martes, 13 de diciembre de 2011

Túnez y el modelo turco. Por Luis Thonis







Túnez y el modelo turco.

El arresto de Ragip Zacacolu en Turquía, primer editor en haber publicado libros críticos sobre el Estado turco que tratan de genocidio de los armenios y hombre respetado internacionalmente, opaca las esperanzas que de tolerancia que generó el partido islámico AKP, de la Libertad y Justicia, que hizo reformas de tipo liberal en la economía. Era valorado como una excepción en el mundo musulmán en tanto se pensaba que el liberalismo económico podía extenderse instituciones y a las formas de vida.
El tema es de importancia capital porque Turquía por su éxito económico es considerado un modelo a seguir para los países que se han librado de las dictaduras mediante la primavera árabe como Túnez y están buscando su camino. Un grupo de estudiantes franceses que estudiaba las condiciones de la libertad en Turquía quedó impresionado por el nivel “alarmante” de represión existente: más de setenta periodistas arrestados por cumplir su oficio, además de miles de prisioneros de opinión, algo propio a los regímenes de tipo estanilista, miles de acusados de conspiraciones, etc. El Pen- centro norteamericano de estudios- considera que son más de mil el número de escritores, abogados y universitarios detenidos. Por momentos uno cree estar leyendo un informe sobre Irán
Turquía sigue sin tolerar sus minorías: la cuestión kurda está más vigente que nunca y complica sus relaciones con Irak, país que denunció el uso del napalm contra las bases del partido kurdo. La situación de los cristianos en Medio Oriente es muy delicada: siempre fueron ciudadanos de segunda pero ahora están expuestos a la limpieza étnica, como lo demuestran la matanza de Alejandría de fin del año pasado y la actual en Egipto y otros países donde el principio de exclusión étnica es algo más que latente en el mundo árabe-musulmán.
Lo que llamamos “realidad” no es ajeno al estado de las instituciones. Si un Estado asesina o arresta opositores y no cuenta con una justicia y prensa independientes, las víctimas podrán ser declaradas inexistentes o desaparecidas. Es lo que tiene hoy que enfrentar Túnez que en nombre de la lucha contra el terrorismo global justificaba- y era justificado, sin sanciones- todo tipo de violaciones a su población.
Hay notas como la de Emilio Quintana sobre la situación en Túnez: es optimista en cuanto a que un partido islámico hará reformas estrictamente liberales en la economía. También dice que todo puede ir de mal en peor. La liberalización de la economía no estaría a contramano del Corán que mucho más que los Evangelios cristianos alaba el comercio y la riqueza. Pero será determinante el tipo de instituciones.
La referencia es Turquía, un país donde según los análisis de Sveket Pamuk, las políticas del FMI, complementadas por reformas institucionales, tuvieron un éxito rotundo en los noventa al terminar con la inflación, el clientelismo político y el kermalismo económico.
Turquía en cuanto a lo económico es uno de los países que contradice el libro de Joseph Stiglitz, el Malestar de la globalización, biblia de las izquierdas populistas, que toma como ejemplos a Rusia y la Argentina como demostración del fracaso de las reformas liberales, pasando por alto el estado de las instituciones y la clase delictiva- rusa o argentina- que hace transformaciones compulsivas que describe como “terapia de choque”.
En Túnez también fracasaron las reformas, pero en este país, apoyado hasta el último instante por Francia, Ben Alí hizo lo que quiso, incluso simular ponerse a la cabeza del mundo árabe en el campo de los derechos humanos.

En Turquía como en la India – que abandonó el estatismo de Nerhu- la globalización a pesar de sus defectos trajo bienestar y la población lo entendió cuando millones de personas salieron de la situación de pobreza y el país se convirtió en un gran exportador.
Stiglitz se paseó por el mundo diciendo a cada país lo que quería escuchar. Llegó a atribuir la crisis fiscal Argentina a la privatización del sistema jubilatorio, lo que propició un nuevo saqueo por parte del Estado, anunciado ya en el celebrado canje de la deuda que los incluyó. Ahí me di cuenta que este señor puede saber mucho de su materia pero que el saber y la verdad van por caminos distintos.
Amigo del canciller Timerman, fue invitado varias veces para conferenciar por los K para justificar la fiesta del gasto público, lo contrario de Brasil y Chile, países donde las reformas fueron lideradas por partidos de izquierda pero con una dirigencia que no alteró la independencia de la justicia ni del Banco Central.
En un reciente reportaje con Andrés Oppenheimer, Stiglitz ahora destaca a Chile y Brasil como los países más sólidos. La audiencia de este programa se extiende por toda América Latina. Parecía que su romance con la economía argentina había terminado porque sólo se refirió a la belleza de nuestras montañas. Recientemente invitado a conferenciar volvió a la vieja partitura. Llegó a decir que Argentina era un ejemplo para que Europa saliera de su crisis. Si hubiera aplicado en ese contexto las recetas populistas criollas, Europa ya no existiría. Sin ponerse colorado afirmó que la inflación en la Argentina es “normal” y que este problema se está abordando por parte del gobierno, es decir, una doble mentira que supera a la de los economistas que apoyan al gobierno. No hizo una sola referencia al calamitoso estado de las instituciones ni que lidera en corrupción en América Latina según Transparencia internacional como si estos fueran detalles superfluos que no tienen incidencia en la economía. ¿Y del actual ajuste? Nada.
Rajá, turrito, rajá, diría un personaje de Roberto Arlt.
Gracias a este tipo de pensadores países como España vivieron años de keynesianismo letal. Zapatero en pocos años llevó el Estado de Bienestar a una total caducidad. La culpa se debe al capitalismo, dicen, no a la catastrófica gestión de Zapatero o a los dirigentes griegos. ¿Los bancos? Son empresas que tienen que quebrar y no ser licuadas por los contribuyentes. Habría que poner los ojos en países que se apartan de la disyuntiva gasto vs recorte- que se tradujo en las elecciones españolas- como en países que no pertenecen al eje Berlín- París. Canadá, uno de los países más ricos del mundo, donde no se otorgaron préstamos a personas que no podían pagar ni se cayó en el endeudamiento desmedido y apenas hubo déficit público y se siguieron las pautas de una economía de mercado, o Noruega que mantiene su estado de bienestar equilibrado con el mercado y cuya productividad es mayor a la crisis del 2008. Es decir que sin otra terapia que la responsabilidad han liberalizado sus economías y sortearon una crisis que será circular si quiere resolver a la criolla, con una huida hacia adelante.
Algunos sueñan con volver a una etapa anterior a la mercancía en vez de dar transparencia a los instrumentos financieros globales. El aspecto cómico del asunto es ver a una izquierda desesperada ante el fin del capitalismo que siempre abominó. Esta crisis recién comienza. Ahora venimos nosotros en la saga de los países fiesteros, espero que se recuerde que “calavera no chilla”.
En Turquía a diferencia de otros países musulmanes regidos por la Sharia, Musfatá Kermal- Attartuk, que significa “padre de los turcos”- dio un lugar importante a la mujer en la sociedad turca: “En la sociedad turca, las mujeres no se han quedado atrás frente a los hombres en cuanto a la ciencia, la educación y la cultura. Se puede decir que ellas han sido incluso más adelantadas” Pero estuvo lejos de establecer formas democráticas exentas de corrupción y no resolvió el problema de las minorías.
En el imperio otomano, los comerciantes eran casi ciudadanos de segunda, el manejo de la economía se dejaba en manos de especialistas extranjeros. Kermal entendió que la riqueza sólo podía crearse fuera del Estado aunque nunca abandonó sus riendas. Propició el nacimiento de una burguesía nacional como una suerte de Perón turco. Turquía se industrializó y creó un mercado interno. Pero del mismo modo que en la Argentina- que todavía está modelada a la medida patria contratista y un industrialismo de tipo fordista - los empresarios asociados al Estado se volvieron cortesanos, fueron reclamando mercados cautivos, no podían exportar, reclamaban privilegios y la corrupción conspiró con las sucesivas reformas hasta la entrada en los noventa en la globalización. Pesa una sombra sobre Turquía, que todavía no ha reconocido el genocidio cometido contra el pueblo armenio y Erdogan vio el caudal de votos que proporciona ser hostil a Israel.
Israel, los kurdos, los cristianos…Ana Toranian afirma con razón que el régimen conserva todavía una matriz kermalista, de rasgos mussolinianos.
En Turquía hay democracia, pero no se ajusta a un estado liberal de derecho: los que reconocen el genocidio de los armenios son objeto de persecuciones y el premio Nobel de literatura Orhan Pamuk tuvo que partir para el exilio.
El exterminio de los armenios, al principio por el imperio otomano y luego de manera más sistemática por el nuevo Estado turco fue la primera eliminación de una población dhimmie- “protegidos”- que buscaba la independencia nacional en contexto del imperio otomano.
Los Jóvenes Turcos se presentaron ante el mundo como liberales y luego practicaron un nacionalismo desaforado asesinado con el pretexto de la guerra- estaban los que luchaban del lado ruso- un millón y medio de armenios, además de todo tipo de violaciones y deportaciones, intentando borrarlos del mapa con su religión y su lengua.
Recuerdo el artículo de Michel Foucault, citado en la biografía de David Ebrón, sobre el pogrom contra los judíos en Túnez y me pregunto cuánto ha cambiado esa cultura. Para que la democracia no sea algo solamente nominal, en Túnez será determinante la transformación del Estado del anterior régimen, el lugar que tenga la mujer y la posición respecto a Israel con el que no tiene ningún conflicto pero que aparece como la tentación de un enemigo exterior para lograr unanimidad en una cultura que nada tiene de exótico y donde todavía Mein Kampf es un best-seller.

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