sábado, 17 de septiembre de 2011

" La pintura ha sido liberada pero nadie sabe qué hacer con esa libertad". Francis Bacon por Phillipe Sollers



La mirada radioscópica y las palabras de Sollers para describir una foto de Francis Bacon a los 75 años, tomada por el fotográfo John Edwards en 1984 y, en contrapunto, su análisis del cuadro de Bacon, Desnudo acostado con una jeringa hipodérmica.
Yo debo ser, sin tener conciencia, un buen analista. Es Borges, por ejemplo, encontrado por primera vez en Paris en su pequeña habitación del hotel de las Bellas Artes que se puso a hablarme, después de tres minutos, a lo ciego, de las putas francesas de antes, en Buenos Aires, “las mejores, las más buscadas” Es Bacon, en torno de un whisky, en un bar de Pont-Royal, evocando casi inmediatamente, en una conversación descocida, las crisis de eczema que cubrían su cuerpo( he aquí quizá una de sus fuentes de la “piel de hipopótamo”), cuando su padre en su infancia, en Irlanda lo llevaba a través de las praderas a ver sus caballos. « El eczema, no tiene ninguna relación con el psicoanálisis, no es así?, dice él con una pequeña risa. Y yo: “Ninguna, evidentemente” Y así se divierte.
Las fotos no dicen gran cosa de su presencia. Por eso mismo son interesantes.
Francis Bacon dans son studio, photographié en 1984 par John Edwards
Aquellas de 1984 (tiene setenta y cinco años), muy queridas bajo una aparente improvisación, han sido tomadas por John Edwards, uno de sus últimos amigos, y el heredero de Bacon (Edwards, en los cuadros, está extrañamente distendido, por ejemplo “el hombre de la silla larga”).
Etude pour un portrait de John Edwards,1989
Huile sur toile, 198x147,5 cmCollection particulière
En la primera foto, el pintor está acodado a un lavablo, un tanto abatido, calmo. Por encima de él, las cartas postales de sus últimas telas, « desollamiento » y la más grande maestría, están enganchadas en la pared. Todavía encima de su cabeza, sobre una estantería, un teléfono viejo modelo, negro. Lavabo, cartas postales, teléfono: mensaje preciso. En la segunda foto, está de pie y concentrado en el atelier, manos en los bolsillos, manchas de colores resplandecientes sobre las paredes, viejos libros amontonados en masa, sifones y papeles. Se puede elegir entre: estudiante apenas envejecido y permanece resueltamente subversivo, lechuza, búho, pájaro raro o de presa.
Para el objetivo (su enemigo), su cuerpo se vuelve completamente vacío, intratable, mirada vidriosa, piedra, nada, voluntad de nada. Le film de la BBC lo restituye mejor, vivo, reidor, dandy decidido, acerbo, maravillosamente gentil, disponible, pasemos, se verá más tarde.
Más británico que Bacon, tendencia anarquista, mueres. Lawrence, en comparación, tiene el aire de una jovencita tímida, Wilde de una muchacha endomingada. El, definitivamente desembarazado de la reina Victoria (como solo Joyce ha sabido serlo antes de él, sin duda), camisa azul de cuello abierto, blouson claro, distinción de la voz, vino de Bordeaux en el vaso, puntúa la entrevista de algunas certidumbres caramente adquiridas, pero más allá del esfuerzo: « No, no, nada de fantasmas, la realidad, ahí, enseguida », « lo que queremos, ¿no es la voluptosidad?

Más tarde, en la noche, alcohol u otras sustancias. Pero no basta para concluir brutalmente viendo una jeringa hipodérmica clavada en el brazo de una figura de carne rosa, señorita de Avignon de otrora, acostada al revés, sobre un lecho oval a rayas, en una habitación donde todo danza y da vueltas como en un disco (sol, muro, halo amarillo de la lámpara eléctrica) : « Yo no pongo la jeringa a causa de la droga que ella inyecta, sino porque es menos estúpida que meterse un clavo a través del brazo. »
Elemental. Se trata simplemente de fijar la forma a punto de escaparse de sí misma, sino tendría un aire fofo. Una buena picadura, y he aquí. Este cuadro data de 1969, se llama Personaje acostado.
Es uno de los más exitosos de Bacon. Mirad, hablando propiamente, el te tira la lengua.« La pintura ha sido liberada, dice todavía, pero nadie sabe qué hacer con esta libertad. » Dicho de otra manera: yo, yo sé.


Les passions de Francis Bacon Philippe Sollers, Gallimard, 1996, p. 92-96
(Traducción: Luis Thonis)

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