miércoles, 9 de febrero de 2011

El Libro Negro se queda corto. Por Carlos Semprún Maura



Debo confesar mi satisfacción personal al presenciar el escándalo que El Libro Negro del Comunismo ha provocado, apenas publicado en Francia, escándalo que repercutirá en otros países a medida que se traduzca y comente. Esos cien millones de muertos lanzados brutalmente sobre las mesas de las redacciones y las butacas del Parlamento francés, provocando un ataque de nervios del primer ministro, me satisface personalmente porque hace años que amigos y enemigos me tratan de paranoico monomaniático por seguir disparando contra un pájaro muerto, como sería el comunismo. Mi respuesta era, es, que tratándose de la mayor tragedia del siglo XX, habría que tener una indiferencia absoluta por los sufrimientos humanos para olvidarla. Además, y como lo demuestra el reciente escándalo, al revés del nazismo, totalmente destruido por los ejércitos aliados, el totalitarismo comunista, aunque de capa caída, no ha desaparecido.
En Francia, en donde se ha producido el reciente escándalo, tres miembros del PCF están en el gobierno y el PS no tendría la mayoría parlamentaria sin el ramillete de diputados comunistas. Así se explica, en parte, la histeria de Lionel Jospin. En Italia, los comunistas, recientemente vestidos de seda socialdemócrata y los que se han quedado en paños calientes, hacen y deshacen gobiernos. Y, claro, en China, en donde, como a un moribundo millonario se le inyecta morfina, se inyecta a la economía fuertes dosis de capitalismo salvaje para sobrevivir, el partido único comunista sigue ejerciendo su poder totalitario. Lo mismo o muy parecido ocurre en el Vietnam. En Camboya los jemeres rojos no han desaparecido. Y en Corea del Norte, si los proletarios se mueren literalmente de hambre, se trata seguramente de un hambre positiva, porque es comunista. En Cuba pasa lo que todo el mundo sabe, pero nadie lo tiene en cuenta, salvo los propios cubanos, etcétera. Si el totalitarismo comunista ya no es el "porvenir radiante de la Humanidad", como declaraba Pablo Neruda, sigue existiendo y luchando con algún éxito, sobre todo en relación con la propaganda y la mentira.
Y, sin embargo, el Libro Negro se queda corto. Desgraciadamente, la cifra de veinte millones de víctimas de la represión totalitaria en la URSS, resulta excesivamente insuficiente, para quienes hemos leído otros libros, desde Robert Conquest a -y sobre todo- Archipiélago Gulag, la obra maestra de Soljenitsyn. Desgraciadamente, repito, fueron muchos más que veinte, los millones de víctimas de las diferentes oleadas represivas contra diferentes sectores ciudadanos, en la URSS, desde Lenin a Breznev. También se queda corto en relación con nuestra guerra civil. No es que oculte, en absoluto, el papel criminal de los "servicios" soviéticos durante la contienda, la represión contra el POUM y los anarquistas, el hecho, por ejemplo, de que fuera la Internacional Comunista, por boca de Togliatti, quien decidiera echar a Largo Caballero, para poner a Negrín, más dócil con Moscú, al frente del Gobierno y muchas más cosas. Todo el libro y sus diferentes autores escriben cosas verídicas y documentadas y recomiendo su lectura, pero como no soy musulmán, me permito hacer alguna observación.
En relación con nuestra guerra civil, por ejemplo, lamento la ausencia de personas como Santiago Carrillo y Artur London, quienes si bien desempeñaron un papel de tercera en la jerarquía del crimen (aunque Paracuellos del Jarama no fuera un accidente de ferrocarril), aparecieron después como figuras emblemáticas del "buen comunismo", del "socialismo con rostro humano" y otras criminales sandeces. Pero lo más grave y sé que no es fácil y que somos varios a darle vueltas al asunto sin aportar pruebas definitivas, es la ausencia de análisis sobre el viraje de la Internacional Comunista a las órdenes de Stalin, que, en medio de nuestra guerra civil, decide abandonar "la justa causa del pueblo español", para aliarse con Hitler. Está dicho, desde luego, pero nos hubieran interesado mayores precisiones, ya que los autores tuvieron, por lo visto, acceso a los archivos de Moscú. A este respecto puede afirmarse tranquilamente que la Internacional Comunista de principios de la Segunda Guerra Mundial, no se lanzó a la lucha contra los nazis más que después de que Hitler, rompiendo sus compromisos del pacto nazi-soviético, el cual se hizo oficial en agosto de 1939, pero que funcionaba y muy bien meses antes, se lanzara contra la URSS en junio de 1941. Puede decirse por lo tanto que los comunistas no entablaron una resistencia contra los nazis, sino que se lanzaron a una ayuda de la URSS, atacada traicioneramente por su aliada de la víspera, la Alemania nazi. Lo cual no es exactamente lo mismo, aunque admito que podía confundirse en la mente de ciertos resistentes comunistas.
Las analogías que, en ciertos capítulos del libro se hacen entre totalitarismos nazi y comunista, también han constituido piedra de escándalo, como si se tratara de una novedad. Hace decenios que Hannah Arendt ha publicado libros importantes sobre el tema, libros que aún se encuentran en las librerías francesas y en ediciones de bolsillo. Más recientemente, y para no abrumar con ejemplos, François Furet en su admirable El pasado de una ilusión, trata largo y tendido de estas cuestiones. Las semejanzas entre los totalitarismos nazi y comunista son tan evidentes que resulta engorroso tener que repetirlas: culto histérico al jefe, partido único ultrajerarquizado y dictatorial, voluntad de dirigir y controlar todo, la economía, la política, la cultura, la familia, etcétera, mediante una policía política omnipresente. Pero también, o sobre todo: odio a la burguesía y a la democracia liberal. Evidentemente, eso no excluye que entre el totalitarismo nazi y el soviético y entre éste y el chino, por ejemplo, existieran diferencias,a veces importantes. Señalaré una peculiaridad monstruosa del nazismo: en plena guerra y como si la entrada en la contienda de los Estados Unidos con su inmensa potencia industrial y militar hubiera asustado a los nazis y éstos hubieran querido ofrecer a vete a saber qué dios Wotan el sacrificio de millones de judíos como chivos expiatorios, para salvarse de la derrota, organizando en pocos años una industria del crimen de masas tan eficaz como tremenda. Eso, simbolizado por Auschwitz y Treblinka, esa "solución final", es efectivamente nazi y puramente nazi. Pero resulta que el totalitarismo comunista duró mucho más y mató mucho más. Aún existen campos de concentración en China, por ejemplo.
Pero la diferencia fundamental, señalada tan claramente por François Furet, después de otros, no muchos, es que si el nacional-socialismo (el primer partido de Hitler se llamaba el partido de los trabajadores alemanes) se presentaba sin máscara, su nacionalismo, su racismo, su voluntad de conquista mundial, estaban anunciados, el totalitarismo comunista, en cambio, realizó exactamente lo contrario de lo que anunciaban sus programas.
La liquidación de la "explotación del hombre por el hombre, mediante la liquidación de la propiedad privada de los medios de producción", no sólo terminó en el Gulag, sino en una explotación del hombre por el hombre infinitamente más dura que en los países capitalistas. En ese sentido puede decirse que fue peor, ya que añadió una mentira absoluta al crimen absoluto.


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Miguel Ángel García Olmo

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