En Yemen está gestándose un movimiento masivo de corte sociopolítico cuyos actores sociales exigen que el régimen de Ali Abdulá Saleh concluya luego de un cargo vitalicio de casi 33 años. La revolución rosa propone la aplicación de una serie de reformas democráticas por la igualdad y la justicia. Este es el color que congrega a los promotores del cambio quienes han organizado manifestaciones masivas en diversos puntos de Saná, la capital de ese país.
Situado en Oriente Medio, al sur de la península arábiga, se lo considera como una de las regiones cuna de la de humanidad. Unificada en 1990, su sistema de gobierno es el de una República Parlamentaria.
Desde el año 2002, la Asamblea Conjunta de Partidos agrupa al partido islamita Al Islah, al Partido Socialista Yemení y a tres formaciones menores, los naseristas, el partido Al Haq y la Unión de Fuerzas Populares.
El actual dictador ha sido denunciado por la misma oposición de querer dejar como heredero de su actual cargo a su hijo Ahmad, responsable de la Guardia Presidencial. Si bien lo ha desmentido, las consignas de los miles de manifestantes que se expresaron en las calles de la capital durante el día de ayer contenían mensajes que señalaban una clara oposición a la renovación del mando y a la transmisión hereditaria del poder. El slogan predominante enfatiza que es hora de un cambio y claramente los números así lo indican. El periódico El Mundo señala que tan sólo en el día de ayer, en la capital se congregaron 10.000 personas oponiéndose a un régimen que, aliado con Estados Unidos, mantiene a su población en condiciones de extrema opresión y pobreza. La tasa de desempleo es de un 35 por ciento. Además, un 40 por ciento de yemeníes debe sobrevivir con menos de dos dólares diarios mientras que los niveles de corrupción son excelsos.
Oriente Medio se agita y busca generar nuevas alternativas para el cambio social. Si bien el gobierno estadounidense respaldó el derecho de los ciudadanos a manifestarse libremente, lo cual no parece distanciarse demasiado respecto de la situación en Egipto, el portavoz del Departamento estadounidense de Estado, Philip Crowley, declaró que su país intenta mantener una nación unida, estable y próspera donde la sociedad civil pueda desarrollarse en oposición a la red Al-Qaeda.
Ya son más los países que se suman a la lista de insurgentes en reclamo de justicia social, libertad e independencia de regímenes dictatoriales funcionales al enriquecimiento de los países centrales. Las periferias arrasan con sus vientos revolucionarios. A la lista se suman además Jordania, Egipto y Túnez.
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