martes, 9 de diciembre de 2008

Eunoe,el brillante paisaje de los sueños

LA VOZ DEL INTERIOR CULTURA Jueves 27 de febrero de 1992
LIBROS
EL brillante paisaje de los sueños
Por Silvio Mattoni

Eunoe, por Luis Thonis, Edic. Ultimo Reino, 1991, 119 páginas.

Recuerdo un sueño en el que encuentro libros, volúmenes fervientemente deseados que mezclan sus colores con una pincelada mucho más asombrosa y ajena por ser precisamente la mía; pudo ocurrir que haya descifrado allí rasgos olvidados, perfumes de obras que hubiera querido escribir, reminiscencias legibles. Pudo sucederme, como dice Benjamin, que “aún antes de asegurarme de cualquiera de ellos, me había despertado, sin haber vuelto a tocar, siquiera en sueños, los antiguos libros de la infancia”.
No es otro sabor el que me brindaron estos poemas de Luis Thonis que el de esa clase de frases soñadas, intensamente rítmicas, de una sintaxis cuya velocidad deja tras de sí una colina colmada de anacolutos y elipsis en hileras.
“Somos el fragmento de un vasto poema cíclico”. Cada poema fabrica la caja de resonancia de muchos otros, de un tiempo y de una historia que rasguñan el sonido de los versos desde Arquíloco a Hopkins, de Dante a Joyce, de Milton a Pasolini. Dentro de estos contornos habla una voz de una intimidad más nueva que la del “yo” moderno, más débil, ya sin otra conciencia que la de ser capaz de nombrar el hic et nunc con palabras viejas, con antiguas geografías del idioma, que han llegado a constituir maneras de la subjetividad.
Estallido de esporas
Los dichos de Benjamin sobre el Angelus Novus y las descripciones de los mundos según Giordano Bruno se mezclan en las citas múltiples de alguien que apura el veneno de su propia agonía; en Antioquía, un soldado se sacrifica para salvar a una prostituta, cuya mirada lo ha fascinado, de ser linchada por una horda protocristiana; Calibán, nuevo Mefisto, un tanto shakesperiano, dialoga con un enamorado para sellar extraños pactos a cambio de una esperanza de hablar con ella o de ella, que no tiene nombre; y el poeta dice: “Yo sé de una fábula de dioses y de hombres / donde hay un gavilán y un ruiseñor / es la celosa agonía de sus postreras voces / consignas que no logran decir nada / las muchas vidas que viviste / por la única que tenías que vivir / envuelto en una cresta / de una ola olivácea y lenta”.
Los poemas de Thonis, según vimos, son argumentales, apuntan a una situación narrativa, que no se desarrolla en una sola línea sino que se recorre como siguiendo un estallido de esporas, hacia todos sus posibles rincones y recovecos, todo lo que, estando ahí y siendo dicho en el poema, puede hacer infinitamente posible. Alguien dijo un día que la belleza era el arte de encontrar la posibilidad más perfecta y acabada entre todas; Thonis parece decir, más bien inmerso en la noche, que es mejor tomarse todas las posibilidades de un trago, aunque a veces resulte amargo, porque detrás de cada mínimo signo, de palabras vulgares o consagradas, pueriles o científicas, citas bíblicas o insultos, puede esconderse la inalcanzable amante de cualquier poema, su verdad y su belleza.
Es este vacío repentino de la muerte brotando en el lenguaje de siempre, e inmediatamente el nacimiento de estrellas, a partir de los esplendores pulverizados de su cadáver, que definen la distancia de la poesía. ¿Qué dice Thonis? “Triste Virgen: saludé la Melancolía / más profético esta vez que pensativo / plumas de rocío son la prueba / de un himno cristalino”.

No hay comentarios: