Como Mozart o Rimbaud, Joyce es prematuramente arcaico. Desde su primera obra, hoy perdida, que según Richard Ellmann compuso a los nueve años hasta el Shem de Finnegans Wake, acusado por su hermano de elaborar una tinta con sus excrementos: resuena caca, esa palabra arcaica pronunciada por el niño polifmoro freudiano. Nos dice que el único modo de ser moderno es hacer eco en lo arcaico que en su caso comprende todo el pasado irlandés. Lo moderno que es solamente moderno deriva en el arcaísmo como estratificación de lo arcaico y en los demomatriarcados.
También es contraste es evidente con el nacionalismo de café de Arturo Jauretche. Si fuera por el no hubiera habido árboles ni vacas ni caballos en la Argentina, ni asado para escupir siquiera, además de mocasines y bikinis. Que se haya puesto de moda muestra el descerebramiento en curso. Afortunadamente, la obra de Leónidas y Osvaldo Lamborghini, dos escritores vinculados al peronismo aunque no asimilables al populismo escolar y maniqueo va en contra de ese paradigma nacional popular.
Se debe al militarismo prusiano y a Bismark la creación de la Alemania moderna. Bismark estableció las condiciones del primer estado de Bienestar social europeo pero como afirma Paul Jhonson en Tiempos Modernos pero veía a Alemania rodeada de amenazas, conspiraciones y "cercamientos" por lo cual el país vivió en un permanente estado de sitio. La constitución republicana de Weimar nació amenazada desde el primer día. La paranoia nacionalista culpó a sus hacedores de haber vendido a Alemania en el Tratado de Versalles y esto irá creciendo hasta acusar a la república de ser una Judenrepublik, de estar dominada por los judíos.
Wozzec, compuesta por el discípulo de Schoenberg, Alban Berg, fue estrenada en Berlín en 1925
y en el campo de las artes visuales, Walter Gropius ensayó la teoría de la Gesamtkunsstwerk, el arte como obra total, tomando analogías de las catedrales medievales combinando la pintura, la arquitectura, el mueble, textiles y joyerías que irían creando la atmósfera del Bauhaus. Klee, Kandisky, Bartok, Mises van der Roe, Stravinsky visitaron y adhirieron al movimento. Los museos alemanes comenzaron a comprar cuadros modernos y se incrementó el intercambio con otros centros culturales del mundo. Klee era profesor de arte en Berlín y Kokoscka en Dresde.
La reacción de la Kultur estuvo en la obra filosófica de Heidegger y su vuelta a lo originario y lo sagrado- que Meschonnic nos ha enseñado a leer en toda su comicidad- y la del jurista antiliberal Carl Schmitt.
Algunos de estos interrogantes subyacen en la notable biografía que Phillipe Sollers ha escrito sobre el fundador del museo- de moseion que significa en griego Templo de las Musas- del Louvre, novelando la Historia en su faz ingeniosa desde la vida de un guardían que sabrá que los imperios pasan, pero los museos quedan, si no hay talibanes en oficio.
El libro de Germán García sobre- habría que decir "con" Macedonio- uno de los más insólitos de la crítica argentina, un tratado interminable que pudo soñar Chuang Tsé, despertando en una cultura donde "la extinción del deseo es un ideal y la búsqueda de satisfacción una condena"- retornará siempre sobre los abusos ideológicos: no hay un primer genitor sino una retroacción del padre que en la escritura va constituyendo a la Eterna como ausente. Una ausencia impensable.
La palabra secreto tiene una resonancia fuerte en la obra de Sollers. Los verdaderos secretos no necesitan vigilancias. Sollers...tachado de burócrata cultural por quienes no pueden sin bostezo hilar dos frases. Sugiere que un entre dos durable y secreto entre un hombre y una mujer es lo más subversivo que pueda imaginarse ante el canibalismo comunitario.
Sollers practica un cosmopolitismo puntual y actual. El escritor cosmopolita hoy- subrayo- no puede pasar por alto de las masacres que ocurren en el mundo. Todo El Año del Tigre está sacudido por ellas: “Escándalo en los Países Bajos: los cascos azules holandeses habrían colaborado con los Serbios en las masacres de purificación étnica” contra los musulmanes de Sebrenica. Los Holandeses tan buenos, tantos “derechos del hombre…”. Falta agregar que no sólo colaboraron sino que los holandeses compartieron cerveza con los serbios antes de pasar a la limpieza étnica. Esto es ético. No etílico. A fines de los noventa se olfatea algo, por ejemplo, un 11 de septiembre. Y el autor no se angustia. Cita a Revel en sus variadas frases contra el negacionismo de izquierda que reapareció vivito y coleando luego de los atentados. Ya el interés por Heidegger anticipaba el desembarco de Carl Schmitt en nuestros pagos: muchos estudios eruditos para justificar los superpoderes, para que sin control se grave la obra pública un 300% y los millones se inviertan en tragamonedas o el fútbol y del resto no se sepa nada. Es lo que escamotea tal interés. El "enemigo" del Estado finalmente es la propia población que no se ha convertido al engendro del nacional vanguardismo.
Sollers sabe que habla para nadie, salvo para otros escritores que no actúan el personaje que demanda el espectáculo que hoy desprecia como un ataque a Orwell hablar de política, - salvo que no sea el del populismo tipo NRF- reducida a algo de mal gusto cuando en realidad se trata acatar la intimidación de los controles sociales.
A todo gran escritor de alguna manera le toca una Delfine. Una prueba. No hay que subestimar. Lo que ocurre es que aquí es demasiado visible y un profe de griego está más desarmado que un Kundera, otro posible objetivo libidinal de Delfine. Pero da pelea aunque morirá en la batalla. Es un ex boxeador. Pero pelear con Tyson ofrece más posibilidades que hacerlo con la novia, la cosa es demasiado desigual para esta joven y típica neomatriarca universitaria que ya está en funciones antes de haber haber hecho camino. Gana los primeros rounds, está acostumbrada a que mostrar las faldas le abran puertas. Sucede que por bella que sea ella es para quien sabe escuchar la Sociedad, algo así como Durkheim con faldas citando a Bataille. Roth transforma la Universidad en un capítulo más de la comedia humana, mucho saber y mucha cultura, algunos profesores admirables como Coleman, con sus pasiones intactas, pero también están ahí los formadores de los incurables del mundo que hablan respecto a un libro o cualquier hecho el mismo esperanto universal.
Afirma que el sexo es maravilloso, pero “con metafísica”, está en esa búsqueda. Termina escribiendo avisos, busca para no encontrar el hombre que supuestamente quiere.
Coleman le pregunta con franqueza a Delfine y sus argumentos del género:
“-¿Qué hago entonces para complacer a la señorita Mitnick? ¿Elimino a Eurípides de la lista de lecturas?
-De ninguna manera. Es evidente que todo depende de cómo enseñe usted a Eurípides”.
La polémica continúa posteriormente, no se llega a un armisticio siquiera, no hay encuentro entre la normalienne vanguardista y el clásico profesor:
“- Mire, Coleman, usted ha estado mucho tiempo fuera del aula.
--Y usted no ha estado nunca fuera de ella, querida- replicó él despacio y con una sonrisa irritante a propósito-. He leído esas obras y reflexionado sobre ellas durante toda mi vida.
--Pero nunca desde la perspectiva feminista de Elena.
--Nunca desde la perspectiva judía de Moisés. Nunca desde la elegante perspectiva nietzchiana sobre la perspectiva”
Coleman no la toma en serio por la debilidad de sus argumentos. A diferencia del nuevo decano posmoderno que tomará partido por Delfine no da el brazo a torcer y ella advierte: “Si insiste en enseñar literatura a la tediosa manera que tiene usted por constumbre, si insiste en el llamado enfoque humanista de la tragedia griega que ha tomado usted desde los años cincuenta, esta clase de conflictos va a surgir continuamente.
--Muy bien, pues que surjan - replicó él, y salió del despacho.”
Ahí esta la clave en potencia del drama que va a desencadenarse y la gota que lo rebasa sucede cuando Delfine se entera de que Coleman de 71 años vive una historia de pasión con una empleada de la universidad, joven y analfabeta. Concluye que encontró la mujer ideal a la que oprimir y que todo eso fue una ofensa contra ella digna de figurar en la historia universal de la infamia. Ella que en la entrevista abrió su falda escocesa como la histérica de los textos que sabe hacer desear pero que no sabe qué desea.
Un entre dos apasionado no es una mera convención, su tercero no es el estado o la universidad sino un juego de fantasmas que excluyen este montaje a menudo equilibrado por el fetiche. Ella no pide nada, el tampoco y se dan con todo. Insoportable. Saben que dependen del secreto. Cuando un hecho oculto se revela en EEUU suele haber escándalo. Cuando se trata de un secreto se puede llegar al canibalismo. CuandoDelfine hurga y al final encuentra, se mete entre ambos, sin ahorrarse ninguna ruindad hasta provocar el descrédito total de Coleman y la muerte de la muchacha que no deja de compararse con un grajo en monólogos incomparables.
En cierto modo, Coleman es un caballero de Yale.
También en Yale ofició la Princesa de Macondo- que en pleno 2001 citaba a Lenin para consolar a los jubilados, sin decir palabra de la megaexpropiación duhaldista para salvar a nuestros patrióticos capitalistas, encubierta por los que enseguida mutaron, que mira el mundo más con los ojos del pintor jacobino David que el ingeno realismo mágico- que les privó de ayuda, a Osvaldo Lamborghini y sacó corriendo a Néstor Sánchez cuando gestionaba una beca - de esto último sobran los testigos- cuando estaban muertos de hambre para cederlas a los olfas del nacional vanguardismo. Hoy la Princesa de Macondo escribe prólogos a las escritoras líquidas a medida de Chomskylandia, hay que saludar su amplitud de criterio.
La enormidad silenciada por todos que hicieron con Néstor Sánchez...¿que habría pasado si hubieran hecho la revo pop china como ese sujeto lumpen que habla con tanta poesía como Faunia, expulsado antes de haber entrado como los personajes de Beckett? En cierto modo, fue justo: no necesitaba nada, ningún saber ofertado, el escándalo era a quien le había robado ese frase o de que injusticia divina recibió ese don. Increíble: encabezaba la lista de los réprobos no por la supuesta ideología por la que era juzgado sino en virtud misma de ese don que vivía con el más bajo de los perfiles. La hermenéutica, a su vez, supone que de algún lugar Faunia tuvo que haber sacado sus historias de grajos como Sánchez esa frase única, muchos tiempos en un solo ritmo que involuntariamente nos abuena con el cosmos porque viene con cita de Moisés de un antimundo. Hoy la mafia se presenta como progresista en política y "subversiva" en cultura: el vaciamiento del lenguaje via los nombres indistintos está en plena acción con el objetivo de volver indistintas dictadura y democracia.
A a lo sumo es muy ingenuo creer que el fascismo y el estalinismo hayan muerto. Y es parte del nuevo academicismo hablar hoy del Gulag como ayer de Auschwitz y al mismo tiempo mirar para otro lado cuando surge la mugre política. Una nueva estrategia para ubicarse de las Delfine Roux. Existen las metamorfosis. No hay que imaginar camisas negras o agentes modelo KGB. Aquí basta el lumpen políticamente correcto, amaestrado y envilecido con las mismas nobles aspiraciones de los sindicalistas millonarios de Puerto Madero que no vacilan en asesinar cuando su poder- ser brazos de una CGT al servicio de un solo partido según la vieja idea del fascismo- se ve amenazado.
En otros lugares, donde hay más dinero, en Yale, no sucede nada diferente. Están las faldas escocesas, entreabiertas de Delphine Roux, ajustadas tal como lo pide el placer del texto de Barthes, pasando a toda la cultura occidental por la teoría del género.
De culón a olla popular sólo hay un paso, decía Osvaldo Lamborghini, ante la inminencia de un eterno día del populacho a punto de institucionalizarse en nuestros pagos. Del placer barthesiano del texto al lecho de Procusto de la teoría del género no hay siquiera que mover los pies, vienen como las mariposas coronas a estrellarse en los parabrisas de los autos.
De lo contrario se es fascista o racista, hay variedad de anatemas en el menú. A Delphine no le gusta Sollers porque no cree en la octava maravilla del “sexo con metafísica” que sí atribuye a Kundera, con quien querría hacerlo. Delphine no puede captar el entre dos entre Coleman y Faunia, tampoco entre Kristeva y Sollers.
El estado universitario aborrece el entre dos. Auschiwtz y el Gulag, negado por los nuevos redentores del comunismo han dado lugar a un discurso que oficia para un dios gnóstico
Pueden aplaudir la orgía, pero las historias de amor, legales o ilegales, que no caen bajo su control lo ponen al borde del ataque de nervios y hasta pueden enloquecerlo. El sexo en ella ha sido violentado por la hermenéutica: se cree dueña de un saber sobre el sexo, del suyo y para colmo de los otros. Transformado en culto y no en crítica, el saber es un cristal claro en demasía. Si se rompiera no lo haría según sus líneas de fractura. Se restauraría inmediatamente en forma de granito. Delfine está entrando en el medio del camino de la vida sin haber pasado por Dante y creyendo haberlo leído todo. Está en vía directa hacia la inhibición final. Ya parece tarde para dar vuelta la página: pobre el hombre que intente redimirla por amor, pagará todas las facturas, la sed de venganza en nombre del Arte se renueva, aun después de humillado a Coleman y que Faunia y éste murieran por un accidente causado por otro perseguidor, el ex marido de ella, un loco de la guerra.
En esa estación no es a Kristeva a quien tiene que leer sino a Margarita Duras que escribe para sujetos como ella. En la superficie de sus lucubraciones y juegos fantasmáticos, aparece siempre Valerie Solanas disparando contra Andy Warhol, condenado a muerte por no haber creído, tenido los mismos "sentimientos" que programa el espectáculo. Sollers pone en escena una enfermera, que cuida a Andy Wharhol a punto de morir, leyendo toda la noche La Biblia, descuidando al paciente, como si la leyera para no practicarla.
En otro siglo, Denon tiene la mirada de un hombre de la Enciclopedia. Estudia la organización de las piedras de los templos que hablan de la creencia en los poderes. Devuelve los templos a la mirada a través de su lectura del espacio, de los bajorrelieves y las alegorías. Anticipa el ritmo de un Chautebriand pero sin su nostalgia ni la identificación de las ruinas a la nada. Desde unos vasos griegos verá el “carnaval romano” que asola a los franceses bajo el Terror. Denon afirma que sin vida social los hombres se vuelven sombríos y devotos. Esto empalma de maravillas con Phillipe Sollers : sus novelas son artes de vivir los placeres bajo el cálculo de una guerra inminente. Sollers desenvuelve en este libro una afirmación: el puritanismo es el antimuseo, porque en el museo uno se desliza en el vértigo de una representación a otra. No es posible permanecer incólume, dejar experimentar cierta pérdida al recibir el golpe de un Rembrandt y luego encontrarse con un Velázquez.
El Museo es impensable para la lógica puritana, que no puede sino conjurarlo desde su rechazo de esa serie de grados y modulaciones, esas excepciones, “esos nombres (aunque no tengan firma, que señalan lo que podría llamarse los logros de la individuación. Los artistas no se deben al conjunto humano, ellos salen de él. ¿Es eso lo que produce un rechazo de fondo? Por supuesto”.
El Puritano es ante todo alguno(o alguna) a quien repugna esta concepción de los “golpes felices” de la historia humana. Quiere lo colectivo. El socialista se suma, compite, incluso a veces lo sobrepasa. Luego entramos en una historia falsa. Una ‘Historia del Arte’. Por lo mismo, él se asegura diciéndose que hay una separación bien marcada entre escribir y vivir, entre trabajo y vida disoluta, entre sexualidad y pensamiento. Para él, tiene que ser una cosa u otra. El Puritano es clerical (o clericala) en cuanto quiere creer que los ‘artistas’ ineptos para vivir (la realidad, el o ella) son, a pesar de todo, sacrificados útiles. Redentores rentables: “El artista debe terminar mal, su existencia no puede sino ser un pozo de infierno, el ha experimentado cosas peligrosas para nosotros...”
Es el que se vuelve loco en nuestro lugar, siempre seguro. Engranaje de una máquina de guerra, candidato a martirio o santo laico, siempre se trata de la redención comunitaria y en cuanto a eso hay consenso generalizado: “el religioso de otrora, el burgués, el progresista, el militante, el universitario, el mediático, el político. Sobre este punto preciso, todos están de acuerdo. Verificad. “
Podrían invertirse las secuencias de la trama y decir: pobre el artista que no acepte y tome en burla esa imagen de petrificada seriedad, que atenta contra el repertorio que barajan los funcionarios de una época. Denon puede ofrecer algunas enseñanzas en su actitud con David, el comisario cultural jacobino, predecesor de los actuales promotores de lo peor.
David lo tenía en la mira a Denon por su pasado monárquico. Se sabe poco o no se quiere saber nada de las actitudes policiales del jacobinismo en cuanto a la pintura, por ejemplo, el haber considerado obscenas muchas obras renacentistas, como las de Boticelli, en temáticas como la Virgen y el Niño. Superaron holgadamente en virulencia y ridículo las de la “alienación burguesa” de la que son la contracara sombría. Al revés de lo que postula Gramsci que ve en el jacobino el límite progresista de la burguesía, se puede afirmar que el jacobino es el burgués en su expresión más decrépita y más siniestra, el burgués que quiere apoderarse y encaminar la Historia que nos preparaba algo peor que el Burgués de Flaubert y León Bloy.
El jacobinismo en estética es el antimuseo en acto. Sólo falta sustituir el comité de Salud Pública por los Comités de Defensa de la Revolución- parapoliciales castristas o chavistas- para encontrar la clave del pasado siglo- extensión del XIX- que quiere vivir aunque sea en la vida vegetativa del pensamiento que ofrece el negacionismo. El despotismo pequeño burgués de los Lenin, los Stalin, los Castro y los Hoxa será termodinámico en el siglo XX.
Si hoy no resulta difícil demostrar que lo que se sueña a los manotazos en un siglo suele realizarse en otro como pesadilla sistemática, si lo que en uno es utopía en otro es realización siniestra, entenderemos lo que Sollers llama un programa antipolicial: liberar al siglo de Denon, el XVIII del XIX - el siglo de la religión del progreso y de la melancolía - cuyo peso todavía padecemos : no se trata de su cultura, de Balzac o de Flaubert, sino de sus letanías. En el libro de Sollers, la historia del arte ocupa un lugar secundario ante el enigmático personaje, mundano y exquisito, que pasa a la posteridad con una imagen de anciano epicúreo y frívolo.
Sollers es un maestro en el arte de citar y de inmantar los textos ; basta leer los pasajes seleccionados, de cartas y de textos de Voltaire, Diderot - las dos referencias del Denon adolescente- y Chateaubriand.
“Se toma la dulzura de mi carácter por una profunda filosofía, todo lo que he visto por erudición”, escribe este buen católico, pero con una audacia propia de un espíritu libre en el sentido de Nietzsche, adoptando la forma de la discreción para alguien a quien lo le gustaba la idea de que rodarse su cabeza. En el siglo donde la muerte comienza su reinado legal con el pretexto del Bien colectivo no está del todo mal llamarse Vivant.
Era grabador y dibujante : sus osadas imágenes- como la de Adán penetrado por Eva por detrás, sorprendidos por un ángel que patea sus traseros - son de una elocuencia suficiente.
El mismo se presenta a la posteridad en un autoretrato en aguafuerte donde emerge su cara grácil y redonda, sus ojos verdes y claros, con un sombrero de plumas y un pañuelo de seda. No era un artista voluntariamente “transgresivo” en el sentido moderno, que suele creer más en la Ley que sus oficiantes; era más bien un reservado libertino. No existen, y mejor, serían exterminados y más en la Argentina que idolatra la ineficiente "cultura del trabajo" como si estuviésemos en pleno fordismo.
Estaba dotado para el dibujo, “escuela de la medida de sí, de silencio activo, pero no será un gran artista, lo cual “puede explicar su pasión por las artes y los maestros de todas las épocas, aunque él será mucho más que un amateur”
La línea de separación entre lo antiguo y lo nuevo, entre la reacción y el progreso no está clara, tratándose de este gentilhombre oficial del rey que recorrió varios regímenes : el de Luis XV, el de Luis XVI, la Revolución, el Terror, el Consulado, el Imperio, la Restauración. Cómo un hombre pudo sobrevivir a tan distintos regímenes salvando - a veces por un pelo - la cabeza?
La biografía de Sollers, una de cuyas claves es el espionaje, nos lleva a pensar que no hubiera ocurrido lo mismo de suceder en el siglo XX que alcanza un grado máximo de intolerancia en los totalitarismos. Las intrigas con los inquisidores venecianos, con Casanova y con él mismo, parecen juegos de niños si los comparamos a la cruedad, brutal y refinada de los crímenes organizados por los estados del siglo XX, y esas “zonas liberadas” que son parte del paisaje de la realidad actual. La mano de los servicios en la cultura, desde el siglo XIX insiste bajo diversas ideologías. Denon escribió sobre la corte de Nápoles algo que vale para todos los poderes : “La verdad no es adminsible, sino donde ella es soportable. Se la conoce muy bien aquí, pero no se la quiere de ningún modo ; la mala voluntad es positiva, constante e inherente. No será sino el abuso que se hará de ella el que podrá destruirla “
Esta fórmula tiene algo de teológico: es necesario que el mal se destruya a sí mismo mediante sus abusos. A Sollers esto le suena a San Juan. Otro podría ver en esta idea un derivado de las Luces. ¿Por qué en ellas- deja entrever, antes de que el agua llegue a la fuente- no puede haber algo de San Juan? Su misión a Nápoles tiene lugar diez años antes que la Revolución. Al contemplar el Vesubio y el Etna vislumbra que Europa está sobre un volcán.
La idea de museo no es la misma en todas las épocas; la del Templo del Gusto y del Amor era común en el siglo XVIII en contraste con el actual, como una suerte de depósito pasivo, reverso de la vanguardia o el mercado.
La sabiduría de Denon no residió en combatir la censura, sino en jugar con ella, hasta llegar hasta ese punto inevitable en el que se vuelve ridícula. Un juego sin duda peligroso, donde tampoco hay riesgo cero.
Denon no es sólo un funcionario, ni mucho menos un operador tecnocrático-político que abunda en nuestros días. Es por sobre todo un artista, “alguien que se ocupa de cosas que ellos no comprenden y que no comprenderán nunca”. Cada vez hay menos artistas en la dirección de las instituciones: sin duda es mejor un burócrata modesto y más o menos neutros que alguien que quiso serlo. Pasará facturas.
Denon comienza a vivir culturalmente cuando los grandes- Diderot, Voltaire, Rousseau- están muertos y son reemplazados por funcionarios que todo lo reducen al conformismo, la prudencia y las prédicas virtuosas.
Está situado en la disyuntiva de un mundo que muere y otro que se niega a nacer, salvo a través de la violencia que sustituye a la ausencia de pensamiento. Pero no es la guerra la que se lleva el capital de la violencia.
Denon va por la vía clásica que es la de Maquiavelo y la de Hobbes. La guerra sí, la crueldad no, es la fórmula casi erótica a la que se podría completar con la divisa que los ingleses urdieron en Egipto: no quejarse, no explicarse. A Denon se le reprochará que no haya escrito sus memorias, es decir, su justificación. Se supone que la verdad de un hombre está en su última palabra, en su testamento. Se olvida con facilidad que pudo haber dicho algo en sus colecciones.
Entre Denon y Napoleón hay una mujer : Josefina de Beauharnais, fascinada por el conocimiento que tuvo de Luis XV, y de mujeres como María Carolina de Nápoles o Catalina de Rusia. No tarda en caer en sus redes. Hay un general con porvenir que hizo proezas en Italia y necesita casarse. Denon participa de la presentación de Josefina y Napoleón que se enamora de ella, seducido por su conversación.
El siglo en que nace Denon es el de los padres buenos que están en la base de la manía educativa francesa que va desde los áulicos gigantes de Rabelais hasta el Emilio de Rousseau. Denon no participa de ella, como su contemporáneo Sade, que escribe el reverso de las virtudes de esa buena madre que es la diosa Razón y ese padre tan recto que se vuelve terrorista y que es el Ser Supremo de la revolución. Sollers mismo fue uno de los que experimentó ese sentimiento oceánico. En 1974 viajó a China con Barthes y Kristeva y no vieron nada de lo que Simón Leys había escrito en 1971 mostrando los hábitos del presidente Mao. Abrevio. En los setenta todo lo que sonara a ético era considerado burgués. Kristeva declaró que "Mao había liberado a la mujer china" y Bartes se detuvo a gozar de los ideogramas en una ciudad poblada de carteles de Stalin y de Mao, al que sostenían como no estanilista. No es que fueran ciegos o sordos. Gozaban de la violencia revolucionaria, Guy Sorman supo leer bien esto al historiar el imaginario francés sobre China: ayer patria de la revolución cultural, hoy como paraíso del libre mercado. Hoy Sollers no deja de referirse a Leys como uno de los grandes escritores franceses contemporáneos. Un escritor político en la tradición de Montesquieu. No se traduce porque el mercado intelectual se asimila a los autores del estado universitario y no se lo conoce porque no hay deseo de leer fuera del Kindergarten que vuelve indistintos a Freud o Marx con Carl Schmitt para que el Leviatán depredador siga avanzando. El Kindergarten populista ya demanda una Eterna pero no tiene un Macedonio que le escriba esa imposibilidad que en Schmitt es impotencia.
Ayer la palabra del orden era decir "Sartre"- poco importa si se lo hubiera leído-, hoy es no hablar de política y orar con Carl Schmitt que puede legitimar la relección indefinida que ya existe en Santa Cruz y otros feudos. Sartre y él son nombres indistintos. Pero el último es el rentable. La gilada, dicen los colegas, tarda siempre en avivarse.
En sus sombras chinas más allá de los crímenes en masa, de los setenta millones de muertos - sólo en China- no queda ni el espectro del museo: la reescritura de la historia alcanza hasta el modo de mirar la luna. Sollers comentando su último libro- Le voyage et le naufrage du Batavia- recuerda la más clásica de las frases, el todo lo que hay que hacer para que el mal triunfe es que las buenas personas no hagan nada, inconcebible en la vanguardia setentista. Es que ahí aparecen los adamitas- esos que Bosh pintó en El jardín de las delicias-que niegan el pecado original y la ciencia del bien y del mal. Simón Leys se asombra que sean las personas que no creen en el Infierno las que parecen más inclinadas en fabricar buenas réplicas aquí abajo. Pienso que el bien no es definible o que sus definiciones sobran, en cambio, el mal a pesar de sus máscaras y metamorfosis no deja de informarnos que está ahí, vivito y actuando y es el goce el que nos empuja a hacernos los distraídos. Si no se entiende poco que década décadas nuevas generaciones levanten la bandera del negacionismo. Extraño fenómeno: se sigue amando a los dictadores y a los pensadores que llevan en vía directa hacia ellos. Argentina no es Argenzuela, pero las filípicas apuntan para ahí más que, por ejemplo, Uruguay donde se ha pensado algo que tiene que ver con el mundo actual y no la restauración de otras décadas que deberían pertenecer a un museo del espanto. Quieren repetirlas y restaurarlas de nuevo en una fiesta popular donde cada vez hay menos carne para el asado.
Robespierre ha sido el primer teórico del matriarcado universal al proponer sustraer al niño a la madre a los tres años- hoy el venezolano Chávez baraja ese proyecto- y convertirlo en propiedad de la Diosa Razón.
La idea- y la política- del museo viene actualmente del siglo XIX. Sartre la ha narrado en La Náusea al descubrir mediante su personaje que todos los habitantes de una ciudad de provincia hablan exactamente hacia 1932 como los que habitan la comedia humana de Balzac. Los burgueses son eternos: masacres, genocidios, la muestra de lo peor que hay en el género humano y ellos siempre reaparecen, incluso trasmutados en protagonistas, compran sus biografías como nuestra oligarquía lo hacía con árboles genealógicos. ¿No es ésta una náusea más insufrible que el supuesto lenguaje que el existencialismo fuerza en las cosas mismas?
Escribe Sollers : “Grado cero del arte : el museo de Bouville está lleno de crudezas realistas y académicas, que celebran los sucios burgueses, conformistas, ‘humanistas’, o pseudo- socialistas.”
Esta crudeza realista puede coexistir perfectamente con lo gótico, que en vez de ser su antípoda es su complemento: “Un siglo XVIII recubierto e inaccesible, un siglo XIX hundido, melancólico, proplongado por esos abuelos de bronce y las ‘damas de negro’...la Náusea...”
La Náusea se traslada del siglo diecinueve al veinte hasta derivar en el etilismo actual. No en la ética sino en el etilismo.
Esta sensibilidad donde los grandes padres de bronce piensan lo mismo que esas damas etéreas y frígidas anuncian las carnicerías de 1914 y 1920. Flaubert es el único que descubre la esfigie de la Estupidez para constatar que no puede ser objeto de escultura debido a cómo se la intrincado con la inteligencia.
Denon tiene como aspiración en la vida, después de los cuarenta años, no hacer nada, salvo dibujar o grabar y de ahí que ame a Venecia más que cualquier otra ciudad. No tiene la menor idea de la idolatría del Trabajador del primer industrialismo. Parte del misterio de Venecia es que esta ciudad no va a ninguna parte y eso le escapa a un Sartre ávido de sentido que prefiere a Roma. Sartre en su condena de la ostentación cultural y el decorado reitera todos los clisés del puritanismo. Venecia tiene que ser un paréntesis de silencio o nada. O el lugar de la muerte depresiva de Thomas Mann o el agua sucia de Antonioni. La ciudad de un Casanova triste, casi melancólico, hecho a la medida de un patético Fellini.
En suma : a Denon y a Casanova tienden a expropiarles la alegría, esa que no se deja programar por decreto. Quien no predica su obseno amor por la humanidad es considerado un cínico. ¿Cómo, aparte de escribir esas obras la pasaste tan bien? Sos un cretino. Hasta al mismo Kafka le hubiera alcanzado el san benito. Hay que presentarlo siempre angustiado en lugar de nosotros, como si Milena no fuera varios mundos. Es tiempo de poner a estos tipor raros en vereda: si no hay una Seguridad del Estado como en Cuba hagamos un “campo intelectual” a lo Bordieu, y no seas profeta del odio.
Las novelas de Sollers El corazón Absoluto o Fiesta en Venecia van en sentido contrario a esa tradición, aferrada a lo más sacrificial del siglo diecinueve. Sollers demuestra que se puede sortear ese estilo que supone el culto eufórico de la depresión. Sollers indaga en las sociedades secretas con Denon y Watteu como referencias.
El carácter de Denon, por otra parte, no es ajeno a la fundación del Louvre : “Este hombre es la reserva misma : no es extraño que el haya tenido la idea del más grande museo del mundo. En su vida privada, retraido. Ser, por ejemplo, célibe a ese extremo, he aquí lo queha podido atraer la interpretación más o menos maledicente. Y bien no. Nada. Todo el mundo acuerda otorgarle el máximo de aventuras femeninas. Pero ¿cuáles? Misterio. Ninguna traza, ninguna correspondencia, salvo aquélla con la condesa( pero ella queda en el registro tierno, irónico, auto-irónico, y, para terminar, paternal)".
Denon hace suya una palabra que a fines del siglo XVIII recorre Europa como una buena nueva, la dicha : “Volver a ver la primavera era para mí resucitar en paraíso”, escribió.
Sollers rastrea la vida de Denon en una serie de conexiones entre culturas, viajes y personas, en las cuales se destacan las mujeres, basándose en la autobiografía breve del propio Denon : Point de lendemain.
Esta obra que el Larousse califica de “pequeño cuento libertino”, conocerá el agrio rechazo de moralistas de distinto signo. Pero dejará su marca en Laclós, será transcripta por Balzac en su Fisiología del Matrimonio, no sin aclarar que suprime las partes más ardientes- ¿tú también, querido Honoré?- , fascinará a Stendhal y llegará a un filme de Louis de Malle, en el cual Sollers ve una vuelta de tuerca del nuevo moralismo.
El arte no la saca barata ni con la moral espartana y rígida de los jacobinos ni con Napoleón que lo considera un medio de propaganda y de formación cívica y moral de los ciudadanos. Esta idea ha tenido consecuencias nefastas. Sollers trata la relación Denon- Diderot, la de Denon- Voltaire y los revolucionarios y con Napoleón, la de Diderot con Catalina de Rusia. El libro evoca pasajes de Le Secret : una novela de espionaje del autor que es a la vez efecto de sensibilidades y lecturas, que la novela policial convencional rechazaría por un exceso, too french, de sensualidad.
Denon fue el primero en descubrir y expotar la escuela italiana de pintura y en situar el arte egipcio en un lugar de preeminencia en el Louvre. No llegará a reconocer al Goya que figuró en brasas de pesadilla las atrocidades de la invasión napoleónica.
Se debe a Anatole France que Denon aparezca como “viejo”, ignorando que la juventud no se encuentra precisamente en los jóvenes según Nietzche, pero hasta el fin de sus días, no cesarán sus pasiones y los dibujos que las celebran en distintas mujeres. Sollers piensa a Denon como a un jugador, como a un artista, nunca como filósofo. ¿El motivo? La ingenuidad sexual que observa en los pensadores más lúcidos: en las relaciones Diderot- Sofía Volland o en las de Rousseau y su amante. No es necesario llegar a esa tragedia llamada Althusser.
Denon viaja mucho: en Nápoles aboga por un bandolero generoso; la revolución lo sorprende en Venecia donde tiene la premonición del Louvre. Siguiendo hasta Egipto la sinuosa aventura de su personaje, junto a maneras y agudezas del siglo XVIII, Sollers las contrasta con las “religiones” madres del siglo XIX - positivismo, esoterismo, socialismo- que encarnaron en pesadillas en el actual, hacedoras de libertos más que de espíritus libres y de ahí que una de sus conclusiones, tan coherente como desconcertante, resuene en eco con su personaje : “Que todo el mundo, las mujeres comprendidas, sepa leer y dibujar libremente : he aquí la revolución.”
Los malos pintores, para un Cézanne, son aquéllos que “ven el árbol, el rostro, el perro, nunca este árbol, este rostro, este perro”.
Denon descubre en Egipto un silencio que afecta a su pasión de grabador: “Es este silencio que ha siempre interesado a Vivant. Este mutismo masivo, reencontrado, por fin, en Egipto. Esta discreción de la acumulación en pleno desierto”
Este libro de Sollers, obra de un escritor que va descubriendo pasiones y gustos cuando escribe más que de un especialista en historia del arte, puede pasar desapercibido en el universo del Señor Mediático- gran hermano y amigo- que sugieren el antídoto propuesto por Gautier: “prohibir cierto estilo de crítica aplicada a algunos nombres". Gautier tenía demasiadas esperanzas. Pide respeto para un Flaubert. Sollers es más escéptico. Introduce el secreto, que sobrevive el trabajo de la historia de la infamia y retorna sobre ella. Es un escritor que ha hecho del estilo una forma de guerra más que de ornamento.
Hugo Savino desplaza La Comedia Humana de Balzac del clisé realista. Es el novelista del reverso de la historia. Hace historiable la historia de la Humanidad escribiendo reversos mediante sujetos que tratan de reconstruir sus vidas luego de haberlo perdido todo. Escena que por reiterada no hay que extraviar. Hasta las porteras tienen genio. Los ángeles no existen, claro, pero no dejan de urdir venganzas.
Savino, lector de primera hora de Murena y Néstor Sánchez, siempre está comenzando pero no donde se lo espera, en el primer día del génesis, en distintas direcciones que se vuelven sinuosas, sorteando el trote de moro a salto de mata. Entre las líneas de Salto de mata se hace apenas audible una carcajada homérica. Quienes la oyen pueden experimentar una risotada, los otros se pondrán sulfurosos. Libera a Troilo y Raúl Berón de la sordera de la ideología argentina para proponer su escucha. Un seco adiós a Verdi y a la ópera sensiblera que monopoliza los buenos sentimientos. Y nos da su lectura de una poeta que de entrada captó que el comunismo siempre sería lenino estalinista: "Corro a un café a leer a Marina Tsvetáieva. Dos horas libres de ese terremoto". Epoca en que los sujetos van a psicoanalizarse porque ya no pueden leer. Progresistas de buen vivir que creen poder hacer un nido gratis en un agujero del setenta. Savino entró a la escena literaria presentándose modestamente como "traductor". ¿Qué pensaba? Pasaban por alto que cada traducción suya era un acto político. No necesitó siquiera liberarse del peso de la ideología-es un trabajo lento, supone intimidaciones y obstáculos- del obligar a decir de los educados sartreanamente. Ayer creían, dijo, que Marina era una bailarina del Bolshoi. Ahora, enterados, dicen haberla amado toda la vida, a ella también le llegó la hora: puede coexistir con Dolores Ibaurri o Elsa Triolet. Siempre nombres indistintos. Y no: "Se estableció el socialismo. Noventa y dos millones de muertos. Se estableció tanto que no paró hasta que Tsvetáieva se colgó. El socialismo no pudo con Ajmátova, con Tsvetáieva, con Maldestam, con Bulgakov. Ganaron en el tiempo. Es mi adagio Ingres".
Marina Tsvietáieva a diferencia de Delfine quería ser amada por Casanova. Su recuerdo infantil es la Tatiana de Puskhin. A diferencia del cholulismo de Delfine- que busca un Kundera aunque este autor esté vivo- Marina quiere un hombre que no la hostigue con celos, que haya leído a Casanova. Pero "pedirle a un hombre que haya leído a Casanova, hay que estar loca, casi no hay Casanova, sabía lo fundamental: una mujer quiere que le hablen al oído. Para ellas va por la oreja". En esta época los hombres creen que el oído se satisface con cualquier dicho y las mujeres, especialmente las liberadas, se desentienden de él, piensan si no son suficientemente bellas. Cuando alcanzan la ilusión de completud descubren que están sin deseos. Hombres y mujeres son rehenes de la estética del espectáculo. Savino anota: "Marina Tsvietáieva me enseña a seguir odiando a los estetas. Esteta y estanilista son la misma cosa. Reescriben la historia". Indistintos ellos también.
En una atenuada lírica- lenta en Mastronardi, acelerada en Sánchez- la lectura adquiere una faz cómica, inevitable en quien sabe como Moliére capta los hombres temen más el ridículo que la condenación. (6)
Sollers aprecia esta frase de Claudel: “La aparición del genio es acogida por un silencio reprobador”. Las novelas de Sollers, sus escritos, pero también ciertos caprichos, sus autores publicados- que incluso lo atacan como “veneciano”- sortean los alambres que el estado universitario va extendiendo como tentáculos. Los mortifica con una alegría no programada mediante la programación colectiva. Pepe Eliaschev recuerda que hacia los años treinta Hitler se propuso contruir la fábrica de automóviles más grande de Europa con el objeto de fabricar el automóvil del pueblo, el Volkswagen que al principio quiso bautizar como Kraft durch Freude (KdF) wagen (“fuerza a través de la alegría”). A Hitler le interesaba la alegría como operación de la psicología de masas que pasan de la exaltación a la depresión. Savino parte siempre de un detalle casi siempre caprichoso y no del todo arbitrario, crea un suspenso que suele resolverse en moral o en grandes unidades colectivas. Pero nada de eso ocurre: contra la psicología de masas y la unificación de sentimientos y pasiones practica- importante palabrita- un arte de la interrupción. Consecuencia: algunos se quedan afuera de la lectura, decepcionados o irritados, otros siguen captando nuevas alianzas, ecos y conexiones inesperadas. Me parece que Savino es de los que defienden a la democracia contra el totalitarismo- palabra que ahora suena incorrecta pero se trata de eso cuando se refiere al Gulag- no por un deber ético sino porque permite mayor cantidad de aventuras. Algo que no entienden los que practican chistes verdes burgueses y juran ser indigenistas- obreristas- siguiendo los preceptos cartabiertistas por los cuales el Estado mismo escribe sus ficciones. Sensación de irrrealidad total. Los sindicalistas narcos son excluídos de la realidad que producen por poco literarios.
Al final de La Biblioteca de Babel de Borges, nos encontramos con lectores curiosos. Son a la vez idólatras de los libros y ágrafos : “Yo conozco distritos en que los jóvenes se prosternan ante los libros y besan con barbarie sus páginas, pero no saben descifrar una sola letra”.
El libro de Sollers en este punto plantea una interrogación fuerte: ¿no es, el mismo Louvre, historia mediante, un aspecto impensado de la Revolución y la declaración de los derechos del Hombre que facilita los períodos del Terror cuyos oficiantes, siempre solemnes humanistas profesionales no quieren saber nada en tanto su materia misma escapa al género humano?
(1) Le Cavalier du Louvre, por Phillipe Sollers, Gallimard, 1995. Mi comentario fue publicado en la revista El Banquete y ampliado en la presente versión.
(2) Demagogia y código de silencio, Luis Thonis, librospeligrosos.blogspot.com, diciembre de 2010. Esta actitud del gobierno sobre los tobas- que algunos acusan de etnocidio- ha sido confirmada por Nora Cortiñas, una madre de Plaza de Mayo que se salió de la obediencia debida que tiene como aliados no sólo a los Insfrán, sino a los Alperovich, los Saadi, los Gioia que entre otras celebridades completan el cuadro siniestro de una Argentina "progresista" cuando en realidad se trata de un gobierno de derecha, basta ver quiénes lo componen. Está hecho a la medida del votante argentino: quiere votar a la derecha pero que ésta se invista de izquierda, le basta eso para echarse a dormir con una tranquilidad que envidiaría el burgués de Flaubert.
3) Macedonio Fernández, Máximo de individuo y Mínimo de Estado, Luis Thonis, Tokonoma, 2003. Escribí este texto cuando luego del atentado a las Torres gemelas se desencadenó- contrariamente a lo esperable- una fobia antinorteamericana que hubiera sorprendido a los mismos soviéticos. Y para colmo, en pleno auge de la vuelta de un máximo de Estado en la Argentina liderado por el mismo partido, el infalible PJ, que lideró el noventismo privatista o neoliberalismo que nada tiene que ver con la ortodoxia que plantea Macedonio. Ridículo al menos para quien piensa que el peronismo- el primero, el recordado- murió en 1959 enterrado por su Líder y el resto fue mala literatura- vandorismo, menemismo, kirchnerismo- por parte de un Estado que se financia con las mayorías y del cual los falsos liberales- ya señalados por Alberdi- han sido concubinos desde Ricardo Zinn a Boudou, pasando por una larga lista. La clase dirigente ya no tenía políticos creíbles y decidió con el apoyo de intelectuales mitificadores clonar a dos millonarios santacruceños, fingiendo desconocerlos, aunque todos sabían que habían esfumado los fondos de su provincia y expulsado al procurador que quiso investigarlos. La clonación se extendió: ñoquis del Estado fueron elevados a grandes escritores y Freud- y el mismo Marx- fue sustituido por las mezclas nacional populistas para instaurar la servidumbre voluntaria como forma de vida y continuar la pesadilla de la historia.
(6) Salto de Mata, Hugo Savino, Letra nómada editora, 2010.
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