viernes, 17 de diciembre de 2010

Tostói y el cardo tártaro. Por Luis Thonis



La novela de Tostoi se inicia con una confesión del mismo narrador: va camino a su casa, recogiendo las flores más bellas- tréboles rojos, juncales, margaritas, rosas, lilas y otras variedades con las que hace un racimo y en una zanja ve un cardo tártaro con una flor más tosca que las otras, delicadas: el tallo pincha y se niega a ser desprendido, tiene que hacerlo fibra por fibra: “¡Qué energía y que fuerza vital!- me dije pensando en lo que me había costado arrancar el cardo- Qué cara ha vendido su vida ¡Cuánto ha luchado para defenderla!”.
Sigue su camino, ve una mata a la distancia, es otro cardo de tres tallos, uno de ellos amputado que le permite inferir que el cardo fue aplastado por una rueda y sin embargo los tallos se mantienen erguidos, lo asombra que la planta siga viva y eso le recuerda una historia caucasiana en la cual esas dos flores obstinadas son la metáfora del pueblo checheno.
Así introduce Tostói una novela iniciada en 1897 que se refiere a la conquista del Cáucaso por Rusia en 1851, que se extiende a lo largo del tiempo.
Hasta hoy. En la década del noventa los jihadistas se financian mediante secuestros, tráfico de armas y atentados que dejan cientos de muertos y tienen la huella del whahabi Basaiev, un terrorista islámico trasnancional.
Putin mediante un bombardeo indiscriminado deja en ruinas a Grozni – “la terrible”en 1999 en respuesta a atentados terroristas con el saldo funesto de decenas de miles de víctimas y se compromete a establecer una democracia, una idea que tiene menor lugar en la cabeza de los líderes chechenos- que a diferencia del Shamil de Tolstoi no lograron unificarse- como Dios en la cabeza de un belga para Baudelaire.
En 2009, el presidente ruso da por finalizadas las operaciones pero el terrorismo se desplaza de Chechenia a Osetia del Norte, por ejemplo, la reciente explosión- septiembre, 2010- en el mercado central que deja un saldo de 16 muertos y cientos de heridos.
Dos mujeres periodistas y vinculadas a la defensa de los derechos humanos han sido asesinadas por querer investigar abusos cometidos por Rusia: Anna Politkóvshaya, autora de un diario donde acusa a Putin, en octubre de 2006, luego de sobrevivir al intento de envenenamiento en Beslán pese a lo cuál siguió investigando y Natalia Estemirova en julio de 2009 – que sacó a la luz torturas y aberraciones cometidas- y han sido denunciados diversos secuestros y muertes de trabajadores humanitarios.
Estemirova era la corresponsal de La voz del trabajador, periódico local de Grozni y había filmado trece documentales cortos sobre las víctimas de las prácticas de castigo, torturas eléctricas y otras aberraciones por parte de la ocupación rusa.
Estas dos mujeres eran rusas y se jugaron el pellejo por la forma despiadada con que Moscú ha encarado la cuestión chechena.
La férrea imagen del cardo me lleva a una instancia de doble vínculo: si se arranca el cardo se destruye la flor, pero si se lo deja contamina todas las otras flores.
“Si dices que esta varilla es real, te golpearé con ella. Si dices que esta vara no es real, te golpearé con ella. Si no dices nada, te golpearé con ella”
Estos enunciados del maestro Zen pueden tener una salida: que el discípulo tome la vara del maestro e incluso lo golpee con ella.
Gregory Bateson considera el doble vínculo a la instancia que genera el ezquizofrénico con el ejemplo conocido de la madre que cada vez que su hijo mejora de sus perturbaciones, la abraza y ella le responde:¿ qué pasa, ya no me querés más?
Si patalea, chilla, se vuelve loco, la quiere, si sonríe y la abraza se ofende. A cada repetición de esta escena el chico enloquece cada vez más. A diferencia de la relación discípulo maestro- que tiene por objetivo la Iluminación en el Zen y que no pasa de ser un juego- el sujeto está en situación de indefensión ante dos- incluso tres- órdenes contradictorias.
El personaje de Tolstoi no es un cardo y se encuentra en ese atolladero de no poder decidir quién es su enemigo, el mismo Carl Schmidtt, el jurista nazi que enterró la República de Weimar, que piensa la política en términos de amigo-enemigo que termina liquidando la división de poderes en la figura del Fuher, enloquecería en su lugar.
Karl Kraus tenía en claro cuál era el enemigo pero nadie lo escuchaba. Se cansó de anunciar y analizar a fuerza de panfletos lo que era el nazismo hasta que dijo: “De Hitler no se me ocurre nada”, lo que significaba que había que dejar de interpretarlo y detenerlo mientras se armaba hasta los dientes.
Esto viene a cuento por la negación de la existencia de la Jihad por parte de los intelectuales de la “ideología argentina” una interminable tentativa de fusión de los antónimos. Asistimos al cruce siniestro de discursos revisionistas que proceden del golpe fascista de 1943 ante la corrupción oligárquica- revisionistas como Scalabrini Ortiz favorables al Eje- y el castrotercermundismo setentista cuyos líderes se clonaron a la medida de la burguesía parasitaria que representan.
Los intelectuales referidos parecen hablar a un mundo reducido a un jardín de infantes. Un ejemplo de la lectura “kinder” es Pedro Brieger, que en su libro Qué es Al Qaeda afirma que Hezbolá nada tuvo que ver con el atentado a la Amia porque en el Líbano sus dirigentes le dijeron que sólo hacen atentados locales, lo que equivale a confesar que son una fuerza de ocupación en el Líbano: siempre se olvida que se consideran iraníes.
Goebbels pudo haberle dicho en otra época que el partido nazi nada tuvo que ver con el incendio del Reichstag, que fue cosa de los judíos y todos contentos. Ahora parece que va a cerrarse la cúpula del Reichstag, símbolo de la democracia en Alemania, ante la confesión de un jihadista capturado a tiempo.
También un Juan Pablo Feimann ha llegado a traducir Jihad por “esfuerzo” – voluntad no les falta a los barbudos polígamos, petrodólares menos- postulando una lucha imaginaria y maniquea entre el “imperialismo” y los pueblos árabes, olvidando a los Estados, regímenes teocráticos y las petromonarquías, muchas de ellas como Jordania o Arabia Saudita aliadas a los Estados Unidos y que están más deseosas de terminar con el régimen iraní que el mismo “imperio”. Feimann se olvidó de Darfur y de Chechenia.
Tampoco para él existen procesos como el argelino, o el de Nigeria- donde los fundamentalistas asesinan a machetazos a cristianos- y las continuas masacres de musulmanes contra musulmanes, los atentados masivos contra las mezquitas en Irak, financiados desde Ryad por multimillonarios educados en el whaabismo.
Mira lo que hacen con sus pueblos y te diré quiénes son: niños utilizados como escudos humanos y educados con programas de la UNESCO que por el lugar que tiene el odio al judío parecen escritos por Goebbels. Y grandes masas árabes en situación de pobreza a las que se les cuenta que Israel es el culpable de todas sus desgracias.
La "ideología argentina" se encuentra, converge con ideólogos que consideran a las democracias como estados fascistas y a los regímenes más siniestros como liberadores: Agamben es el mejor ejemplo. Cualquiera que repare en la historia de Chechenia y su conflicto interminable con Rusia se dará cuenta de la falsedad del mentiroso enunciado de Agamben de que es Estados Unidos el que lleva adelante una guerra mundial ante mundo árabe reducido a una realidad espectral.
El resto es banal o inexistente todo conflicto del mundo que no pueda ser achacado a Estados Unidos o a Israel, aun si se trata del mayor genocido del siglo XXI- todavía en curso- que se está realizando en Darfur, “regulado” por la Unión Africana.
El estado universitario global- que no hay que confundir con las aulas de la universidad sino con una hermenéutica - reivindica el derecho a mentirse a sí mismo para un público de consumidores contestatarios y su demanda de “antiimperialismo”.
Ejemplo: Gianni Vattimo, en Ecce Comu donde argumenta su conversión del posmodernismo al catocomunismo – la fusión de antónimos que faltaba, hasta se niega a parir la abuela- afirma que el derecho internacional está regulado por Estados Unidos, parece que cultiva el Kindergarten sin salir de la Costa Azul y visitar Yemen. Pero quien se lleva todos los laureles es Chomsky: este negador de las matanzas de Ho Chi Min, del genocidio camboyano, defensor de Al Baschir, ningunador de los progroms contra los judíos en Rusia invirtiendo los hechos que dieron lugar a la guerra del 2006, ha sido considerado como el “mejor intelectual del mundo” por la cultura UNESCO y elogiado por Alquaeda.
No me quiero quedar afuera: lo sitúo a la vanguardia de los dimmies – los protegidos por el Islam siempre que vivan en c condición de inferioridad- occidentales que ya pagan impuestos antes de ser protegidos como siervos de Ala.
Los imbéciles ya no caen de los árboles, decía Nicanor Parra.
Un hecho no existe sino pasa por una hermenéutica hecha a imagen y semejanza del zombi planetario, el sujeto de este discurso que congoja todos los nihilismos.
No existen, por ejemplo, el hundimiento del barco surcoreano Cheonán en marzo de 2010 por parte de Corea del Norte, la limpieza étnica de China en el Tibet, Camboya colonizada por Vietnam, la represión estanilista en Bielorrusia, las masacres habituales del psicópata negro maoísta Robert Mugabe en Zimbaube y show genocida de Al Baschir en Darfur que ya tiene 400000 víctimas y dos millones de deportados y que ha sido apoyado por el gobierno argentino ante el pedido de captura de Moreno Ocampo vía el TPI por su dependencia de Chávez.
Nadie sabe nada, dice la voluntad de ignorar, todo es opinable, salvo de Irak: los norteamericanos lo invadieron “para quedarse con el petróleo” aunque los estudios económicos serios probaban de antemano lo contrario y todas las licitaciones lo desmientan, probando que es un estado soberano. Pero la Jihad es como la inflación y la corrupción. Si se la “interpreta” en vez de combatirla se expande y se multiplica.
Tolstoi narra una Jihad que poco tiene que ver con la existente en la Edad Media, por ejemplo, aunque podemos reconocer algunos ecos, por ejemplo, en el libro de Las Batallas - siglo XI- donde el contraste con la épica castellana es evidente: el paladín árabe se permite todos los engaños en la guerra, incluso elogia la astucia del Cid cuando los imita, especialmente cuando estafa a los judíos de Burgos. Y eso no es incompatible con la ética caballeresca que comparten las dos tradiciones. Hay resonancias: el tema del traidor es un tema recurrente pero en la épica árabe los casos tienen más que ver con el oportunismo que con los problemas de conciencia- modernos- que asaltan al personaje de Tolstoi.
La Jihad actual a mi entender tiene menos que ver con el Islam que con Occidente en el sentido que ha incorporado el nihilismo como instrumentación de la guerra santa: los combatientes homisuicidas son más herederos de los demonios de Dostoievsky, aunque su ideología se arme de hermenéutica coránica fantasmal. Los llamados tigres de Anatolia- Turquía- prueban que el Islam puede coexistir beneficiosamente con el capitalismo globalizado que en estos últimos años como nunca en la historia sacó a millones de personas del hambre, preguntar a la madre vietnamita, china o hindú. Nada en la historia del siglo veinte escapó a la marca de Occidente, el nacionalismo transformado en peste por el nacionalsocialismo o el ideario socialista transformado en marxismo leninismo, la ideología más criminal de la historia humana según Castoriadis en cantidad de víctimas, hasta hace poco respetada.
También Al Baschir y Ahmanidejad se presentan como víctimas del imperialismo y podrían aparecer en un posible circo global presentados por Chávez y disertando sobre los derechos humanos y este banquete de oumanoides terminar con la destrucción de media ciudad como ocurrió en Mar del Plata.
El Islam constituye a la femineidad como sonámbula. La mujer es una voz velada- si llaman a la puerta tiene que responder con un ruido de manos porque la voz puede excitar al que está fuera- y eso mismo está en la lengua: Qum, es la madre, Oumma es la nación. La mujer solo existe dentro de la Oumma o el templo, fuera no tiene lugar como sujeto. Pese al peso de lo patriarcal y tanta exacerbación masculina el Islam está sometido más de lo que se cree a lo femenino: la lengua es isomorfa a la religión, a la nación y a cada grano de arena del desierto.
La utopía totalitaria del Califato universal sería la de un mundo sin afuera. Muchos asesinatos en ciudades occidentales a chicas que adoptan hábitos satánicos como el rock tienden a recordarle eso: el crimen como recurso de última instancia para preservar un origen puro. En ese sentido, Israel ha ganado la madre de todas las batallas- respecto del origen- desde la misma Biblia diciendo adiós a los faraones.
Murat no se cansa de recordar la inutilidad de las mujeres, no existen sin un hombre que las guíe.
A lo largo de la novela, Tostói muestra a su personaje capturado en un fenómeno de doble vínculo. Por un lado los enunciados de origen, las enseñanzas del Corán, por otro, los rusos, que son amables, cultos, empezando por el comandante Voronstov educado en Inglaterra, sutil, afable con los subordinados y vencedor de Napoleón en Krásnoie. Lo admiran y simpatizan con él pero ese lenguaje no le resuena, está fuera del Templo.
Murat está alienado al doble vínculo de fidelidad- traición que pese a su valor va dejando al guerrero en estado de indefensión porque no encuentra una palabra que le permita desplazar los orígenes.
Las mujeres rusas, princesas de todos los colores, de dos frases que dicen una es en francés- signo de distinción mundana- y una de ellas- la más interesante- se enamora de Murat, que se hace el disimulado: al final de la historia cuando traen la cabeza les tira con lo que tiene a mano a los militares rusos, que por otra parte, la besan.
En los últimos tramos de la novela, cuando la suerte está echada, Hadjí Murat recuerda una canción compuesta por su madre: “Tu puñal de acero ha rasgado mi blanco pecho, pero he apoyado contra la herida a mi niño y lo he lavado con mi sangre caliente. Con eso la herida ha cicatrizado sin hierbas ni raíces. No he temido a la muerte, tampoco la temerá mi niño valiente”
Esta canción aludía a su padre: cuando él nació la mujer del jan tuvo un hijo y quiso que lo criara su madre, pero ésta no consintió en abandonarlo, es decir, desafió la orden de su padre que le dio una puñalada y la habría matado si la gente no hubiera acudido a tiempo.
Antes ha escuchado la canción de unos de sus hombres, Hanefi, que relata la lucha despiadada del djiguit Gamzat con los rusos y que entre cadáveres ensangrentados les grita a los pájaros que pasan por el cielo. “Aves de paso, volad a nuestras casas para decir a nuestras hermanas, a nuestras madres y a nuestras mozas que hemos muerto por la fe. Decidles que nuestros cuerpos no descansarán en las tumbas, sino que serán devorados por los lobos, y que los buitres negros nos sacarán los ojos”.
Madres, hermanas, mozas. Se da la vida para que las mujeres sigan dentro del templo. ¿Qué ocurre si una Hirsi Ali- la autora del libreto de la película sobre la vida de las mujeres musulmanas de Teo Van Gogh, cineasta holandés asesinado- se le ocurre salir afuera hoy, todavía? Diputada holandesa, nadie quería estar cerca de ella por miedo a un atentado y tuvo que refugiarse en Estados Unidos.
Fue una victoria de la Jihad vía el pánico que no quiere que se trate el tema salvo por el relativismo cultural en que nos instruyen los ideólogos, invirtiendo la carga de la prueba: fue ella la que provocó a los mulás y los ayatolas, que se vaya a embromar a otra parte, queremos la paz al precio que sea.
En la novela de Tostoi encontramos un clima- guerra, muerte, sacrificio- donde lo teológico político es parte de la estructura narrativa, es el mayor perseguidor de Hadjí. Los demonios de Dostoievsky son la culminación de una trama que comienza con Padres e Hijos de Turgueniev donde por primera vez en la literatura occidental aparece la palabra nihilismo en la voz de Barázov que reduce lo viviente a un conjunto de sensaciones físico químicas- el lenguaje no cuenta- y afirma que “cuando uno se decide a acabar con todo no puede salvar su propio pellejo”.
En él se expresa un desprecio cínico a toda tradición anterior y una interpretación maniquea del legado de las Luces. Pero en este personaje el nihilismo está lejos de ser total: muy a pesar de sí mismo se enamora de una mujer de clase superior y se porta como un caballero en el duelo que tiene con el tío de su amigo que representa el comienzo del fin de unos valores aristocráticos que van mucho más allá de la clase y convergen con la civilización. Para algunos críticos Bazárov - para mí más pedante que nihilista- anticipa a Nekaiev que teoriza el nihilismo en El Manual del Revolucionario- escrito con Bakunin, la bestia negra de Marx- y que a diferencia de éste lleva a la práctica.
A mi entender el nihilismo actual es carácter occidental.
Reaparece del lado de esa instrumentalización del Islam que es la Jihad actual que tiene tanto que ver con él como algunos fundamentalistas cristianos con el cristianismo: tanto es así que sus primeras víctimas son los musulmanes moderados . Tanto que ver como el marxismo leninismo con las ideas de Marx, si dejamos de lado la increíble Cuestión Judía donde el judío, sea de la clase que fuere, es el mismo capitalismo.
Tolstói nos presenta a sus personajes que no muestran la unanimidad de los locos de Dios o de Alá.
Loris Mélikov, el intérprete que habla con facilidad el tártaro puede considerarse como un narrador interno o un antropólogo que hace trabajo de campo sobre una cultura ajena.
Le pide a Murat que cuente su historia, él vacila pero cuando se decide nos enteramos que su familia estaba muy relacionada con la tribu de los janes y se crió en parte con ellos viviendo en el palacio una vida sin preocupaciones. Pero cuando contaba quince años los miurides- palabra árabe que designa al novicio, el que busca la verdad que se identifica con llevar a cabo el jazabat, la guerra santa, contra los infieles- los atacan junto a los chechenos.
Murat lucha por ellos sin ningún remordimiento. Pero escucha un enunciado de la boca del moribundo que resuena como imperativo de origen: “Me has matado y ya estoy bien. Pero tú, que eres un musulmán joven y fuerte, debes aceptar el jazabat, Dios te lo ordena.”
Aquí se reactiva un fantasma de origen, el templo mismo, cuya consecuencia es fatal: le aconseja a los janes aliarse a los chechenios de Shamil que los asesinan con un ardid que recuerda El libro de las Batallas.
La orden de Dios entra en contradicción con pasarse a los rusos para salvar a su familia. Esta impotencia para sortear la atracción de los orígenes es el fenómeno que sostiene la Jihad y en última instancia a todo fanatismo sea en nombre de la religión, la clase o la raza: en el caso del marxismo leninismo se sueña un mundo anterior a la corrupción de la mercancía, algo incompatible en cierto modo con Marx cuya apología del capitalismo supera holgadamente a Adam Smith. El jihadismo irrumpe precisamente cuando en el capitalismo occidental la mercancía entra en una fase que Debord describió como inmaterialidad. Eso supone la entrada en una dimensión nueva y una crisis de las identidades nacionales. Ya existe. Hay que inventar las instituciones adecuadas, otro tipo de sujeto y otra literatura. Hasta ahora la respuesta de los filósofos en boga ha sido intentar constituir un gran Kindergarten, constituyendo al sujeto como "ninfo"- en No vienen avispas me refiero a eso- pensando como en tiempos del Eje o los de Stalin que la guerra se debe a la maldad anglosajona.
Este fantasma de los orígenes está vinculado al literalismo del Corán. En Occidente, Heidegger en su creencia en el Ser- la verdad sólo puede ser dicha en griego o alemán- está en la misma vía de una lengua originaria, fundamental, donde reside la verdad como superlativo absoluto. Eso explica el odio a Israel en tanto es en sí mismo un desplazamiento intenso de los orígenes, es decir, del Faraón y una lucha cuerpo a cuerpo con el ángel que responde más a una poética del lenguaje que a un esencialismo de la lengua. Heidegger no puede leer un poema, el lenguaje en acción, sólo oye la lengua.
El occidente nihilista hoy supone la complementariedad del retorno de los faraones con el eterno retorno de lo hippie, me refiero al mapa del mundo pensado como un gran Kindergarten, una arcadia perturbada por el bruto yanqui y el banquero judío: hoy se vuelve a exaltar a Rosas, se intenta una regresión a los orígenes preconstitucionales de 1853- hacia “los verdaderos patriotas”- pero se es injusto con Hugo Wats que atribuye todos los males del mundo a un sacerdote judío que mueve secretamente los hilos de todo lo que acontece desde “El Vaticano de Nueva York”. Angel Cappa, recientemente echado por su labor en River, ha dicho que Wall Street festejó la muerte de Kirchner.
Oscuros intereses, tal vez la vieja sinarquía del General, quieren apropiarse de un mercadito que mueve menos dólares que una pyme yanqui. Este técnico desocupado parece que quiere quitarles el trabajo a los Atilio Borón.
Murat nunca encontrará argumentos para defenderse de su creencia en los letales enunciados de origen. Los janes no querían someterse a Gamzat y a Shamil pero temían a los rusos: este mismo dilema reaparecerá casi un legado en Murat cuando aconsejaba a los janes someterse a los chechenos.
Ni la indignación de ver asesinados a los janes que amaba ni el secuestro posterior de su familia y la amenaza de arrancarle los ojos a su hijo pueden doblegar ese imperativo que obra de manera terrorista- fundamentalista- con su propia vida.
Loris Mélikov, el traductor de oficio, entre dos lenguas se revela el más inteligente, caracteriza a los integrantes del grupo de Murat: Mahoma Jan es alegre, juerguista, tramposo, casi tan pícaro como un gaucho argentino y aventurero, capaz de arriesgar la vida por la cosa más nimia; Eldar era sereno y mesurado, pero Gamzalo está desbordado por el odio y quería matar la mayor cantidad de rusos, no importa quiénes fueran. Gamzalo es un fanático: alguien que lleva el templo consigo.
Harodl Bloom considera a Hadjí Murat el mejor relato del mundo. Yo no puedo pronunciarme porque leo una traducción y he demostrado en otra parte que Bloom abunda en disparates canónicos como a considerar a Shakespeare inferior a sus personajes, al encanto de Rosalina y a la “inteligencia de Hamlet”, que incluye a la mujer que lo desea en su victoriana máquina de matar.
La Jihad no sólo existe sino que se globalizado, hay una red de redes de organizaciones terroristas que actúan de manera combinada como lo analizo en la Fuente Turca a propósito de la guerra de 2006 donde Chomsky y compañía falsean impunemente a los datos y la respuesta que dio Claude Lanzmann.
Estamos a escala global ante una cuarta guerra mundial- la tercera, desde el 45 a la caída del muro dejó más víctimas que las anteriores- paralela y asimétrica y mental: es el pánico y el terror no confeso que disculpan las prácticas más aberrantes…las lapidaciones no tienen nada que ver con la política, me dijo alguien obnubilado por la fachada antiimperialista del Ahjmanidejad.
Pero se niega a través de los argumentos más patéticos, especialmente los del tercermundismo: la Jihad representaría una nueva vuelta de tuerca de la lucha de los pueblos oprimidos pese a que primeras víctimas son los musulmanes moderados. Pero no es lo mismo lo que acontece en Sudán, en Somalia, en Tailandia, en Yemen o en Chechenia, lugares donde los ideólogos de la Santa Sordera no quieren saber nada porque exceden los límites del Kindergarten.
El “pueblo palestino” ha sido una invención de Arafat después de la derrota de los estados árabes en la Guerra de los Seis Días: era la región de los filisteos- palestino viene de philistin- habitada por diversas tribus y especialmente por judíos que aparecen desde tiempos bíblicos. Algunos movimientos surgidos en los tiempos decembristas proponían expulsar a los judíos a Palestina. El pueblo checheno, en cambio, tiene una realidad histórica inmemorial.
La novela de Tolstoi no sitúa ante la guerra según la épica del siglo XIX, donde ésta no era un objeto despreciable porque formaba parte de la vida. Adviértase que Tolstoi era pacifista- en eso iba contra el espíritu de su tiempo- pero se alista al ejército como acostumbraba la aristocracia de su tiempo.
Rusia desde tiempos de Catalina II había salido victoriosa en la guerra ruso- turca 1768-1774 que da lugar a la adhesión de Ucrania meridional y la fundación de Odessa y una segunda guerra -1788-1790, iniciada por el imperio otomano que culmina con la incorporación de Crimea a Rusia.
Catalina II era una mujer de genio- escribió varias piezas de teatro-, Voltaire la llamó la “Semíranis del Norte”, admiraba a Montesquieu pero reforzaba el centralismo zarista, escribía poemas sobre la libertad pero bajo su reinado los siervos pasaron a ser esclavos, lo que fue una regresión respecto al primer modernizador, Pedro el Grande, caracterizado como el Anticristo por libelos y canciones populares, y soportaron una peor condición que los negros en América. La estatocracia zarita se basaba en el siervo del mismo modo que el Gulag en el zec.
Los propietarios adquirieron más poderes sobre las almas- así, como no personas, se los designaba como medida de la riqueza de un terrateniente- y se les dio el poder de pena de muerte sobre ellos, algo muy distinto de lo ocurrido en Estados Unidos donde los esclavos constituían la octava parte de la población-al revés de Rusia- y donde el asesinato de un esclavo suponía la pena de muerte. Rusia es un ejemplo del desarrollo de un subdesarrollo que revelarán en Lenin y Stalin a los líderes del tercermundismo, convirtiendo en totalitarios el despotismo ilustrado de Pedro y Catalina que fueron tolerantes con los Viejos Creyentes.
Tolstoi no está contra la guerra en sí misma, tampoco a favor. Está más bien contra la excentricidad de Butler, el amigo ruso de Hadji Murat, que vive todo como una fiesta, como algunos personajes de Borges. La guerra no la declara según Clausewitz el que ataca en primer término sino el que responde a la agresión. Todo conquistador es pacifista, quiere hacer de las suyas sin que nadie le ponga obstáculos. A veces no sólo hay que tomarle la vara al otro sino evitar que llegue a ella como el caso de estados que tienen la bomba atómica como Pakistán. El pacifista le hace la guerra a la guerra y el belicista hace la guerra por la guerra misma. Pero cuando la guerra se ha desencadenado hay que elegir de qué bando se está o huir hacia ninguna parte como Murat.
La paz se presenta siempre como el rostro mismo del Bien, pero la firmada por Clinton en 1995 posibilitó la masacre de Sebreninca, previo brindis de el poeta titista serbio Karadkic con el oficial de la ONU. Una cerveza y un plan canje.
Después de 1945, la cultura europea ve en la guerra algo demoníaco o inevitablemente nazi, incluso la palabra es borrada de los libros de historia: la Unión Europea se plantea como una arcadia del bienestar y la paz.
La conmoción de la Guerra de los Seis Días, el asesinato de los atletas judíos en los juegos olímpicos, el estallido de los Balcanes en los noventa y el cachetazo que le dio Rusia en Georgia en 2008 dieron lugares a interpretaciones canallas, patéticas o desopilantes, por ejemplo, la coincidencia entre Le Pen y Regis Debray: lejos de aprobar la intervención de la OTAN que detuvo- muy tardíamente, es cierto- la limpieza étnica contra musulmanes bosnios y católicos croatas- aseguraron que Estados Unidos lo hacía para dominar Europa, o quedarse con el petróleo, aunque no hubiera una sola gota. Esta forma de nuevo negacionismo estaba prefigurada por autores como Hosbwaum- un mitómano intelectual con todas las letras que falsea toda la historia del siglo XX, entre ellas niega la masacre de Katin por parte del Ejército rojo y el vodka, reconocida por la misma Rusia recientemente que se disculpó con Polonia.
Israel como una figura heredada de segunda guerra mundial aparece como una amenaza a la paz mundial.
Durante todo el siglo XIX los chechenos se enfrentaron al Imperio Ruso y fueron independientes entre 1855 y 1859 bajo las órdenes de Shamil, que unificó todas las etnias musulmanas - en permanente disensión entre sí - creando un Estado Islámico que Moscú no podía tolerar. Esto sigue siendo hoy así: un estado islámico favorecería la expansión del terrorismo islamita, la salida sería iraquí, pero los líderes chechenos no tienen la menor idea de la democracia que Rusia ha prometido mientras que gobierna con mano de hierro.
Con posterioridad a la revolución decembrista de 1825 que reclamaba reformas liberales, el zar Nicolás primero constituye a Rusia en un estado policial centralizado y expansivo: la victoria sobre Napoleón, la entrada en París, algunos intentos de industrialización, convierten a a Rusia en la primera potencia mundial junto a Inglaterra que se alía a Turquía en la guerra de Crimea.
Esta derrota es catastrófica, ahí comienza la decadencia y la conversión de Tolstoi al pacifismo.
En la novela de Tostói asombra el odio escarbado de algunos chechenios por los rusos pero también la crueldad refinada del zar Nicolás: quiere mostrarse como tolerante ante los ojos de Occidente y ejecuta directamente a un estudiante rebelde sino que lo condena a desfilar diez veces ante mil soldados para que lo castiguen a baquetazos, algo que le propina una muerte segura pero todavía más dolorosa.
Es posible imaginar que ese odio todavía primitivo se ha refinado explica lo inexplicable como el atentado terrorista de Beslán.
La historia lo ha incentivado: Stalin acusó a los chechenios de colaborar con Hitler (él, curiosamente, que había hecho un pacto con el nazismo en 1939 que hizo que todos los partidos comunistas en Europa tuvieran que justificar el nazismo y colaborar con él) y ordenó su deportación masiva a Asia Central y Liberia. Muchos terminaron en el Gulag y la mitad de la población murió de tifus por el camino.
Jruschov les permite regresar al hogar y luego de la reconstrucción se les impone un general soviético como presidente de la república, que sin embargo proclama su independencia.
Yelsin pretende dominarlos en 1994, los chechenos se repliegan a las montañas y lanzan guerras de guerrillas mezcladas con actos terroristas. Ante la impotencia se ordena la retirada de los tanques y se acepta la autonomía de Chechenia en la paz de 1996. La guerra santa o Jihad es para muchos intérpretes del Corán algo constitutivo de su civilización y para otros un elemento secundario. ([1]) Las versiones literalistas del Corán como el whahabismo y el salafismo lo han colocado en primer término.
Esa instrumentalidad todavía no está presente en la novela de Tolstoi que nos describe un poder tribal por un lado ante un ejército que actúa regularmente con oficiales que pertenecen a lo más sofisticado de la civilización. Los rusos no piensan exterminar a todo el pueblo chechenio, pero algunos chechenios lo harían si pudieran con los rusos. Eso también es actual. Si acceden a la Bomba en Pakistán si logran construirla en Irán no vacilarían en arrojarla. ¿No será por eso que se intervino en Irak?
Murat es ajeno al odio que a través de lo sagrado se alimenta a sí mismo. Compite e incluso supera a los rusos en gestos caballerescos, gusta del teatro en Tiflis: es admirado incluso por quienes no tienen otro recurso que matarlo cuando en el extremo de su dilema elige y opta por huir sabiendo de un fin casi seguro. Huye hacia los mismos orígenes, es decir, a ninguna parte y encuentra la muerte. La Jihad actual se ha ido occidentalizando, absorbiendo el nihilismo occidental y Occidente se ha democratizado imperfectamente, habiendo renunciado de palabra al nazismo y al comunismo, que sin embargo reaparecen: ahí están las demostraciones de xenofobia a lo extranjero. Nuevos redentores del comunismo como Alain Badiou han llegado a argumentar que “el terrorismo es una palabra vacía” y el significante judío es en sí mismo un nombre nazi.
Menos lógico, Ahdmanidejad emplea a la letra las técnicas de propaganda de Mein Kampf, tanteando después de cada incidente generado por Hamas, Hezbollah y Siria entre otros compañeros tantea la opinión mundial, hace encuestadas para mediar el índice de judeofobia, persiguiendo su objetivo de volar a Israel del mapa mientras los nuevos redentores del comunismo niegan la existencia de la Jihad global o a presentan como defensora de los oprimidos cuando es financiada por multimillonarios sauditas que han sido formados en el waabhismo: el terrorismo islámico es una industria, mueve millones en el mundo, Alqueda es una sigla, el logo de una multinacional, resulta difícil atisbar una posible paz, ojalá me equivoque pero se trata de una guerra de treinta años.
Ocurre como si el nihilismo que nació en Occidente hubiera capturado al extremismo islámico y los dihimmis intelectuales de todo pelaje y color lo presentan como una nueva vanguardia de los oprimidos que son sus principales víctimas.

Texto del coloquio internacional Tostói 100 años organizado por Sofía González Bonorino. en la Biblioteca nacional. 25/11/2010
[1] Esto en parte de debe a que Mahoma a diferencia de Cristo o de Buda es menos un personaje religioso que un guerrero y un líder de masas. Sin embargo, los millones de musulmanes que viven en mundo lo hacen bajo sus designios misericordiosos respetando las otras religiones. Cuando hablo de integrismo islámico me referiro a sectas como las whabitas o salafistas que hoy encarnan un movimiento expansivo que pretende imponer su sectarismo al mundo sea como sea.

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