domingo, 25 de marzo de 2012

Minimalismo y miserabilismo de los derechos humanos. Por Luis Thonis.



Ni Michelle Bachelet- cuyo padre falleció en prisión bajo la dictadura de Pinochet y estuvo detenida- ni José Mujica- ex guerrillero, preso durante más de diez años- ni Lula, militante popular que encabezó las huelgas contra la dictadura de su país y convirtió a Brasil en potencia mundial, ni Dilma Roussef, uno de los líderes de la Vanguardia armada, apodada la "Juana de Arco de la guerrilla", apresada en 1970 durante tres años y torturada sin ninguna garantía legal, hicieron un día de Circo cuando su respectivos países soportaron un golpe de estado militar. Tampoco lo utilizaron para seguir multiplicando a las nubes su fortuna más como jeques que como empleados públicos, hicieron un uso patrimonialista de los bienes del Estado violando a gusto la constitución ni compraron periodistas o ideólogos para que rescribieran su biografía donde no hay huella de complicidad con los golpistas ni se los acusa de entregar compañeros. Lejos de victimizarse, asumieron el poder con un discurso mesurado que no reactivaba el odio propio de lo que Sebreli llama “la furia de los conversos”.




Es algo que tiene “podrido” a Jorge Lanata que peleó cuando había que hacerlo y comprueba que el número de crímenes de todo tipo superan a los desaparecidos, que hay niños que mueren de inanición a diario, hace sonreír a James Neilson que habló de ellos cuando nadie lo hacía o que Pepe Eliaschev escriba: “Recordar con el 24 de marzo como una efeméride es un emblema de la espesa confusión nacional, equivalente a que España convirtiera en feriado el “alzamiento” de Franco el 18 de julio de 1936, que Italia recordara como fecha nacional el nacimiento del primer Fascio di Combattimento en Milán, el 23 de marzo de 1919, o que Francia conmemorara con asueto el 24 de junio de 1940, cuando Hitler entró al París ocupado por los alemanes”. ¿Qué es lo que se celebra en los feriados políticamente siniestros del 24 de Marzo y el 2 de Abril? Nada más que el pasaje de una concepción minimalista y miserabilista de los derechos humanos transformados en licencia para un vale todo.
La ideología tiende a rescribir la historia como farsa. En los tiempos del Mundial de fútbol durante la dictadura, el lema de entonces era “el que no salta es un holandés” y los autos desfilaban con el cartel que decía “somos derechos y humanos”, promocionado por el régimen por las denuncias en el exterior que culminaron con la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA en diciembre de 1979, enviada por Carter que salvó miles de vidas. La teoría del complot era utilizada entonces por la dictadura: el mundo conspiraba contra una Argentina feliz, Videla llamó a EEUU el “imperialismo de los derechos humanos”.
Los K, ocupados en enriquecerse, no sólo no presentaron un modesto habeas corpus en tiempos de la dictadura o cuando vino la comisión sino que Cristina dijo en plena dictadura que había “estado de derecho” en Santa Cruz y eso explica que hayan votado por Italo Luder- el mismo que firmó la orden de “aniquilación”- que en su plataforma postulaba en convergencia con el “movimiento obrero organizado” la autoamnistía para los militares. Y se opusieron como el PJ que defendió la mafia sindical ante el intento de Alfonsín de democratizar los sindicatos. No se los oyó cuando Menem amnistió a la Junta, por el contrario, Kirchner lo llamó el mejor presidente de la historia argentina. ¿Y las miles de víctimas que dejó la guerrila que propició el golpe de Estado para “acentuar las contradicciones”? ¿ Mor Roig y tantos otros murieron en combate o de resfríos? ¿Y los militantes entregados como perejiles? ¿y los soldados asesinados que defendieron el gobierno constitucional? Hay una diferencia en decir que esos crímenes prescriben a borrarlos de la historia: es algo que criticó Pilar Rahola y sorprendió a Todorov en su visita a la Argentina, quien escribió: “ : En ninguno de los dos lugares que visité vi el menor signo que remitiese al contexto en el cual, en 1976, se instauró la dictadura, ni a lo que la precedió y la siguió. Ahora bien, como todos sabemos, el periodo 1973-1976 fue el de las tensiones extremas que condujeron al país al borde de la guerra civil. Los Montoneros y otros grupos de extrema izquierda organizaban asesinatos de personalidades políticas y militares, que a veces incluían a toda su familia, tomaban rehenes con el fin de obtener un rescate, volaban edificios públicos y atracaban bancos. Tras la instauración de la dictadura, obedeciendo a sus dirigentes, a menudo refugiados en el extranjero, esos mismos grupúsculos pasaron a la clandestinidad y continuaron la lucha armada. Tampoco se puede silenciar la ideología que inspiraba a esta guerrilla de extrema izquierda y al régimen que tanto anhelaba”.


Sucede como si la guerrilla hubiera luchado por la “democracia” según Hebe de Bonafini, apóloga de las FARC, del ETA, de los Castro y cuyo ideal es un terrorismo de estado de otro signo, o no tanto, ya que la dictadura argentina tuvo hasta el último momento el apoyo de Castro, Kadafi y Arafat, que también dio alojamiento a los montoneros mientras ocupaba y ensangrentaba el Líbano.
A diferencia de otros países que vivieron tragedias nacionales, el 24 de marzo se ha vuelto más un día circense que de luto. Debería ser un día de constricción y la bandera flamear a media asta, como símbolo de la vergüenza colectiva y el Nunca Más no ser sinonimia de la inexistencia de las otras víctimas ni hacer un uso político de los derechos humanos ni premiar a Chávez como adalid de la libertad de expresión. Se ha visto ese día desfilar a la UOM y psicoanalistas que ayer apoyaron a Galtieri y a Luder nos explican que hoy hemos recuperado la dignidad…que sólo cabe en una memoria jibarizada, selectiva que hace de la historia la primera desaparecida y a la medida de conversos que no dicen nada de las actuales violaciones de derechos, como si el feriado del 24 fuera indistinto de un 9 de julio y el latrocinio de una casta delictiva se hubiera exacerbado y la licencia para matar tuviera vía libre.




¿Derechos humanos con Gildo Insfrán y Lucía Corpacchi de gobernadores? ¿Las víctimas sin nombre conspiran contra el envase actual de la Argentina feliz donde como en los viejos tiempos han vuelto a ser “derechos y humanos”?
Decir que no cuentan por no haber sido víctimas del terrorismo de Estado es volver a asesinarlas, es practicar el terrorismo de Estado con ellas.





El insulto de los funcionarios a las víctimas de Plaza Once- por agolparse, no viajar en el vagón adecuado, no agradecer por viajar como ganado porque ahora tienen trabajo- se basa en esta concepción minimalista- negación de las víctimas del período 73-76- y miserabilista de las actuales. Una concepción de los derechos humanos que ha dado lugar a una cultura que todo lo disuelve en el espectáculo. Miserere. Si las otras víctimas nunca existieron ha sido por no adecuarse al relato grotesco y maniqueo de quienes ahora dictaron una ley antiterrorista no contra quienes hicieron dos atentados en el país sino, por ejemplo, para sitiar Andalgalá con un ejército de matones propios y contra cualquier hijo de vecino que proteste ante atropellos e injusticias.

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