domingo, 6 de febrero de 2011

Ibn Warraq: un grito de libertad en el mundo árabe. Luis Thonis. Comentario de Daniel Pipes

"Este libro es ante todo una afirmación de mi derecho a criticar cada punto del islamismo, e incluso a ser blasfemo, a cometer errores, a burlarme y ser satírico. Tanto los musulmanes como los no musulmanes tienen derecho a examinar críticamente las fuentes, la historia y los dogmas del islamismo. Los musulmanes hacen uso del derecho a criticar la cultura occidental con términos tales que se habrían tildado de racistas, neocolonialistas o imperialistas si un europeo los hubiera dirigido contra el islamismo. Sin una investigación crítica, el islamismo seguirá manteniéndose inexpugnable en su fortaleza medieval de dogmatismo y fanatismo, anquilosado en su pasado totalitario, intolerante y paranoide. Continuará sofocando el pensamiento, los derechos humanos, la individualidad, la originalidad y la verdad."
Así el intelectual indo pakistaní Ibn Warraq- que por razones obvias firma con pseudónimo- argumenta el tópico central de su libro sobre la libertad de criticar al Islam que Daniel Pipes comenta. Why I Am not Muslim, Amherst, N.Y, Prometheus, 1995. 402 pag., le valió a su autor ser condenado por una fatwa por considerarlo una ideología totalitaria y por la que debe vivir oculto siguiendo el camino de Salman Rushdie por sus Versos Satánicos, Talima Nasreen que escribió sobre la condición de las mujeres en los países islámicos y la heroica somalí Hirsi Ali, que escribió el libreto del film acerca del mismo tema por el cual el cineasta holandés Theo Van Gogh fue asesinado además de muchos intelectuales que prueban que tanto los musulmanes moderados- piénsese en los atentados masivos contra las mezquitas en Irak, la brutal represión del pueblo iraní o el genocidio en Sudán- son como los que piensan las primeras víctimas de esa guerra contra los civiles que es el terrorismo integrista, fundamentalista, basado en una lectura literal del Corán, por ejemplo, el "matad los idólatras donde los encontreís", tiene equivalentes bíblicos que si fueran tomados a la letra generarían un análogo fanatismo, que por otra parte existe en ciertas sectas, pero no como un expansiva política global.
Imagínense la reacción de Occidente si un Chomsky, que acusó a Obama de "imperialista" quedando en el momento que éste quitaba todo apoyo a Mubarak, fuera condenado a muerte por una organización extremista: habría un escándalo mundial. Sin embargo, nadie dice nada de los que padecen el despotismo de los mulás, imanes y ayatolas. Robert Redeker, que en Le Temps Modernes hizo críticas al integrismo islamita tiene que vivir como una sombra en París, su propio país. Y cualquiera que levante la voz es acusado de etnocentrista o xenófobo por parte de un progresismo ya sometido por la intimidación del pánico. Los intelectuales que viven del mito leninista del imperialismo en vez de favorecer una modernización del Islam alientan la islamización de Occidente, tirando por la borda los diez siglos de sangrientas luchas que fueron necesarios para separar lo político del orden religioso. Es falso que el fanatismo sea patrimonio de Oriente: el nazismo y el comunismo fueron hechos occidentales. Por mucho tiempo los árabes fueron más civilizados que Occidente, pero los traductores árabes de Aristóteles eludieron el tema de la libertad política.
El Islam siempre fue imperialista. Los árabes que hoy existen en Africa del Norte son, como los países del Medio Oriente, productos de la colonización del siglo VII. Los primeros colonizadores del Medio Oriente fueron los turcos seldukas y después los otomanos. Irak estuvo bajo la dominación turca cinco siglos y cuarenta años bajo el imperio británico. Castoriadis en el Mito Arabe, escribe: "Por una parte, tenemos la extraordinaria mitologización que los árabes han hecho de sí mismos, quienes se presentan siempre como las víctimas eternas de la Historia. Ahora bien, si hubo una nación conquistadora del siglo VII hasta el siglo XI, fueron los árabes. Los árabes no aparecieron naturalmente en las pendientes del Atlas, en Marruecos, estaban en Arabia. En Egipto no había un solo árabe".
No se trata de excluir de las responsabilidades a la colonización occidental, pero ésta ha sido un período mucho más corto que la otomana y turca. Castoriadis describe estas sociedades desde lo político: " Son países donde las estructuras de poder son, o bien arcáicas, o bien una mezcla de arcaísmo y estanilismo. Tomaron lo peor de Occidente y lo plasmaron en una sociedad culturalmente religiosa. En estas sociedades la teocracia nunca corrió peligro: el Código Penal es el Corán; la ley no es el resultado de una voluntad nacional, sino que es sagrada."
Al corazón de lo sagrado apunta el estilo satírico y panfletario de Ibn Warraq. Realiza en un libro lo que el Islam no hizo durante siglos respecto a la emancipación y la pluralidad de los sentidos. Ibn Warraq no es ingenuo: sabe que Occidente también está en crisis y no tiene demasiado que ofrecer sustituyendo al Corán por los videos de Madonna. Pero la libertad respecto a un estado teocrático o a uno totalitario siempre es un punto de partida.
Se puede vituperar hasta el hartazgo el "imperialismo"o el "sionismo", pero criticar el despotismo integrista puede costar la cabeza. Se tendrá en contra no sólo a los integristas sino a los ideólogos que abundan en Occidente y ya se han convertidos en dihimis, protegidos y esclavos del nuevo totalitarismo que tiene su vanguardia teológico política en Irán.
El libro de Ibn Warraq no ha sido traducido, y aun si no se está de acuerdo con él, la ejecución que amenaza a su autor demuestra la hostilidad de una cultura hacia todo lo que sea una civilización liberal- que se sostiene en la idea de la autonomía del individuo ante el poder absoluto- que es en última instancia el objetivo a destruir.
Hoy un soplo de libertad- que surgió de la inmolación de un joven tunecino- recorre el mundo árabe y muestra a Occidente- a Estados Unidos y a Francia- que ya no es necesario apoyar autócratas- a "nuestro H de p" como se decía de Pinochet- cuyo único objetivo se limita a contener al integrismo islámico, algo que tampoco cumplen como lo demuestra la masacre de Alejandría. Pero en ese contexto no había demasiadas alternativas. Ni el partido nasserista ni los Hermanos Musulmanes eran opciones y era imprescindible mantener el tratado de paz con Israel, el "afrodisíaco" del mundo árabe según dijo el rey de Marruecos.
Obama tuvo una reacción inmediata y apoyó decididamente la revolución del Jazmin y sus efectos en Egipto. Amenazó de dejar de enviar fondos por 1300 millones de dólares anuales si el ejército reprimía. En Francia la sorpresa fue total y algunos fueron captados in fraganti: semanas antes socialistas franceses se fotografiaban con Ben Ali que presidía un partido miembro de la Internacional Socialista y la canciller Michele Alliot Marie, en plena crisis, pasaba sus vacaciones en Tunez invitada por un sospechado funcionario del régimen. En la pasada Navidad, el primer ministro Francois Fillón fue huésped exclusivo de Mubarak con avión y todo para que se maravillase en un viaje por El Nilo y en plena revolución del Jazmin, paseaba en un jet privado de un millonario tunecino.
Estas vacaciones privadas, estos veranitos tan distintos al narrado por Albert Camus, hablan por sí mismos de las relaciones incestuosas que Francia tuvo con un régimen que a diferencia de Mubarak amordazó totalmente la libertad de prensa. Las mismas que sigue manteniendo con Argelia que ha entrado en ebullición.
Este soplo de libertad habla de la irrupción de las nuevas generaciones en la escena política que están hartas de dictadores de derecha o de izquierda- oposición discutible: ¿ serán Kadafi o Ahmanidejad de izquierda por su retórica antimperialista?- pero tambiéns al Islam teológico político que describe Ibn Warraq-que pide un estricto respeto para sí en tanto que se lo niega a las otras religiones. Para saber qué pasa hay que escuchar lo que dicen los manifestantes. Nada que ver con árabes pintorescos tipo Omar Sharif o sombríos como los alquaedistas. Muchos de ellos son de clase media alta, han viajado a Europa y EEUU, y respirado un aire de libertad desconocido por décadas en su país. Quieren algo de eso y lo dicen. Nada que ver con el Islam intolerante que satiriza y ataca Ibn Warraq que exige que se respeten a rajatabla sus imperativos pero es absolutamente intolerante para con las otras.
Abundan las masacres de inocentes, como el asesinato en masa en octubre de 2001 la iglesia protestante en Pakistán mientras se realizaba el oficio o la reciente masacre de Alejandría de cristianos. Y esta lista de crímenes tiende a ser interminable.
Estos actos no obedecen a ninguna reivindicación económica o política sino a que el integrismo islamita no acepta otra religión que el Islam en versión fundamentalista que los charlatanes occidentales tratan de escamotear mediante un uso arbitrario del tema del petróleo.( en las licitaciones de Irak, EEUU apenas recibió concesiones, a diferencia de China o Rusia o Turquía. Los inversores norteamericanos tienen prohibido el mercado libio, que se sustenta en inversiones europeas).
En una muestra de amplitud y tolerancia, el Papa no sólo autorizó sino que apoyó la construcción de una mezquita en Roma, algo que sería imposible para una iglesia cristiana en La Meca, en Arabia Saudita o en Irán. Si incluso fuera aceptada por las autoridades, sería volada en pedazos en un día.
La masacre de musulmanes por musulmanes no escandaliza a nadie. Sadam Hussein exterminó con armas químicas a decenas de miles de shiitas y kurdos y eso causó menos inquietud que la invasión de un pequeños país musulman, Kuwait, en 2001, como paso inicial de su panarabismo expansivo que lo llevó a enfrentarse por ocho años con Irán, en una guerra que dejó un millón de muertos.
Los cientos atentados en las mezquitas son obviados o atribuídos a una inexistente "resistencia popular", desconociendo el total rechazo de los musulmanes por el terrorismo islamita, tal como se lo ve hoy en Túnez, en Egipto y en la masiva concurrencia a elecciones de los iraquíes, incluso bajo amenaza. La supuesta hostilidad de EEUU contra los musulmanes es un mito. Lo prueban las intervenciones en Somalía, Bosnia y Kosovo en defensa de minorías islámicas. Estos hechos no existen para los Chomsky que siguen pensando el mundo actual a imagen y semejanza de la década del setenta, lo que los lleva al ridículo, o a posiciones como la de Daniel Ortega que, además de Chávez y el infalible Fidel Castro, expresó el apoyo del pueblo nicaraguense a Kadafi.
Ahora no sólo las satrapías y petromonarquías sino el Islam teocrático- no existe otro porque no hubo una reforma o separación del Templo y el Estado- se enfrenta con una juventud hastiada de dictadores enmasacados de demócratas como en Egipto pero también ser regenteada como en Irán por hábitos medievales y autoritarios, que cuestiona el poder desde una sociedad civil que surge a través de la revolución tecnológica de Google, facebook y otras redes sociales.
Tal es así que la rebelión egipcia fue iniciada por un joven ejecutivo de Google, Wael Ghonim por el asesinato del empresario Kahel Said- "todos somos Kahel Said" fue su grito- otro al que la policía de Mubarak fue tan indiferente como en la masacre de Alejandría. Como en una película al mejor estilo Hollywood, la multitud lo tranformó en el héroe de la mayor rebelión popular de la historia de Egipto mientras los zombis tercermundistas leían la revuelta en clave antimperialista.
Se trata de la primera revolución electrónica cuyos antecedentes próximos son la del Cedro en el Libano y la sofocada cruelmente en Irán. La peste de la libertad proviene de las ignoradas revoluciones de colores.
La participación de las nuevas tecnologías ha sido capital. Un efecto inevitable de la globalización que amenaza quebrar la línea de separación Occidente-Oriente y ante la presencia de las nuevas generaciones influenciadas por hábitos occidentales y ante la cual los socialismos árabes o las petromonarquías no tienen respuestas. Todavía no sabemos en qué tipo de instituciones habrá de derivar la crisis en Egipto, faro del mundo árabe. Algunos hablan de un modelo turco que prueba que el Islam no es incompatible con la democracia ni con el éxito económico que significó abandonar el estatismo otomano y entrar de la mano del FMI en la globalización. El AKP turco e islámico acepta la economía de mercado. Esto no tiene nada que ver con lo que ocurrió en la Argentina, Rusia o Egipto, con instituciones cooptadas por la corrupción y las prebendas y donde el FMI no ha sido el único responsable. Nasser sovietizó la economía egipcia, expulsó a los empresarios y repartió las tierras creando una población ociosa. Las reformas hacia del capitalismo de Sadat y Mubarak mejoraron la situación convirtiendo a Egipto en la segunda economía de Africa del Norte y la cuarta del mundo árabe. En 1998 el crecimiento del producto bruto fue del 5%, en 1999 del 6,5% y después de la caída de la crisis mundial del 2008 y este año el ministro Ahmed Nazif esperaba un crecimiento de un 6%. Hubo preocupación por parte del gobierno por la tasa de inflación que en los últimos diez años se redujo desde desde el 19,7% al 2,6% actual, muy por debajo de los países árabes y qué decir de Venezuela o Argentina. Pero estos logros nunca se reflejaron en la mayoría de la población, además de la corrupción y la ausencia de inversión. La suba del precio de los alimentos no da cuenta totalmente del reclamo de libertades cívicas que interroga el estado de las instituciones y habla de una mutación de las costumbres que evoca a las juventudes del Este que arriesgaban la vida, tratando de cruzar el Muro comunista, para obtener un disco de rock.
Es
de esperar que Mubarak no permanezca en el poder haciendo algunos cambios para que nada cambie ni que este proceso culmine con una regresión teocrática ni en Egipto ni en Qatar donde las mujeres han logrado mejorar su situación en cuanto al logro de algunos derechos.
La rebelión en curso no tiene nada de islamita, aunque la mayor parte de sus protagonistas sean musulmanes que no dejan de cumplir el rito de sus oraciones diarias. Lo históricamente inédito es que salen a manifestar en nombre de derechos cívicos, con el antecedente de la revolución del Cedro que hoy peligra en el Líbano. Las demandas en estos casos son de tipo occidental.
Como lo afirma Olivier Roy en El País: " Incluso en este acto sacrificial no ha habido nada de religioso: ningún turbante verde o negro, ninguna túnica blanca, nada de ¡Alá Akbar!, nada de llamamientos a la yihad. Se ha tratado, por el contrario, de una protesta individual, desesperada y absoluta, sin una palabra sobre el paraíso o la salvación. En este caso el suicidio era el último acto de libertad dirigido a avergonzar al dictador y a instar a la gente a reaccionar. Era un llamamiento a la vida, no a la muerte."
Una rebelión no sólo contra una democracia camuflada de dictadura- el partido de Mubarak cooptaba los otros partidos y compraba votos- sino que alcanza lo teológico político en bruto.
No se oyó un solo grito contra el "imperialismo yanqui". Tampoco los jóvenes ya no parecen comprar el buzón judeofóbico de que Israel es el gran culpable de los males que padece el mundo árabe. Estuvieron ausentes expresiones a favor de Irán o sus secuaces de Hamas. Cuando Ibn Warraq habla elogiosamente de la colonización de la India por Gran Bretaña parece parafrasear a Marx que anticipaba que quebraría relaciones arcáicas y tribales.
En países como Jordania, Yemen, Argelia, Siria y Libia hay convocatorias semejantes que obligan a los gobiernos a multiplicar los controles ante el anuncio de revueltas para protestar en favor de la democracia. Estamos ante un fenómeno inédito en el mundo árabe, donde concurren orígenes múltiples. Sea en las revoluciones de colores propiciada que introdujeron la peste de la libertad, sea la rebelión de la juventud iraní, hoy latente más que nunca, y también la política intervención indirecta de Obama pero que fue materialmente iniciada en Egipto por un ejecutivo de Google, limitada a un pedido puntual de justicia.
Los Hermanos Musulmanes inicialmente estuvieron en contra de la revuelta pero terminaron sumándose tardíamente, mezlados con los cristianos en la protesta masiva.
Es de desear que la inmolación del joven tunecino tenga el peso que tuvo la de Jan Palach en agosto de 1968 cuando las tropas del Pacto de Varsovia invadieron Checoslovaquia para poner a las reformas liberalizadoras del gobierno de Alexander Dubcek que estuvieron en el centro de la Primavera de Praga.
Jan Palach se quemó vivo en la plaza de Wenceslao en enero de 1969.
Hay que recordar que líderes como Fidel Castro y la mayoría de los intelectuales occidentales de izquierda- salvo Lefort, Castoriadis, Debord y unos pocos más- aprobaron la intervención afirmando que se trataba de una maniobra de la Cia, como había ocurrido con la insurreción húngara de 1956.
Pero el proceso fue imposible de detener y derivó en la revolución de terciopelo contra el imperialismo moscovita, punto de partida para las sucesivas revoluciones democráticas de los países del Este y la caída del Muro, todavía llorado por los "nostálgicos del comunismo" como afirmó ante Chávez el ex presidente colombiano Alvaro Uribe.
Posteriormente se dieron la revolución de las Rosas en Georgia en el 2003 contra Eduard Shevardanadze, la Revolución Naranja- elección de Víktor Yushchenco en Ucrania en 2004, la Revolución de los tulipanes en Kirguistán en 2005, año también de la expulsión de las tropas sirias del Líbano. Lejos de haberse concluído estos procesos han sufrido sacudidas restauradoras que prueban que la libertad y las instituciones que la favorecen no se consiguen de un día para otro. La Argentina, que no ha tenido ningún enemigo externo de peso a partir de 1810 donde comenzaron a matarse entre sí, es la mejor prueba que la democracia no se construye de un día para otro, pero ésta es preferible e incomparable a una dictadura militar.
La revolución de los jazmines en Túnez ha iniciado un ciclo democrático en los países árabes como antes en los sistemas estanilistas del Este o de Oriente.
Es de esperar que no haya una reacción como la que inició Hezbollah- aliado de Siria e Irán- en el Líbano y que originó el asesinato del primer ministro Hariri y el ataque a Israel en 2006.
Estas revoluciones democráticas han sido apoyadas por Estados Unidos- por el "malvado" Bush y continuados por el buen Obama- y denostadas por Chávez en su visita a Bielorusia- donde apoyó al último dictador de Europa, Alexander Lukashenko, recientemente autorelecto por cuarta vez, de cuyos crímenes no se habla como ocurría con Enver Hoxa en Albania- y los ideólogos del estado universitario global cuya lectura del mundo acaba de ser una vez más desmentida por lo que nunca imaginaron: los musulmanes de Africa del Norte se han pronunciado por la democracia, aun si Mein Kampf es el best-seller del mundo árabe y la obra de Ibn Warraq está prohibida.
El grito que recorre el mundo árabe no es el de ¡Alá Akbar! que se oyó nítido en la masacre de Alejandría sino el ya no tan solitario Ibn Warraq que apunta a liberar a los suyos no de tal o cual dictador sino de la peor de las opresiones: la de lo teológico político mismo.
Las versiones de los ideólogos tercermundistas o del estado universitario global se contradicen de manera cómica.
El fraudulento charlatán Thierry Meyssan- el que argumentó que el ataque a las Torres fue un autoatentado- ha dicho- en coincidencia con el dictador libio Kadafi- que la multitud ha sido manipulada por Estados Unidos: los mismos sloganes canallas que se aplicaron a la insurreción húngara de 1956 y a la Primavera de Praga para que los tanques soviéticos pudieran aplastarlas en nombre de la Historia.
Noam Chomsky, siguiendo su carrera de estafador intelectual, no dijo una palabra de Mubarak y se limitó a la mísera lectura de llamar "imperialista" a Obama.
Otros, no menos patéticos, latinoamericanos y chavistas, hicieron una lectura inversa: afirman que se trata de una revolución "antimperialista" que incendia el mundo árabe, aun si quien prendió la antorcha ha sido un ejecutivo de Google. Igual que en los tiempos de la guerra fría...las dos versiones apuntan a conformar un zombi planetario según el negocio de los "pueblos oprimidos" que otrora dio tantos frutos.
Esta ha sido una derrota más de los ideólogos de la Chomskylandia global, hundidos en el agujero negro del castrocomunismo y el populismo, a quienes sólo les queda conformarse con sus viejos dinosaurios genocidas- los Kim Il Jong, los Castro, los Lukashenko, los Robert Mugabe- y sumarse con Chávez a estados criminales como Irán o a organizaciones hitlero- islamitas como Hezbollah o Hamas para consolarse de su derrota en sus tres continentes, legitimando con sofismas los crímenes aberrantes de los barbudos polígamos como lo prueba la ya silenciada masacre de Alejandría.
La "ideología argentina" no podía faltar a modo de nota vergonzante.
Me refiero a que el turista argentino Alexis Schmidt, que las patotas de Mubarak intentaron linchar y los soldados salvaron alojándolo dentro de un tanque, privado de pertenencias y de pasaje, acudió según denunció a la embajada argentina que se negó a pagarle el viaje y tuvo que tomarse un avión facilitado por Estados Unidos.
Lo único que faltó es que le sugirieran coimas al estilo de De Vido. Se comprende el odio de las buenas conciencas contra Israel que es capaz de ir a la guerra por el secuestro de un soldado.
A propósito: los setenta millones de dólares acumulados por Mubarak- es posible que tenga otras cuentas ocultas- durante treinta años por ahora se quedan cortos con los K, que de movida hicieron desaparecer unos seicientos millones de los fondos de Santa Cruz a los que hay que sumar los intereses desconocidos.
Argentina, que ha progresado de ser un estado prebendario a un estado que puede convertirse en narco, también necesita su revolución de color "celeste y blanca", una revolución liberal como anunció y está llevando a cabo José Mujica en Uruguay, despidiendo a una de las clases políticas más delictivas de que se tenga memoria- la misma que retornó en 2003 con otro maquillaje ideológico- privilegiando una educación moderna exenta de populismo, clientelismo y demagogia. Luis Thonis.

En Marzo de 1989, poco después de que el Ayatolá Khomeini publicara su decreto condenando a muerte a Salman Rushdie por su novela Los Versos Satánicos, el Observer Londinense publicó una carta anónima desde Pakistán. En ella, el escritor, un Musulmán que no daba su nombre, indicaba que "Salman Rushdie habla por mí". A continuación explicaba: "la mía es una voz que todavía no ha encontrado expresión en las columnas del periódico." Es la voz de los que han nacido Musulmanes pero desean cambiar una vez en edad adulta, pero no se permite bajo pena de muerte.
Alguien que no viva en una sociedad Islámica no puede imaginar las sanciones, tanto auto-impuestas como externas, que militan contra la expresión de incredulidad religiosa. "No creo en Dios" soy una elocución pública imposible incluso entre la familia y amigos... Así que contenemos nuestras lenguas, aquellos de nosotros que dudamos.
"Ibn Warraq" ha decidido no contener más la lengua. Identificado solamente como un hombre que creció en un país que ahora se llama república Islámica, que vive actualmente y enseña en Ohio, el decreto de Khomeini lo ultrajó tanto que escribió un libro que supera a Los Versos Satánicos en términos de sacrilegio. En donde Rushdie ofrecía la crítica evasiva en un cuento de hadas de realismo mágico, Ibn Warraq trae una almádena académica con la tarea demoler el Islam. Escribir algo polémico contra el Islam, especialmente para un autor Musulmán de nacimiento, es un acto tan incendiario que el autor debe escribir bajo pseudónimo; no hacerlo sería un acto suicida.
¿Y qué hace a Ibn Warraq para tener que demostrar para valer este acto de desafío sin precedentes?. Una acusación bien investigada y absolutamente brillante, de alguna manera desorganizada, contra una de las mayores religiones del mundo. Mientras que el autor niega la pretensión de originalidad, ha leído lo bastante extensamente como para escribir un ensayo que ofrece una primera novela de representación de la fe que dejó atrás.
Para empezar, Ibn Warraq diverge de la academia Occidental actual para hacer la asombrosa afirmación de que Mahoma nunca existió, o que si existió, él no tenía nada que ver con el Qur'an. En su lugar, ese libro santo fue fabricado un siglo o dos más tarde en Palestina, después "proyectado sobre el pasado a un punto de origen Árabe inventado".
Si el Qur'an es un fraude, no es sorprendente aprender que el autor encuentra poca autenticidad en otras partes de la tradición Islámica. Por ejemplo, despacha "La ley Islámica al completo" como una "creación fantástica fundada en falsificaciones y ficciones piadosas". Retrata al Islam entero, en pocas palabras, como una cocción de mentiras.
Habiéndose despachado así con la religión, Ibn Warraq empieza con la historia y la cultura. Embistiendo contra la corrección política, condena las primeras conquistas Islámicas y condona el colonialismo Europeo. "Tocear hacia Arabia cinco veces al día", escribe, refiriéndose al rezo Islámico hacia La Meca, "debe ser con certeza el mayor símbolo de... imperialismo cultural". En contraste, el control Europeo,"con todos sus defectos, benefició en última instancia a los gobernados tanto como a los gobernantes. A pesar de ciertos incidentes infames, los poderes Europeos se manejaron, en conjunto, muy humanamente".
Al argumento convencional de que los logros de la civilización Islámica en el período medieval demuestran la grandeza del Islam, Ibn Warraq restablece la discusión Victoriana de que la civilización Islámica vino al mundo no debido a la ley del Qur'an y la Islámica sino a pesar de ella. El estímulo a la ciencia y las artes vinieron de fuera del mundo Musulmán; dondequiera que reinase el Islam, estas realizaciones tuvieron lugar solamente donde la mano mortal de la autoridad Islámica se podría evitar. Acreditar al Islam de las glorias culturales medievales, sostiene con certeza, sería como acreditar a la Inquisición de los descubrimientos de Galileo.
De vuelta al presente, Ibn Warraq argumenta que los Musulmanes han experimentado grandes dificultades para modernizar porque el Islam está parado en las cuatro direcciones de su camino. Su orientación retrógrada dificulta el cambio: "Todas las innovaciones se desalientan en el Islam-cada problema se considera como un problema religioso más que como uno social o económico". Se diría que esta religión no tiene nada funcional que ofrecer. "El Islam, el Islam político en particular, ha fracasado totalmente para hacer frente al mundo moderno y a toda la problemática social, económica y filosófica que lo acompaña". El autor tampoco se aferra a la esperanza de que mejore. Tómese por ejemplo el tema de la protección de individuos por parte del estado: "El obstáculo principal del Islam para moverse de cualquier manera hacia los derechos humanos internacionales es Dios, o por ponerlo más claro... la reverencia hacia las fuentes, el Corán y la Sunna".
En un capítulo particularmente delicado, dado que él mismo es un Musulmán que vive en Occidente, Ibn Warraq discute la emigración Musulmana a Europa y Norteamérica. Teme la importación de los comportamientos Islámicos y aconseja a los Británicos no hacer concesiones a las exigencias inmigrantes sino a mantenerse firmemente sobre sus principios tradicionales. "A menos que se ejerza gran vigilancia, es probable que todos acabemos encontrando a la sociedad Británica enormemente empobrecida moralmente" por la influencia Musulmán. Al mismo tiempo, como beneficiario Musulmán Occidentalmente orientado y liberal, Ibn Warraq discute que la línea clave es la de filosofía personal basada y no basada (como lo pondría Samuel Huntington) en la adherencia religiosa. "La batalla final no será necesariamente entre el Islam y Occidente, sino entre los que valoran la libertad y los que no". Esta discusión de hecho ofrece esperanza, implicando como implica que la gente de credos divergentes puede encontrar puntos en común.
En conjunto, el examen del Islam de Ibn Warraq es excepcionalmente severo: la religión se basa en el engaño; tuvo éxito a través de la agresión y la intimidación; hace retroceder el progreso; y es una "forma de totalitarismo". Examinando casi catorce siglos de historia, concluye, "los efectos de las enseñanzas del Corán han sido un desastre para la razón humana y el progreso social, intelectual, y moral".
Como si esto no fuera bastante, Ibn Warraq remata su blasfemia con un asalto contra lo que él llama la "arrogancia monoteísta" e incluso contra la religión como tal. Se hace algunas preguntas interesantes, de la clase de las que ya no nos hacemos más en Occidente. "Si hay una evolución natural del politeísmo al monoteísmo, ¿entonces no habrá un desarrollo natural del monoteísmo al ateismo?". En lugar de que Dios aparezca en lugares oscuros y circunstancias extremas, "¿Por qué no puede revelarse a las masas en persona en un estadio de fútbol durante la final de la World Cup"?. En 1917, más que por un milagro en Fátima, Portugal, ¿por qué no puso Él fin a la carnicería del Frente Occidental?.
Esta discusión evidencia hasta qué punto ya no discutimos estos temas más en el conjunto de la vida intelectual Americana. Creyentes y ateos van por separado, demonizándose mutuamente enzarzarse en combate. Por esta razón, muchas de las aseveraciones anti-religiosas de Ibn Warraq son de una calidad asombrosamente refrescante.
Es difícil que un no Musulmán aprecie completamente la ofensa Ibn Warraq ha cometido, por la que su libro de protesta profunda y provocación asombrosa va más allá de cualquier cosa imaginable en nuestra cultura del usar-y-tirar. No tenemos ninguna devoción comparable a la del Islam. En el reino religioso, por ejemplo, Joseph Heller convirtió varias parábolas Bíblicas en material pornográfico en su novela de 1984 Dios lo sabe, y ni siquiera nadie se dio cuenta. Martin Scorsese hizo frente a algunos piquetes a causa de su retrato de las experiencias sexuales de Jesucristo en la película de 1988 La Última Tentación de Cristo, pero ciertamente a ninguna amenaza contra su vida. Rushdie en persona ha puesto los pelos de punta recientemente en La India al reírse de Bal Thackeray, líder fundamentalista Hindú y ni por esas han llegado amenazas a su barrio. En la arena política, Charles Murray y Dinesh D'Souza han publicado libros sobre el tema Americano más delicado por excelencia, el asunto de las diferentes habilidades raciales, y a consecuencia de ello ni uno ni otro han tenido que ocultarse.
En contraste, la blasfemia contra el Islam conduce al crimen- y no solo para Salman Rushdie o en lugares como Egipto o Bangladesh. Al menos una de tales ejecuciones ha tenido lugar sobre suelo Americano. Rashad Khalifa, un bioquímico Egipcio que vivía en Tucson, Arizona, analizó el Qur'an por ordenador y concluyó a través de algún algoritmo complejo que los dos versos finales del noveno capítulo no pertenecen al libro santo. Esta visión le llevó eventualmente a declararse un profeta, una ofensa muy seria en el Islam (que sostiene que Mahoma era el último de los profetas). Algunos meses después, el 31 de enero de 1990, asaltantes desconocidos - probablemente Musulmanes ortodoxos encolerizados por sus enseñanzas - apuñalaron a Khalifa hasta matarlo. Mientras que el caso sigue sin resolver, envió un mensaje claro y frío: hasta en los Estados Unidos, la desviación lleva a la muerte.
Escritores juzgados como poco amigos del Islam son asesinados continuamente. Docenas de periodistas han perdido sus vidas en Argelia así como escritores prominentes en Egipto y Turquía. Taslima Nasrin tuvo que huir de su Bangladesh nativo por esta razón. Un silencio terrible ha descendido sobre el mundo Musulmán, así que libros de esta clase sólo pueden publicarse en Occidente.
En este contexto, la reclamación de Ibn Warraq de su derecho a discrepar con los guardianes Islámicos es un choque. ¡Y mucho más cuando reclama hasta su derecho Occidental a hacerlo tan irrespetuosamente!. "Este libro es en primer lugar y principalmente un ejercicio de mi derecho a criticarlo todo y a cualquier cosa en el Islam - incluso a blasfemar, a cometer errores, a satirizar y a burlarme". Por Qué No Soy un Musulmán tiene un cierto talante de mofa, pero también es un libro serio que provoca la reflexión. No clama por una pared de silencio, mucho menos por una fatwa como la de Rushdie sobre la vida del autor, sino por una respuesta igualmente competente de un Musulmán creyente.

Red Voltaire

«Que Occidente deje de avergonzarse y de pedir disculpas permanentemente»
Autor Ibn Warraq

Las caricaturas danesas sacan a relucir el más importante problema de nuestra época: la libertad de expresión. ¿Vamos los occidentales a ceder a las presiones de una sociedad de mentalidad medieval o defenderemos nuestro bien más preciado: la libertad, la libertad de expresión, una conquista por la que millares de personas han sacrificado sus vidas? Una democracia no puede sobrevivir sin libertad: libertad de debatir, de no estar de acuerdo e incluso de insultar y ofender. Es una libertad de la que está totalmente desprovisto el mundo islámico y sin ella el Islam permanecerá imperturbablemente recluido en su fortaleza dogmática, fanática y medieval. Sin esta libertad fundamental, el Islam continuará reprimiendo el pensamiento, los derechos humanos, el individuo, la originalidad y la verdad. Si no proclamamos nuestra solidaridad con los dibujantes daneses, de forma pública y en voz alta, sin sentir vergüenza, entonces las fuerzas que en este momento tratan de imponer una ideología totalitaria al Occidente libre habrán vencido: habrá comenzado la islamización de Europa. Ante todo no debemos pedir disculpas. Esto saca a la luz otro problema más general: la incapacidad de Occidente para defenderse cultural e intelectualmente. Siéntanse orgullosos de no pedir disculpas. ¿Debemos continuar pidiendo perdón por los pecados de nuestros padres? ¿Debemos pedir perdón por ejemplo por lo que hizo el imperio británico cuando en realidad la presencia británica en la India permitió el renacimiento indio, permitió luchar contra el hambre, construir líneas ferroviarias, carreteras y sistemas de riego, aniquilar el cólera, crear el servicio público, implementar un sistema de educación universal donde antes no había nada de eso? Y sobre todo implantar sólidamente la democracia parlamentaria frente a los reyezuelos y la fuerza de la ley frente a la arbitrariedad real. Los ingleses permitieron incluso a los indios que reencontraran su propio pasado: fueron las becas de estudio, la arqueología y la investigación europeas las que sacaron a la luz la antigua grandeza india; fue el gobierno británico el que trabajó para salvar y conservar los monumentos testimonios de esta gloria.
El imperialismo británico preservó allí donde el imperialismo islámico anterior destruyera millares de templos hindúes. A nivel mundial, ¿debemos pedir disculpas por el nacimiento de Dante, Shakespeare y Goethe? ¿Por Mozart, Beethoven y Bach? ¿Por Rembrandt, Vermeer, Van Gogh, Breughel, Ter Borch? ¿Por Galileo, Huygens, Copérnico, Newton y Darwin? ¿Por haber inventado la penicilina y las computadoras? ¿Por los juegos olímpicos y el fútbol? ¿Por los derechos humanos y la democracia parlamentaria? Occidente ha sido la fuente de las ideas de libertad individual, democracia política, de la ley, los Derechos Humanos y la libertad cultural. Occidente ha impuesto el estatus de las mujeres y luchado contra la esclavitud, defendido la libertad de investigar, expresarse y creer. Occidente no tiene que recibir lecciones de virtud por parte de sociedades que mantienen a sus mujeres en la sumisión, les cercenan el clítoris, las lapidan hasta la muerte por sospecha de adulterio, les lanzan ácido al rostro o niegan los Derechos Humanos de quienes consideran pertenecer a castas inferiores. ¿Cómo podemos pedir a los inmigrantes que se integren en la sociedad occidental cuando simultáneamente se les enseña que Occidente es decadente, corrupto, fuente de todo mal, racista, imperialista y despreciable? ¿Por qué, según palabras del autor afroamericano James Baldwin, abordarían un barco que se hunde? ¿Por qué toda esta gente trata de emigrar hacia nuestros países y no hacia Arabia Saudita? Haríamos mejor enseñándoles la historia de siglos de lucha que han permitido las libertades de que disfrutan hoy; la historia de los individuos y los grupos que combatieron por esas libertades y que hoy son despreciados, denigrados y olvidados. Haríamos bien en enfatizar las libertades que una gran parte del resto del mundo nos envidia, admira y trata de emular. Cuando los estudiantes chinos murieron por la democracia en la plaza de Tienanmen en 1989, llevaron con ellos no imágenes de Confucio o Buda, sino una copia de la Estatua de la Libertad. La libertad de expresión es nuestro patrimonio occidental y debemos defenderlo o sucumbirá a los ataques totalitarios. Esta libertad es igualmente indispensable en el mundo islámico. Al defender nuestros valores, enseñamos al mundo islámico una lección importante, los ayudamos permitiéndoles confrontar sus antiguas y preciadas tradiciones con los valores de las Luces.
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1 comentario:

Anónimo dijo...

hola yo pienso que la pregunta se debe formularse de otra manera:
por ejemplo porque soy musulman
por que soy catolico
porque soy ateo
y asi
porque cuando a alguien le decimos porque no haces esto, esta manera de preguntar es contra la libertad de la persona pues nadie puede decir a alguien porque no haces esto o aquello pero la segunda manera de preguntar es iniciativa propia que uno con conviccion formula a si mismo la pregunta porque soy lo que soy