Un tono inédito.
En Cuerpos Inéditos, de Luis Thonis, convergen antes que una variedad de géneros, variaciones tonales. Es esa comparecencia de tonos lo que produce la ilusión de la que son géneros lo que convive en Cuerpos Inéditos. La singularidad de este libro no deviene de haber combinado poesía, ensayo y relato. El ensayo, lo que conocemos como experiencia del ensayo, irrumpe entre los versos y entre los ritmos de la narración. (Habría que decir que esas apariciones no tienen ningún énfasis porque al ser variaciones de tono pertenencen con mayor amptitud al dominio- si así puede decirse- de la fantasmagorçia musical) Del mismo modo, hay otras combinaciones donde la narración se transfiere en experiencia poética. O aun inversamente.
Una de las cuatro partes del libro, A tres sonetos de William Shakespeare, contiene, formalmente, dos poemas y un relato. Se abre esta sección con un epígrafe de Vladimir Navokov, tomado de Dispair, ahí se lee: “Para empezar, tomemos la siguiente divisa( no especialmene por lo que respecta a este capítulo sino en general): La literatura es Amor”
Nabokob marca una diferencia clásica, la diferencia con el filisteísmo. En el segundo de los poemas, Asalto, dedicado a Héctor Schmucler, Thonis dice que “el ateísmo es escasamente erótico”. Entre la afirmación de Navokov y esto último se lee la alegoría de un ensayo. Un ensayo que abordara, como aborda, el crimen y su maquinal propagación lieraria en uno de los capítulos y reservara otro donde leer una ética amatoria, o aun otro del orden más histórico sobre los efectos del terror en la poesía argentina de las últimas décadas. En cierto modo, estos pasajes imaginarios son lo que acaba cumpliéndose en Cuerpos Inéditos. La idea de que hay cuerpos inéditos en la literatura, en la historia, el amor, la política; de esa idea y sus implicancias está hecho este libro. Una plasticidad que no evita las formas y que, al contrario, entabla con ellas un debate de exigencias de principio. En “Tal cual su sonrisa”, Thonis imagina a la Dama de los sonetos a través de otra mujer, una morena que sin ser ella acaso la repite: “Su rostro permanece/preñado de éxtasis/con un toque egipcio”. Una mujer se revela en otra. Y esa transición reaparece después en Terminal, el relato con que se cierra esa sección donde se cuenta en retrospeciva la historia que da lugar a ambos poemas: escenas sexuales llevadas a un límite, que reiventa el tópico de la lujuria desde los Sonetos: “Cierto núcleo de odio que habita las pasiones excesivas”.
En Terminal hay una terminal de metro llamada Shakespeare. En las visiones del sueño una multitud habla de dialectos decrépitos, una lengua sometida a erosiones violentas. Un murmullo intraducible y agónico. También en Terminal se sacude una versión del demonio en la mirada de un hombre. El relato del sueño se interrumpe con unas notas de tono polémico: ahí se habla de “los usos canallas de la tradición, para los cuales, por ejemplo, Dante y Shakespeare tenían necesariamente que traducirse en videoclips”. El narrador se manifiesta un poco más adelante “de acuerdo un crítico contemporáneo que fustiga a los maestros de vacuidad” que impiden un “lúcido encuentro con la muerte” evitando con las cómodas efemérides de unos géneros y estilos estereotipados, toda exigencia con la palabra.
Estas notas dicen: entre el sueño y la vigilia la palabra contrae obligaciones. Compromisos que seguramente contrae con la tradición, porque sabe que con ella se trata de la muerte. Estos pasajes del sueño a la escena diurna se traman en Terminal a partir del momento en que la mujer del sueño se duplica en la mujer de la historia, una oscura francesa. Esta dluplicación está en relación con otra: hay un libro, Juguete Crónico( se lee una evidente nota de humor en ese título) en que el autor presenta a consideración la antigua discusión en torno de las musas, la musa de la Historia, Clío, y otra musa, la musa de la poesía, de la que no se da el nombre a causa de un olvido. La mujer en Terminal, está abierta en dos imágenes que son variaciones baudelerianas del éxtasis y el miedo. Por eso, el nombre de la terminal Shakespeare, en la angustia extranjera del sueño se duplica en una mujer de la historia, una oscura francesa Esta duplicación está en relación con otra: hay un libro, Juguete Crónico( se lee una evidente nota de humor en ese título) en que el autor presenta a consideración la antigua discusión en torno a las musas, la musa de la historia, Clío. La mujer en Terminal, está abierta en dos imágenes que son variaciones baudelerianas del éxtasis y el miedo. Por eso, el hombre de la terminal Shakespeare, en la angustia extranjera del sueño ve- el ojo ve más que el corazón conoce, Blake- a la Dama de los Sonetos y conoce en la historia a otra mujer morena que quizá en réplica con la musa del olvido se sustrae también al nombre y obliga al narrador a interrogarse por la condición del actor, o aun mejor, del imperfecto actor shakesperiano.
La literatura argentina produjo algunas versiones de Shakespeare: Borges, Sur. En Terminal se infiere también una versión de los Sonetos. Una dama que no puede ser dicha. Pero no en la deliberación del código cortés, sino en un sentido innombrable, inédito- se ajusta más- de esa mujer. “La comparaba con lo que estaba estudiando, que era motivo de mi reflexión: la misteriosa y oscura dama de los sonetos de Shaekspeare”, inmediatamente después el narrador refiere a una mujer que no dejó que ningún hombre la nombrase.
Una versión- que aunque sólo abrigue un interés más austero y más digno por el debate- es tributaria de la idea de que aquello que no puede ser llamado está el misterio. O dicho de otro modo: que hay un misterio en el nombre.
Cuerpos Inéditos se abre además al horizonte de la Historia. De La Colonia y los incendios hasta el poema que da título al libro hay una coherente indagación histórica. En La Colonia y los incendios se cuenta la historia de un fraile que escapa con una mulata de La Colonia de Sacramento en dirección a Buenos Aires. El poema Cuerpos inéditos se detiene en una circunstancia de nuestro tiempo: la historia de un torturador. Un torturador absuelto. “Matute, el babeante torturador” que conserva en la cara el aire del buen padre de familia, que “se ponía sentimental luego de conectar los cables” y que a veces conservaba “ las fotos de sus víctimas” y se paseaba por parque Chas. Matute, que habia emprendido en nombre del bien, una lucha a muerte con el demonio, dueño ahora de una flota de taxis, empresario cada vez más asimilado a los exitosos presentadores de televisión, recuerda sus crímenes y se reserva para sí el abyecto resentimiento de lo que ha engrendrado la política argentina. Matute es así el nombre que nombra la historia argentina reciente. Un nombre, el torturador, que es el nombre de un hombre común, de un hombre. Al lado de otros textos irrepetibles- como El buen cíclope- que ataca la supresión programada y quirúrgica de la diferencia entre los sexos, o “Aquiles a las cuatro”, que sufre lo que acaso queda de un delirio colectivo- irrumpe el humor contundente de Mosaico para una reedición inédita que enfrenta el sueño eterno de toda burocracia cultural cuando excluye la literatura a favor de la ciudad y reproduce en bloque un discurso siempre hecho público y perpetuamente inédito.
La trama va de la política a la literatura, de la historia al ensayo, lo que va del relato al poema hace de Cuerpos Inéditos un libro que busca situar la condición del sujeto en el rigor de la palabra ¿dónde buscar sino esas viejas pasiones: la política, el amor, la literatura? Que un libro se muestre en la variedad tonal de Cuerpos Inéditos es ciertamente nuevo- sobre todo si lo nuevo se entiende aquí como aquello ajeno al fetichismo y la afectación.
Pero esos bajos elixires de que se impregna ahora la lectura confunden la virtud insoportable de lo nuevo. Y esto quizá explique lo que Luis Thonis escribe en la contratapa de su libro: “Cuerpos inéditos supone un lector hipotético que se entregase a sus líneas, deteniéndose en una lógica donde lo inédito no sea sinónimo de lo no editado sino que está en el pasaje mismo del cuerpo mortificado a un efecto de nominación(…) para que desde el error mismo de escribir puede escucharse un acorde de paraíso un lugar inventado donde los cuerpos no sean solamente cuerpos y se redoblen los enunciados que no pueden sostenerse en este mundo.”
Publicado en Espacios, N 17,diciembre de 1995.
En Cuerpos Inéditos, de Luis Thonis, convergen antes que una variedad de géneros, variaciones tonales. Es esa comparecencia de tonos lo que produce la ilusión de la que son géneros lo que convive en Cuerpos Inéditos. La singularidad de este libro no deviene de haber combinado poesía, ensayo y relato. El ensayo, lo que conocemos como experiencia del ensayo, irrumpe entre los versos y entre los ritmos de la narración. (Habría que decir que esas apariciones no tienen ningún énfasis porque al ser variaciones de tono pertenencen con mayor amptitud al dominio- si así puede decirse- de la fantasmagorçia musical) Del mismo modo, hay otras combinaciones donde la narración se transfiere en experiencia poética. O aun inversamente.
Una de las cuatro partes del libro, A tres sonetos de William Shakespeare, contiene, formalmente, dos poemas y un relato. Se abre esta sección con un epígrafe de Vladimir Navokov, tomado de Dispair, ahí se lee: “Para empezar, tomemos la siguiente divisa( no especialmene por lo que respecta a este capítulo sino en general): La literatura es Amor”
Nabokob marca una diferencia clásica, la diferencia con el filisteísmo. En el segundo de los poemas, Asalto, dedicado a Héctor Schmucler, Thonis dice que “el ateísmo es escasamente erótico”. Entre la afirmación de Navokov y esto último se lee la alegoría de un ensayo. Un ensayo que abordara, como aborda, el crimen y su maquinal propagación lieraria en uno de los capítulos y reservara otro donde leer una ética amatoria, o aun otro del orden más histórico sobre los efectos del terror en la poesía argentina de las últimas décadas. En cierto modo, estos pasajes imaginarios son lo que acaba cumpliéndose en Cuerpos Inéditos. La idea de que hay cuerpos inéditos en la literatura, en la historia, el amor, la política; de esa idea y sus implicancias está hecho este libro. Una plasticidad que no evita las formas y que, al contrario, entabla con ellas un debate de exigencias de principio. En “Tal cual su sonrisa”, Thonis imagina a la Dama de los sonetos a través de otra mujer, una morena que sin ser ella acaso la repite: “Su rostro permanece/preñado de éxtasis/con un toque egipcio”. Una mujer se revela en otra. Y esa transición reaparece después en Terminal, el relato con que se cierra esa sección donde se cuenta en retrospeciva la historia que da lugar a ambos poemas: escenas sexuales llevadas a un límite, que reiventa el tópico de la lujuria desde los Sonetos: “Cierto núcleo de odio que habita las pasiones excesivas”.
En Terminal hay una terminal de metro llamada Shakespeare. En las visiones del sueño una multitud habla de dialectos decrépitos, una lengua sometida a erosiones violentas. Un murmullo intraducible y agónico. También en Terminal se sacude una versión del demonio en la mirada de un hombre. El relato del sueño se interrumpe con unas notas de tono polémico: ahí se habla de “los usos canallas de la tradición, para los cuales, por ejemplo, Dante y Shakespeare tenían necesariamente que traducirse en videoclips”. El narrador se manifiesta un poco más adelante “de acuerdo un crítico contemporáneo que fustiga a los maestros de vacuidad” que impiden un “lúcido encuentro con la muerte” evitando con las cómodas efemérides de unos géneros y estilos estereotipados, toda exigencia con la palabra.
Estas notas dicen: entre el sueño y la vigilia la palabra contrae obligaciones. Compromisos que seguramente contrae con la tradición, porque sabe que con ella se trata de la muerte. Estos pasajes del sueño a la escena diurna se traman en Terminal a partir del momento en que la mujer del sueño se duplica en la mujer de la historia, una oscura francesa. Esta dluplicación está en relación con otra: hay un libro, Juguete Crónico( se lee una evidente nota de humor en ese título) en que el autor presenta a consideración la antigua discusión en torno de las musas, la musa de la Historia, Clío, y otra musa, la musa de la poesía, de la que no se da el nombre a causa de un olvido. La mujer en Terminal, está abierta en dos imágenes que son variaciones baudelerianas del éxtasis y el miedo. Por eso, el nombre de la terminal Shakespeare, en la angustia extranjera del sueño se duplica en una mujer de la historia, una oscura francesa Esta duplicación está en relación con otra: hay un libro, Juguete Crónico( se lee una evidente nota de humor en ese título) en que el autor presenta a consideración la antigua discusión en torno a las musas, la musa de la historia, Clío. La mujer en Terminal, está abierta en dos imágenes que son variaciones baudelerianas del éxtasis y el miedo. Por eso, el hombre de la terminal Shakespeare, en la angustia extranjera del sueño ve- el ojo ve más que el corazón conoce, Blake- a la Dama de los Sonetos y conoce en la historia a otra mujer morena que quizá en réplica con la musa del olvido se sustrae también al nombre y obliga al narrador a interrogarse por la condición del actor, o aun mejor, del imperfecto actor shakesperiano.
La literatura argentina produjo algunas versiones de Shakespeare: Borges, Sur. En Terminal se infiere también una versión de los Sonetos. Una dama que no puede ser dicha. Pero no en la deliberación del código cortés, sino en un sentido innombrable, inédito- se ajusta más- de esa mujer. “La comparaba con lo que estaba estudiando, que era motivo de mi reflexión: la misteriosa y oscura dama de los sonetos de Shaekspeare”, inmediatamente después el narrador refiere a una mujer que no dejó que ningún hombre la nombrase.
Una versión- que aunque sólo abrigue un interés más austero y más digno por el debate- es tributaria de la idea de que aquello que no puede ser llamado está el misterio. O dicho de otro modo: que hay un misterio en el nombre.
Cuerpos Inéditos se abre además al horizonte de la Historia. De La Colonia y los incendios hasta el poema que da título al libro hay una coherente indagación histórica. En La Colonia y los incendios se cuenta la historia de un fraile que escapa con una mulata de La Colonia de Sacramento en dirección a Buenos Aires. El poema Cuerpos inéditos se detiene en una circunstancia de nuestro tiempo: la historia de un torturador. Un torturador absuelto. “Matute, el babeante torturador” que conserva en la cara el aire del buen padre de familia, que “se ponía sentimental luego de conectar los cables” y que a veces conservaba “ las fotos de sus víctimas” y se paseaba por parque Chas. Matute, que habia emprendido en nombre del bien, una lucha a muerte con el demonio, dueño ahora de una flota de taxis, empresario cada vez más asimilado a los exitosos presentadores de televisión, recuerda sus crímenes y se reserva para sí el abyecto resentimiento de lo que ha engrendrado la política argentina. Matute es así el nombre que nombra la historia argentina reciente. Un nombre, el torturador, que es el nombre de un hombre común, de un hombre. Al lado de otros textos irrepetibles- como El buen cíclope- que ataca la supresión programada y quirúrgica de la diferencia entre los sexos, o “Aquiles a las cuatro”, que sufre lo que acaso queda de un delirio colectivo- irrumpe el humor contundente de Mosaico para una reedición inédita que enfrenta el sueño eterno de toda burocracia cultural cuando excluye la literatura a favor de la ciudad y reproduce en bloque un discurso siempre hecho público y perpetuamente inédito.
La trama va de la política a la literatura, de la historia al ensayo, lo que va del relato al poema hace de Cuerpos Inéditos un libro que busca situar la condición del sujeto en el rigor de la palabra ¿dónde buscar sino esas viejas pasiones: la política, el amor, la literatura? Que un libro se muestre en la variedad tonal de Cuerpos Inéditos es ciertamente nuevo- sobre todo si lo nuevo se entiende aquí como aquello ajeno al fetichismo y la afectación.
Pero esos bajos elixires de que se impregna ahora la lectura confunden la virtud insoportable de lo nuevo. Y esto quizá explique lo que Luis Thonis escribe en la contratapa de su libro: “Cuerpos inéditos supone un lector hipotético que se entregase a sus líneas, deteniéndose en una lógica donde lo inédito no sea sinónimo de lo no editado sino que está en el pasaje mismo del cuerpo mortificado a un efecto de nominación(…) para que desde el error mismo de escribir puede escucharse un acorde de paraíso un lugar inventado donde los cuerpos no sean solamente cuerpos y se redoblen los enunciados que no pueden sostenerse en este mundo.”
Publicado en Espacios, N 17,diciembre de 1995.
No hay comentarios:
Publicar un comentario