In Dublin’s fair city
Where the girls are so pretty
I First set my eyes on sweet Molly Malone
(canción tradicional irlandesa)
En su libro Beyond Culture, Lionel Trilling sostiene que William B. Yeats, Ezra Pound y James Joyce son los continuadores de una tradición que venera a la mujer. Su lejano antecedente despunta en las regiones de Provenza, en las instituciones del amor cortés cuyo código describió Baltazar Castiglione en El Cortesano.
Dante, podría decirse, no pasa del latín al italiano, en cierto modo lo inventa para “hacerse entender por su amada”; en su obra mayor, excede el código cortés en tanto Beatriz es una cifra, 9, y debe “morir” para que él se abra a otra visión; ella y su lengua son objeto de una misma pasión en la Comedia. Algo en esto tiene que ver la teología. En su inconcluso tratado Di Vulgari Eloquentia, Dante explicará por qué Adán fue quien habló primero en el Paraíso, en referencia al verbo. En los modernos no se tratará de cortejar a la mujer mediante alabanzas retóricas sino de atravesar un cuerpo en tanto lugar de generación, que para ellos ostenta en su misma materia un “imposible” que Mallarmé llamará definitivamente E “le mystere”, entre la música y las letras. Neoplatónicos, los poetas corteses colocaban a la mujer en el lugar de lo imposible, los códigos- desde la cortesía a la retórica- estipulaban las reglas donde el amor debía proferirse a media voz. Para los modernos, lo imposible se desplaza, se inscribe en el orden de la sexualidad misma, de ahí la continua deriva, los muchísimos discursos y las innumerables flexiones entre el cuerpo y el lenguaje. En las cartas a su mujer Nora Barnacle- corpus que se debe a su mejor biógrafo, Richard Ellmann-, fechadas en distintos tiempos- en su mayor parte de 1904 y 1909, las hay también del 11 y 20, en Dublín, Trieste, Londres, lugares de la errancia de Joyce, oímos entre idas y vueltas la voz de un escritor que no fue precisamente un “cortesano” (en la acepción moderna del término), una de esas excepciones que pasan una vez por siglo como un meteoro, dirigirse a la casi iletrada irlandesa de Galway que apenas si lo leyó literariamente. En todos los casos se trata de convocar, exhortar, suscitar algo en ese cuerpo que lo fascina desde su lejanía, escribirlas es un acto siempre recomenzado, el mismo Joyce lo explica en texto: “Hay algo obsceno y lascivo en el propio aspecto de las cartas. Su sonido es también como el propio acto: breve, brutal, irresistible y diabólico”. La analogía entre carta y acto sexual es en él un modo de rodear cierto imposible, y cada vez que cae en la tentación de suprimir toda distancia llega a la desesperación.
Al parecer todo gran escritor tiene sus cartas. Curiosamente- en Flaubert, León Bloy, en Kierkegaard y Kafka- siempre hallamos del otro lado el interlocutor más propicio a la obra que se está haciendo, como si éste fuera un lugar necesario para cada escritura. Esto no su-pone una sospecha pueril de narcisismo. Al contrario: significa que algo pasa entre unos y otros, que no hay fusión, sino interpelación. En Joyce no se trata de un diálogo intelectual, escribe para sobrellevar un fastidio que es el deseo de ella: “Estoy todo el día excitado. El amor es un maldito fastidio, especialmente cuando también está unido a la lujuria”. “Al igual que muchos otros genios, Blake no se sentía atraído por las mujeres cultas y refinadas”, escribe Joyce en su ensayo sobre Blake (1902) y parece hablar de sí mismo cuando dice que “en su ilimitado egoísmo, prefería que el alma de su amada fuera lenta y penosamente creada por él”. En las cartas, Nora ocupa un lugar de escucha: su palabra más insignificante tendrá una enorme importancia para él, como lo afirma en una carta sobre las mismas cartas.
Kierkegaard con Regina Olsen o Kafka con Milena tiene abismales diferencias con el autor del Ulises. Coherente con su concepción del estadio religioso como superior al ético- el del matrimonio-, Kierkegaard ha decidido permanecer célibe. En una carta “ordena” como un escenógrafo el casamiento de Regina con otro. Kafka en sus cartas teoriza precisamente su separación. Son, como dice en una, preparativos para una boda en el campo, siempre diferida. Uno de sus aforismos, reza: “La amo. Estoy siempre al acecho para no encontrarla”.
Joyce aparece simultáneamente como más romántico y más realista. Sus cartas son preparativos para una fuga de Irlanda. Nora acepta partir sin previo casamiento, tendrá su primer hijo con él sin que todavía se haya unido legalmente. Recién en 1931 se legaliza el matrimonio. Las cartas dicen algo de esto: Joyce quería preservar la primera imagen que tuvo de Nora a la que vuelve con insistencia. Verla lo hace hablar de su alma, que su espíritu era un “ópalo, lleno de matices y colores inciertos” y se da el lugar de una palabra de amante para con ella. No es aquí el registro civil sino el “cortés”- donde la dama es los pensamientos- lo que remite a Nora. No obstante las acuciantes necesidades económicas y la incertidumbre de una residencia, él vuelve a narrar la génesis de su historia de amor, cuenta que ha sido “tomado”, iniciado por ella, y esto no es extraño a las voces que se inflexionan, del suspiro a la demanda de algo, a los súbitos pasajes que pueden ir de la degradación del objeto hasta su exaltación más sublime. Joyce se retracta y recomienza: “¿Crees que estoy algo loco? ¿O acaso el amor es locura? ¡Un instante te veo como una virgen y al instante siguiente te veo desvergonzada, audaz, insolente, semidesnuda y obscena! ¿Qué piensas realmente de mí? ¿Estás disgustada conmigo?”
Pero, ¿qué es una carta? A diferencia de la literatura, cuyo criterio de publicidad la enrostra muchas veces al Señor Todo el Mundo que es, cierto, nadie y supone el encuentro con un lector singular- que para su obra, al decir de Joyce, debía esperar cuando menos cien años-, la carta es un género codificado que remite a formas juramentadas. Los filósofos del lenguaje hablarían de preformativo, donde promesa y cumplimiento hacen uno. Para el que escribe es el lugar de la impotencia o el poder omnímodo, porque quien la recibe puede dejarla caer. A través de las cartas Joyce hace sus votos a su amada, encuentra sus palabras para ella- también la mudez angustiante, diferente al silencio-, escribiendo la promesa como cumplimiento.
A Joyce no le gustaba mucho su Irlanda contemporánea. Se había quebrado el hilo de una tradición que fue de “santos y de sabios”, cuyo último representante era para él James Clarence Mangan- en 1902 le dedica una conferencia en el College de Dublín, publicada luego como ensayo-, el “poeta manqué de un país manqué”, en quien ahora “el nacionalismo histérico encuentra su última justificación”. En las cartas a Nora, Dublín aparece como la ciudad del “fracaso, del rencor y la desdicha”. Lo irlandés se convierte en sinónimo de traición: “Cuando era más joven tuve un amigo a quien me di por completo, en cierto sentido más de lo que me entrego a ti, y en otro sentido menos. Era irlandés, es decir, me traicionó”. También: “A mí me pare-ce que aquí pierdo todo el día entre la gente vulgar de Dublín, a la que odio y desprecio”. Detestará el nacionalismo trasnochado, y los motivos no serán políticos. Es sabido de su simpatía por la causa de Parnell en su juventud bajo la influencia paterna, mucho de eso se lee en la conferencia dada por él en Trieste, L’ Ombra di Parnell (1912), ahí, demuestra a las claras que los irlandeses se encargarán de hacer lo que no pudieron los ingleses: devorar a su líder. En sus escritos de la época de las cartas, también defiende las reivindicaciones de Irlanda respecto del imperialismo inglés, critica las posiciones adoptadas por la Iglesia, pero no deja de hacer referencia a la serie de reiteradas torpezas que constituyen, recurren en una historia que tendrá el lugar de una pesadilla en el Ulises. A propósito de su polémica con el renacimiento literario irlandés, Stanislaus Joyce- alude a él en una de las cartas como el “único hermano capaz de comprenderme”- recuerda en su libro My Brother’s Keeper- El Guardián de mi Hermano-informando de paso con su título que sólo es posible “hablar” de Joyce asumiendo el lugar de Caín: “La crónica atacaba el principal dogma a que estaba sujeta la poesía angloirlandesa, la creencia de que el patriotismo disimula todos los pecados literarios”. La crónica en cuestión-Un Poeta Irlandés, 1902- era una nota sobre la poesía de William Rooney, recientemente fallecido y principal colaborador del diario United Irishman. En ella está una de las frases que será clave en el Ulises y hará eco en la historia de la literatura. En ella leemos que Joyce no era alguien que se deleitase con ensombrecer a los demás; Rooney, escribe “hubiera podido escribir bien, si no hubiera padecido la enfermedad de esas grandes palabras que tan desgraciados nos hacen”, es su frase textual. El segundo miembro del argumento es el que se toma en cuenta y la cosa irá en crescendo, Joyce se ganará la hostilidad mediocre de otros contemporáneos. La diferencia estipulada por Yeats entre nacionalismo literario y poesía patriótica- como algo demagógico, extraliterario-, era demasiado débil como para ser entendida en ese contexto. Lo que rebelaba a Joyce contra esa “histeria nacionalista” no eran las justas reivindicaciones políticas, eran el determinismo y el fatalismo árido de una cultura que se había vuelto exánime tras la muerte de Mangan, lo molestaba que se colocara por las nubes lo mismo que debía ser sometido a crítica. Y en ese sentido era Joyce el que continuaba la tradición de los santos y los sabios de su isla. Joyce había sido coherente con su artículo universitario El Día del Populacho (1901) donde toma partido contra el giro populista del teatro irlandés. Su texto fue desautorizado y tuvo que editarlo como un folleto; ahí, comienza invocando a Giordano Bruno, con una frase que causa irritación: “Nadie, dijo el Nolano, puede amar la verdad o el bien si no aborrece a la multitud”. Las últimas líneas que desliza pueden leerse como un alegato estético que hablan de su ética de escritor: “Hasta que no se ha liberado de las rastreras influencias que lo rodeansórdido entusiasmo, astutas insinuaciones y halagador estímulo de la vanidad y las bajas ambiciones, ningún hombre es artista”. Los artículos anteriores- sobre Mangan, el teatro y poesía irlandesa- junto a su extenso poema El Santo Oficio pueden leerse, junto a las cartas a Nora, como una tentativa de separación con una cultura determinada: en este poema Joyce satiriza a todos los escritores de su país, incluso a Yeats, a quien admira, porque se apresura a “satisfacer las frivolidades de sus atolondradas damas”; afirma que ahí donde otros se han “encogido, arrastrado y orado”, él permanece sin amigos y solo, indiferente “como la raspa del arenque”.
Lo hace ahora invocando a Santo Tomás de Aquino en cuya escuela se ha templado su alma. Stanislaus contará muchas anécdotas de su hermano que le presentan como un ser quijotesco. Estamos en una época previa a la floración de los fascismos y si en todo lo anterior Joyce afirma la singularidad del artista; en otro poema satírico, Dooleysprudencia (1916), reivindica el común sentido del hombre común, indiferente a los delirios que se preparan; Mr. Dooley- acaso prefiguración de Bloom- es el hombre que “no saluda al Estado, ni sirve a Nabucodonosor ni al proletariado”. En cada una de estas tomas de posición- estéticas y éticas- subyace una política. En su Théorie des Exceptions, Philippe Sollers refuta la idea de que Joyce no tuviese preocupaciones políticas, que de un lado estuviese el arte y la política del otro. Escribe: “El rechazo de Joyce a abandonarse al menor enunciado muerto es justamente el acto político mismo”. En su conferencia “Irlanda, isla de Santos y de Sabios”- en Trieste, 1907-, ante caracterizaciones peyorativas de la prensa inglesa, afirma que “los irlandeses fuera de su país, se convierten muy a menu-do en hombres respetables”. En esta compleja relación con su patria, de una y otra manera, volverá siempre a la tierra del Shamrock (el trébol, símbolo nacional de Irlanda), su problema es con un estado de lengua y cultura, y no con el wine dark (vino oscuro) de los homéricos cielos de Mangan, con sus puertos, Galway, donde los pescadores se arrodillan mientras el dominico “sacude el hisopo sobre el mar”, con las calles de Dublín cuyo derrotero trazará hasta el menor detalle.
Las cartas aparecen como los preparativos de alguien que no será profeta en su tierra. No es casual que en una de las pocas grabaciones que se conservan de su voz, Joyce refiera a Moisés, se pregunte qué hubiese acontecido si éste no hubiera prestado oído a la palabra del éxodo. En una carta anticipa que un día será alguien importante en su país. Pero quiere apartarse de la asfixia y presión del contexto: “Me sentí orgulloso de pensar que mi hijo, mío y tuyo, este hermoso muchachito que tú me diste, Nora, será siempre un extranjero en Irlanda, un hombre que hablará otra lengua y estará educado en una tradición distinta”. A través de las lenguas y las cartas, Joyce va firmando su separación con Irlanda. Es sabido que también “declara la guerra al inglés” hasta volverlo irreconocible al gusto anglosajón y puritano, es decir, que lo suyo no irá a reducirse a un abstracto y vago internacionalismo. El folklore irlandés, sin raíces, y el argot, en otro humor, retornan en Finnegans Wake, monstruo verbal donde las lenguas se sueñan y analizan unas a otras, remitiendo a un padre muerto, tanto que el nombre irrumpe en sentido bíblico de travesía de fronteras, algo irreductible a cualquier tierra-madre (algunos hablarán de escritura matricida) En la página 447, leemos: “Burn only what’s Irish, accepting their coals”. Quema todo lo que es irlandés, aceptando sus carbones... Cosa quemante, los carbones están en el wake, el tema de la muerte-resurrección que opone al renacimiento (restaurador) irlandés, en un velorio que es el despertar de un ancestro, Finnegans, padre muerto por el cual la escritura elabora un duelo que hoy ninguna comunidad puede llevar a cabo, habida cuenta del cierre simbólico que imponen una sola lengua y un solo estado de cultura, naturalizados como lo propio. Entre esos carbones, Nora resplandece como la brasa ardiente que es su nombre. El lector puede comprobar en la carta que refiere a la mudez que surge entre ambos, que él ha extraviado el código- lo que queda de sus reglas “corteses”-, y esto ocurre cuando rodea su nombre, Nora, se le revela la imposibilidad de escribirlo de una vez y para siempre: “¿qué es lo que me lo impide, a no ser que ninguna palabra es lo bastante tierna para ser tu nombre?”. Por eso las cartas girando en torno de ese nombre, son pródigas en antífrasis y antítesis, donde Joyce expresa a veces lo contrario de lo que piensa o desea. En esta trama podría aseverarse, parafraseando las cartas de León Bloy: él es la inteligencia y ella el pudor. Sensible inteligencia donde lo erótico, entre la palabra y el acto, rompe en la frase el delgado hilo de veneración cortés en que se apoya: “Mi amor me permite rogar al espíritu de la belleza y ternura eternas reflejadas en tus ojos, o revolcarte en el suelo...” Los papeles de Nora están distribuidos en las mismas cartas, por ejemplo, el de iniciadora: “Cuando otros cuentan en mi presencia historias obscenas o lujuriosas sonrío apenas. A pesar de eso, parece que tú me conviertes en una bestia. Fuiste tu misma, tú, pícara muchacha desvergonzada, quien primero me enseñó el camino...” Una carta sucede a otra, reaparecen los celos- el recuerdo lacerante de haberla sorprendido besándose con otro-, los reproches, las correlativas retractaciones, las dudas sobre su paternidad- “¿Es Giorgio mi hijo?”-, junto a los problemas de subsistencia y residencia una derrota en una carrera de caballos. El fetichismo- incluso- que lo hace pedirle que ni las lavanderas vean su ropa interior- porque son cosas secretas, secretas, secretas- y confesiones de su autocastigo: “Olvídame a mí y mis palabras vacías. Regresa a tu propia vida y déjame ir solo a mi ruina. No es bueno para ti vivir con una bestia vil como yo, o permitir que mis manos toquen a tus niños”.
La sensibilidad y sensualidad católica de Joyce están en la brasa ardiente de estas cartas; él, que como bien se ha dicho, tenía a la teología como materia principal de sus pensamientos, al dirigirse a ella, piensa que todo puede ser dicho, incluso que no hay todo, ni el deseo ni el dolor se reprimen en tanto cosas despreciables como sucede en el puritanismo, encuentran un acento viril en este solista de las mil voces. De ahí la confesión humilde de su orgullo: “Te he dicho cosas que mi orgullo no me permitirá decir nunca más a ninguna mujer”. Pero ella no responde siempre, la imaginamos sonriendo, con esa sonrisa deseada (disiato riso) que Paolo quiere besar para descubrir que la sonrisa no es la boca sino más bien su mirada y que en el canto quinto del Paraíso es una estrella que cambia y sonríe: Beatriz. Por eso Joyce puede abandonarse, hablar como la criatura que sus libros no permiten imaginar: “¿Me quieres, verdad? Ahora debes tomarme en tu seno y protegerme, y quizás apiadarte de mis pecados y locuras y conducirme como un niño”.
Cuando Joyce le confiesa que ella estaba en sus primeros poemas ese nombre resuena en la vía láctea de un firmamento literario poblado de agujeros negros. Las cartas no son sino un eco más de una obra en proceso, en ellas se dirime la disyuntiva postulada por Yeats entre ser hombre y ser poeta. A un lado del espejo, común al hombre, a Joyce, a Fausto-”yo soy el espíritu que siempre niega”-, las simetrías tradicionales invitan a un silencio ya comentado, pero al otro lado, una voz de mujer, la del libro que está naciendo se fragmenta para enunciar: “yo soy la carne que dice sí”.
Es Molly Bloom o la cantidad hechizada- nombrada- la vita nuova de un goce nuevo. Las cartas tocan a término en 1920. Un año después aparecerá el Ulises que palpita como una inminente explosión en las cartas, y 1939 en Finnegans Wake, obra que su autor consideró más importante que la segunda guerra mundial.
Cartas
15 de junio de 1904 60 Shelbourne Road
Debo estar ciego. Durante largo rato estuve mirando una cabeza de cabello castaño rojizo y después decidí que no era la suya. Volví a casa muy abatido. Me gustaría concertar una cita, pero quizás no sea conveniente para usted. Espero que sea tan amable de fijarla usted misma, si es que no me ha olvidado. James A. Joyce Pequeña Nora iracunda, (no) puedo encontrarte esta noche, pues tengo que ir a Sandymount donde cierto italiano desea verme. Espérame en la esquina de Merrion Square mañana a las ocho y media. Adiós, querida cabecita castaña. J.A.J. 60 Shelbourne Rd., Dublín Mi querida Lindos Zapatitos Marrones, olvidé que mañana (miércoles) no puedo verte, pero sí el jueves a la misma hora. Espero que pongas mi carta en la cama debidamente. Tu guante a mi lado toda la noche está sin abotonar; por otra parte, se comporta muy decentemente como Nora. Por favor, quítate ese corsé, pues no me gusta abrazar un buzón. ¿Oyes ahora? (Ella se echa a reír) Mi corazón, como dices, sí, de acuerdo. Un beso de veinticinco minutos en tu cuello.
Querida Nora, perdóname por el papel. Dado que intercambio no es robo, acepta, por favor, ésta. ¿Nos veremos mañana por la tarde a las ocho y media? Espero que mi carta duerma bien toda la noche. El guante se comporta mejor todavía.
AUJEY 60 Shelbourne Road, Dublín Mi iracunda Nora, te dije que te escribiría. Ahora me escribes y me preguntas qué demonios me pasaba la otra noche. Estoy seguro de que algo anduvo mal. Me mirabas como si estuvieras triste por algo que no había ocurrido, y que habría podido gustarte mucho. Desde entonces he tratado de consolarme, pero no lo consigo. ¿Dónde estarás el sábado, el domingo, el lunes por la noche, para que no pueda verte? Ahora, querida, adiós. Beso el milagroso hoyuelo de tu cuello. Tu Hermano Cristiano en la lujuria. La próxima vez, cuando vengas, deja tu enojo en casa... y también el corsé. J.A.J.
Mi querida Nora, anoche, mientras paseaba, me encontré suspirando y recordé una vieja canción escrita hace trescientos años por el rey inglés Enrique VIII, un rey lujurioso y brutal. La canción es tan dulce y fresca y parece haber salido de un corazón tan inocente y apenado que te la envío y espero que te guste. Es extraño cómo los ángeles inspiran espíritu de belleza en tales lodazales. Las palabras expresan muy delicada y musicalmente la vaga y fatigada soledad que siento. Es una canción escrita para laúd. JIM
Canción (para música) Ah, the sighs that come from my heart They grieve me passing sore! Sith I must from my love depart Farewell, my joy, for evermore. I was wont her to behold And clasp in armes twain. And now with sighes manifold Farewell my joy welcome pain! Ah methinks could I yet (As would to God I might!) There would no joy compare with it Unto my heart to make it light. Henry VIII* *(¡Oh, los suspiros que salen de mi corazón me apenan con su dolor! Pues debo abandonar a mi amor Adiós para siempre, mi alegría. Solía contemplarla Y en mis brazos tenerla Y ahora me lleno de suspiros ¡Adiós mi alegría y bienvenido el dolor! Oh, me parece que si aún pudiera (Dios podría, si quisiera) Comparado con ello no habría alegría Que iluminara mi corazón. Enrique VIII) Matasellos del 2 de agosto de 1904 (Tarjeta Postal) [Dublín] Down by, the sally gardens my love and I did meet She paced the sally gardens with little snow-white feet; She bade me take love easy as the leaves grow on the tree But I, being young and foolish, with her would not agree. In a field by the river my love and I did stand And on my leaning shoulder she laid her snow-white hand. She bade me take love easy as the grass grows on the weirs, But I was young and foolish and now am full of tears W.B. Yeats* *(Abajo, en los alegres jardines nos encontramos mi amor y yo Ellarecorría los alegres jardines con sus puros piececitosMe ofreció tomar el amor fácilmente como las hojas crecen en el árbol.Pero yo, joven y alocado, no estaba de acuerdo con ella. En un campo junto al río permanecimos mi amor y yoY en mi hombro acogedor apoyó su mano pura.Me ofreció tomar el amor fácilmente como la hierba crece en las vere-das.Pero yo era joven y alocado y ahora estoy lleno de lágrimas. W.B. Yeats)
Querida Nora, ¿estarás “libre” esta noche a las ocho y media? Espero que así sea, porque he tenido tantas preocupaciones que necesito olvidarlo todo en tus brazos. Así que ven si puedes. En virtud de los apostólicos poderes investidos en mí por su Santidad el Papa Pío Décimo, por la presente te doy permiso para venir sin faldas para recibir la Bendición Papal que estaré encantado de proporcionarte. Tuyo en el Judío Agonizante. VINCENZO VANNUTELLI (Diácono Cardenal) [Dublín] Mi querida Nora, te mando un boceto mío (“Stephen Dedalus”) que puede interesarte. Creo que en todo el día no hubo en mi cabeza más que un pensamiento. J.A.J.
Mi querida Nora. Acaba de sonar la una. Llegué a las once y media. Desde entonces estoy sentado como un tonto en un sillón. No puedo hacer nada. No oigo otra cosa que tu voz. Estoy como un tonto oyéndote decirme “Querido”. Hoy ofendí a dos personas al abandonarlas descaradamente. Deseaba oír tu voz, no la suya. Cuando estoy contigo me despojo de mi naturaleza desconfiada y despectiva. Ahora desearía sentir tu cabeza en mi hombro. Creo que me voy a ir a la cama. He estado media hora escribiendo esto. ¿Me escribirás algo tú? Espero que lo hagas. ¿Cómo firmaré? No firmaré nada en absoluto, pues no sé cómo hacerlo.
Querida Nora, espero que aceptes esto. Mr. Cosgrave se encontrará contigo mañana (sábado) por la tarde, a las siete y media. Probable-mente no oirás nada maravilloso sobre mí, pues estará nervioso. Espero que esta semana no acabe contigo. ¡Cuánto tiempo desde la última vez que te vi! J.A.J.
Querida Nora, acabo de terminar mi almuerzo; no tenía apetito. Cuando estaba por la mitad me di cuenta de que estaba comiendo con los dedos. Me sentí mal como la otra noche. Estoy muy angustiado. Perdona esta pluma horrible y este papel tan feo. Anoche debo haberte apenado por lo que dije, pero seguramente será bueno que conozcas cómo pienso sobre gran parte de las cosas. Mi razón rechaza la totalidad del actual orden social, así como el cristia-nismo-hogar, las virtudes reconocidas, clases en la vida y doctrinas religiosas. ¿Cómo podría atraerme la idea del hogar? Mi hogar fue simplemente uno de clase media arruinado por los hábitos derrochadores que he heredado. A mi madre la mataron lentamente, pienso, los malos tratos que le daba mi padre, los años de sufrimiento y la cínica franqueza de mi proceder. Cuando miré su cara, en el ataúd, una cara gris y consumida por el cáncer, comprendí que estaba viendo la cara de una víctima, y maldije el sistema que la había hecho su víctima. En la familia éramos diecisiete. Mis hermanos y hermanas no son nada para mí. Sólo un hermano es capaz de comprenderme. Hace seis años dejé, con un odio ferviente, la Iglesia Católica. Me fue imposible permanecer en ella contrariando los impulsos de mi naturaleza. Cuando era estudiante hice contra ella una guerra secreta y decliné aceptar las posiciones que se me ofrecían. Al hacerlo me convertí en un mendigo, pero conservé mi orgullo. Ahora mantengo a través de una guerra abierta lo que escribo, digo y hago. No puedo ingresar en el orden social si no es como vagabundo. Empecé a estudiar medicina tres veces, una vez leyes, una vez música. Hace una semana me estaba preparando para salir como actor ambulante. No pude poner mucho ánimo en el plan, porque tú tironeabas en sentido contrario. Las dificultades actuales de mi vida son increíbles, pero las desprecio. Anoche, cuando te fuiste, deambulé hacia Grafton St., donde permanecí fumando largo tiempo apoyado en un farol. La calle estaba llena de una animación en la que vertí un torrente de mi juventud. Mientras permanecía allí recordé unas frases que escribí hace algunos años cuando vivía en París, las frases son, “Pasan de a dos y de a tres entre la animación del bulevar, paseando como gente desocupada en un lugar iluminado para ellas. Están en la pastelería charlando, comiendo dulces o sentadas silenciosamente en una mesa de una terraza; o descendiendo de carruajes con un revuelo de vestidos, suave como la voz del adúltero. Pasan con una brisa de perfumes. Bajo los perfumes sus cuerpos tienen un cálido olor húmedo”. Mientras me estaba repitiendo esto me di cuenta de que la vida aún me esperaba, si es que decidía entrar en ella. Quizás. no podría embriagarme como lo había hecho alguna vez, pero aún estaba allí y, ahora que soy más juicioso y me controlo más, era inofensiva. No haría preguntas, no esperaría nada de mí, excepto unos momentos de mi vida, dejando libre el resto y me prometería el placer a cambio. Pensé en todo esto y lo rechacé sin remordimiento. Era inútil para mí; no podría darme lo que yo esperaba. Creo que has malinterpretado algunos pasajes de una carta que te escribí, y he observado cierta reserva en tu actitud, como si el recuerdo de aquella noche te turbara. Sin embargo, yo lo considero como una especie de sacramento, y su recuerdo me llena de una asombrosa alegría. Quizás no comprendas enseguida por qué motivo te respeto tanto por ello, pues no conoces aún mucho sobre mi manera de pensar. Pero al mismo tiempo fue un sacramento que me dejó un gusto final de pena y abatimiento, pena porque vi en ti una extraordinaria y melancólica ternura que había tomado este sacramento como un compromiso; y abatimiento porque comprendí que, a tus ojos, yo era inferior a una convención de nuestra sociedad actual.
Anoche te hablé sarcásticamente, pero hablaba del mundo, no de ti. Soy enemigo de la bajeza y esclavitud de la gente, no de ti. ¿No puedes advertir la sencillez que hay detrás de todos mis disfraces? Todos llevamos una máscara. Cierta gente que sabe que estamos muy unidos suele increparme. Los escucho con calma, desdeñando responderles, pero su última palabra agobia mi corazón como a un pájaro la tormenta. No es agradable para mí tener que ir ahora a la cama recordando la última mirada de tus ojos, una mirada de cansada indiferencia, y la tortura de tu voz la otra noche. Creo que ningún ser humano ha estado nunca tan cerca de mi alma como tú lo estás, y, sin embargo, aún puedes interpretar mis palabras con lastimosa descortesía (“Sé de lo que está hablando ahora”, dices) Cuando era más joven tuve un amigo a quien me di por completo, en cierto sentido más de lo que me entrego a ti, y en otro sentido menos. Era irlandés, es decir, me traicionó. No he dicho ni una palabra de lo que quería decir, pero escribir con esta maldita pluma es un trabajo duro. No sé qué pensarás de esta carta. Por favor, escríbeme Nora querida, ¿lo harás?, te respeto mucho, créeme, pero quiero algo más que tus caricias. Me has dejado de nuevo con una duda angustiosa. J.A.J. 7 S. Peter’s Terrace, Cabra, Dublín
Mi amor, esta mañana estoy de tan buen humor que insisto en escribirte lo mismo, te guste o no. No tengo nada nuevo que contarte excepto que anoche le hablé a mi hermana de ti. Fue muy divertido. Dentro de media hora voy a ver a Palmieri, que quiere verme para que estudie música, y pasaré frente a tu ventana. Me gustaría que estuvieras allí. También me gustaría si estás allí poder verte. Probablemente no. ¡Qué mañana tan hermosa! Me alegra decir que esa calavera no me molestó anoche. ¡Cuánto odio a Dios y a la muerte! ¡Cuánto amo a Nora! Con lo piadosa que eres, seguro que te impresionaran estas palabras. Esta mañana me levanté temprano para terminar un relato que estaba escribiendo. Cuando había escrito una página decidí, en cambio, escribirte a ti. Además, pensé que no te gusta el lunes y que una carta mía te animaría el espíritu. Cuando soy feliz tengo un loco deseo de contárselo a todas las personas que encuentro, pero lo sería muchísimo más si me dieras uno de esos sonoros besos que te gusta darme. Me recuerdan el canto de los canarios. Espero que esta mañana no tengas ese horrible dolor. Ve a ver al viejo Sigerson para que te recete algo. Lamentarías oír que mi tía abuela se está muriendo de estupidez. Recuerda que en estos momentos tengo trece cartas tuyas. Asegúrate de dar ese peto de dragón a Miss Murphy, y creo que también podrías regalarle un uniforme completo de dragón. ¿Por qué llevas estas malditas cosas? ¿Has visto alguna vez a los hombres que van en los coches de Guinnes, con enormes abrigos con frisos? ¿Intentas parecerte a uno de ellos? Eres tan obstinada que es inútil que te hable. Debo contarte de mi sobrino Stannie. Está sentado semivestido en la mesa, leyendo un libro y diciéndose a sí mismo en voz baja, “Maldito tipo”, el autor del libro, “En nombre del diablo, quién dijo que este libro era bueno”, “¡El loco estúpido de pelo rizado!”, “Creo que los ingleses son la raza más estúpida de esta tierra de Dios”, “Maldito inglés”, etc., etc. Adieu, mi querida Nora ingenua, sensible, de voz profunda, soñolienta, impaciente. Cien mil besos JIM The Tower, Sandycove
Querida, querida Nora mía, supongo que desde anoche habrás estado intranquila. No te hablaré de mí, pues me siento como si hubiera actuado muy cruelmente. En cierto sentido no tengo ningún derecho a esperar que me mires como algo más que el resto de los hombres; de hecho no tengo absolutamente ningún derecho a ello teniendo en cuenta mi vida. Pero, a pesar de todo, creí haberlo esperarlo, aunque sólo fuera porque yo nunca miré a otra como te miro a ti. También hay en mí algo un poco diabólico que hace que me divierta desarticulando las ideas que la gente tiene de mí, y demostrándoles que, en realidad, soy egoísta, orgulloso, astuto e indiferente. Lamento que mi intento de anoche, de actuar según lo que creía correcto, te haya entristecido tanto, pero no veo cómo podría haberlo hecho de otro modo. Te escribí una larga carta explicándote, del mejor modo posible, cómo me sentí esa noche, y me pareció que despreciabas lo que te decía y me tratabas como si fuera simplemente un compañero accidental en celo. Quizás te quejarás de la brutalidad de mis palabras, pero créeme, tratarme de esta manera, por lo que respecta a mi actitud hacia ti, es deshonrarme. ¡Por Dios, eres una mujer y puedes comprender lo que digo! Sé que te has portado de la manera más noble y generosa conmigo, pero piénsalo y contesta mi franqueza con la misma franqueza. Sobre todo no vayas a darle demasiadas vueltas, pues podrías enfermarte y tu salud es delicada. Quizás incluso puedas enviarme esta noche cuatro líneas para decirme si me perdonas por todo el dolor que te he causado. JIM The Tower, Sandycove
Querida Nora, es una mañana tan espantosa que creo que esta noche no podremos reunirnos. Aquí está lloviendo a cántaros y el mar se precipita contra las rocas. Me gustaría sentarme junto al fuego, pero tengo que ir pronto a la ciudad para ver a Mr. Cosgrave. Es posible que por la tarde haga buen tiempo y, si es así, te esperaré, pero no vengas a menos que mejore. Espero que te sientas cada día mejor. ¿Has encontrado aquel lugar en el mapa? Si no nos vemos esta noche, mañana a las ocho. JIM 103 North Strand Road, Fairview
Queridísima Nora, escribir cartas se está convirtiendo en algo imposible entre nosotros. ¡No sabes cómo detesto estas frías palabras escritas! Creí que no me importaría no verte hoy, pero resulta que las horas se hacen demasiado largas. Es como si ahora mi cerebro estuviera vacío. Mientras te esperaba anoche, estaba aún más inquieto. Me parecía que estaba librando por ti una batalla contra todas las fuerzas religiosas y sociales de Irlanda, y que no podía confiar en nada sino en mí mismo. Aquí no hay ninguna vida, naturalidad ni honestidad. La gente vive junta en las mismas casas durante toda su vida y al final están tan distanciadas como siempre. ¿Estás segura de no estar equivocada respecto a mí? Recuerda que contestaré honrada y fielmente cualquier pregunta que me hagas. Pero si no tienes nada que preguntarme, también te comprenderé. Me llena de orgullo y alegría el hecho de que puedas elegir permanecer a mi lado de este modo en esta arriesgada vida. Espero que no rompas hoy con todo tu pasado. Quizás puedas percibir la lentitud de la próxima mañana escribiéndome una carta. Hace sólo una semana, dijiste, desde que tuvimos nuestra famosa charla sobre las cartas, ¿y acaso no nos hemos acercado tanto el uno al otro debido a estas cosas? Querida Nora, permíteme decirte cuánto deseo que tú compartas toda dicha que yo pueda tener y que estés segura de mi gran respeto por tu amor, que deseo merecer y corresponder. JIM [Dublín]
Queridísima Nora, tanto ha sido el placer de anoche que hoy me persigue la inquietud. Desearía oírtelo decir cien veces. ¿Cómo puedes pensar que no aprecio nada? Quizás sea debido a mi buen amor. La vida me ha hecho reservado en lo que digo, pero no debes desanimarte. Anoche soñé contigo. Y este es el motivo de que escriba esta carta. Deseo simplemente estar contigo. Espero ver a mi hermano aproximadamente dentro de una hora para decírselo. En este momento he recibido una carta que esperaba, pero no sabré definitivamente nada hasta dentro de unos días. Esta noche a las ocho y media. JIM 103 North Strand Road. Fairview
Carissima, sólo después de haberte dejado percibí el malestar que te había producido mi pregunta “¿es rica tu familia?”. Sin embargo, lo que pretendía era saber si conmigo estarías privada de las comodidades a las que te hubieras acostumbrado en tu casa. Después de pensar un buen rato, encontré la solución a tu otra pregunta, la de que estabas indecisa entre vivir en el colegio o fuera de él. Anoche dormí muy, muy mal, me desperté cuatro veces. Me preguntas que por qué no te quiero, pero debes saber con certeza que te tengo mucho cariño, y si desear poseer totalmente a una persona, admirarla y honrarla profundamente e intentar asegurar su felicidad, en algún sentido es “amor”, entonces mi afecto quizás sea una suerte de amor. Tu alma me parece la más hermosa y sencilla del mundo, y debe ser porque tengo conciencia de esto cuando te miro, que mi amor o afecto por ti pierde gran parte de su violencia.
Traté decirte que si tu familia te hace la más mínima insinuación, debes dejar el Hotel de una vez y enviarme un telegrama (a esta dirección) para decirme dónde puedo verte. Naturalmente tu familia no puede impedir que te vayas si lo deseas, pero te puede hacer desagradables las cosas. Hoy tengo que ver a mi padre, y probablemente permaneceré en su casa hasta que abandone Irlanda, por lo tanto, si escribes, hazlo allí. La dirección es 7 S. Peter’s Terrace, Cabra, Dublín. Adiós entonces, querida Nora, hasta mañana por la tarde. JIM 7 S. Peter’s Terrace, Cabra, Dublín Queridísima Nora, no puedo ocultarte lo desolado que me siento desde anoche. Con mi manera usual de ver las cosas pensaba que me había resfriado, pero estoy seguro de que es algo más que una enfermedad física. ¡Qué necesarias son las pequeñas palabras entre nosotros! Parece como si ya nos conociéramos, a pesar de que no nos decimos nada durante horas. A veces me pregunto si te das cuenta realmente de lo que tienes que hacer. Cuando estoy contigo pienso tan poco en mí mismo que a menudo dudo si te das cuenta. Tu simple recuerdo me embarga con una especie de pálido sueño. Parece que últimamente me ha abandonado la energía que se necesita para conversar, y a menudo me encuentro deslizándome hacia el silencio. En cierta forma me apena que no nos hablemos más el uno al otro, y, sin embargo, también sé lo vano que es para mí poner reparos tanto a ti como a mí mismo, pues sé que cuando nos encontremos de nuevo nuestros labios permanecerán mudos. Como ves, empiezo a ser indiscreto en estas cartas. Y sin embargo, ¿por qué debo avergonzarme de las palabras? ¿por qué no debo llamarte tal como en mi corazón continuamente te llamo? ¿qué es lo que me lo impide, a no ser que ninguna palabra es lo bastante tierna como para ser tu nombre? Si tienes tiempo, escríbeme. JIM 29 de septiembre de 1904 Fiesta de San Miguel 7 S. Peter’s Terrace, Cabra, Dublín
Queridísima Nora, ya escribí a la gente de Londres para comunicarles que tú aceptabas el ofrecimiento. No me gusta la idea de Londres y estoy seguro de que a ti tampoco te gustará, pero por otra parte está camino de París y es quizás mejor que Ámsterdam. Además tengo algunos asuntos en Londres que pueden resolverse mejor en persona. Igualmente siento mucho que tengamos que empezar en Londres. Quizás pueda ir directamente a París. Espero que sea así. Más tarde estuve hablando con Mr. Cosgrave, descubrí que lo he agraviado involuntariamente. Parece haber creído lo que te dijo. Por consiguiente no le comuniqué tu consejo acerca de cómo lleva la cabeza. Mr. Cosgrave es lo que se llama un hombre “muy formal”, y siempre ve las cosas desde el punto de vista más sensible. A veces nuestra aventura me parece casi divertida. Me divierte pensar en el efecto que las noticias causarán en mi círculo. Sin embargo, cuando estemos instalados sin peligro en el barrio latino podrán hablar cuanto quieran. No me gusta la idea de pasar el día sin verte, la última noche apenas cuenta. Espero que seas más feliz ahora que realmente el barco toca su sirena para nosotros. Me pediste que te escribiera una carta, pero en realidad odio escribir, es una manera poco satisfactoria de transmitir las cosas. Al mismo tiempo recuerda que espero que me escribas si puedes. Ahora, mientras leo esta carta, descubro que no he dicho nada. Sin embargo puedo enviarla, desde el momento en que tal vez mitigue el aburrimiento de tu tarde. El sol aquí brilla helado a través de los árboles del jardín. En la capilla, el cura acaba de tocar el Ángelus. Mi hermano me está sonriendo desde el otro lado de la mesa. Ahora, si puedes, haz tu misma mi retrato. Adieu donc, querida. JIM Caffé Miramar, Pola, Austria
Querida Nora, por el amor de Dios, que nada impida que esta noche seamos felices. Por favor, dime si hay algo que está mal, ya estoy empezando a temblar y si no me miras pronto como antes, tendré que caminar arriba y abajo del café. Esta noche no puede molestarme nada de lo que hagas. Nada podrá hacerme sentir desgraciado. Cuando vayamos a casa te besaré cien veces. ¿Te ha molestado este compañero o te molesté yo mismo? JIM Matasellos del 29 de julio de 1909 Tarjeta Postal 44 Fontenoy Street, Dublín Anoche llegamos aquí sin novedad. Lo primero que vi en el muelle de Kingstown fue la ancha espalda de Gogarty, pero lo eludí. Todos están encantados con Georgie, especialmente Poppie. Escribe a una de las muchachas dándole las instrucciones sobre él. Con mi amor para Lucía. JIM 44 Fontenoy Street, Dublín Nora, ni yo ni Giorgio vamos a ir a Galway. Voy a renunciar a los asuntos por los que vine y que esperaba que pudieran mejorar mi posición. He sido sincero en lo que te he dicho de mí. Tú no lo has sido conmigo. Cuando solía encontrarte en la esquina de Merrion Square y pa-sear contigo y sentir tu mano tocarme en la oscuridad y oír tu voz (¡Oh, Nora! Nunca oiré otra vez esa música, pues nunca volveré a confiar), cuando te encontraba noche por medio tenías una cita frente al Museo con un amigo mío, ibas con él por las mismas calles, siguiendo el canal, pasada la “casa de las escaleras”, a lo largo de la orilla del Dodder. Te quedabas con él: él te rodeaba con su brazo y tú inclinabas tu cara y le besabas. ¿Qué otra cosa hacían juntos? iY a la noche siguiente me encontrabas! Lo he oído de sus labios hace sólo una hora. Mis ojos estaban llenos de lágrimas, lágrimas de tristeza y mortificación. Mi corazón, lleno de amargura y desesperación. Sólo veo tu rostro al inclinarse para encontrarse con el otro. Oh, Nora, compadécete por lo que ahora estoy sufriendo. Lloraré días enteros. Se ha roto mi fe en el rostro que ama-ba! Oh, Nora, Nora, apiádate de mi pobre desdichado amor. No puedo llamarte con ningún nombre querido pues anoche supe que el único ser en quien creía no me era fiel. ¿Se ha acabado todo entre nosotros, Nora? Nora, escríbeme, en consideración a mi amor muerto. Los recuerdos me atormentan. Escríbeme, Nora, te amaba: y tú has roto mi fe en ti.Oh, Nora, soy desdichado: Lloro por mi desgraciado amor. Escríbeme, Nora. JIM 40 44 Fontenoy Street Son las seis y media de la mañana y hace frío mientras escribo. Apenas he dormido en toda la noche. ¿Es Giorgio hijo mío? La primera noche que dormí contigo en Zurich fue el 11 de octubre y él nació el 27 de julio. Esto hace nueve meses y diecisiete días. Recuerdo que aquella noche hubo muy poca sangre... ¿Te habías acostado con alguien antes de hacerlo conmigo? Me habías contado que un cierto Hallohan (un buen católico, claro, cumpliendo siempre sus deberes de Semana Santa) quería tenerte, cuando estabas en el hotel, usando lo que llaman un “condón”. ¿Llegó a hacerlo? ¿O le permitiste sólo que te acariciara y te tocara con sus manos? Dime. Cuando estabas con el otro (un “amigo” mío) en aquel prado cerca del Dodder (las noches en que yo no estaba allí), ¿estabas tendida cuando lo besabas? ¿Le pusiste tu mano como hiciste conmigo en la oscuridad y le dijiste como a mí, “qué es esto, cariño”? Un día caminé arriba y abajo por las calles de Dublín sin oír otra cosa que estas palabras, repitiéndolas una y otra vez y permaneciendo quieto para escuchar mejor la voz de mi amor. ¿Qué pasará ahora con mi amor? ¿Cómo voy a ahuyentar el rostro que aparecerá ahora entre nuestros labios? ¡Noche por medio en las mismas calles! He sido un loco. Siempre creí que sólo te dabas a mí, y estabas dividiendo tu cuerpo entre el mío y el de otro. Aquí en Dublín circula el rumor de que yo he recogido las sobras de otro. Quizás se ríen cuando me ven pasar con mi hijo por las calles. ¡Oh, Nora! ¡Nora! ¡Nora! Ahora estoy hablando a la muchacha que amé, que tenía el pelo castaño rojizo, y que se acercó tranquilamente a mí, me tomó entre sus manos y me hizo un hombre. Marcharé a Trieste tan pronto como Stannie me mande el dinero, y luego veremos qué es lo mejor que podemos hacer. Oh, Nora, ¿hay alguna esperanza para mi felicidad? ¿Quedará mi vida destrozada? Aquí dicen que me estoy consumiendo. Si pudiera olvidar mis libros y mis hijos, olvidar que la muchacha que amé me era infiel, y recordarla sólo como la vi con los ojos de mi amor juvenil, me iría contento de la vida. ¡Qué viejo y miserable soy! JIM 44 Fontenoy Street, Dublín. Querida mía, estoy terriblemente preocupado por lo que has escrito. ¿Estás enferma? Conversé con Byrne, un amigo mío, sobre este asunto y se ha puesto de tu lado espléndidamente. Dice que todo es una “condenada mentira”. ¡Qué tipo tan despreciable soy! Pero después de esto seré digno de tu amor, querida. Hoy te mandé tres paquetes grandes de cacao. Dime si te llegan bien. Mi hermana Poppie parte mañana. Hoy he firmado un contrato para la publicación de Dubliners. Dale mis disculpas a Stannie por no escribirle. Mi dulce y noble Nora, te ruego que me perdones por mi indigno comportamiento, pero ellos me enloquecieron. Venceremos su cobarde conjura, amor mío. Perdóname, cariño, ¿lo harás? Querida, dime sólo una palabra, sólo una, para desmentir todo y la alegría me transportará. ¿Estás bien, cariño? ¿No estarás molesta? No leas más esas horribles cartas que te escribí. Entonces la rabia me puso fuera de mí. Debo ir a la Administración General de Correos para mandarte esta carta, pues el correo de aquí ya salió: es más de la una de la madrugada. ¡Buenas noches, “preciosa mía”! Creo que ningún hombre puede ser nunca digno del amor de una mujer. Perdóname, querida. Te quiero, y por eso enloquecí sólo de pen-sar en ti y en este pobre desgraciado innoble. Querida Nora, te pido humildemente perdón. Tómame de nuevo en tus brazos. Hazme digno de ti. Buenas noches, “querida mía”, “amor mío”. Toda una vida se abre ahora para nosotros. Esto ha sido una amarga experiencia, y nuestro amor será ahora más dulce. Ofréceme tus labios, amor mío. “My kiss will give peace now And quiet to your heart Sleep on in peace now O you unquiet heart” JIM* *(Mi beso dará ahora paz y tranquilidad a tu corazón Duerme en paz ahora Oh tú, corazón inquieto.) 44 Fontenoy Street, Dublín Querida Nora, creo que estás enamorada de mí, ¿no es así? Imaginarte leyendo mis poesías me encanta (pues te tomó cinco años aprenderlas) Cuando las escribí era un muchacho extraño y solitario, que paseaba solo de noche y pensaba que algún día me amaría una muchacha. Pero nunca pude hablar a las muchachas que solía encontrar en las casas. Enseguida me irritaban sus falsos modales. Entonces llegaste tú. En algún sentido tú eras la muchacha en quien había soñado y para quien había escrito las poesías que ahora encuentras tan encantadoras. Ella era quizás (tal como la veía en mi imaginación una muchacha modelada por la cultura de generaciones anteriores, de una curiosa y grave belleza) la mujer para quien escribí poemas como “Gentle lady” o “Thou leanest to the shell of night”. Pero luego descubrí que la belleza de tu alma eclipsaba la de mis poesías. Había en ti algo superior a todo lo que había expresado en ellas. Y por esta razón el libro de poesías es para ti. Contiene el deseo de mi juventud, y tú fuiste querida, la satisfacción de este deseo. ¿He sido cruel contigo? Al menos de una crueldad no soy culpable. No he apagado el cálido e impulsivo amor vivificante de tu rica naturaleza. Querida, observa ahora las profundidades de tu propio corazón y dime que viviendo a mi lado no lo has visto envejecer ni endurecerse. No, tú eres capaz ahora de un sentimiento más delicado y profundo que antes. Pequeña Nora mía, dime que mi compañía fue buena para ti y yo te contaré libremente todo lo que la tuya ha significado para mí. ¿Conoces la perla y el ópalo? Cuando tú llegaste por primera vez en aquellas dulces tardes de verano, mi alma era bella, pero con la pálida belleza desapasionada de la perla. Tu amor me ha traspasado y ahora siente que mi espíritu es algo así como un ópalo, lleno de matices y colores sutiles y extraños, de cálida luz y ágiles sombras; de música interrumpida. Querida Nora, estoy muy preocupado acerca de cómo voy a reunir el dinero para Eva y para mí y también para ir a Galway a ver a tus padres. Hoy escribí a tu madre, pero realmente no deseo ir. Me hablarán de ti y de esas cosas que ignoro. Me asusta incluso que me muestren una fotografía tuya de pequeña, pues pensaré, “Entonces no la conocía, y tampoco ella a mí. Cuando por la mañana iba tranquilamente a misa a veces miraba largo rato a algún muchacho que pasaba por la calle. A otros, no a mí”. Cariño, quiero pedirte que tengas paciencia conmigo. Tengo absurdos celos del pasado. Sé feliz hasta que regrese. Nora ingenua. Dile a Stannie que man-de dinero con rapidez, para que podamos vernos pronto. ¿Recuerdas el día en que te pregunté: indiferente, “¿Dónde puedo encontrarte esta tarde?”, y tu me dijiste sin pensarlo, “¿Dónde puedes encontrarme, dices? Supongo que me encontrarás en la cama”. ¡Magari! ¡Magari! JIM 44 Fontenoy Street, Dublín
Amor mío, ¡no puedes sospechar el hastío que siento en Dublín! Es la ciudad del fracaso, del rencor y la desdicha. Anhelo marcharme de aquí. Pienso constantemente en ti. Por la noche, al acostarme, es una verdadera tortura. No voy a escribirte en esta hoja lo que llena mi pensamiento, la locura del deseo. Te veo en un centenar de posturas, grotesca, vergonzosa, virginal, lánguida. Querida, cuando nos reunamos, entrégate a mí con plenitud. Todo esto es sagrado, oculto para los demás, debes darte a mí libremente. Deseo ser el dueño de tu cuerpo y de tu espíritu. Hay una carta que no me atrevo a ser el primero en escribir y sin embargo espero que algún día tú lo hagas. Una carta sólo para mis ojos. Quizás tú la escribas y así se mitigue la angustia de mi espera. ¿Qué puede pasar ahora entre nosotros? Hemos sufrido y hemos sido puestos a prueba. Se ha desvanecido todo velo de vergüenza o desconfianza entre nosotros. ¿Acaso veremos cada uno en los ojos del otro las horas y horas de felicidad que nos esperan? Nora, adorna tu cuerpo para mí. Cuando nos encontremos debes estar hermosa y feliz, enamorada y provocativa; llena de recuerdos, llena de deseo, ¿Recuerdas los tres adjetivos que utilicé en “Los muertos” al hablar de tu cuerpo? Eran estos: “musical, extraño y perfumado”. Todavía laten celos en mi corazón. Tu amor por mí debe ser intenso y violento para que olvide completamente. Nora, no permitas siquiera que pierda el amor que te tengo. Si pudiéramos seguir de esta manera juntos en la vida, podríamos ser muy felices. Déjame amarte, Nora. No mates mi amor. Te llevaré un pequeño regalo. Todo es idea mía, y me ha costado mucho hacerlo como deseaba. Pero será siempre un recuerdo de estos días. Querida, escríbeme y piensa en mí. ¡Qué representa una semana o diez días comparado con todo el tiempo de alegría que nos espera! JIM 26 de agosto de 1909 [Tarjeta ilustrada] 4 Bowling Green, Galway.
Mi querida y huidiza Nora, ¡¡Te estoy escribiendo sentado en la mesa de cocina de la casa de tu madre!! He estado aquí todo el día conversando con ella, es evidente que es la madre de la persona a quien quiero y me agrada mucho. Cantó para mí The Lass of Aughrim, pero se negó a cantarme los últimos versos en los que los amantes intercambian sus prendas. Pasaré la noche en Galway. ¿No es extraña la vida, querido amor? ¡Pensar que estoy aquí! Pasé por la casa de Augustine Street, en la que viviste con tu abuela, y mañana iré a visitarla con el pretexto de que deseo comprarla, para poder ver la habitación en la que tú dormías. Les he pedido fotografías tuyas de niña, pero no tienen ninguna. Querida, quién sabe, tal vez el año próximo podamos venir aquí tu y yo. Me llevarás de un sitio a otro, y la imagen de tu juventud purificará de nuevo mi vida. JIM 44 Fontenoy Street, Dublín
Queridísima mía, son casi las dos de la madrugada. Mis manos tiemblan de frío, pues he tenido que salir para traer a casa a mis hermanos que volvían de una fiesta; y ahora debo bajar a la Administración General de Correos. Porque no quiero que mi amor se quede esta mañana sin su carta. Llevo en el bolsillo, bien protegido, el adorno que te hice especialmente. Lo muestro a todo el mundo y así pueden saber que te amo, Nora querida, y que pienso en ti y deseo honrarte. Hace una hora estaba cantando tu canción The Lass of Aughrim. Cuando canto esta encantadora tonada empiezo a llorar y mi voz tiembla con emoción.
Querida Nora, mereció la pena venir a Irlanda para oírla de tu amable madre, a quien le tengo mucho cariño. Adorable Nora, quizás sea en el arte donde tú y yo encontremos el consuelo para nuestro amor. Desearía que estuvieras rodeada de todo lo que hay de bueno, hermoso y noble en el arte. Tú no eres, como dices, una pobre muchacha sin educación. Querida, tú eres mi novia y deseo darte todo el placer y la alegría posibles. Querida Nora, no permitas que nunca acabe nuestro amor de hoy. Ahora comprendes a tu extraño, errante, celoso y testarudo amante, ¿no es así, querida? ¿Verdad que intentarás soportar todos sus caprichos? Él te ama, siempre piensa en eso. Nunca ha tenido una partícula de amor para otra que no seas tú. Eres tú quien ha abierto un profundo abismo en su vida. Ahora, cada palabra burda que oigo me ofende, pues siento que a ti te ofendería. Cundo te cortejaba (y sólo tenías diecinueve años, cuánto me gusta pensar en ello, querida) sucedía lo mismo. Tú has sido respecto a mi primera madurez lo que la idea de la Santísima Virgen fue respecto a mis años de muchacho. Dulce amor, dime que ahora estás satisfecha conmigo. Una palabra tuya de elogio me llena de alegría, una alegría dulce como una rosa. Nuestros hijos (tanto como los quiero) no deben interponerse entre nosotros. Si son buenos y de naturaleza noble se debe a nosotros querida. Unimos nuestros cuerpos y nuestras almas libre y noblemente, y nuestros hijos son el fruto de nuestros cuerpos. Buenas noches, mi queridísima muchacha, mi pequeña novia de Galway, mi tierno amor de Irlanda. ¡Cuánto me gustaría sorprenderte ahora durmiendo! Hay un lugar en el que me gustaría besarte, un extraño lugar, Nora. No en los labios. ¿Sabes dónde? ¡Buenas noches, amor! JIM 44 Fontenoy Street, Dublín Nora querida, hoy no he recibido carta tuya y espero que no me hayas mandado ninguna a Galway. Olvidé decírtelo. Me encuentro en un lamentable estado de confusión y debilidad por hacer lo que te conté. Al despertar esta mañana recordé la carta que te escribí anoche, y me disgusté conmigo mismo. Sin embargo, si lees todas mis cartas, desde la primera de ellas, podrás hacerte alguna idea de lo que siento hacia ti. No pude disfrutar ni un sólo día de mis vacaciones. Tu madre notó mi costumbre de suspirar y dijo que se me partiría el corazón por ello. Supongo que eso debe ser malo para mí. Espero que tomes cacao todos los días y que engordes un poco. Supongo que sabes por qué espero eso. Estoy preocupado hasta la muerte respecto a ti, a mí mismo, el viaje de regreso y Eva. Espero que Stannie me gire suficiente para ambos. Dublín es una ciudad detestable, y la mayor parte de la gente me repele. Estoy tan nervioso que casi no pruebo bocado. ¿Cuándo va a acabar esa maldita cosa? ¿Cuándo voy a empezar? Mi cerebro está vacío. Esta noche no puedo escribirte nada. Nora, “verdadero amor mío”, realmente debes tomarme de la mano. ¿Cómo me has permitido llegar a este estado? Querida, ¿me tomarás como soy, con mis pecados y locuras, y me protegerás de la miseria? Si no lo haces siento que mi vida se hará pedazos. Esta noche tengo una idea más loca que lo habitual. Me gustaría que me azotases. Me gustaría ver tus ojos encendidos de ira. Creo que estoy un poco loco. ¿O acaso el amor es locura? ¡Un instante te veo como una virgen y al instante siguiente te veo desvergonzada, audaz, semidesnuda y obscena! ¿Qué piensas realmente de mí? ¿Estás disgustada conmigo? Recuerdo la primera noche en Pola, cuando en el tumulto de nuestros abrazos pronunciaste cierta palabra. Fue una palabra provocativa, invitante, y puedo ver tu rostro sobre mí (aquella noche tú estabas encima mío) mientras la murmurabas. En tus ojos también había locura, como me hubiera ocurrido a mí si el infierno me hubiera estado esperando el instante después de no haber podido volver a ti. ¿También tú eres como yo, entonces, un instante alta como las estrellas y al siguiente más baja que la más baja de las despreciables? Creo enormemente en el poder de una sencilla alma honrada. Tú eres esa, ¿no es así, Nora? Deseo que te digas a ti misma: Jim, el pobre tipo a quien amo, regresa. Es un pobre hombre débil e impulsivo, y me pide que lo proteja y lo haga fuerte. A otros entregué mi orgullo y mi alegría. A ti te doy mi pecado, mi locura, mi debilidad y mi tristeza. JIM 44 Fontenoy Street, Dublín
Mi fiel amor, tu regalo, ya listo está en la mesa frente a mí mientras escribo. Ahora te lo describiré. Es una caja plana y cuadrada de piel marrón, con dos estrechas orlas doradas. Se abre al apretar un resorte y su interior está almohadillado con suave seda anaranjada. En la caja hay una pequeña tarjeta cuadrada en la que está escrito, con tinta dorada el nombre Nora y, debajo, las fechas 1904-1909. Bajo la tarjeta está el adorno propiamente dicho. Son cinco pequeños cubos, parecidos a dados (uno por cada uno de los cinco años), hechos de marfil amarillento, que tienen más de cien años. Los cubos están perforados, y se mantienen unidos por una fina cadena de oro cuyos eslabones son como pequeños imperdibles, de manera que el conjunto forma un collar, con el broche atrás, junto al dado central. Delante, en el centro de la cadena y formando parte de la misma (no colgando como un pendiente), hay una pequeña tablilla, también de marfil amarillento, con un orificio que la atraviesa al igual que los dados y que tiene el tamaño de una pequeña pieza de dominó. Esta tablilla tiene una inscripción en ambos lados, con las letras grabadas. Estas letras fueron seleccionadas en un antiguo libro de tipos y son del estilo del siglo catorce, muy hermosas y decorativas. En el anverso de la tablilla hay tres palabras grabadas, dos arriba y una abajo, y en el reverso hay cuatro palabras, dos arriba y dos abajo. La inscripción (cuando se leen ambos lados) es la última línea de una de las primeras canciones de mi libro de poemas, una a la que también se le ha puesto música: y, por consiguiente, tres palabras de esta línea están delante y cuatro detrás. En el anverso se lee Love is unhappy, y en el reverso When love is away. Los cinco dados significan los cinco años de adversidad y desavenencia, y la tablilla que une la cadena representa la extraña tristeza que sentimos y nuestro sufrimiento al estar separados. Nora, este es mi regalo. Pensé mucho tiempo en él y vi cada una de sus partes hecha a mi gusto. ¡Sálvame, fiel amor mío! ¡Sálvame de la malicia de este mundo y de mi propio corazón! JIM 44 Fontenoy Street; Dublín Mi adorable muchacha, si me llega el giro, mañana por la noche (martes) espero partir con Eva y Georgie. Querida, tengo algunas novedades para ti. Mi buen amigo Kettle se casa el miércoles, y esta noche mantuve una conversación de cuatro horas con él. Es el mejor amigo que tengo en Irlanda, creo, y me ha hecho grandes favores. Él y su esposa vendrán a Trieste a pasar uno o dos días durante su luna de miel, y estoy seguro, querida, de que me ayudarás a darles una buena acogida. Ordena la casa, asegúrate de que el piano no esté levantado y repasa tu vestuario. Logra que el carpintero entregue la mesa y los taburetes. Es un tipo con un gran corazón y estoy seguro de que su esposa te encantará. Desgraciadamente no tengo dinero para hacerles un regalo. Pero enviaré a Londres una copia de Chamber Music. Di a Stannie que la lleve a mi encuadernador y que la haga exactamente igual a la de Schott, pero inmediatamente de manera que pueda estar lista cuando lleguen. Trataremos de que lo pasen lo mejor posible, y estoy seguro de que mi bondadosa muchacha será feliz de complacer a dos personas que están en el umbral de su vida en común. ¿No es así, querida? Y ahora algo sobre nosotros. Querida mía, esta noche estuve en el Hotel Gresham donde fui presentado a unas veinte personas, a todas ellas se les decía que iba a ser el gran escritor del futuro en mi país. Apenas me conmovió todo el clamor y adulación a mi alrededor. Pensé que oía a mi país llamándome o dirigiendo ansioso sus ojos hacia mí. Pero, ¡oh! amor mío, pensé también en otra cosa. Pensé en alguien que me tomó de su mano como un guijarro, de cuyo amor y en cuya compañía aún tengo que descubrir los secretos de la vida. Pensé en ti, querida, tú significas más que el mundo para mí. Santa mía, ángel mío, guíame. Condúceme adelante. Todo lo que hay de noble, exaltado, profundo, auténtico y conmovedor en lo que escribo, creo que proviene de ti. ¡Oh! Tómame en tu alma de almas y entonces me convertiré realmente en el poeta de mi raza. Siento esto mientras lo escribo, Nora. Mi cuerpo pronto estará en el tuyo, ¡oh, si mi alma también pudiera estarlo! ¡Oh, si pudiera anidar en tus entrañas como un niño nacido de tu carne y de tu sangre, alimentarme de tu sangre, dormir en la cálida oscuridad secreta de tu cuerpo! Sagrado amor mío, mi adorable Nora, ¿podremos entrar ahora en el cielo de nuestra vida? ¡Oh, cuánto anhelo sentir tu cuerpo confundido con el mío, verte desvanecer, desvanecer y desvanecer ante mis besos! ¡Buenas noches, buenas noches, buenas noches! JIM 44 Fontenoy Street, Dublín Mi pequeña y silenciosa Nora, han pasado días y días sin una carta tuya, pero tal vez pensaste que ya debería haber partido. Salimos mañana por la noche. Espero que a finales de esta semana, o el domingo ya estaremos juntos. Ahora, Nora querida, quiero leerte una y otra vez todo lo que he escrito para ti. Parte de ello es feo, obsceno y bestial; parte es puro, sagrado y espiritual: todo eso soy yo mismo. Y creo que ahora tú ves lo que siento hacia ti. Ya no reñirás conmigo nunca más, ¿verdad, querida? Mantendrás siempre vivo mi amor. Esta noche estoy cansado, amor, y me gustaría dormir en tus brazos, sin hacerte nada, sólo dormir, dormir, dormir en tus brazos. ¡Vaya fiesta! No disfruté en absoluto. Mis nervios están en un terrible estado de inquietud. ¿Me cuidarás cuando esté de vuelta contigo? Espero que tomes diariamente aquel cacao, y aquel cuerpecito tu-yo (o mejor, ciertas partes de él) estén llenándose un poco. En este momento estoy riéndome mientras pienso en tus pequeños pechos de muchacha. ¡Eres una persona absurda, Nora! Recuerda que tienes veinticuatro años y que tu hijo mayor tiene cuatro. Maldita sea. Nora, debes intentar vivir según tu reputación y dejar de ser la muchachita curiosa de Galway que eres, y convertirte en una mujer completa, enamorada y feliz. Y qué tierno se pone aún mi corazón cuando pienso en tus finos hombros y en tus brazos de muchacha. ¡Qué pícara eres!... Desearía que llevaras ropa interior negra. Desearía que estudiaras cómo complacerme, cómo provocar mi deseo. Y lo harás, querida, y pienso que seremos felices. El viaje de regreso se me hará muy largo. El primer beso que nos demos será glorioso. Querida, no llores cuando me veas. Quiero ver tus ojos hermosos y brillantes. Me pregunto qué será lo primero que me digas. ¡La nostra bella Trieste! A menudo he dicho esto airadamente, pero esta noche creo que es verdad. Anhelo ver las luces centelleando a lo largo de la riva, mientras el tren pasa por Miramar. Después de todo, Nora, es la ciudad que nos ha recibido. Regresé a ella fatigado y sin dinero después de mi locura en Roma, y ahora otra vez tras esta ausencia. ¿Me quieres, verdad? Ahora debes tomarme en tu seno y protegerme, y quizás apiadarte de mis pecados y locuras y conducirme como a un niño. I would in that sweet bosom he(O sweet it is and fair it is!)Where no rude wind might visit me.Because of sad austeritiesI would in that sweet bosom be. I would be ever in that heart(O soft I knock and soft entreat her!)Where only peace might be my part.Austerities were all the sweeterSo I were ever in that heart.* JIM *(Me gustaría estar en aquel dulce pecho,(tan dulce y tan claro)donde ningún rudo viento podría visitarmePor culpa de triste severidad,me gustaría estar en aquel dulce pecho.Siempre estaría en aquel corazón,(dulcemente le llamo y dulcemente le ruego)donde sólo la paz sería mi compañera. Y aunque más dulce fuera la severidad Siempre estaría en aquel corazón.) 60 44 Fontenoy Street, Dublín Querida, mañana por la noche salimos. A última hora pude arreglarlo todo y viene Eva. Prepara todas las cosas. Intenté recordar tu cara pero solo logré ver tus ojos. Deseo que estés lo mejor posible para mí cuando llegue. ¿Tienes vestidos bonitos? ¿Tiene tu pelo buen color o lo tienes lleno de mechas? No tienes derecho a estar fea y desgarbada a tu edad, y espero que me hagas el cumplido de estar bien arreglada. Estoy todo el día excitado. El amor es un maldito fastidio, especialmente cuando también está unido a la lujuria. Es una provocación terrible pensar que en este momento tú estás esperándome en el otro extremo de Europa mientras yo estoy aquí. Ahora no estoy precisamente de buen humor. Deja que te hable de tu regalo. ¿Te gusta la idea? ¿O crees que es tan disparatada como yo mismo? ¿Te han escrito tu madre o tu hermana hablándote de mí? Presumo más bien que les agradé. ¡Qué estúpido soy preguntándote cosas que no puedes contestarme! Guarda el piano y consigue una cama para Eva y Georgie. Asegúrate y prepáranos una cálida cena o comida o desayuno cuando lleguemos. ¿Lo harás, no es así? Desde el primer momento en que ponga mis pies en mi casa debes hacerme sentir que voy a ser feliz en todos los sentidos. No empieces contándome historias sobre las deudas que tenemos. Querida, quiero pedirte que seas conmigo todo lo amable que puedas, pues estoy terriblemente nervioso debido a todas las preocupaciones y pensieri, he estado de verdad muy nervioso. ¡Qué extraño será el momento en que te vea! Pensar en ti esperando, esperando mi regreso. Espero que mi hermana Eva te simpatice. La gente dice que no es aconsejable llevar a casa una hermana, pero fue idea tuya, querida. Estoy seguro de que serás amable con ella, mi pequeña y bondadosa Nora. Y quizás dentro de dos años, tu hermana Dilly pueda quedarse con nosotros unos meses. Querida, tengo un montón de noticias para contarte, y te las contaré cada noche en los intervalos entre las otras cosas. ¡Qué momento éste, querida! Una breve locura o el paraíso. Sé que pierdo la razón mientras dura. ¿Recuerdas qué fría eras al principio, Nora? Eres una persona muy extraña. Y a veces eres realmente muy cálida. Cuando llegue hazme creer que hay algo de dinero. ¿Me harás una buena taza de café negro en una bonita taza pequeña? Pregunta cómo hacerlo a la llorona Glabocnik. Prepara una buena ensalada, ¿lo harás? Otra cosa, no traigas cebollas o ajos a la casa. Creerás que estoy esperando un niño. No es esto, pero no sé qué hacer de tan preocupado y excitado como estoy. Querida, querida, querida pequeña Nora mía, adiós por esta noche. Te escribí cada noche. Ahora no soy demasiado mal: te llevaré mi regalo. iOh, Dios mío, qué excitado estoy! JIM 20 de octubre de 1909 [Tarjeta postal] [París] Llegué aquí hoy y salgo mañana para Londres. Di a Stannie que llame a Latzer, Via Veneziani, 2, II, a quien escribí diciéndole que mi hermano podría dar las lecciones en mi ausencia. Corro a tomar el tren y temo perderlo. No te preocupes. JIM 44 Fontenoy Street, Dublín Mi Nora pobre y solitaria, dejé pasar tantos días sin escribirte porque me llamaste imbécil sólo pocos minutos antes de que abandonara Trieste, por llegar tarde a casa después de estar todo el día ocupado. Pero ahora lo siento por ti. Nora, por favor no me digas nunca más estas cosas. Sabes que te quiero. A pesar de lo ocupado que estoy des-de que llegué, pienso todo el día qué regalarte. Estoy pensando comprarte un juego de pieles negras, estola, gorro y manguito. ¿Te gustaría? Aquí me parece que pierdo todo el día entre la gente vulgar de Dublín, a la que odio y desprecio. Mi único consuelo es hablar de ti a mis hermanas siempre que puedo, como solía hacerlo a tu hermana Dilly. Es muy cruel estar separados. ¿Piensas en las palabras de tu collar de marfil? Esta vez tengo constantemente tres imágenes distintas de ti en mi corazón. La primera, tal como te vi en el instante de mi llegada. Te veo en el pasillo, juvenil y con aire de muchacha, con tu vestido gris y tu blusa azul, y oigo tu extraño grito de bienvenida. La segunda, te veo tal como viniste a mí aquella noche cuando estaba en la cama dormido, con tu pelo suelto y las cintas azules en tu camisón. En la última, te veo en el andén de la estación poco después de decirte adiós, con tu cabeza medio girada hacia atrás de pesar, con un extraño gesto de desamparo. ¡Pequeña y querida muchacha extraña! iY todavía me escribes preguntando si estoy cansado de ti! Nunca me cansaré de ti, querida, si eres solamente un poco más cortés. Esta vez no puedo escribirte con tanta frecuencia, pues [estoy] terriblemente atareado desde la mañana hasta la noche. No te preocupes, querida. Si lo haces, arruinarás mis posibilidades de hacer algo. Después de esto espero que tendremos muchos, muchos, muchos largos años de felicidad. Mi pequeña, querida y leal Nora, no escribas de nuevo dudando de mí. Eres mi único amor. Me tienes completamente en tu poder. Sé y siento que si en el futuro tengo que escribir algo bueno o noble, lo haré únicamente escuchando sobre las puertas de tu corazón. ¿Qué conversaciones tan bonitas tuvimos juntos esta vez, verdad, Nora? Querida, las tendremos de nuevo. ¡Coraggio! Por favor, querida, escríbeme una carta bonita y dime que eres feliz. Di a mi hermoso hijito que iré a besarle alguna noche cuando se duerma rápidamente, que no se preocupe por mí y que espero que esté mejor, y dile a esa graciosa hija mía que le mandaría una muñeca pero que “l uomo non ha messo la testa ancora”. Ahora, mi pequeña iracunda, mal educada y espléndida muchachita, prométeme no llorar, sino darme ánimos para seguir aquí con mi trabajo. Deseo que vayas a ver Madame Butterfly y pienses en mí al oír las palabras “Un bel di”. JIM Guarda mis cartas para ti, querida. A ti es a quien las escribo. 44 Fontenoy Street, Dublín Querida, la vieja fiebre de amor ha empezado a despertar de nuevo en mí esta noche. Soy el caparazón de un hombre: mi alma está en Trieste. Sólo tú me conoces y me amas. Estuve en el teatro con mi padre y mi hermana, una representación desgraciada, un público repugnante. Me sentí (como siempre) un extraño en mi propio país. Si al menos hubiera estado a tu lado [sic] podría haberte dicho al oído el odio y el desprecio que sentí arder en mi corazón. Quizás tú me habrías reprendido, pero también me hubieras comprendido. Me sentí orgulloso de pensar que mi hijo, mío y tuyo, este hermoso muchachito que tú me diste, Nora, será siempre un extranjero en Irlanda, un hombre que hablará otra lengua y estará educado en una tradición distinta. Detesto Irlanda y a los irlandeses. A pesar de haber nacido entre ellos, en la calle me miran fijamente. Quizás leen en mis ojos el odio que les tengo. Por todos lados sólo veo la imagen del cura adúltero y sus sirvientes, y de mentirosas y taimadas mujeres. No es bueno para mí venir o permanecer aquí. Quizás no sufriría tanto si estuvieras conmigo. A veces, cuando recuerdo aquella horrible historia de tu juventud, todavía me asalta la duda de si estás secretamente contra mí. Pocos días antes de abandonar Trieste, paseaba contigo por la Avenida Stadion (fue el día que compramos el tarro de cristal para las conservas) Pasó un sacerdote y te dije “¿no sientes una especie de repulsión o repugnancia al ver a uno de estos hombres:’“ Me contestaste un poco secamente, “no, no la siento”. Ves, recuerdo todos esos detalles. Tu respuesta me hirió y me hizo callar. Esta y otras cosas similares que me has dicho quedan rondando mucho tiempo en mi cabeza. ¿Nora, estás conmigo o secretamente contra mí? Soy un hombre celoso, solitario, insatisfecho, orgulloso. ¿Por qué no eres un poco más dulce y paciente conmigo? La noche que fuimos juntos a ver Madame Butterfly me trataste muy duramente. Deseaba simplemente oír aquella hermosa y delicada música en tu compañía. Deseaba sentir tu alma lánguida y suspirante como la mía mientras ella cantaba (el romance) de su esperanza en el segundo acto, Un bel dí: “Un día, un día veremos un anillo de humo en el borde más lejano del mar: y entonces aparece el barco”. Estoy un poco disgustado contigo. Luego, la otra noche cuando llegué a casa y a tu cama, cuando venía del café, y empecé a contarte todo lo que quería hacer y escribir en el futuro, y toda la ambición sin límites que es la fuerza que dirige mi vida. No me escuchaste. Ya sé que era muy tarde y que naturalmente estabas cansada después de todo el día. Pero un hombre cuyo cerebro arde con esperanza y confianza en sí mismo necesita decir a alguien lo que siente. ¿A quién decirlo, sino a ti? Nora, te amo profunda y verdaderamente. Ahora me siento digno de ti. No hay ni una partícula de mi amor que no te pertenezca. Aparte de esas cosas que enturbian mi mente contra ti, pienso siempre en ti del mejor modo. Si me dejaras, te hablaría de todo lo que hay en mi cabeza, pero, a veces, en tu mirada, percibo que únicamente te aburriría. De cualquier manera, te amo, Nora. No puedo vivir sin ti. Desearía darte todo lo que es mío, todos mis conocimientos (pocos como son), cualquier emoción que siento o haya sentido, cualquier simpatía o antipatía que tenga, toda esperanza o remordimiento. Me gustaría atravesar la vida al lado tuyo, contándote más y más hasta llegar a formar un único ser, juntos hasta que nos llegara la hora de la muerte. Incluso ahora, mientras escribo esto, las lágrimas corren por mis ojos y los sollozos me estremecen. Nora, sólo tenemos una corta vida en la que amar. Oh, querida, sé sólo un poco más amable, e indulgente conmigo, incluso si soy desconsiderado e intratable, y créeme, seremos felices juntos. Déjame amarte a mi manera. Haz que tu corazón esté siempre junto al mío para escuchar cada latido de mi vida, cada pena, cada alegría. Recuerdas aquel domingo por la tarde al regresar de Werther, cuando el eco de la triste música como de muerte aún resonaba en nuestras cabezas, que tumbado en la cama de nuestra habitación, intenté decirte aquellos versos de la Connacht Love Song que tanto me gustan y que empiezan: “It is far an it is farTo Connemara where you are”. ¿Recuerdas que no pude acabar los versos? La profunda emoción de tierna veneración por tu imagen que expresaba mi voz mientras recitaba los versos fue demasiado para mí. El amor que siento por ti es verdaderamente una especie de adoración. Querida, deseo que seamos felices. Intenta mejorar tu salud mientras estoy lejos y, por favor, hazme caso en las pequeñas cosas que te pido que hagas. Lo primero, come tanto como puedas para llegar a parecer una mujer más que a la adorable, esbelta, desgarbada y sencilla muchachita que eres. Si se ha terminado el cacao, dile a Stannie que compre más: cuesta cinco chelines y seis peniques. Mientras tanto toma el otro cacao y chocolate en gran cantidad. Liquida parte de la cuenta de tu modista. Hoy te he enviado dos libros de modelos para que elijas. El sábado te mandaré siete u ocho yardas de tweed de Donegal para que te hagas un vestido nuevo. He estado buscando un juego de pieles para ti, y si mis asuntos por aquí resultan bien, sencillamente te ahogaré en pieles, vestidos, y capas de todas clases. Tengo pensadas algunas pieles muy bonitas para ti. Querido amor, escribe ahora y dime que haces lo que te pido. Dime que eres feliz porque te quiero, te soy fiel y pienso en ti. Te soy fiel. Nora, y pienso constantemente en ti. Buenas noches, querida. Sé feliz durante este breve intervalo de separación y siempre que pienses en mí besa a mi imagen en Georgie. ¡Addio, mia cara Nora! JIM 44 Fontenoy Street, Dublín Querida y pequeña Butterfly, recibí esta tarde tu carta y me alegra que te guste esa fotografía de tu indigno amante en traje de ceremonia. Espero que hayas recibido bien los guantes que te obsequio. Te los envié tal como hice con mi primer regalo hace cinco años, comprados en “Ship”. El par más bonito es el de piel de reno: están forrados de su propia piel, sencillamente vueltos del revés, y deben ser calientes, casi tanto como ciertas partes de tu cuerpo, Butterfly. Te envié doce yardas (no once como te había dicho) de tweed de Donegal. Quisiera que la chaqueta de tu traje llegara casi hasta el ruedo de la falda, que tuviera cuello y cinturón, con los puños de cuero azul oscuro, y forrada de raso de color bronce o azul oscuro. Si este asunto va bien y continúo más allá del 5 de noviembre y recibo dinero fresco, espero mandarte un maravilloso juego de pieles que estoy eligiendo especialmente. Son de ardilla gris. Consistirá en un gorro con violetas en uno de los lados, una estola larga y ancha y un manguito beige de la misma piel con cadena de acero, todo forrado con raso violeta. ¿Te gustaría eso, querida? Espero ser capaz de conseguirlos para ti. También estoy terminando un regalo especial de Navidad. He comprado hojas de pergamino cortadas de un modo especial, y estoy copiando en ellas con tinta india indeleble todo mi libro de poemas. Luego las encuadernaré de una manera curiosa que a mí me gusta y este libro durará cientos de años. Quemaré todos los otros manuscritos de mis poesías de manera que tú tengas la única copia existente. Es muy difícil escribir sobre pergamino, pero lo hago esperando que le agrade a la mujer que amo. Son las dos de la madrugada. He estado solo, aquí en la cocina, copiando desde que todos se fueron a la cama, y ahora te estoy escribiendo. Desearía levantar la mirada y encontrar esos malvados ojos tuyos. Intentaré ser digno de la confianza que han puesto en mí. Tears kill the heart, believe.O strive not to be excellent in woeWhich only breeds your beauty’s overthrow.* *(Las lágrimas matan el corazón, creeloOh, no te esfuerces en ser excelente en el infortunioPues sólo engendra el derrumbe de tu belleza.) Eres una persona triste, y como yo mismo soy un tipo sumamente melancólico, presumo que el nuestro es un amor más bien sombrío. No llores por el joven pesado de la fotografía. No lo merece, querida. Eres muy buena por preguntarme acerca de este maldito y feo asunto mío. De cualquier modo está mejor. Al principio me alarmó tu silencio. Temí que estuvieras mal. Pero estás bien, ¿verdad, querida? ¡Gracias a Dios! ¡Pobre Nora, qué mal me porto contigo! No te preocupes por Eva, pero ve que Stanni se ocupe de sí mis-mo. Espero que esté mejor. ¡Addio, Giorgino e Lucetta! ¡Vengo subito! ¡Y addio, Nora Mía! “Nora mía! JIM 44 Fontenoy Street, Dublín Esta noche no me atrevo a dirigirme a ti con ningún sobrenombre. Desde esta mañana cuando leí tu carta, me he sentido todo el día como un perro callejero que ha recibido un latigazo entre los ojos. He estado despierto durante dos días enteros deambulando por las calles como un sucio canalla cuya querida le hubiera apaleado y echado de su puerta. Escribes como una reina. Recordaré siempre, mientras viva, la serena dignidad de esa carta, su tristeza y desdén, y la total humillación que me produjo. He perdido tu estima. He malgastado tu amor. Déjame, entonces. Llévate a tus niños de mí para protegerlos de la maldición de mi presencia. Déjame hundir de nuevo en el fango del que provengo. Olvídame a mí y a mis palabras vacías. Regresa a tu propia vida y déjame ir solo a mi ruina. No es bueno para ti vivir con una bestia vil como yo, o permitir que mis manos toquen a tus niños. Actúa con el coraje con que siempre lo has hecho. Si decides dejarme por repugnancia, lo soportaré como un hombre, sabiendo que lo merezco mil veces, y te pasaré dos tercios de mis ingresos. Ahora empiezo a verlo. He matado tu amor. Te he llenado de aversión y desprecio hacia mí. Déjame ahora con las cosas y compañeros a los que era tan aficionado. No me quejaré. No tengo derecho a quejarme o a levantar nunca más mis ojos hacia ti. Me he degradado por completo a tus ojos. Déjame. Para ti es una vergüenza y una denigración vivir con un pobre desdichado como yo. Actúa con valor y abandóname. Tú me has dado las mejores cosas de este mundo, pero únicamente echabas margaritas a los cerdos. Si me abandonas viviré siempre con tu recuerdo, para mí más sagrado que Dios. Rezaré en tu nombre. Nora, recuerda algo bueno del pobre desgraciado que te mancilló con su amor. Piensa que tus labios le han besado, que tu pelo ha caído sobre él y que tus brazos le han estrechado contra ti. No firmaré nada con mi nombre, pues es el nombre con el que me llamabas, me respetabas y me ofrecías tu tierna alma joven para herirla y ultrajarla. 44 Fontenoy Street, Dublín Hoy recibí dos cartas muy amables de ella, de manera que tal vez, a pesar de todo, aún me tenga cariño. Anoche estaba totalmente desesperado cuando le escribí. Su palabra más insignificante tiene un enorme poder sobre mí. Me pide que olvide a la ignorante muchacha de Galway que se cruzó en mi vida, y dice que soy demasiado amable con ella. ¡Alocada muchacha generosa! ¿Es que no se da cuenta de que soy un inútil y loco traidor? Quizás la ciega su amor por mí. Nunca olvidaré su breve carta de ayer que me hirió en lo más vivo. Sentí que había abusado demasiado de su bondad, y que al final ella me devolvía su sereno desprecio. Hoy fui al hotel en el que vivía cuando la encontré por primera vez. Antes de entrar me detuve en el sombrío portal, tan excitado como estaba. Aunque no he dado mi nombre, tengo la sensación de que sa-ben quién soy. Esta noche estaba sentado en una mesa del comedor, al final de la sala, con dos italianos a la hora de la cena. No comí nada. Una muchacha pálida esperaba en una mesa, quizás su sucesora. El sitio es muy irlandés. He vivido tanto tiempo fuera y en tantos países, que puedo distinguir inmediatamente la voz de Irlanda en cualquier cosa. El desorden de la mesa era irlandés, el asombro de las cosas también, los ojos curiosos de la propia dueña y de su camarera. Es una tierra extraña para mí, a pesar de haber nacido en ella y llevar uno de sus antiguos apellidos. He estado en la habitación en la que tantas veces estuvo con un extraño sueño de amor en su joven corazón. ¡Dios mío, mis ojos están llenos de lágrimas! ¿Por qué lloro? Lloro por lo triste que es pensar en ella moviéndose por esta habitación, comiendo poco, vestida con sencillez, espontánea y expectante, y llevando siempre con ella en su secreto corazón la pequeña llama que enciende las almas y los cuerpos de los hombres. También lloro de lástima por ella, por haber elegido un amor tan pobre e innoble como el mío: y de lástima por mí mismo, por no ser digno de ser amado por ella. Una tierra extraña, una casa extraña, unos ojos extraños, y la sombra de una muchacha extraña que permanecía silenciosa junto al fuego, o contemplaba el brumoso parque del College a través de la ventana. ¡Qué belleza tan misteriosa cubre cada uno de los lugares en que ella ha vivido! Anoche mientras escribía estas frases brotaron sollozos de mis la-bios. En ella he amado la imagen de la belleza del mundo, el misterio y la belleza de la propia vida, la belleza y el destino de la raza de la que soy hijo, las imágenes de pureza y compasión espiritual en las que creí de niño. ¡Su alma! ¡Su nombre! ¡Sus ojos! Me parecen como raras y hermosas flores silvestres azules, creciendo en algún seto enmarañado y empapado por la lluvia. Y yo he sentido temblar su alma junto a la mía, y he pronunciado suavemente su nombre en la noche; y he llorado viendo cómo la belleza del mundo pasa tras sus ojos. 44 Fontenoy Street, Dublín Querida, tu telegrama descansa esta noche en mi corazón. Cuando te escribí las últimas cartas estaba totalmente desesperado. Creía haber perdido tu amor y tu estima, tal como merezco. Tu carta de esta mañana es muy dulce, pero estoy esperando la que seguramente escribiste después de mandar el telegrama. De todas maneras, difícilmente me atrevo a mostrarme ya familiar contigo, querida, hasta que me des de nuevo permiso. Presiento que no debo hacerlo, pues tu carta está escrita en tu viejo y familiar estilo malicioso. Quiero decir, cuando me dices lo que me harás si te desobedezco en cierta cuestión. Sólo me atreveré a decirte una cosa. Dices que deseas que mi hermana te lleve alguna ropa interior. Querida, no lo hagas. No me gusta que nadie, ni siquiera una mujer o una muchacha, vea las cosas que te pertenecen. Quiero que seas más meticulosa y no dejes ciertas ropas tuyas, quiero decir cuando llegan de la lavandería. Oh, deseo que guardes todas estas cosas secretas, secretas, secretas. Quiero que ten-gas un gran surtido de toda clase de ropa interior, de todos los tonos delicados, guardado en un gran armario perfumado. ¡Qué desdichado soy cuando estoy lejos de ti! ¿Está de nuevo tu pobre amante en tu corazón? Suspiraré por tu carta y de nuevo te agradezco tu amable telegrama. Querida, no me pidas ahora que te escriba una carta larga. Lo que he escrito arriba me ha entristecido un poco. Estoy cansado de mandarte palabras. Me gustaría más tener nuestros labios unidos, nuestros brazos entrelazados, nuestros ojos desvaneciéndose en la triste alegría de la posesión. JIM 27 de noviembre de 1909 sábado por la tarde [Dublín] Queridísima Nora, esta noche, dentro de un momento, parto para Belfast y extrañaré tu carta de esta noche. Mañana regreso y te escribiré de nuevo. Sueña conmigo. Tu amante. JIM 44 Fontenoy Street, Dublín Querida mía, quizás debo comenzar pidiéndote perdón por la increíble carta que te escribí anoche. Mientras la escribía tu carta reposaba junto a mí, y mis ojos estaban fijos, como aún ahora lo están, en cierta palabra escrita en ella. Hay algo de obsceno y lascivo en el aspecto mismo de las cartas. También su sonido es como el acto mismo, breve, brutal, irresistible y diabólico. Querida, no te ofendas por lo que escribo. Me agradeces el hermoso nombre que te di. ¡Si, querida, “mi hermosa flor silvestre de los setos” es un lindo nombre! ¡Mi flor azul oscuro, empapada por la lluvia! Como ves, tengo todavía algo de poeta. También te regalaré un hermoso libro: es el regalo del poeta para la mujer que ama. Pero, a su lado y dentro de este amor espiritual que siento por ti, hay también una bestia salvaje que explora cada parte secreta y vergonzosa de él, cada uno de sus actos y olores. Mi amor por ti me permite rogar al espíritu de la belleza eterna y a la ternura que se refleja en tus ojos o derribarte debajo de mí, sobre tus suaves senos, y tomarte por atrás, como un cerdo que monta a una puerca, glorificado en la sincera peste que asciende de tu trasero, glorificado en la descubierta vergüenza de tu vestido vuelto hacia arriba y en tus bragas blancas de muchacha y en la confusión de tus mejillas sonrosadas y tu cabello revuelto. Esto me permite estallar en lágrimas de piedad y amor por ti a causa del sonido de algún acorde o cadencia musical o acostarme con la cabeza en los pies, rabo con rabo, sintiendo tus dedos acariciar y cosquillear mis testículos o sentirte frotar tu trasero contra mí y tus labios ardientes chupar mi pija mientras mi cabeza se abre paso entre tus rollizos mus-los y mis manos atraen la acojinada curva de tus nalgas y mi lengua lame vorazmente tu sexo rojo y espeso. He pensado en ti casi hasta el desfallecimiento al oír mi voz cantando o murmurando para tu alma la tristeza, la pasión y el misterio de la vida y al mismo tiempo he pensado en ti haciéndome gestos sucios con los labios y con la lengua, provocándome con ruidos y caricias obscenas y haciendo delante de mí el más sucio y vergonzoso acto del cuerpo. ¿Te acuerdas del día en que te alzaste la ropa y me dejaste acostarme debajo de ti para ver cómo lo hacías? Después quedaste avergonzada hasta para mirarme a los ojos. ¡Eres mía, querida, eres mía! Te amo. Todo lo que escribí arriba es sólo un momento o dos de brutal locura! La última gota de semen ha sido inyectada con dificultad en tu sexo antes que todo termine y mi verdadero amor hacia ti, el amor de mis versos, el amor de mis ojos, por tus extrañamente tentadores ojos llega soplando sobre mi alma como un viento de aromas. Mi pija está todavía tiesa, caliente y estremecida tras la última, brutal embestida que te ha dado cuando se oye levantarse un himno tenue, de piadoso y tierno culto en tu honor, desde los oscuros claustros de mi corazón. Nora, mi fiel querida, mi pícara colegiala de ojos dulces, sé mi puta, mi amante, todo lo que quieras (¡mi pequeña pajera amante! ¡mi putita cogedora!) eres siempre mi hermosa flor silvestre de los setos, mi flor azul oscuro empapada por la lluvia. JIM 44 Fontenoy Street, Dublín Mi querida muchacha de convento, debe haber alguna estrella demasiado próxima a la tierra, pues aún estoy con la fiebre del deseo animal. Hoy me he detenido a menudo en la calle con una exclamación cuando pensaba en las cartas que te escribí las dos últimas noches. Deben parecer horribles a la fría luz del día. Tal vez su vulgaridad te haya disgustado. Sé que eres de naturaleza mucho más refinada que tu extraordinario amante... Cuando esta mañana encontré tu carta urgente y percibí tu delicadeza con tu indigno Jim, me avergoncé de lo que había escrito. Ahora, a pesar de todo, la noche, secreta noche pecadora, ha vuelto de nuevo al mundo y yo estoy solo otra vez escribiéndote, con tu carta de nuevo doblada encima de la mesa, frente a mí. No me pidas que me acueste, querida, déjame escribirte. Querida, como sabes, cuando hablo nunca digo frases obscenas. Nunca me habrás oído palabras inadecuadas delante de otros, ¿no es así? Cuando otros cuentan en mi presencia historias obscenas o lujuriosas sonrío apenas. A pesar de eso, parece que tú me conviertes en una bestia. Fuiste tú misma, tú, pícara muchacha desvergonzada, la primera en mostrarme el camino... ¡Dios Todopoderoso, qué clase de lenguaje estoy utilizando con mi orgullosa reina de ojos azules! ¿Rehusará contestar mis ordinarias e insultantes preguntas? Sé que estoy arriesgándome mucho al escribir de este modo, pero si realmente me quiere, sentirá que estoy loco de lujuria y que debo decirlo todo. Contéstame, amor mío. Incluso si me entero de que tú también has pecado, quizás ello me acercaría aún más a ti. De cualquier mane-ra, te quiero. Te he dicho cosas que mi orgullo no me permitirá decir nunca más a ninguna mujer. Mi querida Nora, deseo ardientemente, con impaciencia, tener tus respuestas a esas obscenas cartas mías. Te escribo abiertamente porque ahora siento que puedo cumplir mi palabra contigo. No te enojes, Nora querida, mi florecita silvestre de los setos. Amo tu cuerpo, lo deseo, sueño con él. Háblenme, labios queridos que he besado lleno de lágrimas. Si las obscenidades que escribí son un insulto para ti, golpea de nuevo mis sentidos con el látigo como lo hiciste antes. ¡Dios se apiade de mí! Nora, te quiero, y me parece que esto también forma parte de mi amor. ¡Perdóname! ¡Perdóname! JIM 44 Fontenoy Street, Dublín. ¡Noretta mía! Esta tarde recibí la conmovedora carta en la que me cuentas que andabas sin ropa interior. El día veinticinco no conseguí las doscientas coronas, sino sólo cincuenta, y otras cincuenta el día primero. Esto es todo en lo que al dinero se refiere. Te envío un pequeño billete de banco y espero que al menos puedas comprarte un lindo par de bragas con volados, y te mandaré más cuando me paguen de nuevo. Me gustaría que usaras bragas con tres o cuatro volados, uno sobre el otro, desde las rodillas hasta los muslos, con grandes lazos escarlata, es decir, no bragas de colegiala con un pobre ribete de lazo angosto, apretado alrededor de las piernas y tan delgado que se ve la piel entre ellos, sino bragas de mujer (o, si prefieres la palabra) de señora, con los bajos completamente sueltos y perneras anchas, llenos de volados, lazos y cintas, y con abundante perfume de modo que las enseñes, ya sea cuando alces la ropa rápidamente o cuando te abraces bellamente, lista para ser amada, pueda ver solamente la ondulación de una masa blanca de telas y así cuando me recueste encima de ti para abrirlos y darte un beso ardiente de deseo en tu indecente trasero desnudo, pueda oler el perfume de tus bragas tanto como el caliente olor de tu sexo y el pesado aroma de tu trasero. Te habrán impresionado las cosas sucias que te escribo. Quizás pienses que mi amor es una cosa sucia. Lo es, querida, en algunos momentos. Te sueño a veces en posiciones obscenas. Imagino cosas muy sucias, que no escribiré hasta que vea qué es lo que tú me escribes. Los más insignificantes detalles me producen una gran erección- un movimiento lascivo de tu boca, una manchita color castaño en la parte de atrás de tus bragas, una palabra obscena pronunciada en un murmullo de tus labios húmedos, un ruido sin recato, repentino, de tu trasero y entonces asciende un feo olor por tus espaldas. En algunos momentos me siento loco, con ganas de hacerlo de alguna forma sucia, sentir tus lujuriosos labios ardientes, chupándome, coger entre tus dos senos coronados de rosa, en tu cara y derramarme en tus mejillas ardientes y en tus ojos, conseguir la erección frotándome contra tus nalgas y poseerte sodomíticamente. ¡Basta per stasera!Espero que te haya llegado mi telegrama y lo hayas comprendido.Adiós, querida mía a quien trato de degradar y pervertir.¿Cómo sobre esta tierra de Dios es posible que ames una cosa como yo? ¡Oh, estoy tan ansioso de recibir tu respuesta, querida! JIM 44 Fontenoy Street, Dublín. Mi dulce putita Nora, he hecho como me lo pediste, muchachita sucia y me hice dos pajas mientras leía tu carta. Me deleita ver que haces como si te cogiera por atrás. Sí, ahora puedo recordar esa noche cuando te cogí por atrás mucho rato. Fue la cogida más sucia que te he dado, querida. Horas y horas mi sexo estuvo duro dentro tuyo, entrando y saliendo de tu trasero vuelto hacia arriba. Sentía tus rollizas nalgas sudorosas bajo mi vientre y veía tu rostro y tus ojos enloquecidos. A cada una de mis arremetidas tu desvergonzada lengua salía de entre tus labios, y si te embestía con mayor fuerza que la usual, gruesos y sucios gases surgían balbuceantes de tu trasero. Tenías un culo lleno de pedos aquella noche, querida, y con la cogida salieron todos para afuera, gruesos camaradas, otros más ventosos, rápidos y pequeños requiebros alegres y una gran cantidad de peditos sucios que terminaron en un largo chorrear de tu agujero. Es delicioso cogerse a una mujer con pedos cuando cada embestida le saca uno. Estoy seguro que reconocería los pedos de Nora en cualquier parte. Estoy seguro que podría reconocer los de ella en un cuarto lleno de mujeres flatulentas. Es un ruido mucho más juvenil, que en nada se parece a los flatos húmedos que deben poseer las esposas gordas. Es más repentino y seco y sucio como el que imagino haría para divertirse una muchacha desnuda en el dormitorio de la escuela por la noche. Espero que Nora dejará escapar sus gases en mi rostro para que también pueda conocer su olor. Dices que a la vuelta me vas a chupar y quieres que lama tu sexo, pequeña pícara depravada. Espero que alguna vez me sorprendas durmiendo vestido, me asaltes con un destello de puta en tus soñolientos ojos, me desabroches con suavidad, botón por botón en el vuelo de mi trusa, y saques gentilmente la gruesa fusta de tu amante, la escondas en tu boca húmeda y la mames hasta que dura y erectísima acabe en tu boca. Algunas veces también te sorprenderé dormida, levantaré tu camisón y abriré suavemente tus bombachas calientes; suavemente me recostaré y comenzaré a lamer con placidez alrededor de tu sexo. Te agitarás incómoda, entonces lameré los labios del sexo de mi querida. Te pondrás a gruñir y a gemir, a suspirar y pedorrear ávida en tu sueño. Entonces lameré mas rápido, como un perro voraz, hasta que tu sexo sea una masa de suciedad y tu cuerpo un corcoveo salvaje. ¡Buenas noches, mi pequeña Nora pedorra, mi sucia pajarita cogedora! Hay una palabra amable, querida que subrayaste para que me masturbara mejor. Escríbeme más acerca de eso y de ti misma, dulcemente, totalmente sucia, totalmente sucia. JIM 44 Fontenoy Street, Dublín Mi dulce sucia pajarita cogedora. Aquí está otra nota para comprar bragas bonitas o ligueros o ligas. Compra bragas de puta amor, y trata de perfumarlas con algún suave aroma y de decorarlas también un poquito por atrás. Pareces ansiosa de saber cómo recibí tu carta que dices es peor que la mía. ¿Cómo que es peor que la mía, amor? Sí, es peor en una o dos de sus partes. Me refiero a la parte en la que dices que lo harás con tu lengua (no me refiero a que me chupes) y en esa amable palabra que escribiste tan grande y subrayaste, pequeña pícara. Es estremecedor escuchar esa palabra (y una o dos de las que no escribiste) en los labios de una chica. Pero ojalá hables de ti y no de mí. Escríbeme una carta larga, larga, llena de esas y otras cosas acerca de ti, querida. Ahora ya sabes cómo parármela. Dime las cosas mínimas acerca de ti tan minuciosamente como sean de obscenas, sucias y secretas. No escribas más. Deja a cada oración llenarse de sucias palabras y sonidos sin recato. Son lo más amable de oír y de ver en el papel, porque las más sucias son las más bellas. Las dos partes de tu cuerpo que hacen las cosas más sucias son las que yo más quiero. Prefiero tu culo, querida, a tus tetitas porque hace cosas más sucias. Si amo tanto tu concha no es por ser la parte de tu cuerpo que penetro, sino porque hace otra cosa sucia. Puedo pasar todo el día acostado masturbándome en la contemplación de la divina palabra que escribiste, y la cosa que dices quisieras hacer con tu lengua. Ojalá pudiera oír a tus labios murmurando esas poderosamente excitantes palabras obscenas, ver tu boca haciendo ruidos y sonidos lascivos, sentir tu cuerpo agitándose debajo de mí, oír y oler los gruesos sucios pedos de muchacha ir pop pop fuera de tu hermoso culo de muchacha desnuda y coger, coger, coger, coger a mi ardiente culo sucio de pajarita cogedora por siempre. Estoy contento ahora, porque mi putita me dijo que quiere entregarme su trasero, y quiere que la coja por su boca, y quiere desabotonarme y sacar mi palito y mamarlo como una teta. Más y más sucias que éstas quiere mi pequeña cogedora desnuda que le haga, mi perversa excitable amante, mi dulce pedorrita obscena. Buenas noches mi conchita, me voy a acostar y pajearme hasta acabar. Escribe más y más sucias cosas, querida. Acaricia tu conchita mientras me escribes para hacer peor y peor lo que escribes. Escribe grandes las palabras obscenas y subráyalas y bésalas y ponlas un momento en tu dulce sexo caliente, querida, y también levanta un momento tu vestido y ponlas abajo de tu querido culito pedorro. Haz más si quieres y mándame entonces la carta, mi querida pajarita cogedora del trasero café. JIM 44 Fontenoy Street, Dublín Querida, tu carta de esta noche me ha decepcionado terriblemente. Estuve todo el día planeando cómo conseguir el billete que te mandé, y preguntándome qué es lo que me escribirías. En el telegrama te puse Ten cuidado. Me refería a que fueras cuidadosa en guardar secretamente mis cartas, a que nadie percibiera tu excitación, y que tuvieras cuidado en no (ahora estoy medio avergonzado de escribirlo) Nora, tenía miedo de que te pusieras tan caliente que pudieras entregarte a cualquiera. Querida, compra algo bonito con este billete. Me sentiré terrible-mente miserable si se terminan estas últimas cartas nuestras. Con todos los asuntos que tengo aquí, me encuentro exhausto. Anoche no me acosté hasta las cinco, entre cartas, telegramas y anuncios. Tu carta es tan fría que ya no me atrevo a escribirte como antes. Por largo rato he mirado tus cartas anteriores y he besado ciertas palabras que hay en ellas, alguna de ellas una y otra vez. Quizás mañana me escribas de nuevo. Buenas noches, cariño. JIM 44 Fontenoy Street, Dublín Queridísima Nora, anoche otra vez sin carta tuya. No has contestado. Los cuatro italianos dejaron el Hotel Finn’s y ahora viven encima del espectáculo. Pagué unas veinte libras a tu última profesora, devolviendo bien por mal. Antes de dejar el hotel me presenté a la encargada y le pedí me dejara ver la habitación en la que dormiste. Me llevó escaleras arriba y me la mostró. Puedes imaginar mi excitación. Vi la habitación de mi amor, su cama, las cuatro paredes entre las que soñó con mis ojos y con mi voz, las cortinitas que abría por la mañana para mirar el cielo gris de Dublín, los pequeños y sencillos objetos de las paredes que su mirada recorría mientras por la noche desnudaba su lindo cuerpo joven. Ah, no es lujuria, querida, no es la brutal locura con que te he escrito estos últimos días y noches, no es el salvaje y casi bestial deseo por tu cuerpo, cariño, lo que me atrajo a ti entonces. No, querida, de ninguna manera es eso, sino el amor más tierno, adorable y compasivo por tu juventud, tu adolescencia y tu fragilidad. ¡Oh, qué dulce pena trajiste a mi corazón! ¡Oh, de qué misterio me habla tu voz! Esta noche no te escribiré como he hecho hasta ahora. Todos los hombres somos brutales, querida, pero en mí, al menos, a veces hay algo más elevado. Sí, también he sentido a veces en mi alma el ardor de este fuego puro y sagrado que arde para siempre en el altar del corazón de mi amor. Podría haberme arrodillado junto a la pequeña cama y abandonarme a mí mismo en un mar de lágrimas. Lágrimas que asediaban mis ojos mientras estaba mirándola. Podría haberme arrodillado allí y rezado tal como los tres reyes de Oriente se arrodillaron y rezaron ante el pesebre en el que yacía Jesús. Ellos habían viajado por mares y desiertos llevando sus regalos, su sabiduría y su séquito real para arrodillarse ante un niño recién nacido, y yo había traído mis errores, locuras y pecados anhelando dejarlos ante la cama en la que una joven muchacha había soñado conmigo. Querida, lamento mucho no poder enviarte esta noche ni siquiera un pobre billete de cinco liras, pero el lunes te mandaré uno. Mañana por la mañana salgo para Cork, pero hubiera preferido dirigirme al oeste, hacia aquellos extraños parajes cuyos nombres en tus labios me conmueven, Oughterard, Clare-Galway, Coleraine, Oranmore, hacia aquellos campos salvajes de Connacht en los que Dios hizo crecer “mi hermosa flor silvestre de los setos, mi flor azul oscuro empapada por la lluvia” JIM ...ir a otras? Tú puedes dármelo todo y más de lo que ellas pueden. ¿Querida, crees definitivamente en mi amor? ¡Oh, hazlo, Nora! ¿Acaso no se lee en mis ojos cuando hablo de ti? Como dice tu madre, “se iluminan como velas en mi cabeza”. Cariño, ahora el tiempo pasará volando hasta que tus brazos me estrechen. Nunca te abandonaré de nuevo. No sólo deseo tu cuerpo (como sabes), sino también tu compañía. Querida mía, supongo que mi amor por ti parece pobre y raído comparado con tu generoso y espléndido amor hacia mí. Pero es el mejor que puedo ofrecerte, querido amor mío. Acepta mi amor, sálvame y protégeme. Soy tu niño, ya te dije, y debes ser dura conmigo, pequeña madre mía. Castígame tanto como quieras. Me parecería delicioso sentir mi carne estremeciéndose bajo tu mano. ¿Sabes lo que quiero decir, Nora mía? Desearía que me pegaras o incluso que me azotaras. No jugando, querida, sino en serio, y en mi carne desnuda. Desearía que fueras dura, dura, querida, y tuvieras grandes y orgullosos pechos y muslos rollizos. ¡Querría ser azotado por ti, Nora, amor! Me hubiera gustado hacer alguna cosa que te molestara, siquiera algo trivial, quizá mejor una de mis sucias costumbres que te hacen reír: y escuchar entonces que me llamas a tu cuarto y encontrarte sentada en la silla de brazos con tus robustos muslos abiertos y tu cara bien roja de ira y un bastón en la mano. Te veo mostrándome lo que hice y entonces con un movimiento de rabia me empujarás hacia ti y hundirás mi rostro en tu seno. Entonces sentiré tus manos bajándome la trusa y hurgando dentro de la ropa y levantando la camisa, para encontrarme luchando con tus fuertes brazos en tu seno y sentirte inclinada sobre mí (como una nodriza que fustiga el trasero de un niño) hasta que tus grandes y llenos pechos casi me toquen y te sienta azotarme, azotarme, azotarme malvadamente en mi carne desnuda y estremecida! Perdóname, cariño, si esto es insensato. Empiezo la carta con total tranquilidad y debo terminarla ahora en mi estilo alocado. Querida, ¿estás ofendida por mi forma desvergonzada de escribir? Supongo que algunas de las cosas obscenas que escribí te hicieron sonrojar. ¿Estás enfadada porque te dije que me gustaba mirar la mancha oscura que aparece tras tus bragas blancas de adolescente? Supongo que me consideras un inmundo desgraciado. ¿Cómo contestarás estas cartas? Espero, y espero que tú también me escribas cartas incluso más desaforadas y sucias que las mías. Nora, puedes hacerlo si sólo lo deseas, pero también debo decirte que (INCONCLUSA) 44 Fontenoy Street, Dublín. Cariño, ¡ni una carta! Sólo una corta y dura de Stannie. Por Dios, perdóname alguna de las adicciones pasadas o terminaré en un manicomio. Inténtalo, querida, hasta que tu amante retorne y haga que las cosas vayan mejor. No puedo escribirte más: ¿Para qué se pelea conmigo? Estoy haciendo todo lo que puedo por todos ustedes. Por favor, querida, dale mucho de comer y que esté cómodo. No lo inquietes con las deudas: y, por Dios tampoco a mí me inquietes. Te envío fotografías. Dáselas para que las ponga en la cocina, la grande frente al fuego. Colócalas bien. ¡No hay carta! Ahora estoy seguro que mi niña se ha ofendido con mis sucias palabras. ¿Estás ofendida, duenda, por lo que dije de tus bragas? Eran puros sin sentido, querida. Sé que son tan inmaculados como tu corazón. Estoy seguro que puedo lamerlos completamente: olanes, piernas y trasero. Sólo que en mi puerca manera de pensar me gusta imaginar que están sucios en cierta parte. Todo esto no tiene sentido tampoco, querida, eso de la sodomía contigo. Es solamente el gusto que le descubro al sonido de la palabra, en la idea de una tímida muchacha, bella como Nora, quitándose la ropa de espaldas, y revelando sus dulces calzoncitos blancos de muchacha para excitar al descarado camarada del que ella está orgullosa; y entonces lo deja clavarle su obsceno pito gordo a través de la abertura de sus bragas y para adentro, adentro, adentro, en el querido agujerito, entre las frescas y regordetas nalgas. ¡Querida, ahora he acabado en mi trusa, por lo que definitivamente estoy fuera de juego. No puedo ir a las oficinas generales del correo hasta que tenga tres cartas para enviar. ¡A la cama! ¡A la cama! Buenas noches, Nora mía. JIM 44 Fontenoy Street, Dublín. Dulce niña querida, ¡finalmente me escribes! Seguro que has masturbado ferozmente esa sucia conchita tuya para escribirme una carta tan incoherente. En cuanto a mí, estoy tan fuera de forma que tendrás que lamerme una buena hora antes que pueda tener un cuerno lo suficientemente firme para metértelo, no digamos para cogerte. He hecho tanto y tan seguido que me da miedo mirar cómo lo he hecho, después de todo me lo he hecho. Querida, por favor no me cojas demasiado a mi vuelta. Coge todo lo que quieras fuera de mí por ahí de la primera noche; pero dame tiempo para reponerme. Querida, toda la cogida debe ser hecha por ti, porque como estoy de blando y diminuto ninguna niña en Europa, a excepción tuya, desperdiciaría su tiempo y energía conmigo. Cógeme, querida; en todas las nuevas formas que tu deseo sugiera. Cógeme ataviada con tus vestidos de calle, con tu velo y tu sombrero puestos, con tu cara sonrosada por el viento y el frío y la lluvia y tus botas embarradas; cógeme también a caballo sobre mis piernas, cuando esté sentado en una silla, montándome de arriba hacia abajo mostrándome los ribetes de tus bragas y mi pito firmemente clavado en tu concha, o móntame sobre la espalda de un sillón. Desnuda, cógeme, solamente con tus medias y tu sombrero puesto, acostados en el piso, con una flor roja en el culo, montándome como un hombre, con tus muslos entre los míos y tu robusto trasero. Móntame vestida con tu bata de estar (ojalá tengas esa tan bonita), con nada debajo de ella, ábrela repentinamente y muéstrame tu vientre y tus muslos y tu espalda y empújame sobre ti, encima de la mesa de la cocina. Cógeme con tu culo, boca abajo en la cama, con tu cabello suelto, desnuda, pero con tus adorables bragas rosas perfumadas, abiertas desvergonzadamente de atrás y medio caídas, de modo que se pueda entrever un poco tu trasero. Cógeme si puedes acuclillada en el baño, con tus vestidos levantados, gruñendo como una puerca que caga, y una gran cosa gruesa sucia serpenteando con lentitud fuera de tu trasero. Cógeme en las escaleras, en la oscuridad, como una niñera cogiendo con su soldado, que le desabotona gentilmente la trusa y desliza su mano en su pajarito y lo acaricia con su camisa y con ese contacto se va humedeciendo y entonces lo toma con suavidad y lo acaricia junto con sus dos bolas a punto de estallar y finalmente agarra atrevida la pija que ella ama y la manosea y la acaricia suavemente, murmurando para él en sus oídos palabras obscenas e historias indecentes que otras chicas le han contado a ella y ella dice cosas sucias y se mea las bragas con placer y deja salir suave, quieta tranquilamente tibios peditos de su trasero hasta que su clítoris está tan firme como el de él y de pronto se lo mete y lo monta. ¡Basta! ¡Basta per Dio! He acabado y todas las tonterías han desaparecido. ¡Ahora, la respuesta a tus preguntas! Todavía no hemos inaugurado. Te mando algunos carteles. Esperamos inaugurar el veinte o veintiuno. Cuenta catorce días a partir de entonces y tres y medio más para el viaje y estaré en Trieste. Prepárate. Coloca un lindo linóleo marrón agradable en la cocina y, para la noche, cuelga un par de cortinas rojas comunes en las ventanas. Procura un sillón cómodo y barato para tu perezoso amante. Haz todo lo que te digo, querida, pues una vez que llegue no me moveré de esa cocina en una semana, leyendo, repatingándome y mirando como preparas la comida; y hablándote, hablándote, hablándote, ¡Qué supremamente feliz seré! ¡Dios mío, allí seré feliz! I figlioli, il fuoco, una bona mangiata, un caffé nero, un Brasil, il Piccolo della cera, e Nora, Nora mía, Norina, Noretta, Norella, Noruccia, ecc, ecc... Eva y Eileen deben dormir juntas. Consigue algún lugar para Georgie. Quiero que Nora y yo tengamos dos camas para el trabajo nocturno. Estoy manteniendo y mantendré mi promesa, amor mío. ¡El JIM 44 Fontenoy Street, Dublín. Mi dulce y pícara Nora, recibí esa noche tu ardiente carta y he tratado de imaginarte frotándote el sexo en el baño. ¿Cómo lo haces? ¿Te recuestas contra la pared con tu mano cosquilleándote debajo de tus ropas? ¿O te acuclillas bajo el agujero con las camisas vueltas hacia arriba y tu mano trabajando fuertemente a través de la abertura de tus bragas? ¿Te sirvió como preludio ahora para cagar? Me pregunto cómo pudiste hacerlo. ¿Acabas al cagar o te frotas acabando primero y luego cagas? Debe haber sido una horrible cosa lasciva ver a una niña con sus ropas levantadas frotando con furor su concha, ver sus calzoncitos blancos y hermosos bajados de atrás y su trasero defecando y una cosa gruesa y café que sale de su agujero. Dijiste que ensuciarías tus bragas, querida, y que después me dejarías cogerte. Me gustaría oírte primero enmierdarlas y cogerte después. Alguna noche, cuando estemos en alguna parte platicando en la oscuridad cosas puercas y sientas tu mierda a punto de salir, rodea mi cuello con tus brazos en tu vergüenza y déjala caer suavemente. El sonido me enloquecerá y cuando alce tu vestido... ¡De nada sirve continuar! ¡Ya puedes adivinar qué! Hoy abrió el cinematógrafo. El domingo 2 de enero salgo para Trieste. Espero que hayas hecho lo que te dije respecto a la cocina, el linóleo, el sillón y las cortinas. A propósito, no cosas esas bragas delante de nadie. ¿Está hecho tu vestido? Así lo espero, con una chaqueta larga, con cinturón y con los puños de cuero, etc. No sé como voy a arreglármelas con los gastos de Eileen. ¡Por Dios, arregla tú esto y que pueda yo tener una cama confortable! No tengo ningún deseo especial de hacerte nada, querida. Puedes descansar tranquila respecto a mis idas con... Tú lo comprendes. Querida, esto no sucederá. Oh, ahora estoy hambriento. El día que llegue di a Eva que haga un “pudding” corriente y algún tipo de salsa de vainilla sin vino. Me gustaría comer rosbif, sopa de arroz, cupuzzi garbi, puré de papas, “pudding” y café negro. No, no, me gustaría stracotto di macheroni, una ensalada, ciruelas cocidas, torroni, té y presnitz. O no, preferiría anguilas cocidas o polenta con... Perdóname querida, esta noche estoy hambriento. Querida Nora, espero que pasemos juntos un año feliz. Mañana escribiré a Stanie sobre lo del cinematógrafo. Estoy tan feliz que ahora veo Miramar. Lo único que espero es que no lleve de nuevo conmigo esa abominable cosa, debido a lo que hice. Querida reza por mí. ¡Addio, addio, addio, addio! JIM 44 Fontenoy Street, Dublín. Queridísima Nora mía, te mando un regalo de Navidad por correo certificado, urgente y asegurado. Es lo mejor (aunque muy pobre después de todo) que puedo ofrecerte a cambio de tu sincero, verdadero y fiel amor. He pensado en todos sus detalles mientras permanecía despierto por la noche o recorría Dublín en automóvil, y pienso que al final ha quedado bonito. Pero me sentiría muy, muy, muy bien recompensado por mis esfuerzos, incluso si al verlo por primera vez sólo te proporcionara un rápido sofoco de placer en tu mejilla o lograra que tu tierno y amoroso corazón diera un salto de alegría. Quizás este libro que ahora te envío nos haga sobrevivir a ambos. Quizás los dedos de algún o alguna joven (los hijos de nuestros hijos) pasen reverentemente sus hojas de pergamino cuando los dos amantes cuyas iniciales están entrelazadas en la cubierta hayan desde hace tiempo, desaparecido de la tierra. Querida, entonces no quedará nada de nuestros pobres cuerpos humanos guiados por la pasión, y quién podrá decir dónde estarán las almas que a través de sus ojos se miraban mutuamente. Rezaría para que mi alma fuera esparcida por el viento si Dios lo quisiera, pero me dejara posar sobre una extraña y solitaria flor azul oscuro, empapada por la lluvia en un seto silvestre de Aughrim o de Oranmore. JIM 44 Fontenoy Street, Dublín Queridísima Nora, cuando recibas ésta ya habrá llegado mi regalo y mi carta, y habrás pasado tus Navidades. Ahora deseo que te prepares para mi llegada. Si no sucede nada especial, saldré de Irlanda con Eileen el sábado 1º de Enero a las nueve y veinte de la noche, a pesar de que no sé cómo o dónde voy a conseguir el dinero. Espero que hayas puesto los carteles en la cocina. Tengo la intención de empapelarla semana a semana con los programas. Creo que se podría estar muy cómodo allí, en la cocina, si consiguieras unos metros de linóleo o incluso una alfombra vieja y cualquier tipo de sillón desvencijado y cómodo, así como un par de cortinas rojas comunes y baratas. ¿Nos es posible conseguir una cama más? Quizás Francini nos vendiera una para pasar el mes. Te envío todos los peniques que pude ahorrar, querida, pero ahora estoy arruinado, pues el regalo que te hice, a ti, pequeña tonta, me costó una terrible cantidad de dinero. Pero no creas que lo siento, cariño. Estoy muy contento de haberte dado algo tan hermoso. Querida, ahora apresura a Stannie para que me ayude a regresar rápidamente con Eileen, y luego empezaremos nuestra vida juntos una vez más. ¡Oh, cuánto disfrutaré el viaje de regreso! Cada estación me acercará a la paz de mi alma. ¡Oh, cómo me sentiré al descubrir el castillo de Miramar entre los árboles, y los largos muelles amarillos de Trieste! ¿Por qué estaré destinado a mirar Trieste con ojos anhelantes tantas veces en mi vida? Querida, cuando regrese deseo que tengas siempre paciencia conmigo. Verás que no soy un mal hombre. Soy un pobre poeta impulsivo, pecador, generoso, egoísta, celoso, insatisfecho y de naturaleza amable; pero no soy una persona mala y falsa. Querida, intenta protegerme de las tormentas del mundo. Te quiero (¿lo crees ahora, querida?) y, oh, estoy tan cansado de todo lo que he hecho aquí, que cuando llegue a Via Scussa creo que me deslizaré hacia la cama, te besaré tiernamente en la frente, me escurriré entre las sábanas y dormiré, dormiré, dormiré. Querida, estoy contento de que te guste mi fotografía de cuando era niño. Era un niño que parecía feroz, ¿no es así? verdaderamente, cariño, ahora soy un niño tan grande como lo era entonces. Siempre acuden a mi cabeza las cosas más alocadas. Tú conoces el retrato del hombre con su dedo alzado en el Piccolo della Sera que dices que es “Jim haciendo alguna nueva sugestión”. Querida, estoy convencido de que en el fondo de tu corazón debes pensar que soy un pobre muchacho. ¿Cómo es que no puedo impresionarte a ti, muchacha orgullosa, pequeña ignorante y coqueta de cálido corazón, como hago a otra gente con mis maravillosas poses? Tú ves a través de mí, tú, pequeña y pícara astuta de ojos azules, y te ríes sabiendo que soy un impostor, y aún me amas. Cariño, deseo apenas aludir a cierta parte de tu carta. No tengo ningún derecho en absoluto a hacerlo, y reconozco que eres libre de actuar como quieras. No te pediré que te acuerdes de nuestros hijos. Pero recuerda que hace cinco años, en Dublín en aquel verano celestial, nos amamos verdaderamente el uno al otro casi como muchacho y muchacha. Querida, realmente soy una persona triste y, ¡oh!, creo que no podría vivir si sucediera una cosa como la que tú pareces pensar. ¡No, querida, soy demasiado celoso, demasiado orgulloso, demasiado triste, demasiado solitario! Creo que no viviría más. Incluso ahora, al pensarlo, siento mi corazón tan callado y triste que únicamente puedo mirar fijamente las palabras que estoy escribiendo. ¡Qué triste es la vida, de una desilusión a otra! JIM 44 Fontenoy Street, Dublín Mi querida Nora, acabo de enviarte un telegrama con el hermoso motivo del último acto de la ópera que te gusta tanto, Werther: “Nel lieto di pensa a me”. Y como era demasiado tarde para mandar dinero, le di una libra a mi socio Rebez y le dije que pusiera un telegrama a Caris, en Trieste, para que pagara inmediatamente veinticuatro coronas a la Signora Joyce. Cariño, espero que pases una feliz Navidad. Ahora, querida, espero que Stannie me mande todo lo que pueda para el día primero, para poder viajar. Querida, estoy terriblemente excitado. He estado todo el día en el cinematógrafo, en medio de la vertiginosa multitud navideña. Había allí un joven policía en misión especial. Cuando terminamos, lo llevé arriba para ofrecerle algo de beber, y resultó que era de Galway, y que sus hermanas estuvieron contigo en el Presentation Convent. Le divirtió oír dónde había terminado Nora Barnacle. Dijo que te recordaba en Galway, una hermosa muchacha con rizos y un caminar orgulloso. ¡Dios mío, cuánto sufrí, Nora! Pero no podía dejar de hablarle. Parece un joven educado. Imaginé a mi amor, a la que yo quiero, mi reina, mirándole a él. Tenía que hablarle porque era de Galway, pero, ¡oh, cuánto sufrí, querida! Estoy terriblemente excitado. No sé lo que escribo. Nora, deseo regresar a ti. Olvida a todo el mundo menos a mí. Estoy seguro de que en Galway hay mejores tipos que tu pobre amante, pero, oh, querida, un día verás que yo seré algo en mi país. ¡Me siento tan inquieto y excitado! Te mando el nombre de sus hermanas. Vi que se asombraba de cómo habías terminado. Pero, Dios mío, si pudiera te daría todos los reinos de este mundo. Oh, querida, tan celoso del pasado como soy y, sin embargo, me muerdo las uñas de excitación cuando veo a alguien de la extraña y agonizante ciudad del oeste en la que mi amor, mi hermosa flor silvestre de los setos, pasó sus alegres años juveniles. Nora querida, ¿por qué no estás aquí para consolarme? Estoy tan excitado que debo terminar esta carta. Me quieres, ¿no es así, pequeña novia mía? ¡Oh, cómo me has entrelazado alrededor de tu corazón! ¡Sé feliz, amor mío! madrecita mía, tómame en el oscuro santuario de tu seno. ¡Querida, protégeme del mal! Soy demasiado infantil e impulsivo para vivir solo. ¡Cariño, ayúdame, reza por mí! ¡Esta noche estoy tan, tan desamparado! JIM [26 de diciembre de 1909] Día de San Esteban 44 Fontenoy Street, Dublín Querida, esta mañana he recibido tu carta (una carta muy frívola) y la participación de boda que adjuntas. No envíes ningún regalo de mi parte. Guarda lo que puedas. Di a Stannie que me mande lo que pueda la semana próxima. Espero que hayas recibido mi regalo en buen estado, así como mi telegrama y la libra que te mandé por medio de Caris. Espero partir en una semana. Gracias por tus deseos para la Navidad, y espero que tú la hayas pasado completamente bien. Di a G. y a L. que iré pronto y que tengan la nariz limpia. Espero que hayan tenido un buen tiempo. Addio. JIM ¡Reserva un poco de turrón y de mandorlato para Eileen! [¿ 12 de julio de 1912?] Via della Barrier Vecchia 32, III Trieste (Austria) Querida Nora, después de haberme dejado cinco días sin una pa-labra tuya, garabateas tu firma junto a otros en una tarjeta postal. ¡Ni una palabra sobre los lugares de Dublín en donde te conocí y que tantos recuerdos guardan para nosotros! Desde que te fuiste he sentido una sorda indignación. Considero todo el asunto equivocado e injusto. No puedo dormir ni pensar. Aún me acompaña la pena. Anoche tenía miedo de acostarme. Pensaba que moriría durmiendo. Desperté tres veces a Giorgie por miedo a estar solo. Decir que parece que en cinco días te hubieras olvidado de mí y los hermosos días de nuestro amor, es una cosa monstruosa. Mañana parto de Trieste, pues tengo miedo de quedarme aquí, miedo de mí mismo. El lunes llegaré a Dublín. Si tú has olvidado, yo no. Iré solo para encontrarme y caminar con aquella a quien recuerdo. Puedes escribirme o enviar un telegrama a Dublín, a la dirección de mi hermana. ¿Qué representan Dublín y Galway comparados con nuestros recuerdos? JIM [Dublín] Querida Nora, recibí carta de Londres. ¡Mi suerte acostumbrada! Me sorprende que Stannie no haya escrito acerca de la casa. ¿Por qué no me has mandado ni una línea? Quizás llegue una por la mañana. No tengo ni idea de cómo nos las arreglaremos para ir a casa, pues aquí tengo que repartir dinero incesantemente. ¿Cómo estás? Ayer me enseñaron un artículo que no conocía sobre Chamber Music en el Liverpool Courier. Habla de mis poesías como de “poemas exquisitos y apasionantes”. ¿Puede escribir mis poesías tu amigo de la fábrica de soda o el párroco? Hablé toda la noche de ti con mi tía. JIM [Dublín] Mi querida Nora, hoy vi a Lidwell, y después de una hora conseguí de él la carta que te mando. La llevé a Roberts. Roberts dijo que no estaba bien y que debía haber sido dirigida a él. Pedía Lidwell que escribiera a Roberts. Lidwell se negó y dijo que su cliente era yo y no Roberts. Fui a ver a Roberts y se lo dije. Roberts dijo que Lidwell debería escribirle una carta sobre la totalidad del caso diciendo lo que yo podía hacer, pues él no podía poner en peligro la empresa. Yo dije que firmaría un acuerdo para pagarle sesenta libras, el coste de la primera edición, si el libro fuera secuestrado por la Corona. Él dijo que no era necesario y me preguntó si yo podía conseguir dos fianzas por mil libras cada una, dos mil libras en total (cincuenta mil francos), para indemnizar a la empresa por pérdidas después de editar mi libro. Dije que nadie me admiraba tanto como eso y que, en todo caso, nunca podría probarse que las pérdidas de la empresa (de haberlas) eran debidas a mi libro. Entonces dijo que él actuaría según el consejo de su agente y que no publicaría el libro. Entonces fui a la parte trasera de la oficina y, sentado en la mesa, pensando en el libro que había escrito, el hijo que durante años había llevado en el seno de mi imaginación así como tú llevaste en tu seno los hijos que amas, y en cómo lo había nutrido día tras días con mis pensamientos y mis recuerdos, le escribí la carta que te adjunto. Dijo que la enviaría esta noche a su agente en Londres y me diría algo. Soy como un hombre que camina en sueños. No sé lo que pasa en Trieste. Stannie no me ha mandado lo que le pedí. Eva y Florrie no tendrían nada que comer si no fuera por mí. Stannie no les ha mandado nada, Charlie tampoco y yo tampoco. No sé dónde terminará mi escritorio, mi mesa, mis manuscritos y mis libros. Tú estás en Galway. No sé cómo regresaremos a Trieste ni qué encontraremos allí. No sé qué hacer con mi diploma ni con mi libro. Mi padre dice que Roberts pondrá nuevas objeciones incluso después de mi carta. La ciudad se empieza a llenar y yo debería olvidarlo todo y estar contigo y llevarte al Horse Show, ¡Pover’a me! [sic] Estas son mis vacaciones. Ofrece mis respetos a Mr. Healy. Dile que no tengo un momento para escribirle. Da un beso a Giorgio y a Lucía. Espero que te gusten los poemas. Hoy hablé con mi tía y le hablé de ti, de cómo te sientas en la ópera con la cinta gris en tu pelo, escuchando la música, y observada por los hombres, y de otras muchas cosas (incluso íntimas) de nosotros. Te hablé de mi fracaso en las carreras de Galway. Todavía lo lamento. Espero que llegue el día en que pueda darte la fama de estar a mi lado cuando haya entrado en mi Reino. Sé feliz, querida, y come y duerme. Ahora puedes dormir. Tu tormento está lejos. JIM [Dublín] Mi querida y lejana Nora, hoy vi a Roberts y hablamos de la encuadernación de mi libro, de modo que ha aparecido un claro de esperanza entre las nubes. Me dijo que lo llamara nuevamente mañana a las doce. He tomado una habitación doble en el 21 de Richmond Place, en la North Circular Road, y soy lo bastante estúpido como para pensar que tú y yo podremos pasar algunos días felices después de todo este lío. Cómo me gustaría pasear contigo durante la Horse Show Week, y tener dinero para llevarte aquí y allí. Puedo conseguir entradas para los teatros. Asegúrate de tener enaguas y medias bonitas. Puedes ir al peluquero aquí. ¿Tienes el lazo gris que tanto me gusta? ¿Vendrás mañana? Temo preguntar por qué no me ha escrito Stannie, y mi dinero se está terminando. Quizás me escriba mañana. He pasado una se-mana terriblemente excitado con mi libro. Hoy Roberts me habló de mi novela, y me pidió que la terminara. ¿Te gustaría ir conmigo al teatro y luego ir a cenar? ¿Te encontraré tan llena como antes? ¿Está limpia tu ceñida y provocadora blusa lila? Espero que te limpies los dientes. Si no tienes buena apariencia te enviaré de regreso a Galway. Ten cuidado de no estropear tus sombreros, especialmente el alto. Tengo en la parte delantera, una linda habitación con dos camas. Si todo va bien, ¿no podríamos pasar unos días en mutua compañía? Me gustaría mostrarte muchos lugares de Dublín que menciono en mi libro. Me gustaría que estuvieras aquí. Te has convertido en parte de mí mismo, como carne. Cuando regresemos a Trieste, ¿leerás si te doy libros? Luego podríamos comentarlos. Nadie te quiere como yo, y me gustaría leer los distintos poetas, dramaturgos y novelistas contigo, como guía tuyo. Te daré sólo lo mejor de la literatura. ¡Pobre Jim! ¡Siempre haciendo planes! Mañana espero tener buenas noticias. Si publican mi libro me volcaré en mi novela y la acabaré. El Abbey Theatre estará abierto, y representarán a Yeats y a Synge. Tienes derecho a estar allí, pues eres mi novia: y yo soy uno de los escritores de mi generación que, por fin, quizás están creando una conciencia en el alma de esta raza. ¡Addio! JIM (Escribe como siempre a Todd Burns, no a mi dirección) 21 Richmond Place, N.C.R. Dublín Querida mía, esta mañana llamé para citarme con Roberts. No estaba allí, pero me dejó la carta que te adjunto. La leí y caminé por la calle sintiendo cómo todo mi futuro se escapaba de mi control. Permanecí durante una hora sentado en un sofá de la oficina de mi padre. He estado toda la noche con el libro entero en la cabeza, imaginé que lo veía, que lo leían mis conocidos, imaginé las críticas sobre él, tanto amables como poco amistosas. Esta mañana todo parecía derrumbarse. Me parece que hubiera sido mejor no decir nada más. Hoy he pensado largo rato en usar el dinero que me queda en un revólver, y usarlo con los sinvergüenzas que durante tantos años me han torturado con sus esperanzas. No diré más. Si me quieres, lo sentirás por ti mis-ma [sic] Querida, estoy seguro de que lo harás, y, oh, cómo me gustaría tener tu apoyo y tus palabras de ánimo, para olvidarlo todo y dormirme en tus brazos, oculto por tu amor. No sé lo que haré o lo que puedo hacer. Ya lo pensaré. Lucharé hasta el fin. Stannie no me ha enviado ni una línea ni ningún dinero. Mañana empeñaré mi reloj y mi cadena para subsistir algún tiempo más. Parece que todo se ha desvanecido, dinero, esperanza y juventud. Al menos estarás tú. No te aflijas por mí. Come, duerme y sé fe-liz. Cuando nos encontremos (y espero que sea muy pronto), espero encontrar en ti lo que he perdido en otras partes, verte joven y feliz, sonriente y caminando como una reina. JIM P.S. Me sorprendió y desilusionó no haber recibido hoy carta tuya. Escribe de una vez y devuélveme la carta de Roberts. Piensa en mí, pero no te impacientes. Matasellos del 3 de junio de 1920 [Tarjeta Postal] Portogruaro Toma dos billetes para el viernes por la noche y ve lo mismo si yo regreso o no. Si llego el viernes. No, mejor espera hasta que te escriba de nuevo. Un día muy aburrido con amenaza de tormenta.
Cartas de amor a Nora Barnacle, editorial Leviatán,1992. Traducción: Felipe Rua Nova.
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