistía Internacional. De haber ocurrido en una provincia adversa a la caja de Olivos el gobernador hubiera sido considerado un genocida y la provincia inundada de carteles de los defensores de "sus" derechos humanos, que ya pueden figurar como patrimoniales en su increíble declaración jurada.




Demandas y protestas comunes en una democracia han sido transformadas en tragedias por la inoperancia del gobierno y sus funcionarios para actuar a tiempo: los dictamenes de la justicia son de "imposible cumplimiento", dijo, kafkiano a pesar de sí Aníbal Fernández, con la consecuencia de seis muertos en dos meses.




Como en el espacio público no rige el derecho sino la licencia todos quieren una para sí. En esta lógica habría modificar el código que dice que una propiedad puede adquirse por herencia, compra o alquiler y agregar por ocupación. No serían pocos los que le lanzarían a la conquista, las mafias se pondrían a la cabeza de esta guerra de pobres contra pobres.




Aturdido por la demagogia, el ultrapsicoanalizado Aníbal Fernández ya no pudo escucharse a sí mismo y se transformó en el zombi terminal que se alienta en los ciudadanos.







Hasta la Presidente se dio cuenta que la estrategia de dañar a Macri no había resultado y que su ministro le jugaba en contra, algo imperdonable en el universo K: las muertes se hubieran evitado de haberse cumplido la orden de la jueza. Pero aquí no se obró sujeto a derecho sino por licencia. La misma licencia para matar que sigue sustentando el amigo Insfrán.





"Si reprimo tengo que matar, si no reprimo, se matan entre sí", tal es el absurdo dilema en que ha venido a parar el considerar la inseguridad mediáticamente:como una "sensación" inventada por los medios. Los mismos que lo enuncian viven parapetados por vallas y custodiados hasta cuando van al baño.




Con una policía que, corrupción aparte, no sabe qué pito tocar porque tiene como poder de acción la esquizofrenia, expuesta al doble bind- dos órdenes contradictorias al mismo tiempo- analizado por Bateson. Por eso se aleja de villas como la de Flores, cuna de narcotraficantes. Conclusión: el Estado está ausente donde tiene que estar e impotente o brutal cuando pasa a la acción. La brigada de asalto en Japón actuó durante décadas en casos de extrema gravedad y no se le conoce ninguna víctima.




El desaire a Félix Diaz excede la política, las divisiones entre derecha e izquierda y hace pensar en lo que los teólogos llaman misterio de la iniquidad.




Para un gobierno que dice repudiar la xenofobia, los tobas no sólo no parecen ser argentinos, formar parte del proyecto "inclusivo" nacional y popular sino del mismo género humano aunque en su orfandad sean más íntegros que los cortesanos que se ocultan como ratas dando vía libre a las topadoras que dan malón al revés a quienes ni siquiera han mostrado una lanza.




Luis Thonis.





El siguiente informe lo realiza la organización no gubernamental Amnistía Internacional:


El jueves pasado Félix Díaz, líder de la comunidad Qom de La Primavera, recibió de manos de Claudio Morgado –presidente del INADI- una nota de pedido de audiencia en nombre del ministro del Interior, contador público Aníbal Florencio Randazzo, para realizar la misma en el día de hoy (27/12) a las 10:00. Sin embargo, al llegar al lugar, Claudio Morgado se comunicó con Díaz para decirle que lo esperaban en el Inadi junto con el secretario del Interior, Mario Barbosa Moreira, y que el ministro no lo atendería.
Díaz no aceptó y junto con la movilización que lo acompañaba volvieron a Avenida de Mayo y 9 de Julio adonde están haciendo la huelga de hambre desde el jueves y en donde una veintena de policías rodearon parte de la plazoleta.
“La reunión fue convocada con el ministro en Casa Rosada, el cambio a último momento no corresponde, es una falta de respeto a la lucha de los Pueblos Indígenas. Las autoridades fueron quienes pidieron la reunión ante la situación y la huelga de hambre que están realizando; pero no muestran estar disponibles un diálogo constructivo. Hace falta que las autoridades con poder de decisión tomen cartas en el asunto y se encuentre una salida. El Gobierno Nacional debe responder”, dijo Gabriela Boada, directora ejecutiva interina de Amnistía Internacional Argentina.
Barbosa en comunicación con la diputada nacional Victoria Donda dijo, impaciente, que decidan rápido si aceptaban o no la reunión con él y con Morgado porque tenían otras cosas que hacer.
“Vemos que la indiferencia y el desinterés por parte del Gobierno Nacional ante este problema es cada vez más evidente. La gente va a continuar en protesta hasta recibir una respuesta, nos preocupa la salud de las personas que están en huelga de hambre. Qué triste sería que dentro de 30 años tengamos que hacer una reparación histórica por las violaciones de derechos humanos contra los pueblos indígenas de hoy y hacer memoria de un presente que podríamos escribir distinto. Hay una oportunidad de cambiar la realidad, esperamos que podamos tomar ese camino. Vemos que no se les está dando la importancia que se merecen” agregó Boada.
Tras los desalojos ocurridos el pasado 23 de noviembre a la comunidad Qom La Primavera, el líder de la comunidad Félix Díaz y otros integrantes de la misma, acompañados por representantes de otros pueblos indígenas de la provincia de Formosa viajaron a Buenos Aires en busca de soluciones concretas por parte del Estado Nacional que atiendan al reclamo por el derecho a sus tierras ancestrales.
Sin respuestas concretas al reclamo y con una clara indiferencia de parte del Estado Nacional, Félix Díaz y los otros representantes indígenas que lo acompañan, insisten con ver a la Presidenta de la Nación en búsqueda de una solución urgente a su problemática.
Desde el día jueves Félix Díaz junto con otros integrantes de la comunidad La Primavera, acompañado por indígenas de diferentes pueblos, comenzaron la huelga de hambre y se encadenaron en la plazoleta ubicada en la intersección de la Avenida 9 de Julio y Avenida de Mayo.
A más de 72 horas de no consumir alimentos, Félix y otros 5 indígenas que lo acompañan en la huelga reciben constantemente visitas de diferentes personas que acercan su solidaridad.
“No queremos vivir como esclavos en ésta democracia que hace mucho hincapié en los valores de los derechos humanos” agregó Díaz “nuestro deseo es que se solucionen los problemas como corresponde, que se garanticen los derechos sin condicionamientos, para que podamos volver a nuestras casas llevando a nuestras comunidades la buena noticia de la devolución de nuestras tierras, no nos iremos hasta conseguirlo” finalizó Díaz.
Amnistía Internacional insiste en que el Estado argentino tome las medidas necesarias para garantizar los derechos de los pueblos indígenas y para que los defensores de derechos humanos no corran riesgos ni sufran amenazas.
“El gobierno tiene que responder por los derechos de los pueblos indígenas, estos también son derechos humanos. Félix Díaz es un defensor de derechos humanos que hoy está buscando la forma de hacerlos respetar poniendo en riesgo su salud y su vida. Por favor, escuchen su pedido y generen diálogo y soluciones, es lo que todos deseamos” agregó Gabriela Boada, Directora Ejecutiva Interina de Amnistía Internacional Argentina “acompañamos la lucha de los derechos de los pueblos indígenas y reclamamos al Gobierno Nacional que de una solución inmediata a esta situación”.

Ante esto Amnistía Internacional hace un llamado internacional por la adhesión al pedido de: Exigir que Félix Díaz y la comunidad indígena Toba de La Primavera reciban la protección que necesitan de acuerdo a sus pedidos.
; Llamar a las autoridades para que resuelvan urgentemente el reclamo de la tierra de La Primavera y de los otros indígenas en Formosa y Argentina, para que puedan vivir en sus tierras ancestrales sin miedo a ataques ni desalojos.
; Llamar a las autoridades que para ordenen una completa e imparcial investigación sobre los asesinatos y amenazas, y lleven a los responsables a juicio.
; Llamar a las autoridades para que cumplan plenamente con la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas y el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo y protejan las tierras ancestrales de las comunidades y establezcan mecanismos por medio de los que cuales esos derechos puedan ser reorganizaciones y ejercidos con su completa participación.


La comunidad La Primavera reclama parte de sus tierras ancestrales cerca de la Ruta Nacional 86. El gobierno de Formosa ya le ha restituido más de 5.000 hectáreas, existiendo una disputa sobre 200 hectáreas que se encuentran en propiedad de la familia Celia.

Sin embargo la comunidad aborigen reclamó que, durante el corte de ruta, ningún funcionario estatal trató de entablar un diálogo o una negociación con ellos, ni sus reclamos fueron escuchados, y que el gobierno de Gildo Insfrán continuó con su excelente proyecto de construir sobre esas tierras el Instituto Universitario.

Los tobas dicen que existe una medida cautelar que protege a la comunidad contra esos planes, y de que la propiedad de la tierra aún se encuentra en disputa.

La organización no gubernamental Amnistía Internacional decidió intervenir como soporte de la comunidad La Primavera, afirmando que ha documentado en Formosa el supuesto incumplimiento de parte del Estado de su obligación de consultas y del consentimiento libre, previo e informado de las comunidades indígenas antes de realizar cualquier plan de desarrollo que los afecte.

Horas antes de Nochebuena, Amnesty difundió el siguiente comunicado:


Amnistía Internacional expresa su preocupación por los hechos de violencia sucedidos ayer a la comunidad Toba Qom de Formosa, La Primavera. Tras los desalojos sufridos hubo dos muertos, un indígena llamado Sixto Gómez y un policía, varios heridos y detenidos.
"Es preocupante como se habla de la comunidad de La Primavera. Hace más de 4 meses que los miembros de la Comunidad exigen al Estado acciones claras. No cortan la ruta por placer, lo hacen por desesperación ante la falta de respuestas. Están exigiendo por sus derechos y sufren un desalojo forzoso, son sometidos a la violencia institucional y los hechos relatados los inculpan como agresores" dijo Gabriela Boada, directora ejecutiva interina de Amnistía Internacional Argentina.
La comunidad llevaba casi 4 meses en el corte sobre la ruta nacional 86 reclamando pacíficamente por la restitución de tierras que les pertenecen y de las que fueron despojados.
El derecho de los Pueblos Indígenas a sus tierras está amparado no solo por las compromisos internacionales que el Estado Nacional ha asumido, sino también por la Constitución Nacional, y otras leyes nacionales, entre ellas la Ley Nacional 26.160 que declara emergencia de las tierras y prohíbe los desalojos hasta que se haga el relevamiento de comunidades para la otorgación de los títulos de propiedad de las tierras ancestrales a las comunidades indígenas.
"Los derechos humanos son claros, no hay derecho al desalojo. No se puede desalojar a las comunidades." señaló Boada.
La semana pasada, Félix Díaz, líder de la comunidad, se comunicó con Amnistía Internacional Argentina para expresar su preocupación porque estaba sufriendo amenazas de próximos desalojos de la ruta por parte de criollos vecinos y de gendarmería, impulsados por el gobierno provincial.
En la mañana de ayer pobladores no indígenas que declaran ser propietarios de una porción de tierra que los indígenas reconocen como parte de sus tierras tradicionales acompañados por la policía hicieron un primer intento para desalojar a una familia sin orden judicial y quemar la casa. La comunidad pidió la orden judicial, pero no la mostraron. Mientras los policías se alejaron del lugar, miembros de la familia Celias, una familia criolla que ocupa la tierra indígena Qom, armados y montados a caballo dispararon contra el dirigente Qom, Félix Díaz. Según expreso Díaz, "los caballos se movían y por eso no pudieron eliminarme físicamente" según expresó Díaz. Esto sucedía en presencia de policía uniformada y de civil.
Por la tarde detuvieron a uno de los miembros de la comunidad. Alrededor de las 18:30, hubo otro intento de desalojo por parte de la Familia Celias, esta vez acompañados con una gran cantidad de policías de la provincia, armados y amenazantes que provocaron un violento enfrentamiento en donde Sixto Gómez, un indígena de la comunidad perdió su vida, al igual que un policía del que no se tienen datos oficiales. El enfrentamiento terminó con varios heridos, y una gran cantidad de indígenas detenidos. En la zona que lograron desalojar, las casas fueron quemadas.
"Lo que pasa en Formosa es gravísimo. Las constantes violaciones a los derechos de los pueblos indígenas en la provincia, el manejo de la información y el doble discurso hacen que las comunidades estén desamparadas y en riesgo. Es vergonzoso, los indígenas reclaman pacíficamente por sus derechos negados históricamente, los quieren callar y castigar, se defienden y salen en los diarios como si fueran pendencieros" señaló Boada.
Amnistía Internacional exige al Gobierno de la Provincia de Formosa que escuche al pueblo indígena y cumpla sus compromisos por los derechos humanos y lleve a cabo una investigación completa, pronta e imparcial del los hechos, publique los resultados de la investigación y lleve a la justicia a los responsables de lo sucedido. Al mismo tiempo, exige al Estado Nacional que cumpla con sus compromisos internacionales de derechos humanos de los pueblos indígenas en todo el país, ya que no se puede permitir que se continúe, en ningún lugar del país, con éste nivel de discriminación, violencia e indiferencia con los pueblos indígenas."

El trabajo que Amnistía Internacional viene realizando por las comunidades indígenas en el país contó con el apoyo de diferentes personalidades y organizaciones sociales.

La actriz Dolores Fonzi es el rostro de la campaña para contribuir a sumar más firmas al pedido:

http://www.youtube.com/watch?v=Ku4cy3_YZGo

domingo, 26 de diciembre de 2010

El oficio de perder por Gabriel Bernal Granados

El boxeador, el encordado, la derrota.

En El libro perdido de los origenistas, Antonio José Ponte dedica uno de los capítulos de la historia de Orígenes a Lorenzo García Vega. La razón principal de este aparente desvío del canon origenista, que tiene en Lezama Lima, Virgilio Piñera, Eliseo Diego y Cintio Vitier a sus evangelistas principales, acaso se encuentre en el terreno de las deudas. Ponte, en efecto, confiesa deber parte fundamental de su comprensión de Orígenes a un libro de Lorenzo García Vega en que el autor demuestra la imposibilidad de historiar un fenómeno que cae fuera de la historia.
No tanto porque Orígenes fuese el brote auténticamente insular dentro de una fantasmagórica vanguardia latinoamericana, sino por algo mucho peor que esto. Lorenzo García Vega, en su libro Los años de Orígenes, “se encarga de devastar el grupo de gestos que Lezama y otros origenistas, él mismo entre ellos, ordenaran”. Esto significó derribar un mito dominado por la envoltura de lo sublime y, por los años inmediatos a la publicación del libro (1979), una traición imperdonable a la patria origenista. Antes, hacia fines de los sesenta, García Vega había partido al exilio, y con el tiempo, para algunos escritores de la siguiente promoción cubana, se convertiría en el modelo del escritor exiliado. A decir verdad, García Vega se convertiría en algo más que eso. Más allá de las figuras encarnadas por Eliseo Diego y Gastón Baquero, origenistas que murieron en el exilio, Lorenzo García Vega se convirtió en el estigma del escritor cubano, no sólo desengañado del mito sino hacedor de la contraparte del mito que esa actitud genera. Ponte, haciendo eco de la nomenclatura del propio Lorenzo, lo propone no-escritor, y razona sus motivos: “El no-escritor escribe pero borra, hace borrando, afirma en una oración lo que negará en la siguiente, tiende a un cero de escritura. Evita así la fama, la famita, esa suma de malentendidos”. Aunque esas líneas se refieren a Los años de Orígenes, un libro que le valió a García Vega esa suerte de ostracismo con que se castiga a quienes infringen el protocolo de las repúblicas letradas latinoamericanas, la forma en que desmontan la poética y la ética de García Vega se aplica a las mil maravillas a una continuación ancilar de esa primera novela de memorias, que su autor, fiel a la tradición del No a la que pertenece, ha titulado El oficio de perder. Como muchos otros libros de escritores cubanos en el exilio, éste ha sido publicado en México. Sus 570 páginas representan un desafío a la perseverancia de sus lectores hipotéticos y, por otro lado, una decepción para quienes presuman encontrar en él las páginas que faltaban al desfile origenista. Al reseñar su infancia, su adolescencia y su “juventud” — que Lorenzo traduce a una Cabeza de Oro, a sus Hombros y sus Brazos de Plata y a su Torso de Cobre, en un cuadro de correspondencias gigantescas entresacado de la imaginación de Giorgio de Chirico —, el autor nos entrega una gramática; un manual adjunto para leer entre las líneas de su estilo repetitivo y adverso. Pero ¿adverso a qué? En primer lugar, a la propia persona; en segundo, a la escritura misma. Los recuerdos circulares que hilvanan la espiral del libro, las digresiones, los retornos, la pulsación del obseso que recuerda y a un tiempo anula sus recuerdos, las citas mismas y la ausencia de un hilo conductor definido constituyen los argumentos que tiene Lorenzo García Vega para descreer de la linealidad de la prosa. Su negación de la posibilidad del relato, y de los subgéneros que el relato subordina, no es nueva, sino una constante de la literatura a partir de los primeros años del siglo XX. Sin embargo, la novedad no es el propósito que persigue García Vega. En su manera de presentar los hechos, o, como diría Ponte, los no-hechos de su vida, hay una afirmación de lo único que le es dable afirmar al escritor que escribe: la realidad de la escritura, como fenómeno autónomo separado inclusive de la realidad de la que se escribe, sea ésta la realidad de la Playa Albina o la realidad de los acontecimientos mentales que se presentan por la mañana o por la noche en calidad de pesadillas, recuerdos o simplemente ideas. Una de las intuiciones notables de El oficio de perder gira precisamente en torno a la materialidad de la nada, a la sustancia literaria de algo tan anodino y cotidiano como el cadáver de cal de las paredes de la propia casa. “Mirar las paredes, sentado, es una de las cosas que más me ha gustado hacer durante casi todas las partes de mi estatua”, dice. “Mirar sentado, como si oyera la música de John Cage. Y volviendo a la posible influencia de los jesuitas, me vuelvo a esta cita de Clarice Lispector, que tanto me gusta: ‘Voy a crear lo que sucedió. Sólo porque vivir no es narrable. Vivir no es vivible. Tendré que crear sobre la vida’”. Nadie mejor que García Vega para suscribir esas frases. Su curriculum vitae subyace en las razones de este largo monólogo. El exilio, para García Vega, comenzó en España en el 68; continuó en Nueva York, donde fue portero de la tienda Gucci; y perdura en Miami, donde el otrora iniciado en el ritual origenista trabaja como bag boy en una tienda de la cadena Publix. La disidencia de García Vega, su negación a ultranza, es una de las razones que lo han vuelto tan atractivo a la nueva generación de escritores y poetas cubanos. Ven en él un eslabón con una tradición suya inimaginable ahora — la de Lezama Lima y Virgilio Piñera, que es a su vez una continuación de la tradición de Martí y Julián del Casal, es decir, una tradición que reúne a los opuestos — y al mismo tiempo la posibilidad de la crítica a la tradición desde la tradición misma.
Si Virgilio Piñera, con tanta sorna como sordina, había denunciado el ridículo en que incurrían con no poca frecuencia sus compañeros de aventura, García Vega desveló en su momento las miserias y la hipocresía que se esconden detrás de toda apostura literaria. El hecho de que se haya concebido a sí mismo como una estatua de varios metales es demasiado significativo para pasarlo por alto. Él mismo está hecho de los materiales que aborrece; él mismo, no-escritor escritor, escribe, y se sobrepone con ello a la falta de sentido de que habla la Lispector. Su verdadera filiación intelectual y estilística se encuentra en los proyectos abolidos de Macedonio Fernández y en las reiteraciones obsesivas de las no-novelas de Thomas Bernhard.
El no-libro de Lorenzo García Vega, por lo tanto, tiene un tema. Las centenares de páginas de prosa de su Oficio están marcadas por algo que aquí no semeja tanto un estigma vital como una cifra poética: el fracaso. La palabra acaso sea demasiado rotunda. El habitante de Playa Albina prefiere, para nombrar su oficio, un verbo mucho más simple que aquel sustantivo: perder. El “oficio de perder” al que se refiere, con sarcasmo, Lorenzo se parecería al de un boxeador de la vieja guardia, de esos que se ganaban la vida aceptando soborno para dejarse caer. ¿No es el escritor el eterno contrincante que muerde el polvo una y otra vez, pese a encontrarse en condiciones óptimas para alzarse con el triunfo?
García Vega, como el argentino Macedonio Fernández o el peruano Julio Ramón Ribeyro, hacen de su oficio de escritores una profesión de pérdida. Profesión perdida o condenada pues la presa, en la escritura, parece situarse siempre por encima de sus posibilidades de aprehenderla. Los tres, sin embargo, son escritores enamorados de la línea quebrada y de la recta. Su prosa se fragmenta o se acumula, según la necesidad y el caso.
Viven bajo el imperio de la sorna y el títere. Y el Dios que mueve sus hilos es el descreimiento. Después de Nietzsche, ahí donde los demás ven ideales, ellos ven las cosas “humanas, demasiado humanas”.
La función ha terminado, las luces se extinguen una por una y el boxeador que pierde sale por la puerta trasera con sus avíos en una petaca, dolor de puños y un tajo sobre la ceja. Al que gana, en cambio, le espera la fama, “la famita, una suma de malentendidos”. Uno y otro, sin embargo, son necesarios para la continuidad del espectáculo. Lorenzo, total descreído, hace tiempo que ha declinado ser vencedor o vencido. Con este libro, el cual es ante todo una declaración de principios, ha abolido no sólo a los contrincantes, sino al réferi, a los espectadores y al encordado mismo. Con su libro vacío, en ausencia de la Obra, ha planteado los motivos de su caminar autista, postergándose a cada paso, sin darse alcance nunca. Ponte no lo dice en su ensayo, porque la presa se le hurta. Lorenzo es un escritor, una persona escurridiza. Para hablar de él hay que hablar de Orígenes; pero también hay que olvidarse de eso. Su signo es el de la ausencia —de los diccionarios, de las fotos, de las memorias de la Isla. Pero también es el exilio. Quien se exilia como se exilió García Vega a finales de los sesenta, es porque prefiere no-estar, no querer ser parte de esto ni de aquello.
Es una actitud crítica tan natural como requerir de oxígeno para seguir respirando, en una atmósfera de por sí irrespirable. Hemos romantizado en demasía la voluntad de exilio que hemos perdido de vista su lado necesario y bienhechor. No habría literatura moderna en lengua inglesa sin los destierros premeditados de Joyce, Gertrude Stein, Ezra Pound, T. S. Eliot, Wyndham Lewis y Joseph Conrad. No habría tampoco literatura cubana actual —al menos no una parte sustantiva de ella— sin la diáspora prefigurada por el destierro de García Vega. ¿Será que el transtierro se ha convertido en un género, en una forma complementaria e inconsciente de diseñar la propia escritura? Tal vez.
El oficio de perder es uno de esos libros que fueron escritos para ser leídos únicamente por sus autores, en el momento extraño, arquitectónico, de su composición. Esta contrariedad aparente — que proviene de la mente inobjetable de Valéry — confirma aquí los reales de su procedencia.

§ Lorenzo García Vega, El oficio de perder. Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Puebla, 2004, 507 pp.

Iniciación al nombre por Luis Thonis



A propósito de Raucho, de Ricardo Güiraldes

El silencio no sólo resguarda y protege ciertas obras sino que las sostiene en una circularidad cuya primera manifestación es el rechazo a no ser otra cosa que ella misma. Pero esta manifestación no es originaria. La identidad de la obra a la obra, en su desaparición, abre la proliferación de los lenguajes, memoria que cada obra deberá soportar hasta que un desvío configure otra lectura, sustrayéndola a esa adherencia que la concluye y la limita.
De ahí que el nombre de Güiraldes deba ser mantenido en suspenso, nombre que no deja de oscilar entre una consagración marmórea y una imagen pintoresca. Raucho no será identificado con una autobiografía –remitiéndola inmediatamente al autor como concepto jurídico o psicológico- ni con una medición para otra obra –Don Segundo Sombra, previsiblemente-, asimilando una sucesión cronológica a un desarrollo estético, ni con una sustancia literaria –un género- del cual el relato representaría la especie.
Sobre esta vacancia –de autor, de medición, de clasificación- otra suerte se dispensa. La iniciación es un mito de origen que duplica y expande los emblemas familiares. Es la instauración de una clausura, la repetición de un estilo. La literatura llama novelas de iniciación a esas simulaciones en las que un narrador, afirmando buscarse a sí mismo –tema de la edad moderna: en la antigüedad no había "yo", la persona estaba inscrita en el código que era ya lugar de encuentro, la máscara es un topos– hace de ese rodeo un drama –acción- donde una lengua se construye.
Toda iniciación evade –miente y mienta- el lugar de su identidad: ese frágil saber que es aceptar la muerte en y a través de la escritura hará que la iniciación sea impensable como origen no coincidiendo éste con la fecha de publicación del libro ni con el tiempo interrumpido de su publicación.
Raucho es la iniciación de su propio funcionamiento como relato, pero no en un orden naturalizado, la literatura como una naturaleza que expresa las figuras de la continuidad y la sucesión.
El relato, sin embargo, se presenta bajo el orden continuo que la literatura parece dictarle: Raucho como relato se divide en capítulos que respetan el viejo topos que piensa la continuidad como una línea. Las metáforas del camino, del origen y del ocaso, la de la vida como comienzo y la muerte como final, tienden precisamente a excluir la muerte de un juego que ella posibilita al volverse ella también inasible en un orden donde hablar implica la desaparición del que escribe para que surjan los nombres. El relato presenta estos capítulos: Prólogo, Infancia, Colegio, Trabajo, Hastío, París, Nina, Abandono, Solución. Por una arbitrariedad que el relato tolera, los disponemos en un orden a explicitar:
Infancia París
Prólogo Colegio Nina Solución
Trabajo Abandono

A B B' A'

Estos nombres enmarcan ciertos "temas", que no difieren según el sentido progresivo que se les asigna en la denotación que cada nombre tiene, no para la realidad –en bruto - sino para esa configuración que es la literatura , trama de sus propias referencias. Infancia, los códigos que comprende y expande, comunica menos con lo "vivido" del escritor que con las condiciones de posibilidad que han permitido que los relatos de Infancia se hayan constituido como un código.
Leemos los nombres: Infancia, Colegio, Trabajo, denotan lo que los lógicos designan como una significación de "existencia", pero la existencia aquí no es verificable, no hay un "mundo exterior" que sería la mensura del nombre; la existencia es una literatura convocada y ésta se deja pensar más cercana a esas formas simples que son el aforismo y el proverbio que a la regulación y clausura de una sistema.
Así, Infancia, por el libre uso de la arbitrariedad connotativa, podría leerse como referencia y transformación de Juvenilia, inscribiendo el tema en una red de desplazamientos que intentarían motivar la connotación; también, si somos excesivos , en relación con Mort a Crédit, pues un orden de construcción no es identificable con un orden geográfico.
También uno puede asimilarla a la propia vida: aquí la connotación parece inmotivada, es nuestro propio texto. Sin embargo, es posible descifrar alguna objetividad en la connotación, en Raucho, en la tensión misma de los temas, que contrasta aun al borde del abismo, abre la lectura al goce que implica la escritura, el desmentido de la propia connotación. La serie de los tres primeros nombres (B) anuda en un eje sucesivo que vacila entre la promesa y la decepción, y Raucho, el personaje, se verá afectado pues cada nombre es resistencia y obstáculo.
Entrar al colegio supone pasar la prueba de los estudiantes, pagar el derecho de piso, como suele decirse. Cada acceso y cada iniciación se encadena a una deuda, nada es gratuito: "Ambos rieron en un apretón de manos (después del clásico combate), Raucho había pagado su derecho de entrada".
Hay en Raucho la imposibilidad de adecuarse a esos hombres, que en sus cristales y realezas, implican un pasaje sin fisuras desde la infancia hacia la madurez. Entrar en la sucesión del nombre es aceptar un orden de intercambios con todas sus consecuencias. Raucho pasa la prueba de los estudiantes pero fracasa en los exámenes; el trabajo, en la estancia paterna, invita menos al esfuerzo compartido que a las singularidades de un estilo. Las faenas campestres tienen en él a un contemplador no afín a una generalidad sino a una estética cuyos esbozados dones se traman en Infancia: "Raucho era atento a los episodios fantásticos y le sugerían relatos de aparecidos por el pavor contra el cual se erguía". Pues: "Se hizo un mundo de encarnaciones espirituales", invirtiendo, en hermeneuta, los signos familiares: "Le preocupaban los árboles, que miraba como hombres queriendo adivinar sus significaciones". Si aprende algunos rasgos del código campestre –trenzar, liar, volcar- es para alterarlo mediante la atribución a los animales de una cualidad que ese código mismo excluye: "Raucho desprecia con una especie de odio la imbecilidad de sus víctimas". Además: "La imposibilidad de asir un orden que le escapa desata el furor". Y: "Raucho, despechado hasta el furor, solía enlazarlas para castigar a puño tanta idiotez".
El padre será el espectador de estas inversiones: "Pronto Don Leandro conoció esta travesura que hacía de su majada un conjunto de gamas".
En Trabajo, la disposición maternal del padre celebra la comunidad momentánea de Raucho y la tierra: "Don Leandro nada dice a Raucho; pero cuando el muchacho aindiado de vida robusta trabaja, el viejo se alegra con una maternal sonrisa, bajo las canas del bigote". Sonrisa maternal que no alcanza a colmar la ausencia que abre el Prólogo (A) con una narración de la madre que desencadena "una vida hecha de sobras". Ante la compacidad de los nombres familiares (Infancia, Colegio, Trabajo) que connotan una promesa pero que entregan la ofrenda de una decepción, Raucho se incluye en el Hastío, descubriéndolo en sabor. El Hastío, signo que desvanece su denotación referencial, privilegiando una marca literal que remite a una retórica – el simbolismo - y desde un lugar flotante para el relato significa el pasaje de una zona a otra, de B a B', es el preludio, el acorde sin contraste con los otros nombres que se dejan por los que se anuncian: París, Nina, Abandono.
El Hastío, el spleen desanuda los espacios de lo imaginario –bella expresión stendhaliana-; impone el libro y la literatura, menos para posibilitar el pasaje del esteta –alguien sustraído a los intercambios- al artista –aquel que somete a una forma la diáspora de su pasión-, que para infligir a Raucho los signos de la indiferencia: "aburrimiento fue lo que en sus noches solitarias lo empujó a su pequeña biblioteca".
El spleen, sin embargo, prodiga otros efectos: "Así se familiarizó con costumbres y morales diferentes persiguiendo los hilvanes de una intriga".
Estos hilvanes y esta intriga configuran los resplandores de otros nombres y designan el Hastío como un nombre flotante entre los nombres familiares –Infancia, Colegio, Trabajo- y los nombres intrigantes: París, Nina, Abandono.
El Hastío para la lógica configura un signo memorativo; para Raucho es el eje de una memoria dividida entre una tierra imposible –léanse sus contrastes descriptivos, que convocan a varios dialectos literarios: "Gansos níveos pasaron, musicalizando aletazos de recias plumas"-, las noches hastiadas del clubman y el llamado de los nombres de la intriga.
Estos nombres –parís, Nina, Abandono- connotan una serie que inicia en París como un lugar excesivo: "cantos, cantos, y oropeles, y sedas y risas y bailes, y en sus manos anilladas, las báquicas uvas lloraban como ojos reventados de lujuria". Estallido que lo convoca a un abismo sin resguardo ; hay la "caída a través de todos los precipicios del goce" donde tiempos y lugares sucumben en una ausencia total: "cayó sobrepasado de placer en la negrura de una total ausencia como si la integridad del poder sensorio le hubiese para siempre sorbido los sentidos".
París –nombre de connotación no familiar, paradisíaca, que impulsa al viaje como nombre leído antes que reconocido, conocido-: "empezó a conocer París como si hubiera vivido en él"- sólo se entrega a través de una mujer: "Poseyendo a una mujer, Raucho entraba como actor en el escenario que hasta entonces miraba desde afuera".
Los nombres paradisíacos toman a Raucho a través de su red a la vez muelle y devastadora; ahora Raucho participa en el orden de los intercambios en todas sus consecuencias.
Raucho utiliza a Germaine para acceder a Nina –"Resolvió utilizarla como un trampolín para saltar a una conquista más brillante"-. Pero los usos –simbólicos antes que morales- que Raucho ejerce en esta serie (B'), según la lógica de las consecuencias extremas no hacen sino precipitarlo al derroche –del cuerpo, del dinero- y a la prefiguración de una muerte que a modo de simulacro se cumplirá en Solución.
Si en la serie de los nombres familiares la inadecuación de Raucho señala la inquietud –inquietud mesurada tan sólo por la sonrisa paterna- la lógica de la serie B' indica su reverso paradojal: por cumplir el dictado que coexiste con los nombres familiares –en cierto modo: traicionarlo- por la lógica de las consecuencias extremas, Raucho jugará todo su dinero con y por Nina, nombre para él de la fascinación y el dominio –"boca desde el más pueril contento hasta el goce practicado como un rito"-, romperá con su padre a quien reclamará (su) herencia, se verá llevado a ese otro eclipse de la denotación que es el Abandono, donde, al sucumbir, Nina y París delatan una simetría propia de la serie de los nombres extranjeros: "Odió a París, pulsando su vida enferma; ese parís que antes había imaginado como una ciudad hembra".
En Abandono el periplo que extingue las referencias, que vuelve las designaciones urnas vacías, Raucho, como actor y relato, coincide con las exequias del nombre: "Raucho se sentía aplastado, insignificante, vacío como un bolsillo dado vuelta. Había gastado su contenido. Nada más".
Sin dinero, abandonado por Nina, la ciudad se evade en un velo funerario; tanto Nina como la ciudad mítica eslabonan una semejanza con ese movimiento hacia el abismo que el narrador constata como enlisamiento y que testifica el fracaso de la adherencia de Raucho a los nombres extranjeros.
Caídos los nombres, la adherencia es la del lodazal; lo adherido la escoria, palabra cuyo eco habrá de reencontrarse, por un retorno de la lectura, en el Prólogo.
Abandono: "Ya no pensaba en rescates; escoria de su sociedad a la cual devolvía odio por desprecio, sin energías para plantearse nuevos caminos, vivió del único modo para él posible: sin horizontes, sin salidas, como un lodazal adherente en el cual concluiría por sumersiones lentas, evitando la desesperación que apresuraría el enlisamiento".
En el Prólogo, después de la muerte de la madre, se anuncian las sucesiones de esa muerte bajo el signo de las sobras: "Eso pasó y quedaba para los días venideros una vida hecha de sobras".
Si los nombres familiares de Infancia, Colegio, Trabajo (B), mediados por Hastío –una de sus funciones es sin duda la de remitir el mensaje, la descripción, al código novelesco, abrir los hilvanes de la Intriga- despliegan la imposibilidad de adherir a la realidad –entendiendo por ésta cierta disposición progresiva de los nombres-, del otro lado del relato, París, Nina, Abandono (B'), lugar del placer y el abismo.
Exteriores a las implicaciones de esos dos órdenes que reflejan en torno a una disyunción exclusiva en sucesividad, el Prólogo y la Solución dejan entrever otra comunidad de referencias, sus relaciones no son asimilables a las simetrías entre la serie familiar y la extranjera (La ley que regula estas dos series en disyunción es lo que hace, cuenta, da voz al relato, a la sucesión de las mismas).
La construcción que propician –el Prólogo y la Solución- está más próxima al mito que al relato, responden a las figuras de la circularidad y lo simultáneo, participando como "interpretantes" de las series B y B'. Así, en el espacio mortuorio del Prólogo, ya en su primera frase se anuncia la muerte de la madre: "En torno a la muerta: cirios, trapecio negro y cadáveres de flores". Enunciación que deja la huella en la primera parte del libro de un tiempo anticipatorio, tiempo necesariamente mítico y según una regulación estructural que anuda el Prólogo y la Solución en una figura circular donde se pasa de la inherencia azarosa del nombre a la inherencia de la tierra y la muerte, tiempo que como un Kronos terrible, devora y roe toda sucesión y que, bajo otro efecto, volvemos a leer: "Eso pasó y quedaba para los días venideros una vida hecha de sobras".
Días venideros que leemos en la progresión de los seis nombres (como seis días de una "creación", es decir, de una historia), enunciado que menos que "decir algo para alguien" desdice y vacía la historia y la sucesión.
Esta identidad de la vida y la muerte y de ésta consigo misma no es oposición a la "vida" –como lo desea el lugar común que identifica la vida con un curso, una visibilidad asible- sino la pulsación violenta que en su legado ramifica sus efectos y encadena el azar: "Descomposiciones lentas, trabajo silenciosamente progresivo, elaboraciones de química fétida en un cuerpo amado".
Cesación activa por la cual "la vida se siente empequeñecida", la "vida" y la "realidad", lugares privilegiados donde una tradición y una retórica lee y escribe, son en Raucho encadenados a la serie de los nombres para propiciar su consumación, una muerte que hace del padre un sobreviviente que dialoga con los muertos. Separado de las orillas del suicidio, el padre se soporta en la deuda; la deuda hace posible la permanencia de esos acreedores que son los hijos: "Don Leandro quiso estar con ellos, pagarles la deuda contraída al engendrarlos".
A pesar de las condiciones trágicas –consecuencia de un fallo de tradición entre generaciones- que es a la vez imposibilidad de todo intercambiar las referencias paternas, pueden sostenerse: una causa permite el sacrificio, las voces de los muertos, eco de una tradición, obran como un seguro de vida que une al padre con la naturaleza, con el campo.
Sin causa y sin sacrificio, en ruptura con las deidades del campo, Raucho queda a merced de los deslices siniestros que implican los nombres para quien como esteta "pasa" a través de ellos. El enlisamiento arroja a Raucho a la serie de la decepción y la promesa, del placer y del derroche, a la red mítica que responde y se extiende entre el Prólogo y la Solución. En este último capítulo, Raucho, "sin contenido"; retorna a la circularidad vacía del mito. Si los intercambios entre los nombres familiares fracasaban, si los intercambios entre nombres extranjeros se cumplían –según las pautas de la civilización, sus nuevos placeres que irrumpen y por eso mismo abismaban ya que entraban en contraste con un dictado, el de la tierra madre, Raucho es la asunción de una caída –el enlisamiento- que no es de orden ético sino formal y que supone el pasaje del eje de construcción del relato (B y B') al eje mítico, A y A', ahí donde se dicen el Prólogo y la Solución, en los cuales todo estaba, podría decirse, concentrado, ya escrito.
Las figuras de la catástrofe y el lodazal, la pérdida de sujeción de sí mismo, en el Abandono –"él ya no pensaba en rescates"- designa ese retorno. Raucho recorre los textos familiares siempre a punto de estallar; se incluye no en la adherencia progresiva, canjeable, sucesiva del nombre sino en la inherencia sin canje y circular del mito, ahondando una tierra hendida y agrietada: "Las raíces sedientas muerden la tierra agrietada", tierra sin comunión a la que nada parece mitigar en su deseo de abrazarlo todo, tierra sin embargo dividida, que es equivalente en su metáfora al eje de repetición que "inicia" el relato con una muerte –la de la madre- y lo concluye con un simulacro, en una figura que Raucho traza para clausurar la proliferación de las grietas: "Raucho, infaliblemente quieto, se duerme de espaldas, los brazos abiertos, crucificado de calma sobre su tierra de siempre".
Figura ésta que no interpretaremos, pues cada significación debe leerse según la intersección –la pluralidad de intersecciones - entre el Prólogo y la Solución, entre dos clases de nombres, que la figura final invita a leer en un retorno; es decir, el relato no termina en un punto final: éste es ya intersección de una serie, la que remite al comienzo, al Prólogo.
Así se trate de un retorno a lo indiferenciado –para escapar a la zozobra que se designa como adherencia fracasada a los nombres extranjeros y permanencia en el lodazal- o de una vuelta a la madre arcaica o a la tierra como espacio de regeneración –Güiraldes había viajado a la India y se interesaba por el budismo-, el movimiento debe mantenerse vacilante, según lo exige el relato en el juego del conjunto –A y A'- y la sucesión propiamente narrativa: B y B'.
Esos dos conjuntos, tanto el que conforma el eje de sucesión –nombres familiares/nombres extranjeros- como el que se configura mediante la circularidad y el retorno son menos traducibles a unidades de sentido superpuestas a sus formas que a otras formas: sea la forma mítica para esos puntos que faltan en la muerte inicial de la madre hasta la fusión en la tierra –esa fusión es problemática: se trata de una figura que da lugar al equívoco-, sea el abanico que tienden los nombres, eje del relato, cuyo drama –actio- es el destello de una iniciación (B y B') cuya suerte está echada: A y A'.
Lo mítico en su circularidad es la ausencia de todo drama: apaciguamiento mudo donde no hay conciencia –"Raucho se duerme"- y que marca una adecuación que ya no es con los resplandores de los nombres en serie, cuya disposición progresiva imita la Realidad mediante la suma de sus unidades. Fuera de toda adecuación, el posesivo se reencuentra con el nombre, no un nombre cualquiera sino el Nombre en su abolición: "su tierra de siempre".
La ascensión que suponían los nombres; el movimiento hacia un sentido –familiar/extranjero- cuya adherencia fracasa, en la red mítica que supone el Prólogo y la Solución se cambian en una fusión sin altura con la tierra agrietada, lugar del epitafio (de la madre) y de la deuda (del padre), del retorno y el canto-Prólogo: "Oh, vivir, vivir, en la grande alma serena de la tierra".
Entre la construcción mítica –Prólogo/Solución- y la construcción del relato se dispersan y regulan los nombres. La iniciación, por lo tanto, debe leerse en la construcción del relato –Infancia, Colegio, Trabajo, Hastío, París, Nina, Abandono- para desaparecer en la lógica mítica –A y A', Prólogo y Solución- que "interpreta", anula esa continuidad y esa iniciación produciendo el enlisamiento de los nombres del relato (B y B') al mito –A y A'-, al mito donde toda iniciación está dicha, anulada, cumplida.
Cada significación debe leerse en el interior de esos dos conjuntos. Así habla el final de Abandono: "La nervadura de Raucho, irritada como una llaga raspada a diario, vino a derrumbarse en un furioso delirio".
El final de la iniciación es un pretexto para que la Tierra del Prólogo y la Solución apacigüe a Raucho en una vida demasiado parecida, idéntica a la muerte y que permite renegar, descansar de una y de otra. La pérdida de sentido, la desesperación, el delirio furioso valen sólo para el juego implicado entre los nombres extranjeros –eje de la iniciación, de la búsqueda de lo desconocido- delirio que se cambia en suavidad –suavidad que no excluye la muerte, sólo que ésta es una bella muerte, impalpable, muerte impensada para la modalidad de los nombres sucesivos, nombres de la crisis, el conflicto- en el orden de la construcción mítica, allí donde no hay iniciación ni conciencia ni angustia. Nada inquieta, los dados están lanzados, jugada toda la partida, y la figura que traza Raucho vacila entre el sueño y la muerte, entre una consumación dichosa y una ausencia definitiva.
Efigie que nos da, en el señuelo que la sustenta –pues es una retórica –ese don pronto evadido que es el de saber que ese simulacro de crucifixión no se presta al desciframiento sino al reenvío a un tiempo del mito que corta y hace sucumbir el relato, donde resuena solamente una lápida sobre la circularidad de lo Mismo: "Raucho, inefablemente quieto, se duerme de espaldas, sobre su tierra de siempre".
Esta figura ya no se deja leer según las unidades tendidas en el ramillete de los nombres que arguyen las escanciones entre la promesa y la decepción, entre un placer sin límites y el derroche como anunciación de una muerte, pues sesga la vía y la vida de la lectura. Es a la vez crucifixión y simulacro de sacrificio, que deberá distinguirse de la simulación afectada.
Es ésta la afección propia de los nombres sucesivos y cambiantes. Raucho –como relato, también como actor- sobrenada esa breve película que separa al representante de la representación –Raucho dormido, ¿representa a Raucho muerto-, y que vuelve infinitas las subdivisiones de cada serie para anularlas siempre desde el Prólogo y la Solución.
La muerte de la madre divide todo comienzo –Prólogo- y trama el factum; el retorno –Solución- habla de una tierra agrietada que es cubierta por ese simulacro que la parodia no agota, dado el juego múltiple de esas dos torsiones que son el mito y el relato.
No sabemos –se trata de un relato- si la tierra le será ligera a Raucho según reza la inscripción funeraria; otra invocación –de Borges- dobla en un poema a Ricardo lo que la construcción mítica concede a Raucho: "Tuyo, Ricardo, ahora es el abierto campo de ayer, el alba de los potros".
En un alba posterior una desposesión tiene lugar; algo excede ese resguardo que es el mito: sobre ese cuerpo dormido, inmantado en la tierra de siempre, otro nombre, una sombra segunda se reclina.
Publicado en Literal 4/5, 1977.