viernes, 14 de enero de 2011

Los asesinatos a sangre fría cometidos por las Farc


Posted by Habitantes de La Macarena cuentan las barbaridades on May 28, 19102 at 11:45:32:
Media docena de civiles fueron ajusticiados el mediodía del pasado domingo 24 de febrero en una desenfrenada acción de despedida de uno de los frentesguerrilleros asentados en ese municipio, que integraba la zona de despeje ydio cobertura a los insurrectos mientras transcurrían las negociaciones con el gobierno.
Apenas el 20 de febrero había tronado el proceso de pacificación entre elgobierno de Andrés Pastrana y la comandancia general de las FARC ydesaparecía la zona de despeje, el área de cinco municipios extendidos en42 mil kilómetros donde la guerrilla asentó 4 mil efectivos.
El Ejército bombardeó la zona y luego despla zó tropas hacia lascomunidades. Pero a La Macarena los soldados tardaron cuatro días enllegar. Y los guerrilleros uno en despedirse.
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Paco, de 24 años, el segundo de los Ardila, salió el domingo 24 para unafinca en Morrocoy, a la salida de La Macarena, cuando Perea, uno de losjefes de las FARC en la zona, le cerró el paso en su camioneta y lo bajó dela moto en la que iba con su amigo Hover. Espigado, casi de 1.80, trigueñocon gorra distinta a las comunes de combates, Perea con ayuda de otrosguerrilleros, subió a Paco a su camioneta y a Hover lo tiró al piso. Una ráfagahizo silueta en la tierra zumbando la cabeza. Que ahí se quedara, leordenaron. La camioneta perdió rumbo.
"El forense no nos quiso decir cuántos impactos tenía pero nos dijo: ‘llevocontados 24 y parece que hay más. Estoy contando’. Mi cuñada le preguntósobre eso a Hover y él contestó: ‘mamita, yo escuché como 50’", cuenta Óscar Ardila, un muchacho de 25 años, greña amarrada con un hilo, hermanomayor de Paco y sobrevivente de la matanza de La Macarena.
Óscar ha salido de su comunidad protegido por la Defensoría del Pueblo, una especie de Comisión gubernamental de Derechos Humanos, que hace lo quepuede ante la tragedia. Óscar busca asilo, porque, dice, en La Macarena yano puede vivir. Esta es su versión.
"Paco creía que Perea era su amigo. Y ese tipo, tanto rencor tan berraco quele tenía para hacerle eso, para destrozarlo a tiros. Tiene que tenerle muchoodio", reflexiona Óscar.
Durante la estancia de la guerrilla en la zona de despeje, ahí en La Macarena,Paco Ardila quiso lotificar 250 hectáreas abandonadas y según su idea,quería vender un terreno para construir viviendas y al lado regalar 30hectáreas para algún necesitado. A la guerrilla no le gustó la idea, diceÓscar, y con grupos de desplazados y milicianos invadieron las tierras.
Un día, Irenarco Ardila, el padre de la familia, acudió con los invasores paraproponer una negociación. Jefes menores de las FARC no cedían.
Luego, cuando el comandante Gentil, hombre del Estado Mayor del SéptimoFrente de las FARC, encabezó una junta con la comunidad, pidió que lagente hablara, ya que la guerrilla sabía ejercer la autocrítica y queríaescuchar cómo andaban las cosas en el pueblo. Paco Ardila salía de unpaludismo pero aun así, con fiebre, fue a la junta, dice Óscar.
Entonces, Paco expuso su plan de lotificar y de entregar hectáreas a losnecesitados a la vez que vender lotes a quienes podían pagarlos. Elcomandante Gentil no parecía estar enterado del tema pero al final le dio larazón a Paco. Ahí mismo, ordenó a los invasores que se dejaran orientar porlos Ardila y Perea salió de la junta como amigo de Paco. De repente sereunían a tomar cerveza y siempre que Perea pasaba con su camioneta porel pueblo tocaba la bocina y saludaba a Paco a su paso. Aquel domingoPaco creyó que era un saludo más. La sorpresa fue que lo asesinaron,maldice Óscar.
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Las FARC empezaron en 1964 con 48 hombres encabezados por JacoboArenas y Manuel Marulanda, el legendario comandante “Tirofijo”. Cercanaspolíticamente al Partido Comunista de Colombia, las FARC han desarrolladouna gran fuerza que tiene ya unos 17 mil efectivos distribuidos en 66 frentes.Hoy tienen de todo, desde románticos luchadores agrarios y militantespolíticos comunistas hasta simples bandoleros.
Esta guerrilla vieja combina un discurso político de la Guerra Fría con unfinanciamiento millonario, estimado conservadoramente en 500 millones dedólares, derivados de la protección al narcotráfico y de secuestros de policías y civiles, algunos masivos. Su presencia se instala en buena parte del territorio colombiano y es con mucho el grupo armado más activo del país.
Dos semanas después de rota la negociación con el gobierno, sus principales líderes, empezando por Manuel Marulanda, “Tirofijo”, un viejo de 72 años que siempre anda con una toalla vieja al hombro en lugar de rifle,entraron el pasado 9 de marzo en la lista de los más buscados del mundocomo terroristas. La Interpol advierte a las policías del mundo que si los ven, los detengan. Inútil. “Tirofijo” nunca ha salido de sus montañas. Ni saldrá.
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Aquel domingo, Óscar Ardila, quien había sido promotor comunitario en La Macarena, salió de su casa a las 11 de la mañana cuando se encontró a Camilo, el guerrillero que siempre andaba de civil y se dedicaba a cobrar los impuestos. Cobraban 500 pesos por marrano, 300 por vaca, 200 por gallina.Camilo, el recaudador, se acercó a Óscar y le preguntó por su papá, IrenarcoArdila. Un guerrillero uniformado escoltaba a Camilo.
“¿Para qué?”, preguntó Óscar con desenfado. “El camarada quería comprarun lote”, dijo afable Camilo señalando a su acompañante. Óscar pensó queese domingo 24, cuando ya debían retirarse los guerrilleros de la zona dedespeje, probablemente habían accedido a un arreglo y dejarían en paz lo delos lotes. Acudió con Irenarco, que bebía una gaseosa frente al BancoAgrario.
Ahora se siente culpable de haberle dicho que lo buscaba Camilo. Irenarco,de 42 años de edad y cuatro hijos, el mayor de 26, no dudó. "Regresa elEjército y es mejor no tener de enemigo a la guerrilla", le dijo a Óscar yacompañó a Camilo. Martín, su socio, acudió atrás de ellos.
No pasaron 10 minutos cuando Camilo ya andaba de regreso por el centro delpueblo. Sebastián, otro de los hijos de Irenarco, le preguntó a Camilo por supadre. "Fresco, fresco, (tranquilo). Está allá con el camarada viendo lo dellote", engañó el guerrillero.
Óscar salía de la alcaldía porque alguien le corrió el rumor de que había unabomba en el inmueble. Falso. De repente un tronido lo distrajo. Él creyó que era el ataque de algún carro, de esos enormes, que apenas llegaban a La Macarena, ese pueblo de clima sofocante y vegetación envidiable, que conlas negociaciones de paz vio llegar el tráfico vehicular y el comercio enabundancia. Volteó. A unos 30 metros divisó a Perea, el jefe de las FARC enla zona, agachado junto a un cuerpo en el piso. Acababa de matar al Flaco Roa. Ya muerto, le quitó la navaja amarrada con correa al cinturón.
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En diciembre de 1998 se consolidó la zona de despeje para avanzar en lasnegociaciones de paz en Colombia. Las FARC tenía para sí 42 mil kilómetroscuadrados y cinco municipios en sus enclaves tradicionales del Caquetá y elMeta. La Macarena era una de esas comunidades.
El despeje sirvió para que en tres años, las FARC pasaran de 13 mil a 17 milefectivos. Tenían a 4 mil destacados en la zona de distensión en un fuerzadonde, se estima, cuatro de cada 10 son mujeres y adolescentes, conformedatos revelados por la revista “Semana”.
Acrecentaron combates con paramilitares y priorizaron el ataque a la policía, más que al Ejército. Negociaron y presionaron en la mesa con el gobiernocreando expectativas y el 20 de enero pasado dibujaron una ruta para la firmade paz que llevaría a una tregua el 7 de abril. Pero desataron una ofensivamilitar durísima.
Además, en el lapso de negociaciones no dejaron sus dos actividadesfundamentales de financiamiento: el secuestro y la protección de campos dedroga. Entre 1999 y el 2001 cometieron más de 2 mil secuestros, 840 deellos el año pasado, según cifras de la Fundación País Libre. Pusieron envigor su Decreto 002 que les autofaculta a cobrar impuestos del 10 por cientode ganancias a empresas que devenguen más de un millón de dólares a lavez que impulsaron las “pescas milagrosas” o retenes carreteros, dondesecuestraban a los mínimamente adinerados.
En diciembre de 1998, cuando inició el retiro militar, había 6 mil 300hectáreas de coca sembradas en la zona de despeje. Cuando rompieronpláticas, el pasado 20 de febrero, un rastreo satelital en la zona que yaabandonaban los guerrilleros, detectó 16 mil hectáreas de coca -12 por cientodel total del país- y 420 de amapola, según citó un informe oficial la revistalocal “Cambio”.
La mañana del 20 de febrero se derramó el proceso. La gota decisiva fue el secuestro de un avión local que salía de Neiva para Bogotá, aterrizarlo en laregión de Hobo, donde los guerrilleros habían cortado árboles para improvisarla pista de aterrizaje, y tomar sólo a un pasajero como rehén: el senadorJorge Eduardo Gechem, presidente de la Comisión de Paz del Senado.
Dos semanas después capturaron a la candidata presidencial IngridBetancourt, retienen a cuatro congresistas y tienen a 48 soldados y policíassecuestrados. Dejaron la zona de despeje para retomar posiciones.
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Perea, un costeño de frente amplia, nariz chata como de boxeador, fue a ladroguería de Vianey Murcia, el hombre más rico de La Macarena, peroconocido por su tranquilidad, porque no se metía con nadie. No hacía muchoque un grupo paramilitar lo secuestró en Villavicencio, la capital del Meta, y lequitó 16 millones de pesos, casi 7 mil dólares. Una fortuna.
Cuando regresó del cautiverio, alguien le dijo que la guerrilla se habíaenterado. “Mejor cuénteselos para que no crean que patrocina a los paramilitares”, le dijeron. Vianey, que quería andar bien con todos, llamó a lacomandante Susana y le dijo lo que había pasado. Susana agradeció elgesto: “gracias que confíe en nosotros, y no vuelva a hacerlo”.
Según Vianey ya tenía alivio. Estaba bien con la guerrilla. Pero el domingo24, cuando los farquistas se iban, Perea estaba desenfrenado. Dejó tendido al Flaco Roa y apuró el paso a la droguería de Vianey. No medió ni el saludo.Un certero tiro de Galil impactó en la cabeza del comerciante.
Óscar Ardila, que a la distancia miraba la sucesión de muertes, comenzó asudar. Pensó en su padre que se había ido hacía unos minutos con Camilopresuntamente a ver lo de los lotes. Cómo sucedía eso mientras Pereamataba gente. Pensó en Sebastián, su hermano, que quería alcanzar a supapá pero alguien le hizo una seña a tiempo con el índice tocando el cuellopara advertirle que si acudía, lo iban a matar. Sebastián corrió para la selvahuyendo de los tiros que zumbaban por todos lados. Pensó que la guerrilla en Colombia no era así de sangrienta, que alguna vez simpatizó con su causa,pero que ahora, aferrado, pensaba que todavía con ir a votar en las elecciones podían arreglarse las cosas.
Perea regresó a su camioneta, donde le esperaban otros guerrilleros quesubían unas cajas de cerveza. Algunos testigos corrieron donde el carro paracerrarle el paso, para reclamar, sin reparar en la rabia de Perea, en su fusil, en su desenfreno. El jefe guerrillero ni arrancó. Abrió la puerta con el arma enla mano y acalló los gritos que le imprecaban: “¿por qué lo mata?”. Ya abajodel vehículo, parado junto a la puerta a medio abrir, arremetió contra la bulla:“¡son mis enemigos!”.
Hinchado, soltó al viento: “¡maté a Irenarco, maté a Paco Ardila, maté alFlaco Roa, maté a Vianey Murcia y ahorita volvemos por más! ¡Si preguntanquién fue, digan que fui yo!”. Perea chocó las manos con otro guerrillero y sefue.
“Iban con prisa, andaban como locos para arriba, para abajo, vueltas portodos lados. Yo me salvé y se salvó mi hermano Sebastián”, dice ahora Óscar Ardila, quien juzga que Perea cobró una a una las discrepanciastenidas con los que pensaban distinto a la guerrilla. En su huida, ya no losquería ver.
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Óscar se escondió donde las monjas. Hizo llegar un mensaje a la Cruz RojaInternacional y un grupo acudió a su escondite. Quería salir y llevarse loscadáveres de Paco y su papá hacia Villavicencio. Pensó que podía hacerlo enuna ambulancia. Pero los de la Cruz Roja le dijeron que no podían ayudar. Niprestar el celular satelital para que hiciera una llamada. Eran exigencias de laneutralidad en el conflicto.
Ahora, fuera de La Macarena, Óscar musita: “antes pensaba que las FARC no eran tan sanguinarias y menos en Macarena, un pueblo muy tranquilo, muy bacano. Ya cambió, la gente está asustada”.

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