lunes, 11 de agosto de 2008

Retrato de un artista degenerado, por Bettina Bonifatti

Pececito rojo / con un cuchillo de tres hojas,
yo te apuñalo de muerte, con mis dedos,
yo te parto en dos

Del poema Los niños que sueñan, escrito e ilustrado
Por Oscar Kokoschka en 1908.
No es lo mismo hablar de crueldad que de violencia, de guerra que de genocidio. Cuando un discurso se construye en la negación de la excepción, algo suena en la cabeza de alguien, por ejemplo, un concierto, que no necesariamente magnifica la música sino que afina la formulación de un problema.
En esa división y muerte simbólica del poema Rojo Pececito, algo se abre. Rojo y cruel como muchas fábulas antiguas. Declaración poética.
Hablar de época nos sitúa en una cronología. En el arte también se puede hacer una cronología, con la salvedad de recordar que un tema se desarrollará menos según las circunstancias, que en virtud de una lógica interna: podrá desaparecer cuando todo le favorecía, o no alcanzar su mejor expresión sino después de largas aberraciones.
Jean Paris en su ensayo El espacio y la mirada sugiere tomar en broma la cronología sacrosanta de los historiadores y nos dice que obras parecidas aparecen en lugares completamente separados incluso varios siglos de distancia. Plantea que las estructuras de la imaginación no tienen mucho que ver con las coyunturas exteriores.
La ilusión de lo cronológico nos llevaría a creer, valga el caso, que el siglo XX se acabó al empezar el siglo XXI y que, embriagados de cambios, nos volvamos ciegos y cerrados a la permanencia. La devoción a la belleza también tiene contras con las que el arte puede tropezar. Hablo de los llamados “buenos sentimientos o intenciones”. André Gide dijo: “Con los buenos sentimientos se hacen las malas novelas”, refiriéndose a las intenciones morales o sociales que se comen cuadros y libros. Añadamos que con los malos sentimientos, tan solo, no se hacen mejores. ¿Y la pintura hecha con “malos sentimientos”? Es de la adulteración que se introduce por un elemento de intención moral o social que desvía la obra. Diferente es la indignación del pintor “degenerado” al que los nazis le secuestraron 400 cuadros. Responde.
Violencia es un término confuso. Da lugar a equívocos respecto del arte. No es lo mismo usarlo para denominar el vandalismo, la representación del mal en el arte, el body art cruento o la respuesta de un pintor ante los nazis.
El vandalismo designa la hostilidad hacia las artes, la literatura o las propiedades ajenas, llegando al deterioro o destrucción voluntaria de monumentos. En la historia, la destrucción de monumentos de un gobierno anterior ha sido también uno de los símbolos más significativos de la transición del poder. El término vandálico como adjetivo, fue utilizado por primera vez por un obispo en la Revolución Francesa para designar el comportamiento de las bandas, en referencia a los métodos despiadados de los vándalos en sus ataques al Imperio Romano.
La representación del mal en el arte, da a pensar en obras como La matanza de los inocentes de Beato Angélico o los cuadros de El Bosco. No tan lejos de nuestra época el pintor Francis Bacon, Eduard Munch y también Picasso se ocuparon, como tantos otros, del mal. También el cine, el comic, la fotografía se ocupan de reflejar la crueldad.
En el año 2004 se inauguró la muestra “Ejercicios de pintura cruel”, inspiración de un crítico de arte en obras agresivas, imágenes de crueldad, violencia y asesinato. La muestra estuvo en Turín, en un Palacio del siglo XVIII y compendió obras del siglo XIV al XX. Esta muestra se le ocurrió a un crítico de arte al ver un cuadro arañado por un espectador.
Las obras que representan el mal suelen ser dañadas, quemadas con cigarrillos, arañadas, o incluso provocar tentaciones de risa, cuando en vez de una figura fantástica y simbólica aparece el individuo.
Violencia al más puro estilo perfomance. Cabe distinguirlos de su surgimiento en EEUU relacionados con el arte Pop, y de otras líneas distintas de las perfomances. Luego de su decadencia en Estados Unidos y Europa es tomado con una categoría de denuncia. Este uso de la violencia estética plantea cuestiones entre la ética y la estética, en la que también podemos situar el accionismo vienés, que combina la perfomance, el happening y el fluxus. Hoy es en Europa la línea más cruenta del body art. Se trata en este caso del uso del propio cuerpo como soporte para intervenciones cruentas en el autodenominado anti – arte. Su lema es –o era con intención popular pero poca gente va dado que se trata de ver lo insoportable: redimir, liberar. Contiene planteamientos que sugieren una lectura fácil de Freud. Pero el hecho es que las mutilaciones en público se llevan a cabo con planteos psicológicos como “ataque a la sociedad burguesa” o “liberación de las represiones sexuales tanáticas”. Se pierde toda diferencia entre arte y política: la línea de separación ya no es conflictiva sino que se legitima en el contexto dogmático- ideológico del Mayo del ’68. Pero dura.
Lo catártico, el hacer visible el cuerpo como soporte de mutilaciones en quienes se sienten “reprimidos por la cultura” –cosa que Freud jamás dijo- en un “negarse a la mercantilización”. Una crítica a la religión y a la moral. Llama la atención el planteamiento de este sadomasoquismo como revolución. Cortarse las venas en público: imagen que escenifica el “accionismo vienés” en cuanto intento de acceder a una identidad cerrada sobre sí misma. Es curioso que este vanguardismo que se pretende transgresivo no sea ajeno a la filosofía que por la vía de preguntas por la identidad quieren retornar al Ser. No se le ocurre que éste es una falta, una irrisión, un chiste. Hay una creencia- superstición- en el Cuerpo y la Teoría. Son nihilistas que creen en el Todo y esto tiene consecuencias directas en sus lecturas de: Sade, Foucault, Nietzche, Bataille, Baudelaire, Rimbaud, Freud y Lacan, incluso Kafka. Esta “voluntad de nada” es algo diferente a “falta de voluntad”. Aparente “negación absoluta de los grandes ideales”, tanto de los clásicos -la felicidad personal- como los cristianos -la salvación- el hecho es que los límites internos son difíciles de precisar, entre la liberación sexual y la crítica feminista al cuerpo. El arte es usado allí como excusa para una militancia del lamento (que se nutre de su idea única como inextinguible) pero que en el fondo no son más que un intento de abrir aún más las heridas.

El grafitty merecería otra extensión, dado que se debate entre una forma de arte y el vandalismo.
Para terminar, la respuesta de un artista: el pintor Oskar Kokochka.
¿Por qué elegí uno solo? Porque eso muestra que en el arte y en toda época, no se trata de dar un rostro complaciente a los estereotipos de la cultura y que, ante la destrucción, la respuesta de un artista revela el valor universal que tiene a veces una sola experiencia.
Se me ocurrió al ver el cuadro Alicia en el país de las maravillas, en presagio del
bombardeo de Viena, y pensé que cabía la pregunta por la diferencia entre el
pintar indignado y las buenas intenciones estériles en el arte, que mencioné al
inicio.
Cuando uno se pierde busca datos, respuestas.
Kokoschka ante los nazis. Era otra época, aunque se puede decir, Freud ya escribía –no olvidemos que con la Gestapo en la puerta. Dos guerras mundiales. También hay que tener en cuenta la cuestión del caso por caso: este pintor se alista como voluntario en 1915 para salir de una infelicidad amorosa. Pero vayamos a Kokoschka: cuando en 1937 eliminaron de los museos alemanes las obras consideradas ejemplos de “arte degenerado” entre las que se encontraban cuadros de Kandinsky y Munch, o más aún: en ese mismo año cuando hace la primera muestra individual en Viena, son secuestradas 417 obras suyas y 9 de ellas son expuestas al escarnio público en la exposición itinerante del “arte degenerado”. Interesante es la reacción del pintor: pinta el conocido “Autorretrato del artista degenerado”. Es una respuesta aguda que vale por una declaración de guerra: les dice aquí estoy.
Hay que ver el cuadro de quien decía “Para mí, pintar es encender un fuego”. Metáfora incisiva. El vandalismo no hace metáfora. Tampoco es robo. El que mira y destruye sin sentir las punzadas de la responsabilidad, ¿será que no tiene nada que aprender?
Parece que el mismo Rodin, al darles vueltas contemplativas a las propias criaturas de su arte, le confesaba a algún admirador: “Méme moi, j’ai des choses á apprendre, ici...” Palabra que parece de vanidad y es tal vez de humildad profunda. Hasta Rodin tenía qué aprender, en sus momentos fríos, de sus aciertos casi inconscientes. Este es el casi en el que el arte opera con la pulsión de muerte. Por eso se dice a veces que en la obra hay una estrecha colaboración entre el elemento divino que, con diversos ropajes del Otro, contribuye al encuentro descubrimiento de las formas, el demonio familiar o el ángel de la Guarda, como se le llame a eso que no deja el real desbocado cuando lo simbólico no puede cubrir algo que lo excede. De la hoguera a las armas químicas, la época. Más cercana, la nuestra.
Nos marcó mucho la época en la que en todos los talleres de pintura circulaba una frase: “hay que poner el cuerpo” Y se olvidaba que la cabeza también es parte del cuerpo. No es cualquier olvido.
En cuanto a la Ley, los esfuerzos del Derecho Cultural, de la Legislación Cultural en la Constitución Nacional, las Declaraciones y Recomendaciones Internacionales, el Derecho de autor, La Propiedad Intelectual, hacen recordar lo que Freud situaba acerca de la violencia contra el Derecho definido como unión de muchos según determinadas normas en los conflictos de intereses entre los hombres. ¿Qué ligazones de sentimiento podría ejercer efectos contrarios a la violencia contra el arte? Freud planteó ligazones por amor o por identificación. También dijo que no es posible separar amor de odio.
Kokoschka amó. Pintó casi 100 años. Murió en 1980. Cuando uno ve sus cuadros hechos desde terrazas después se entera: padeció años de vértigo a causa de las heridas de la guerra. Se había jurado que si la muerte no se lo llevaba, si no moría en la trinchera, donde decía que oteaba como una rata, miraría y pintaría el mundo siempre desde lo alto.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Las erinias de la que habla el inculto Santiago terminaron incorporàndose a la Ciudad. EL trabajo de Bonifatti sobre el body art y la perfomance trata de gritos desesperados de quienes ruegan que la Sociedad les compre un cuerpo que por otra parte ya han vendido.Sade y algunos de los citados por Bonifatti enseñaba a disponer del cuerpo del otro. Este " arte" usa el cuerpo como UNICO DISPOSITIVO posible y supone una polìtica porno.