A pequeña escala en Sudán ha habido una guerra civil y un genocidio que pese a la indiferencia de algunos estados, la complicidad de otros y el silencio de los humanistas profesionales parece anticipar si no se reflexiona sobre el mismo otras guerras del futuro. Lo que ha hecho China en su avidez por el petróleo que necesita para mantener su crecimiento no puede ser trivializado. Parece que puede hacer lo que quiera mientras mantenga el frágil equilibrio global y financie la deuda de Estados Unidos. En contraste, vemos a sudaneses que han recorrido miles de kilómetros, sorteando peligros, para poder votar en chozas. L.T.
El entusiasmo se desata en Juba durante el primer día del referéndum de secesión – Los resultados no se conocerán hasta febrero, pero todo indica que el apoyo a la separación del Norte ha sido masivo.
Un hombre de casi dos metros de altura aparca una motocicleta que parece de juguete frente a un chambado en el que varias personas se protegen del sol. El hombre, de unos 50 años, se baja de la moto, se dirige serio hacia el grupo y luego comienza una extraña danza que consiste básicamente en dar pequeños saltos con el dedo índice manchado de tinta apuntando al cielo. “He votado, he votado, ya soy libre, libre para sentarme, para moverme, libre para comer, para saltar, incluso para dormir”, dice el hombre casi cantando. “Antes no dormía porque por las noches me despertaba pensando que mi país nunca sería libre, pero ahora podría acostarme aquí mismo”, asegura señalando la tierra roja de Juba. El referéndum está previsto que se prologue durante toda la semana. Estados Unidos y Naciones Unidas apoyan el proceso de independencia. La capital de Sudán del Sur es desde ayer un hervidero de manifestaciones de este tipo en torno a los colegios electorales. Banderas por las calles, grupos de mujeres bailando y ruido de tambores para celebrar el referéndum de secesión que separará el sur del norte. A pesar de tener toda la semana para votar, miles de personas acudieron a las urnas horas antes de que se abrieran los colegios electorales. “Hemos venido tan temprano porque llevamos toda la vida esperando esto”, afirma Ateny Wek, de 47 años, vestido de traje para la ocasión. “Los que nacimos en la guerra, crecimos en la guerra. Solo tuvimos 11 años de paz para ir a la escuela. Al fin tendremos un país del que sentirnos responsables”.El lugar de encuentro de las autoridades fue el colegio instalado junto a la tumba de John Garang de Mabior, el héroe de Sudán del Sur, fallecido en un accidente de helicóptero en 2005. Hasta allí se dirigió Salva Kir Mayardit, presidente de la región y el primero en votar, a las ocho de la mañana. Ante miles de personas, el líder de los sureños, bastón en mano y sombrero de cowboy, hizo el mismo recorrido que sus compatriotas; se registró, se ocultó en una cabina hecha de cartones para asegurar que su voto era secreto, introdujo la papeleta en la urna y luego mostró la palma de su mano con el dedo manchado de tinta en señal de que su voto había sido favorable a la secesión. A partir de entonces, los sureños aguantaron bajo un sol de muerte durante horas para votar. Es tal el deseo de estos ciudadanos por pertenecer al nuevo Estado que se avecina, que muchos de ellos han emprendido un viaje de 11 días desde Jartum por el Nilo Blanco hasta Juba solo para dar el sí a la secesión. Unas 600 personas viajan cada día en la cubierta de los barcos. Algunos de ellos vienen para quedarse y traen sus muebles; otros tendrán que volver porque aún no tienen nada en Juba. Amule Michael, de 24 años, es de los que ha venido para construir una nueva vida en la capital. Su barco atracó hace unas horas en el puerto de Konyo Konyo, un lugar donde la basura se acumula a la orilla del río y la contaminación deja un penetrante olor que tarda horas en quitarse de la cabeza. Allí los viajeros esparcen sus pertenencias por el suelo a la espera de tener un lugar donde guarecerse en la ciudad. “El viaje es muy duro”, señala Amule, “te comen los mosquitos, la gente cocina aquí en la cubierta y vamos todos muy apretados. Pero merece la pena. Yo he dejado mi trabajo en Jartum. He venido para votar porque no me fiaba de que pudiera hacerlo en libertad allí”.
El referéndum se celebrará durante toda la semana y sus resultados quizá no se conozcan hasta febrero. A partir de ahí, a pesar del fuerte apoyo de EE UU y la ONU al proceso independentista, comienza una cascada de obstáculos hasta que el país se convierta definitivamente en un nuevo Estado y pueda organizar su Gobierno y sus instituciones. El principal problema es la delimitación de las fronteras. Aunque el presidente de Sudán, Omar al-Bashir, ha señalado que aceptará el resultado de la consulta, nadie ha establecido aún cuáles serán las fronteras del nuevo país. En Sudán del Sur está el 75% de las reservas de petróleo, pero las instalaciones para su aprovechamiento están en el norte. No parece que Bashir vaya a dejar fácilmente que la mitad del país se quede con la fuente de sus ingresos.
Según el fiscal jefe de la Corte Penal Internacional, Luis Moreno Ocampo, Bashir ha desviado a cuentas privadas en bancos británicos unos 6.800 millones de euros procedentes del petróleo.En los territorios fronterizos hay riesgo de que se desate la violencia y no solo por el petróleo. Uno de los lugares más conflictivos es Abyei. En ese territorio central de abundante agua y fértiles pastos, dos tribus se disputan la tierra: los Dinka y los Baggara. Estos últimos son de origen árabe y se dedican al ganado. Las tierras de Abyei son para ellos un lugar ideal en la época seca. Para los Dinka, los Baggara son solo unos huéspedes. Pueden ir allí a pastar pero no tienen ningún derecho sobre la tierra. Un enfrentamiento armado entre estas dos tribus podría hacer que el sur y el norte tomaran partido y se vieran metidos en una nueva guerra civil. Falta otra voz importante en el dibujo de esas fronteras: China.
El gigante asiático ha mostrado un apetito insaciable por los recursos petrolíferos de Sudán. Durante años ha facilitado armas al ejército de Al-Bashir para proteger las instalaciones de los ataques del sur. Su facilidad para llegar a acuerdos en África podría hacer que lo que ha sido hasta ahora bueno para el norte lo sea también para el sur. Si es así, China no vería peligrar sus inversiones. En cualquier caso, el dibujo de las fronteras no será fácil y puede que se prolongue durante todo 2011. Por ejemplo, en Abyei aún no hay fecha para un referéndum en el que las tribus decidan si quieren pertenecer al norte o al sur.
Archivado en Prensa para pensar.
Fuente: David Vidarte Ortiz, 10/1/2010.
Archivado en Prensa para pensar.
Fuente: David Vidarte Ortiz, 10/1/2010.
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