viernes, 17 de febrero de 2012

Actos magnánimos. Por Luis Thonis.






En la vida hay que ser generoso y colocarse aunque sea un instante en el lugar del otro. Lo que digo puede sonar delirante pero no deja de ser racional. Parecería irracional en un país delirante. Un Estado tiene que mantener una mímima coherencia entre su dichos y sus hechos sino puede ser considerado un mamarracho por quien examine las cosas desapasionadamente. Pese a la sublime idea que se hace de si misma, la Argentina no es respetada: no hay que confundir el respeto político con convencionales palabras diplomáticas. Más: no son pocos que la consideran gobernada por una banda de ladrones que además son lunáticos cuando quieren exportar su modelo al mundo al que sólo ha tomado en serio Marine Le Pen, una nostálgica confesa del nazismo que quiere volver a Francia más proteccionista de lo que es.


Si se tomaran a la letra los argumentos de Argentina sobre Malvinas, tendríamos que devolverle Formosa al Paraguay, habitado por guaraníes y buena parte del Chaco que Argentina incorporó mediante el Tratado de la Triple Alianza en 1865, luego de una guerra enérgicamente condenada por los revisionistas y una indignada como pocas veces Cristina Kirchner, con una voz que horadó el silencio cuando en la inauguración de la planta de Yaciretá- febrero de 2011- , recordó a Perón devolviendo los trofeos de esa “vergüenza para el continente que fue la guerra de la Triple Alianza”, ante el enmudecido y perplejo presidente del país vecino que habrá pensado: me quieren conformar con cachivaches. Y que el General era todo un maestro: los dejamos peor que como vinieron al mundo pero les damos un souvenir.

La guerra fue absurda, impopular, una injusticia pero con la apropiación del territorio se hizo caja. Alberdi la criticó: era la consumación del antifederalismo del Estado de Buenos Aires. Fue una guerra feroz, a pleno deguello de las dos partes: Curupaytí, donde Mitre movió las tropas como si etuviera en el billar de Cepeda, fue el mayor desastre militar argentino, murieron 10.000 argentinos y brasileros y unos noventa paraguayos. Creció el odio, la sed de sangre y venganza. Para colmo se atribuye al Reino Unido haberla organizado y financiado a través de teorías conspirativas que Felipe Pigna copió de Jose María Rosa, nacionalista fantasioso si los hubo y que confunde la historia con el mito según Tulio Halperín Donghi. No se dice que Brasil, entonces un imperio expansivo quería seguirla hasta las últimas consecuencias incorporando todo el Paraguay y fue el que se opuso fue el diplomático británico Russell. Pero si el pirata inglés fue quien tejió todo. ¿En qué quedamos?


Ojo: toda la tierra del Paraguay se puso en venta y distintos tipos de especuladores las compraron y remataron en las bolsas, entre ellos los criollos no respetaron las parcelas de tierras donde las familias guaraníes cultivaban el suelo de generación en generación porque carecían de títulos de propiedad. Ningún campesino paraguayo pudo ya cavar en su suelo. Cualquier semejanza con lo acontecido con los Qom corre por parte del lector. Habría que iniciar ya los procedimientos para anular ese tratado mil veces calificado de infame y reparar a un país hermano al que se obligó a pagar todos los gastos de la guerra, para dar bases sólidas a la unidad latinoamericana.


También a Chile habría que cederle todo el territorio que se incorporó en la Campaña del Desierto, habitado por araucanos, indios guerreros como el pampa y el rancul, que saqueaban y asesinaban, matando mujeres y niños como lo muestran el Santos Vega y el Martín Fierro. Incendiaban pueblos enteros como Bahía Blanca y se situaban en las afueras de Buenos Aires. Participaban en las internas políticas argentinas. Los ranqueles estuvieron en Caseros y Cepeda, pelearon en Pavón al lado de los garibaldinos que enganchó Mitre en el ejército más colorido de la historia. No se trataba de carmelitas descalzas sino de una Confederación con parlamentos y oradores incluidos con seis mil lanzas dispuestas a todo como lo muestran las cartas de Cafulcurá que además de subsidios exigía el mejor whisky y botas europeas en un juego interminable de toma y daca: fueron bravos predecesores de los piqueteros hoy ya transformados en empresarios como lo fueron ellos.


La fosa de Alsina no dio resultado, a cada tratado de paz sucedía un ataque y la provincia era asolada por estos demonios pampeanos. Muchos conferencistas fueron silbados en los pueblos que conservan las huellas de los crímenes del malón. Son los mismos que ahora mantienen el pico cerrado cuando a los indígenas les expropian las tierras, violan todas las leyes constitucionales de protección aborigen y dan malón al revés a comunidades indefensas.


Lo que hizo Roca fue empujarlos como demostró Félix Luna hacia donde venían: después de cada malón la carne bajaba de precio en Chile. El que casi no dejó indio con vida fue Rosas en su olvidada campaña de 1833 contra los que llama bandoleros que robaban ganado y lo vendían a Chile donde en una carta a Facundo Quiroga propone "una formal expedición, que tenga por. resultado la conclusión total de este malvado y de todos los indios que hostilizan nuestras. fronteras haciendonos tanto mal." Le apuntó a los dos mil indígenas de Chocorí, guerreros chilenos que vivían en la isla de Choele Choel- voz mapuche que significa espantajo de resaca en allusión a los fantasmas del río, margen izquiedo del Rio negro, Patagonia-, desde donde hacían de las suyas. No se supo más de ellos. El pacho revisionismo- un infantilismo histórico que poco tiene que ver con un Adolfo Saldías- colocó a un inspirado Rosas que anticipó el tópico de la solución final- escribió "conclusión final"- y a los indios del lado de los buenos aunque en su campaña no hubo médicos ni curas como sucedió con Roca. Pero si todo es como dicen, ¿Cómo no devolver un territorio que se conquistó mediante un genocidio según los revisionistas, algo que no hicieron los ingleses al ocupar Malvinas?




Incluiría gran parte de nuestro territorio, las quince mil leguas que supo describir ese gran escritor que fue Estanislao Zeballos al narrar la coexistencia imposible entre esos dos mundos y a cuya lectura alentó Germán García. Gildo Insfrán cuya provincia llega casi al 50% de pobreza lograda tras sucesivos mandatos se convertiría en gobernador paraguayo y de seguro un hombre que se dice cristiano como Lugo le exigiría que trate mucho mejor a los Qom cuyas tierras fueron usurpadas como si fueran extranjeros aunque fueron sus pobladores originarios. Que Insfrán haga eso con argentinos convierte a su acto en doblemente pirata. Inglaterra, en cambio, a los isleños les da representación en el parlamento donde su voz suena como la de cualquier inglés.





Los K perderían Los Sauces y muchas de sus propiedades en Santa Cruz y Cristina no podría descansar en El Calafate, que de no ser por Roca no existiría. Pero los aliviaría ya no vivir más en el territorio conquistado por un enemigo jurado. Pero el sacrificio de bienes personales siempre ha sido cuna de verdaderos patriotas y ya que se tira la casa por la ventana no vendría mal que le devolvieran a los santacruceños- que podrían optar por vivir en el mejor país de America Latina, Chile, según el informe de la ONU o irse a vivir donde les guste- los extraviados millones de los fondos recibidos por la privatización de YPF. Y, bueno, que se deje a los riojanos conservar el Famatina como prometió su actual gobernador en la campaña y ya que estamos pagar los juicios que ganaron los jubilados antes de esperar que se mueran, destinar los fondos de Fútbol para Todos a los niños de El impenetrable que mueren lentamente de enfermedadades innumerables y el mismísimo Guillermo Moreno, influenciado por tanta solidaridad, podría llegar a abrir las importaciones de insumos médicos como guantes de látex, faltantes de jeringas, bombas de infusión para los post operatorios y todos esos insumos no alcanzados por el milagro de la sustitución de importaciones. Y en vez de darse manija con todo eso suprimir los millones que se destinan a la publicidad oficial y meter preso a Ricardo Jaime que superó a sus antecesores menemistas con el descaro con el que robó. Y seguir por esa vía abdicando de los superpoderes propios de una pseudomonarquía bananera, reconocerse como no como reyezuelos sino como simples empleados públicos, respetando una constitución sin la cual los sujetos entran en una desertificación, son colonizados de tal manera por la fraseología de Estado que sólo se vislumbra el espejismo redentor de un territorio como sucedió en 1982.




Los diputados en vez de subirse el sueldo al cien por cien rebajarselo y tomar el ejemplo de España donde resolvieron cobrarlos sólo cuando estén el ejercicio del cargo. Conviene tomar nota que el relato se está agotando: ya nadie cree que la Argentina sea víctima de la maldad extranjera o que sean los medios los culpables de que haya todavía un 30% de pobreza con alta inflación. Un mínimo de coherencia no vendría mal a largo plazo.

La Argentina ganaría en credibilidad, dejaría de ser el país de la verguenza ajena y sospechado de hipocrecía.

Un país que de palabra condena rabiosamente a los generales de la guerra contra el Paraguay o la Campaña del Desierto pero sin vacilar conserva el botín no es creíble cuando se desgarra y victimiza. La mejor metáfora de esta ética criolla la ejemplifica el aberrante impuesto al cheque de Cavallo: se condena al autor pero se mantiene un impuesto sobre impuestos que ni los capitalismos más mafiosos imaginaron.


Es tiempo de sinceramientos: o bien se devuelve lo conquistado por Mitre y por Roca y se suprime el artilugio de Cavallo o bien se los incluye entre los héroes del pacho revisionismo.


De realizarse este día de justicia, tal magnanimidad haría reflexionar a los isleños que hace décadas fueron invadidos por una dictadura que tiraba personas de los aviones al río y ahora miran por TV a un gobierno que reprime ferozmente a pueblos que gritan que no quieren sucumbir bajo el cianuro a cambio de muy poco y en vez de presentar científicos probos para demostrar que la contaminación no existe presentan como testimonio un falso minero. Y que aprueba el despojo que sufren sus propios ciudadanos porque otra cosa no son los aborígenes despojados. ¿Qué no harán esos argies con nosotros?, pueden llegar a preguntarse. Hay que ponerse en su lugar: deben experimentar el mismo pavor que los habitantes de fronteras ante la inminencia del malón. Todo temor desaparecería ante tan rotundas pruebas de coherencia y buena voluntad. No hay que confundir las querellas de los Estados con el odio de los pueblos.

Y tendría su efecto en el primer país que abolió la esclavitud, el país de Shakespeare, Churchill y los Beatles donde sea por Borges o por Tevez muchos simpatizan con el nuestro y más que dar una oportunidad a la paz enriquecería con actos magnánimos la hoy famélica sabiduría de las naciones.

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