martes, 20 de septiembre de 2011

Lacan, treinta años no es nada. Por Luis Thonis



Parece que Hugo Savino dio en el blanco cuando en Salto de Mata escribió que Chomskylandia llegó a La Nación. Muchos lacanianos como Pablo Zunino miran demasiado la TV pública- paga por todos para ver el mundo hecho a imagen y semejanza de los ladrones santacruceños- en vez de leer libro sobre los crímenes de la Europa democrática de Jean Claude Milner que introduce luego de Freud la guerra en el psicoanálisis- y al revés- y que acuerda con las opiniones del malvado bushista Donald Rumsfeld sobre la vieja Europa. Para estos zombis, Milner no dice nada diferente que el posthitlerista Alain Badiou para el cual el significante judío es “nazi” y cuando deja de mirar la TV se pregunta si Lacan no hubiera sido kirchnerista.
Resulta patético que en momentos en que se prepara una segunda Shoa- la palabra ha sido erradicada de los manuales de educación en Francia, obviando al mismo Sarko- entre Irán y su base militar en Gaza, Egipto y Turquía y el antisemitismo reaparece en Europa, Zunino en La Nación tras condensar los treinta años posteriores a la muerte de Lacan, se refiera a “esa cultura estadounidense que todos sabemos hasta dónde es capaz de llegar en casi todo lo que toca”, apelando a la psicología de masas castrotercermundista que olvida que no fue EEUU sino Europa quien generó el fascismo, el nazismo y el comunismo que de haber llevado la voz cantante hubieran suprimido el psicoanálisis. El sujeto dividido habría sido cortado en pedacitos o reducido a un guiñapo como muestra Reynaldo Arenas en Cuba. Freud identifica el análisis a la migración, al cambio de lengua, a la ruptura con las raíces: inasimilable a los nacionalismos.
Europa desde Munich- te entrego a los checos, estimado Hitler, me dejás en paz- siempre fue reticente cuando se trataba de luchar por la libertad, se cruzó de brazos ante los europeos del Este que fueron masacrados durante medio siglo y dio letra a los tercermundismos de tres continentes que causaron millones de muertos con el objeto de instaurar Estados que exterminan al pueblo en su nombre, desde Angola y Etiopía hasta la Camboya de Pol Pot. Europa tuvo ante sí el genocidio de Milosevic en los Balcanes y Kosovo- de no estar ahí hoy la OTAN la guerra étnica se desencadenaría- donde EEUU tuvo intervenir para detenerlo. Y si no intervino en Darfur, limitándose a dar ayuda humanitaria, fue porque los Chomsky y los Pedro Brieger- el charlatán de la TV pública-hubieran dicho que habría sido para quedarse con el petróleo, algo que no sucedió ni remotamente en Irak, donde curiosamente los que estuvieron contra la guerra- Francia entre ellos- ganaron las licitaciones. Cuando menos EEUU supo darse una constitución de hierro- Dios y las garantías individuales preexisten a la Sociedad, a diferencia de la francesa- y leer en Tucídides que la guerra coexiste con el género humano mismo y no promovió a Marguerite Duras.
Habría que mirarse en el propio espejo en pleno estadio tribal: la Argentina canallesca del malvinense “vamos ganando” es cómplice del mayor genocidio del siglo XXI, me refiero al ocurrido en Darfur- 300.000 víctimas, dos millones de deportados- por la adhesión de nuestra descerebrada Presidenta a Al Baschir por servidumbre con Chávez ante el pedido de detención de Moreno Ocampo de marzo de 2009. Nuestra canalla intelectual que ha firmado por décadas manifiestos a favor de Cuba y ahora contra Israel no quiere saber nada de eso. Tampoco del robo de tierras y matanza de tobas, ni de los catorce muertos por mano de patotas oficiales. Nada.
En 1985 en la revista Innombrable lo dije con todas las letras: los lacanianos con Lacan se protegen de Freud, que prematuramente leyó el destino homicida y letal de las utopías del socialismo y el comunismo, la ideología más criminal en número de víctimas de la historia humana según Castoriadis. Freud sigue siendo insufrible para este fantasma fundamental del género humano que cada línea suya decepciona.
Lacan releyó a Freud- todo, pero no se ocupó de eso que yo sepa, un punto capital de la teoría- y se divirtió con sus fans pequeños burgueses siempre en busca de creer ciegamente en algo en una rica arcadia europea que hizo tabla rasa del mundo y que ahora entra en el crepúsculo. Lacan, en pose de elegante, diestro y culto espadachín se batió con todos sus contemporáneos, cambiándoles la mano a los discípulos, proponiendo siempre un saber nuevo: es su gran mérito. Zunino piensa hacer una obra de teatro con él y eso es pertinente, no quedan dudas que fue un gran comediante que incluso hizo su propio teatro como sucedía con los pacientes que iban a esperarlo incluso cuando estaba ausente.

El único modo de saber qué queda de Lacan es devolverlo a la clínica. Muchos lacanianos se quejan de los reduccionismos de los profanos- el mío lo es- pero fueron ellos que lo sacaron a pasear por los shoppings: ahi todo se vuelve argentino. En nombre del desconocimiento yoico alentó una voluntad de ignorar que ya es definitiva: estamos ante el zombi terminal que analizo en detalle en Una generación de granito. Aquí no hay terapia posible, ni cinco minutos, los treinta años posteriores a la muerte de Lacan se reducen a nada, lo mismo sucederá con las décadas de lacanismo populista que nos augura Zunino mientras no se sepa leer una sola página. Siempre la promesa de algo más que un saber, que aumenta la impotencia de leer.
En nombre de lo real no pocos se hundieron en la más completa irrealidad: dentro de diez años la lengua más hablada de Francia será el árabe y los lacanianos del futuro “gozarán” no haber dicho una palabra del antiguo socio Kadafi y lo que el Islam fundamentalista hace con las mujeres, entre innumerables negaciones. Como dijo Maurice Dantec, un lector sólo frecuentado por Jaques Alain Miller, va hacia la República Islámica de Frankestain.
Francia ha dado a luz de los mejores intelectuales del siglo veinte: Claude Lefort, André Gluksmann- Dostoievsky en Manhattan y Oeste contra Oeste dejaron de ser traducidos por causa- Jaques Rossi, Francois Furet y su lectura del comunismo pero para la cultura francesa media, para el ciudadano francés medio- antisemita y antiamericano- como sucede con Lacan un siglo de Gulag no es nada. Doy, por otra parte, todo Lacan por Un homme en trop de Lefort o el Manual de Jaques Rossi, la fiesta de lenguas contra el esperanto de Babel- lengua única- en el interior del Gulag. Amo, por cierto a Francia no sólo por sus libros sino por esa jeune fille de Marivaux que viene de muy lejos, se posa y se va después de prohibirnos la palabra amour mientras nos ama…la intervención decidida de Sarko para detener el genocidio en Libia no fue vista con simpatía ni en Francia bienpensante ni en Argentina.
La nota de Pablo Zunino confirma que “los lacanianos son la primera minoría después del peronismo”, es decir que es un caballito de batalla más de lo que llamo “ideología argentina”, cambalache que mezcla a los fascismos nacionalistas de los treinta con una reescritura de lo que queda del utopismo setentista y que constituye la fachada actual de una misma casta delictiva en el poder que permanece a través de sus metamorfosis. Ni Alberdi, ni Macedonio ni Murena lograron conmover ese edificio construido con betún y que habla del esperanto de los ideólogos del estado universitario global para los cuales EEUU e Israel son los causantes de todos los desastres del mundo. Y nada más. Ser lacaniano viene a ser lo mismo que cartabiertista: demasiado significante para que la instancia del sujeto culmine en Jauretche que escribe el último capítulo de la novela. Esperanto final.
De Lacan, cuyo mayor goce fue según Daniel Sibony mantener al auditorio sin aliento el mayor tiempo posible, se sigue omitiendo esa vox clamantis in deserto que decía: “Vous pouvez être lacaniens si vous voulez, moi je suis freudien". Yo también.

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