lunes, 7 de febrero de 2011

Lukashenko ataca a la disidencia belarusa


Otra vez ha sido reelecto, autoelegido, en una verdadera farsa electoral por cuarta vez el dictador estanilista Alexander Lukashenko en Bielorrusia, un país empobrecido y gobernado al estilo de sus viejos camaradas del Este, depuestos por las revoluciones de colores. Sus crímenes van mucho más allá del encarcelamiento de cientos de opositores sino que llegan a la desaparición de personas denunciadas por organizaciones de derechos humanos, la Unión Europea y Estados Unidos. Como en Cuba, las informaciones son limitadas porque no hay libertad de expresión y no es posible salir del país sin permiso de la nomenclatura. Basta oír atentamente sus declaraciones antidemocráticas para inferir de qué estamos hablando.
El último régimen estanilista de Europa no tiene nada de pintoresco, más bien semeja a un campo de concentración que abraza a toda la sociedad. Lukashenko ha encontrado un aliado en el petróleo de Chávez que también en su visita al país condenó las revoluciones democráticas del Este- hasta ahora las únicas revoluciones de masas del siglo veinte, a diferencia de las comunistas- de los bolcheviques a Castro- donde toma el poder una minoría iluminada.
Esas revoluciones hoy contagian el mundo árabe.
Cuando era canciller le preguntaron a Rafael Bielsa si iba a pronunciarse contra la violación de los derechos humanos en Bielorrusia. Dijo que no le constaba. Lo mismo expresó a propósito de Cuba. Después de todo, el gobierno K es cómplice del mayor genocidio del siglo XXI por su apoyo a un estado terrorista como Sudán, en la persona de Al Bashir. Ni la oposición se ha enterado de eso.
Esta docta- u oportunista- ignorancia espantaría a Nicolás de Cusa pero es todo un saber y un sabor para este tipo de dictadores "invisibles", como lo fuera Enver Hodja en la Albania comunista que asesinó por décadas a sus compatriotas y a religiosos ante las mismas barbas de Europa y de los que nadie supo ni quiso ni quiere saber nada. LT.

Minsk.- Considerado por la comunidad internacional como "el último dictador de Europa", el beloruso Alexander Lukashenko asumió su cuarto mandato consecutivo como presidente del país, en un acto boicoteado por representantes de la Unión Europea (UE) y Estados Unidos que critican el fraude electoral de diciembre y la posterior represión de las fuerzas opositoras. El mandatario rechazó toda crítica contra su reelección el 19 de diciembre, considerada un fraude electoral a nivel internacional. Fue un proceso "absolutamente transparente", sostuvo, citó DPA. "No era cuestión de elegir un presidente", dijo ante lo que considera injerencias del exterior. "En realidad se elegía el destino de nuestro país, si seremos independientes y fuertes o si caeremos en una dependencia de esclavos".
Desde los comicios, Lukashenko ha encarcelado a cientos de opositores, incluidos los candidatos de siete partidos que compitieron contra él. También clausuró la oficina de la Organización de Seguridad y Cooperación Europea porque los observadores electorales calificaron la elección de fallida. Además había criticado directamente a Alemania y Polonia por haber planeado supuestamente su derrocamiento. Los gobiernos de Berlín y Varsovia rechazaron las acusaciones. Unos 30 opositores al régimen están en prisión preventiva por el supuesto intento de golpe de Estado. Boicot y sanciones A la misma hora de la ceremonia en Minsk, varios embajadores europeos se reunieron en Lituania con estudiantes belarusos expulsados por motivos políticos de las universidades de su país.
El grupo de los 27 tiene previsto decidir el 31 de enero sobre posibles sanciones contra el gobierno de Lukashenko. Una de las posibilidades barajadas es que los ministros de Exteriores de la Unión Europea acuerden en Bruselas prohibir la entrada de políticos bielorrusos y bloquear sus cuentas bancarias dentro del territorio comunitario. Rusia, por su parte, sí envió a su embajador a la ceremonia, en la que el mandatario juramentó ante más de 1.000 invitados en el Palacio de la República en Minsk. No a la disidencia. Lukashenko se mostró una vez más duro con los movimientos democráticos. "El virus de las revoluciones solo ataca a países débiles. En Belarús no hay un caldo de cultivo para ello".
Asimismo, juró que el país eliminará de raíz cualquier revolucione pacífica como las que derrocaron regímenes en Ucrania en 2005 (la Revolución Naranja) y en Georgia en 2003, la llamada (Revolución Rosa). "El virus de las revoluciones de colores sólo derrota a las naciones débiles'', dijo Lukashenko.
El país "ha agotado los límites de revoluciones e insurrecciones'', su Gobierno "salvaguardará la seguridad y la estabilidad contra las conspiraciones dentro y fuera del país''. El líder comunista comenzó su carrera política en la época de la Unión Soviética cuando fue elegido como vicepresidente en el Soviet Supremo de la entonces República Socialista Soviética de Bielorrusia, cargo que desempeño hasta la separación en el 91. Desde 1994 es el presidente de Belarús.
El Universal, sábado 22 de enero de 2011.
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