sábado, 18 de diciembre de 2010

¿Quién ha decidido vivir? Por Osvaldo Andrés Moreira



El hombre nace sin conocer la libertad y es un buscador inconstante de ella durante el transcurso de su existencia. Mira con añoranza desde su temeroso y amorfo “yo” el afuera que lo invita al encuentro y a su vez oye un gemido infantil y melancólico que reclama no quedar en soledad. Se ha acobijado seguro en la inseguridad que amarra sus alas, porque es tarea solitaria el primer vuelo hacia lo incierto y quizás hacia la nada.
Se sabe que desde la concepción entrañable de la vida, innatamente el hombre se distingue dentro de la creación, ya sea desde el punto de vista teológico o desde la visión meramente científica, pero la libertad no es una cualidad innata de la persona humana; ya que si bien el hombre es el único ser animado que puede ser libre, no necesariamente por el solo hecho de ser hombre es libre ya que la libertad es la meta esperada luego de una larga conquista.
En el mundo interior de su persona habita una tendencia pasional que lo impulsa a hacer aquello que no le es permitido, atreverse a lograr lo que jamás ningún mortal se ha animado a emprender, provocando desfachatadamente a la razón y desafiando ambiciosamente los límites.
Podría decirse entonces que el hombre se deja seducir apaciguadamente por la dulce miel de la desobediencia, la cual lo comunica estrechamente con sus orígenes; así lo presenta Erich Fromm cuando al referirse a la creación y al pecado original cita lo siguiente: “El pecado original, lejos de corromper al hombre, lo liberó; fue el comienzo de la historia”.(1) El decir sí ante un no lo hizo responsable de sus decisiones y potencialmente creador de aquello que desea transformar y reconvertir.
La historia de la humanidad nos demuestra que quienes han dirigido magníficas empresas fueron aquellos que han enfrentado duras críticas, padecido el rechazo de sus contemporáneos y recibiendo los elogios de la posteridad.

1 )“Sobre la desobediencia y otros ensayos” Editorial Paidos, Buenos Aires.
Léase capítulo 1.
Ser lo que se es, más allá de los juicios subjetivos que llevan a señalar las conductas ajenas huyendo de las propias miserias es la pura expresión de la libertad.
Al saber el hombre que hay algo que lo iguala,y mucho que lo libera, logrará comprender que se puede volar teniendo los pies en la tierra.
Cuando dice Víctor Frankl(2) que para ser uno mismo hay que examinar nuestro propio campo de concentración, está afirmando que no se habita en peor prisión que en aquella en la cual el propio hombre se recluye.
Una prisión que amordaza las ideas y adormece los sentimientos, convirtiendo al potencial creativo en un anciano que descansa en la tarde de la nostalgia mientras mira por la ventana del pasado lo que pudo ser y no fue.
Y en ese paisaje de rejas y recuerdos el hombre se resigna a no vivir en libertad, porque cuando no deja fluir su verdadera identidad estanca su potencial y pudre las aguas de su genialidad.
Por tal motivo no hay mejor camino para llegar a la libertad que tomar la ruta de la creación.
El hombre al crear aporta a la formación de aquel amorfo “yo” que en su interior se encontraba escondido y temeroso para que pueda ser lo que siempre era.
Pueden surgir entonces muchísimos nombres propios que al crear se han creado, para ser el reflejo de su espíritu.
Para ilustrar con la vida misma las ideas que no son palabras abstractas sino hechos tangibles, vienen a mí memoria personas que han sabido oír la voz esencialmente suya.
Sin tener la intención de poner en práctica mi propia escala de valores, ni los parámetros culturales y sociales de lo que es correcto y de lo que no lo es, pasaré a mencionar a aquellos que se atrevieron a no evadirse de sí mismos.
Por un lado una pequeña mujer que creó con su ejemplo una revolución de amor en la pobreza de Calcuta, contagiando su labor a otras partes del mundo, llegando

2) Filósofo existencialista judío que elaboro fruto de su experiencia en los campos de concentración su terapia denominada Logoterapia.
la Madre Teresa a quedar en la historia del cristianismo y de toda la humanidad.
Por otro lado un abogado hindú que respondió a la violencia con paz, a la discriminación con aceptación; creando un nuevo e insólito proceder en la política de todos los tiempos.
Este hombre se llamaba Mahandas Ghandi, pero quienes supieron entender su mensaje lo sabían llamar Mahatma (alma grande)
Saber que se camina sobre lo incierto de la vida para llegar a lo cierto de la muerte
es ciertamente angustioso y maravilloso a la vez, porque es esa misma incertidumbre la que ocasiona en el hombre la bella sensación de sentirse asombrado, feliz, melancólico, apasionado, cobarde, e intensamente terrenal y divino con el solo acto de abrir sus ojos a un nuevo día.
Simplemente vivir es la aventura más insólita que jamás podrá redactar ni la pluma más osada del mayor soñador de los autores.
Por lo tanto retorno a mi afirmación enteramente personal, la libertad es una de las conquistas por las que más dedicación invierte el hombre durante el transcurrir de sus días y es, la que una vez conquistada, hace que ese transcurrir se convierta en trascendencia para dignificar su humanidad.
Luego de mencionar estas afirmaciones, partiendo de mis moldeables inseguridades, he llegado a la siguiente conclusión: para ser realmente libre hay que emprender junto a la voluntad la exploración de nuestros sentidos; para poder ver en las manos el plano de los sueños, sentir en las plantas de los pies un cosquilleo atrevido que invita a trazarse caminos delante de los propios pasos, oler por las mismas calles de adoquines viejos aroma de otros lugares lejanos y mitológicos y oír al que siempre habitó dentro vestido de identidad.

Concluye un mortal que aún permanece seguro en la inseguridad que amarra sus alas temiendo el primer vuelo hacia lo incierto y quizás, hacia la nada.

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