Pocas cosas están más expuestas al ridículo como la lectura de poemas. Paso por alto la diferencia entre los poemas buenos y los malos porque las preferencias alcanzan incluso a los indiscutidos. Me refiero a la lectura: hay poetas que confunden la "profundidad" con lo depresivo y tratan de comunicarla hasta cubrir totalmente la posibilidad de recepción.
Otros, al contrario, quieren dar la imagen de una pseudo fiesta siguiendo las pautas del clown posmoderno y llegando por otros recursos al mismo objetivo los depresivos: mucha comunicación, cero de transmisión. También se suman los “transgresivos” que pretenden vender como ataque al "sistema" los ritmos que suenan en el Coto y luego aparecen en primera fila de los premios, las becas, etc.
Criaturas de laboratorio que nunca pasaron por el vientre de una ballena. Producen el mismo fastidio que ciertas obras de teatro. Uno no puede levantarse e irse por educación pero lo asalta la tentación. No hace mucho vi una representación teatral a través de una danza japonesa que evocaba la tragedia que el reciente tsunami había producido en Japón.
El punto de partida ya era equivocado: es imposible representar una catástrofe de semejante magnitud, no entra en la cabeza ni produce conmoción al ser evocada directamente y por figuras de danza de un solo actor. El ridículo estaba ahí, presente sobre la escena. Si se representaba una obra donde una madre perdía los hijos en un accidente habría causado mayor efecto que la muerte de miles de personas que eran en su conjunto irrepresentables. Otra cosa hubiera sido si se hacía una pequeña pieza, como la cortas y geniales de Mishima, donde se mostraban indirectamente las huellas del tsunami pero no se quería dar voz al terremoto mismo. No hay que olvidar que desde la lectura de un terremoto - el de Lisboa- nace en Occidente el pensamiento totalitario, el negacionismo, cuando Rousseau se las arregla para decir que por lo menos las víctimas evitaron males mayores, lo que hace a la risa de Voltaire que culminará en el Cándido. Trate de demostrar en un ensayo que ahí está la génesis del zombi terminal actual. Equivale a lo que me dijo sin vacilar una profesora de literatura muy respetada: que los más de veinte millones que asesinó a Stalin se debieron a la presión del capitalismo...le faltó agregar que de vivir ahí hubieran sufrido males mayores.
El punto de partida ya era equivocado: es imposible representar una catástrofe de semejante magnitud, no entra en la cabeza ni produce conmoción al ser evocada directamente y por figuras de danza de un solo actor. El ridículo estaba ahí, presente sobre la escena. Si se representaba una obra donde una madre perdía los hijos en un accidente habría causado mayor efecto que la muerte de miles de personas que eran en su conjunto irrepresentables. Otra cosa hubiera sido si se hacía una pequeña pieza, como la cortas y geniales de Mishima, donde se mostraban indirectamente las huellas del tsunami pero no se quería dar voz al terremoto mismo. No hay que olvidar que desde la lectura de un terremoto - el de Lisboa- nace en Occidente el pensamiento totalitario, el negacionismo, cuando Rousseau se las arregla para decir que por lo menos las víctimas evitaron males mayores, lo que hace a la risa de Voltaire que culminará en el Cándido. Trate de demostrar en un ensayo que ahí está la génesis del zombi terminal actual. Equivale a lo que me dijo sin vacilar una profesora de literatura muy respetada: que los más de veinte millones que asesinó a Stalin se debieron a la presión del capitalismo...le faltó agregar que de vivir ahí hubieran sufrido males mayores.
Una de las frases más impactantes que escuché en mi vida fue el comienzo de Malone meurt de Beckett: cuando el personaje a fin de año habla de las fiestas de la Transfiguración y la Asunción y afirma: “Mais je ne crois pas, je ne crois pas me tromper en disant que ces rejouissances auront lieu sans moi, cette année” .
Estas fiestas no contarán conmigo: la frase trasmite una simple información y alude a su próxima muerte de modo tan convencional que el contraste se vuelve evidente haciendo resonar lo irreversible del tiempo. Malone dice luego que no hay nada que festejar, pero está contento, va a contarnos historias. Nunca entendí por que se calificó a Beckett como “literatura del absurdo”, sin captar su humor y alegría singulares. “La crítica persiste en sus errores” comentó luego de haberle dicho a Adorno que los personajes de Final de la Partida no tenían nada que ver con los de Hamlet como argumentaba en un ensayo…Adorno le siguió explicando y Beckett en ese momento habrá pensado en Malone. Toda la obra de Beckett es un ataque a los profesionales de la depresión y los eufóricos de la pseudo fiesta. Cuando uno ante la adversidad del consenso general se siente invadido por la soledad de un calabozo o directamente hecho un trapo, habla con Malone, siente un calorcito y se airea de un nuevo valor.
Leónidas Lamborghini captó bien todo esto: al mismo tiempo que no daba tregua al lenguaje combatía la impostura poética. Para mí es lo inverso a una serie de golpes calculados. Es el anti- Gelman cuyo melodramatismo no se lo cree ni él mismo. En la voz de una actriz efusiva se transforma en un combo letal.
Estas fiestas no contarán conmigo: la frase trasmite una simple información y alude a su próxima muerte de modo tan convencional que el contraste se vuelve evidente haciendo resonar lo irreversible del tiempo. Malone dice luego que no hay nada que festejar, pero está contento, va a contarnos historias. Nunca entendí por que se calificó a Beckett como “literatura del absurdo”, sin captar su humor y alegría singulares. “La crítica persiste en sus errores” comentó luego de haberle dicho a Adorno que los personajes de Final de la Partida no tenían nada que ver con los de Hamlet como argumentaba en un ensayo…Adorno le siguió explicando y Beckett en ese momento habrá pensado en Malone. Toda la obra de Beckett es un ataque a los profesionales de la depresión y los eufóricos de la pseudo fiesta. Cuando uno ante la adversidad del consenso general se siente invadido por la soledad de un calabozo o directamente hecho un trapo, habla con Malone, siente un calorcito y se airea de un nuevo valor.
Leónidas Lamborghini captó bien todo esto: al mismo tiempo que no daba tregua al lenguaje combatía la impostura poética. Para mí es lo inverso a una serie de golpes calculados. Es el anti- Gelman cuyo melodramatismo no se lo cree ni él mismo. En la voz de una actriz efusiva se transforma en un combo letal.
Ingrid Pelicori y Lidia Catalano leyendo son divas. En la semana Tvestáieva, me gustó la lectura que hizo Diego Alonso, totalmente centrada en los poemas. No lo conocía, pero no es poeta sino catedrático de literaturas eslavas. También Claudia Schvartz que se metió el público en el bolsillo haciendo variaciones con el francés. Le pedían más. Es falso que un poeta no pueda ser un gran lector de poemas: Joyce leyendo Finnegan´s Wake equivale al Mozart más osado. También Lezama Lima practica un arte de la fuga leyendo La muerte de Narciso.
Una catástrofe es una catástrofe precisamente porque desborda la representación y ninguna palabra alcanza. Antes que el teatro de la crueldad de Artaud, Números en la Biblia, donde Yahvé es un verdadero escenógrafo, es la mejor lectura que se ha hecho de lo irrepresentable y converge con el imprescriptible interdicto mosaico de no matar. Giorgio Agamben no ha captado ni jota de esto ni de lo que Benjamin lee como en la escena de Números como "violencia pura", traduciéndolo a términos leninistas. En otro lugar hice una lectura detenida del asunto que hoy hace al esperanto que lleva a Occidente a su autodestrucción "poética". Agamben en eso continúa a Rousseau y sustituye la Biblia por un gran Kindergarten para necios sin ira.
Una catástrofe es una catástrofe precisamente porque desborda la representación y ninguna palabra alcanza. Antes que el teatro de la crueldad de Artaud, Números en la Biblia, donde Yahvé es un verdadero escenógrafo, es la mejor lectura que se ha hecho de lo irrepresentable y converge con el imprescriptible interdicto mosaico de no matar. Giorgio Agamben no ha captado ni jota de esto ni de lo que Benjamin lee como en la escena de Números como "violencia pura", traduciéndolo a términos leninistas. En otro lugar hice una lectura detenida del asunto que hoy hace al esperanto que lleva a Occidente a su autodestrucción "poética". Agamben en eso continúa a Rousseau y sustituye la Biblia por un gran Kindergarten para necios sin ira.
En la obra, la entrega del actor fue tanta que tanto a mí como a algunos amigos que asistían logró convencernos. No aplaudimos la obra sino la entrega del actor que debía enfrentar el terremoto de una partitura insostenible.
No sucede eso con el tipo de lector de poemas aludido. No hay en él ninguna entrega, participa de un aura fetiche. Parte de dos preconceptos: ella o él son la Poesía y la poesía en sí misma “poética”, estamos en el templum de lo sagrado mismo y a diferencia de un debate- donde es posible introducir digresiones, incluso provocaciones que calientan el clima- todo se congela en una meseta uniforme que se agrava cuando los versos son chorizos.
No sucede eso con el tipo de lector de poemas aludido. No hay en él ninguna entrega, participa de un aura fetiche. Parte de dos preconceptos: ella o él son la Poesía y la poesía en sí misma “poética”, estamos en el templum de lo sagrado mismo y a diferencia de un debate- donde es posible introducir digresiones, incluso provocaciones que calientan el clima- todo se congela en una meseta uniforme que se agrava cuando los versos son chorizos.
Con esto no estoy afirmando que no haya que leer poesía. La lectura es un arte, que no domino, creo que lo mío es a la carga Barracas, entre Devoto y la gloria por comentarios, uno puede escucharse, lo que ya es mucho, pero no puede oír su propia voz.
Digo que la lectura de poemas está expuesta al ridículo y que requiere mucho tacto.
Me refiero a una clase de histrionismo que supone de entrada que estamos de rodillas, extasiados a priori, cuando en verdad sólo queremos irnos parafraseando a Malone: las próximas lecturas no contarán conmigo.
Me refiero a una clase de histrionismo que supone de entrada que estamos de rodillas, extasiados a priori, cuando en verdad sólo queremos irnos parafraseando a Malone: las próximas lecturas no contarán conmigo.
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