martes, 7 de febrero de 2012

Goebbels con Internet. Por Pilar Rahola



La valiente periodista española Pilar Rahola reflexiona sobre las posiblidades que hoy tendría el jerarca nazi de disponer de un instrumento como internet. Informa que Ahmanideyad acaba de inaugurar una televisión por satélite para hacer propaganda ante 500 millones de hispano hablantes. Lamento que la Argentina perteneza a lo que llama internacional tragicómica que insulta la lengua de Cervantes con los mensajes de los ayatolas de la muerte. Pero también digo que Goebbels hoy habla a través de sus metástasis y pienso en algunas posiciones suyas si volviera desde las cloacas de la historia.


Lo primero que haría Goebbels por Internet sería recordar el pacto nazi soviético de 1939, previo al ataque a Polonia, criticando a Hitler: teniamos todo cocinado, pensábamos lo mismo, teníamos un enemigo común, la civilización liberal, y a este loco se le ocurrió atacar a Stalin al no poder doblegar al León imperialista inglés. Luego elogiaría a Hosbwaum que le atribuyó a los nazis la masacre de Katín: gracias, compañero, una cruz gamada más!. Recomendaría la lectura de Chomsky, citando los elogios de Chávez luego de proponer un homenaje al Mufti pro nazi de Jerusalem, elogiaría a Hamas que a fines del año pasado reivindicó la continuación del exterminio por etapas de Israel propuesto por Arafat ante el silencio y complicidad de los progres rosa pacifistas. Elogiaría las técnicas de Mein Kampf que le permiten a un estado con conflictos internos diluirlos generando una guerra de agresión al exterior como lo hicieron los militares con Malvinas y que ahora prosigue como sobreactuación ante la sintonía gruesa del ajuste en curso.


Citaría frases de La Cuestión Judía de Marx sazonadas con frases de Arafat de su prólogo a Mein Kampf y elogiría la sabiduría de los pueblos árabes que, salvo algunos desubicados, abandonaron sus tradiciones hasta convertir el libro en best seller. Sorprendería a la vanguardia local citando a la progre Susan Sontag que reconoció el valor de los que atentaron contra las Torres- aunque no el de los que con arrojo salvaron vidas- y lo extendería a la cultura pale pop de los cinturones con bombas.


Citaría a Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique, uno de los inspiradores del modelo K: ¡ Se lo tenían merecido! Y al cura tercermundista Leonardo Boff que dijo que los aviones tendrían que haberse estrellado quince veces contra sus blancos. Y a toda la izquierda argentina que vio en eso una respuesta de los pueblos oprimidos al neoliberalismo, culpable de que en Corea del Norte y en el Tibet, en todo el mundo, haya hambre y exterminio.



No reivindicaría a Céline como uno de los suyos porque cayó en manos de la Internacional sionista. Y alzando la voz: ¿Quien dijo que eramos racistas? ¿Acaso no nos aliamos con los japoneses y con un tano de opereta que ni sabía matar negros en Etiopía? Fuimos multiculturalistas avant la lettre.


¿No dije en Nuremberg que la historia y los pueblos nos darían la razón?- remataría, conteniendo una retroactiva indignación, hojeando la obra de Shlomo Sand, tan asombrado como orgulloso que muchos judíos se plieguen al sueño de una Segunda Shoá…la humanidad necesita de utopías, diría, lo que pasó con nosotros fue un gran malentendido, es que no tuvimos tiempo como nuestros aliados para aggiornarnos, actualizarnos.



Y remataría con un ¡hasta la victoria final! que conmovería a Quebracho y a D´Elía. Luis Thonis.













¿Qué habría hecho Goebbels, el feroz evangelista del nazismo, si hubiera dispuesto de televisiones por satélite e internet? ¿Es decir, cuánta más eficacia en su propaganda violenta habría conseguido? Sin duda la capacidad planetaria de las autopistas de la comunicación habría sido una imponente herramienta para Goebbels, el hombre que esculpió para la historia la idea de que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad. Su imperio de falsedades y populismo descarnado fueron la base del asesinato masivo de millones de judíos. Y también el fundamento de la seducción que el nazismo produjo en millones de alemanes.
Pero Goebbels no vivió en la era de internet y, aunque su eficacia fue letal, aún habría sido mayor si hubiera dominado los nuevos medios de comunicación. Quizás habría conseguido a miles de papanatas por el mundo, seducidos por su verbo atroz. El de Goebbels o el de cualquiera de los dictadores que hundieron al siglo XX en sus abismos más oscuros, entre ellos, por supuesto, el otro gran asesino de la historia reciente, Josef Stalin.
Por supuesto internet presenta la otra cara de la moneda, y su uso por parte de las víctimas también es una gran vía de escape y, a veces, incluso una herramienta definitiva. Ahí están los blogs de disidentes cubanos o iraníes, o la Facebook Revolution de las primaveras árabes, aunque fueran una llamita de libertad que está languideciendo peligrosamente. Pero a pesar de la fuerza libertaria de estas nuevas y formas de comunicación, también son la herramienta más poderosa que ha tenido nunca la ignorancia, la intolerancia y la opresión.
Bien lo sabe Ahmadineyad, que acaba de inaugurar una televisión por satélite en castellano para poder vehicular su propaganda a los 500 millones de hispanohablantes. Hispan TV se llama el engendro y ha sido bautizado por los padrinos de la Internacional tragicómica, los llamados bolivarianos, sin permiso de Bolívar. Cuba, Nicaragua, Venezuela y Bolivia aplaudieron los primeros pasos del chiismo integrista en la lengua de Cervantes y así hicieron su enésimo homenaje a la diosa de la estupidez.
Ya he escrito en otras ocasiones del esperpento ideológico que puede llevar a conciliar a las pseudorevoluciones chavistas con el fundamentalismo islámico, pero la extrema izquierda, iqual que la extrema derecha, siempre tiende al esperpento. Y no olvidemos que el islamismo y los bolivarianos se encuentran en el mismo odio a los valores de la libertad. De la manita, pues, de estos aprendices de brujo, el chiismo violento intenta instalarse en el imaginario hispano, especialmente en el sudamericano, donde ha encontrado tierra abonada para su germen. De hecho, es el lugar donde más está proyectando su siniestra sombra.
Lo peor no es que el totalitarismo puede potenciar su propaganda con impunidad. Lo peor es que probablemente no nos importa.

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