jueves, 9 de febrero de 2012

Bajo un manto de fraseología. Por Luis Thonis.










Estoy convencido que los acontecimientos no ocurren más, sino que los clichés siguen marchando por sí solos…El objeto ha sido podrido por la “frase”. La época ya hiede a fraseología. Karl Kraus, La Tercera noche de Walpurgis, escrito en 1933 en el momento que los nazis llegaron al poder.








Habría que recordarle al gobierno que las Malvinas fueron incorporadas a la plataforma de ultramar de la Constitución europea y no dijeron una palabra, ocupados en el canje de estafa de la deuda donde incluyeron a los jubilados y pequeños ahorristas. Ya figuraban en el Tratado de Lisboa, pergeñado en el 2000 y que entró en vigencia en el 2009 como parte del territorio británico con la Antártida y fueron reafirmados en el 2005. La revista El Malvinense en 2007 propuso un reclamó formal ante la ONU que nunca se hizo. El entonces diputado Fernando Iglesias llamó la atención sobre la ausencia de una política energética: recién después de la llegada de la plataforma inglesa se habló de explorar el inmenso mar argentino. Y señaló que el tema Malvinas encubre el de la Antártida, que varios países incluyen en sus mapas- Rusia ya plantó una bandera- , y propuso una política de estado común con Chile y Brasil. Recibió andanadas de chicanas e insultos en su blog que podrían condensarse con un: no jodas más, ¡queremos ser superburros! A no ahogarse en lágrimas después con penas de estado nación al grito de que la querida Antártida es tan argentina como Malena. Asombra, por otra parte, que los negocios con el Reino Unido estén en su mejor momento.



Esta reacción tardía muestra como funciona la agenda K, a pura improvisación, capricho y fraseología. También hay que recordar que se perdió una guerra y se firmó la paz. No hay por lo tanto que "darle una posibilidad a la paz" porque no se trata de dos estados beligerantes sino de un estado barrabrava que actúa para la platea. Tampoco los K dijeron una palabra cuando los soldados de la guerra de Malvinas volvieron en harapos: no hay que mezclar los honores que se les deben con un reclamo que nada tiene de una política de Estado. Si fuera algo serio hubieran convocado a la oposición para armar una estrategia a largo plazo. En vez de eso, se le dio el lugar de monigotes- aceptado pasivamente- y la Presidente habló como si fuera comandante de la Wehrmatch. No hay que olvidar que cierta vez citó como su lectura favorita a la belga Chantal Mouffé, teórica del conflicto que hay que inventar para acumular poder, mujer de Laclau, que ama desde Londres a los países chavo bananeros. Las Malvinas requieren no un manto de abrumadora fraseología sino una política consensuada y reflexiva que parece imposible por parte de un gobierno que está reprimiendo las manifestaciones en su contra por contratos muy polémicos que no respetan las pautas internacionales del cuidado del medio ambiente. En el caso de los Qom en Formosa o con los que festejaban en el Chilecito la tradicional chaya la violencia fue pura y simple manifestación de la arbitrariedad y la fuerza.





Sin duda: vamos ganando por robo en la lucha contra el "terrorismo."



Inglaterra, por otra parte, no es de los países que se arredren ante la posibilidad de guerra: resistió, después de rechazar el pacto para invadir Polonia, sola por dos años el ataque de Luftwaffe, la aviación más poderosa del mundo con unos cuantos avioncitos. Los K, como dijo Federico Storani, huyeron de La Plata al escuchar una cebita…ahora no vendrían con los Harriers sino con los devastadores Typhoon que están ansiosos de horas de vuelo para demostrar su contundencia…Sería todo un logro que el gobierno tratara a los argentinos como hacen los ingleses con los kelpers que tienen voz y voto en el parlamento y son decisivos para cualquier tipo de negociación. Inglaterra no es enemiga de la Argentina. El comercio con ella fue importante para el crecimiento sostenido del país, que se ubicó entre los primeros del mundo, pese a las lucubraciones de filonazis como Scalabrini Ortiz que participaron en el golpe fascista de 1943 y multiplicaron las teorías conspirativas. A partir de ahí hubo un cambio de paradigma ya anunciado en el golpe de 1943. Habría ante todo que recordar la historia de las relaciones con Inglaterra antes de la guerra. Los funcionarios del Foreign Office en 1966 aseguraron al embajador Carlos Ortiz de Rozas, a cargo entonces de nuestra embajada en Londres, que “tarde o temprano, la Argentina recuperaría las islas, pero que no se podía hacer de una manera repentina. Es necesario que ustedes conquisten las mentes y los corazones de los isleños, para que no haya resistencia de parte de ellos”.


En 1974 Inglaterra ofreció un “condominio”, con las dos banderas y Perón aceptó: se le atribuye la frase de nos metemos y después quien nos saca de ahí, que tenía un sentido bien político. A poco murió Perón y el país entró en una fase sangrienta con la acción de las Tres A contra la guerrilla y el tema paso a segundo plano. Hubo algunas tentativas de Inglaterra antes de que comenzara la guerra pero la dictadura ya había optado por otro camino.


La mayoría de los argentinos no participa del odio que se quiere alentar, sea por la pasión que despierta el rock o por los jugadores argentinos que juegan en equipos ingleses y son amados por el pueblo británico. Nuestros enemigos son los estados que atentan contra la libertad y promueven el terrorismo. Hacerle la vida imposible a los isleños, que estuvieron ya bajo fuego durante la guerra, no va a favorecer las relaciones. Los primeros perjudicados son los familiares de los soldados caídos. La guerra cambió todo y los kelpers no quieren saber nada con nosotros. Les basta ver cómo se administra el país. Si Inglaterra les soltara la mano, declararían la independencia como nosotros lo hicimos ante España.





Adam Smith dijo que el comercio es la mejor garantía de paz entre los pueblos, habría entonces que avanzar en emprendimientos comunes ya propuestos para la explotación ictícola y los hidrocarburos antes que patalear en el vacío. La otra alternativa sería entrar en guerra con la vanguardia de los Pucará, los granaderos a caballo y los yuppies de la Cámpora que irían a refugiarse a Los Sauces a la primera cebita.




En suma: toda esta sobreactuación y piroctenia muestra hasta qué punto el disco rayado de la dictadura militar- “Las Malvinas…argentinas”- todavía está zumbando en muchos oídos, que hay una sórdida pasión secreta por una dictadura como puede verse en las vivas de la muchedumbre ante el discurso de Galtieri.





De lo contrario el gobierno no tendría vía libre para multiplicar su montaña de mentiras, la última el informe Rattenbach para teatro de revista, delitos impunes y falsos conflictos, usando los temas más delicados, como en el caso de los derechos humanos, para acumular más poder. Sigo sin entender cómo reconocer con realismo que las islas están por ahora perdidas, que no tienen existencia jurídica o política causa indignación en el argentino medio que reacciona como si le tocaran la madre.


En tanto la supresión del tema Irán por orden de Chávez de la política internacional y un posible pacto que sería lisa y llana traición a la patria, la violación de la constitución y los atropellos a la propiedad privada, lo dejan indiferente. Habla de un serio problema patológico en una mayoría que votó por la teoría del conflicto mejor cuanto mas imaginario, por el manejo arbitrario de los superpoderes que desde el presupuesto se extiende a todo aunque con menor caja, sea la política internacional o por bochornosos contratos mineros. Se votó por Oyarbide, la inflación, por el grotesco índice de precios, por Beder Herrera y el cuarto mandato de Insfrán, por que a uno lo acuchillen en Retiro y al otro día se libere al victimario, por la gruesa sintonía de un ajuste que se juró no se haría nunca jamás con lo cual se aplaudió a rabiar una política esperpéntica sostenida en un manto de fraseología como si fuera la verdad misma.

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